Por Yenny Cáceres // Fotos: Jorge Sánchez Febrero 4, 2016

—¿No echas de menos al GAM?
—No, en el fondo GAM fueron cinco años maravillosos, llenos de estímulos, pero también cansadores, es como tener un restaurante abierto de lunes a domingo, 12 horas diarias. Una institución que atiende público, principalmente, y también un público que está ocupando su tiempo libre, y eso te obliga a estar pendiente todo el tiempo. De alguna forma, quería algo que fuera más un remanso. Así habla hoy Alejandra Wood, quien desde hace tres meses asumió la gestión del Centro de Estudios del Cobre y la Minería (Cesco), tras dejar la dirección ejecutiva del GAM. Después de tener 90 trabajadores a cargo, ahora encabeza un equipo pequeño, de apenas tres personas.

—Se dijo que tu salida del GAM se debió a la rebaja de tu sueldo. ¿Esa fue la verdadera razón?
—Hay otras razones. Mi salida no se debió a la rebaja de sueldo. Cuando se me anunció la rebaja de sueldo, yo acepté sin poner ninguna condición, y mi salida se debe a que me di cuenta de que no tenía el poder necesario para llevar a cabo mis labores como directora ejecutiva del GAM.

—¿Por qué, si eras la directora ejecutiva?
—Porque en el fondo no contaba con el apoyo del directorio. Y no se cumplieron ciertos acuerdos con el presidente del directorio (Ramón López).

—¿Como cuáles?
—Los acuerdos que me conferían la autoridad para poder ejercer mi cargo. Sentí que poder seguir adelante con el proyecto del GAM, además en una etapa de expansión, sin el apoyo del directorio era muy complejo.

—La semana pasada se supo la renuncia de Javier Ibacache, director de programación del GAM, quien alertó sobre los conflictos de intereses que hay en el directorio. ¿A qué se refería?
—En primer lugar, quiero reiterar que el GAM fue un proyecto que co-creamos con Javier, quien estuvo en los orígenes del diseño de la infraestructura y también en la forma que esta infraestructura debía operar al liderar un estudio de audiencias que se realizó en ese momento. De los profesionales que existen en el ámbito de la cultura, era la persona que más sabía del proyecto.
Efectivamente, con su salida, Javier alerta sobre lo que en el transcurso del tiempo se hizo complejo, puesto que tuvimos señales muy concretas de la intención del directorio de intervenir en la gestión. Me parece que es una intención legítima, pero compleja, puesto que en ese directorio están representadas otras instituciones culturales, otras iniciativas culturales, y también gremios. Y eso hizo cada vez más complejo nuestro trabajo, porque había que lidiar con esos conflictos de interés.

—Pero, ¿en qué consistían esos conflictos de interés?
—Por ejemplo, competir por programación, ser acusados de estar robándole programación a otro centro cultural, recibir presiones para programar cosas de otros espacios.

—¿Este conflicto con el directorio se dio en la última etapa de tu gestión?
—Se gatilla por el éxito del GAM. Porque no es algo que hubo al principio, sino que es algo que comienza a aparecer hacia el 2014. Hacia finales de mi periodo las presiones y las confrontaciones fueron fuertes.

—¿Con qué instituciones existen conflictos de interés?
—Es importante que mires quiénes componen el directorio y eso habla por sí solo.

—¿Alejandra Serrano, del Centro Cultural Palacio La Moneda, Arturo Navarro, del Centro Cultural Estación Mapocho, por ejemplo?
—Sidarte, Prodanza, la Foji, Universidad de Chile, Universidad de Concepción, Teatro Regional del Maule, Fitam.

—¿Te sentiste respaldada por el directorio tras la polémica que se produjo con la rebaja de tu sueldo?
—No.

—Pero aun así, no renunciaste inmediatamente cuando te rebajaron el sueldo. ¿Por qué seguiste?
—Porque sentí que aceptar la rebaja de mi sueldo sin condiciones era el gesto necesario para poder seguir adelante en un momento delicado del proyecto.

—Pero, ¿en qué consistían esos conflictos de interés?
—Por ejemplo, competir por programación, ser acusados de estar robándole programación a otro centro cultural, recibir presiones para programar cosas de otros espacios

—¿Por qué era delicado?
—Porque estaba ad portas de licitarse la construcción de la segunda etapa y comenzar el tan anhelado proyecto.

—Pero igual después te vas a los dos meses.
—Porque a los dos meses corroboré que, en la práctica, sin ese apoyo no podía seguir adelante y hacer bien el trabajo que me encomendaban hacer.

—¿Qué balance haces de tu gestión?
—Lo bueno es que en un corto periodo, de cinco años, una gran infraestructura se pobló de gente de diversas edades y procedencias, en un espacio que efectivamente se constituyó como un espacio de encuentro y participación en torno al arte y la cultura, que además puso en cartelera una oferta, sobre todo de teatro nacional, que fue muy valorada por la crítica y también por el público. Ahí Javier hizo un gran trabajo y una gran propuesta de curatoría, única en los espacios culturales en Santiago.

—¿Y haces alguna autocrítica? Se criticó tu mala relación con los trabajadores y el sindicato.
—Yo no tenía una mala relación con el sindicato, siento que el GAM vivió una crisis de crecimiento que se vio sobreexpuesta en los medios de prensa por la envergadura del espacio. No siento que mi relación con los trabajadores haya sido mi talón de Aquiles. Creo que hubo errores puntuales en la puesta en marcha. No resultó la relación con el operador del café y el restaurante, y es por eso que hoy entiendo que esos espacios están cerrados porque se está cambiando al operador.

—¿Es verdad que hay un déficit que arrastra el centro cultural y que se debe a los problemas con el operador del restaurante?
—El centro cultural en estos cinco años, en términos operacionales, siempre tuvo un déficit o un superávit en torno al 2 o el 3%, o sea, nada del otro mundo. Pero sí, siempre fue muy desgastadora la relación con el operador del restaurante, no hubo una comunión respecto a comprender el espacio en que este café y restaurante operaban. Esto produjo una merma en los ingresos, porque dejaron de entrar ingresos por la operación del café y el restaurante.

—Una de tus apuestas fue instalar una tienda Puma, lo que generó críticas por poner una marca deportiva en un centro cultural. ¿Sigues defendiendo esa apuesta?
—A mí me entregaron un espacio cuyo modelo de gestión constaba de operar un parque de estacionamientos, tiendas y restaurante. En ese momento, Puma estuvo dispuesto a pagar el arriendo a precio mercado de una tienda de 300 metros cuadrados con vitrina a la Alameda, con una propuesta de programación acorde al espacio. Entiendo las críticas, pero también las zapatillas son parte de la cultura popular, y este es un espacio para las artes, la cultura y las personas. Por lo tanto, si esta tienda está programando música electrónica, arte emergente o eventos de ilustración, también es un aporte al GAM. La operación de todos estos espacios fue lo que brindó el 30% de los ingresos necesarios para operar el GAM. El otro 70% lo aportó el Estado.

—¿Puedes asegurar que entregaste un GAM saneado económicamente?
—Yo puedo asegurar que el GAM se operó siempre con un presupuesto ajustadísimo, de 2.900 a 3 mil millones de pesos, que el Estado sólo ajustó por IPC, en tanto las visitas sólo aumentaban. Mi apuro por diseñar lo antes posible un modelo de gestión para la operación del GAM, incluyendo la gran sala, tenía que ver con mi percepción de que con ese presupuesto ajustado no se iba a poder seguir operando sin que se generaran déficits.

—Estuviste con cuatro ministros: Cruz-Coke, Ampuero, Barattini y Ottone. ¿Cómo fue la relación con ellos?
—La relación estuvo muy condicionada por el momento del proyecto. A Cruz-Coke le tocó la puesta en marcha, pero también la frustración de la suspensión de la segunda etapa. Ampuero concentró más su gestión en regiones y estuvo un tiempo más corto. A Claudia Barattini le tocó volver a poner al directorio original, y también contribuir para sacar adelante la segunda etapa, y el ministro Ottone delegó su cargo al designar un presidente del directorio (Ramón López), lo que me parece una decisión acertada, por lo tanto, él no tuvo mayor injerencia en el GAM.

—Pero Ottone fue el que te rebajó el sueldo. ¿No hubo conflictos con él?
—Yo acepté esa rebaja de sueldo, y supongo que él habrá tenido sus motivaciones para hacerlo, pero no me conflictué con él.

CENTRO CULTURAL VS. CENTRO DE EVENTOS

cultura2—¿Qué tan avanzado quedó el proyecto de la segunda etapa hasta tu salida?
—Estaba a punto de adjudicarse la construcción de la segunda etapa, y se iba a hacer una licitación para la parte de escenotecnia.

—Después que saliste del GAM mantuviste silencio, pero saliste a rebatir al ministro Ottone con una carta al director en La Segunda, por una entrevista en que decía que no había un plan de gestión para esta segunda etapa. ¿Por qué quisiste responder esos dichos?
—Porque es un error, es faltar a la verdad y a los hechos concretos. Ese plan de gestión se presentó en el directorio, la presentación la hizo la propia consultora, MagiaLiquid, y se crearon grupos de trabajo para revisarlo.

—¿Y en qué consistía este plan de gestión?
—Es un plan de gestión que se desarrolló durante ocho meses, con una metodología de trabajo donde participaron todos los equipos del GAM, y que básicamente definió los pilares estratégicos para la institución una vez finalizada la construcción de la segunda etapa y la puesta en marcha de la gran sala para dos mil personas. Un plan de gestión que incluía los aspectos financieros, organizacionales, de marketing y de contenido.

—¿Qué recepción tuvo este plan en el directorio?
—En la primera presentación lo encontraron muy bueno, y quedó, digamos, la tarea para la casa de leerlo y enviar todas las observaciones, y cuando nos volvimos a juntar me dio la sensación de que nadie lo había leído, y ahí se tomó la decisión de armar comisiones para revisar la propuesta de contenido, y también la propuesta financiera.

—¿La falta de apoyo del directorio también se manifestaba en este tipo de actitudes?
—Yo creo que hubo un ninguneo al trabajo que hicimos en el GAM, que es un trabajo que estaba avalado por los resultados. Lo más importante para discutir era esto y, sin embargo, se hablaba de que había que cambiar la marca GAM, porque GAM no significaba nada, o porque era pura marca, o que en realidad nosotros debíamos dedicarnos a hacer sólo programación de regiones, o que nosotros no debíamos hacer programación internacional. O sea, discusiones que no tenían pertinencia para lo que realmente estaba pasando en el espacio.

—¿Cómo ves la continuidad del proyecto tras la salida de Ibacache, que fue el cerebro de la programación del GAM estos cinco años?
—No creo que las personas sean irreemplazables, no creo que las instituciones queden viudas. Creo que se cerró un ciclo y ahora comienza otro.

—Pero su salida ha provocado impacto en el ambiente.
—Bueno, ahí es donde no calza la actitud del gobierno corporativo del GAM con la realidad. Efectivamente, Javier era un gran activo para el GAM y, por alguna razón, no lo cuidaron. Este directorio no está mirando al GAM, se están mirando entre ellos y sus intereses. Mirando a la distancia, puedo ver que el mismo grupo de personas que estuvo en el origen de la institucionalidad cultural actual, sigue ahí ocupando los mismos puestos. No hay espacio para la innovación, sino que están preocupados de que no entre nadie nuevo, y de que nadie haga sombra.

—¿A quiénes te refieres?
—No voy a dar nombres, porque no voy a entrar en una polémica, pero son espacios poco democráticos, están diseñados para que todo siga en manos de unos pocos.

Javier Ibacache era un gran activo para el GAM y, por alguna razón, no lo cuidaron. Este directorio no está mirando al GAM, se están mirando entre ellos y sus intereses

—¿El Centro Cultural Mapocho, por ejemplo?
—Mapocho, el Centro Cultural Palacio La Moneda, Matucana 100, Balmaceda.

—¿Crees que el éxito del GAM generó envidia en estos espacios?
—Es probable.

—¿Cómo ves la llegada de Felipe Mella a la dirección ejecutiva del GAM?
—Me parece que Felipe es una elección acertada, puesto que tiene la muñeca política para poder lidiar con la cantidad de presiones y expectativas de un espacio como GAM.

—¿Cómo ves el futuro del centro cultural?
—Creo que empieza un nuevo ciclo, y tengo un gran afecto por el trabajo que hicimos y el espacio que creamos, y por lo tanto, deseo que le vaya bien, que los equipos colaboren en este nuevo ciclo por el bien no sólo de la institución, sino de Santiago y de la cultura. Que haya un GAM que funcione les hace bien a todas las instituciones culturales. Paradojalmente, yo creo que las instituciones culturales no compiten entre ellas, hay público para todas.

—¿Compiten los directores de estos espacios?
—Los egos y las personalidades. Me llamó mucho la atención, cuando llegué al sector, la dificultad para trabajar de manera colaborativa. Una de las características primordiales de la innovación es la capacidad para trabajar en red, y eso es difícil en el sector de la cultura. Hay mucha envidia, mucho resentimiento, mucha falta de diálogo.

—Ibacache planteaba, tras su renuncia, que un centro cultural no es un centro de eventos. ¿Qué opinas sobre esta discusión?
—Hay espacios donde no hay una línea curatorial sino que, en el fondo, se arriendan comercialmente, por lo tanto no hay una propuesta. Son tomadores de contenido, no creadores de contenido. Es más fácil arrendar un espacio y no recibir recursos del Estado, y decir “soy el mejor centro cultural”. Creo que sería interesante saber cuáles son las políticas públicas de esos espacios, por qué hay un edificio del Estado que está ocupando un privado para arrendarlo.

—¿El caso de la Estación Mapocho?
—Por ejemplo. Y a lo mejor lucra también, no sé. Entonces, por qué están puestos todos los ojos en un espacio que es exitoso, como GAM, y por qué no nos estamos preguntando cuál es la contribución de los otros espacios, por qué hay edificios del Estado que están entregados a operadores privados. Eso es lo que habría que preguntarse.

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