Por Diego Zúñiga Junio 3, 2015

© Marcelo Segura

"En un momento, cuando escribía el guión, pensé: ¿Qué cine la va a dar si dura tanto?: ninguno… Es una película para internet, pensé, y eso me dio mucha libertad", dice Fuguet.

Lo que impresiona, de entrada, es el tiempo: cinco horas.

Desde ese lugar, Invierno, la nueva película de Alberto Fuguet (51), ya es una obra atípica, desconcertante. Desde ese lugar, también, es imposible no considerar la ambición que hay detrás del proyecto, este filme en el que Fuguet se adentra, nada más ni nada menos, en un mundo que conoce perfectamente: el mundo de los escritores, su mundo durante mucho tiempo, el territorio que le permitió crearse un nombre y dar a conocer sus obsesiones. El paisaje por el que tuvo que transitar antes de convertirse en cineasta, que era uno de sus sueños.

Este año se cumple una década desde que debutara detrás de la cámara con Se arrienda, una película muy distinta a Invierno en su factura, en sus detalles, en su producción, pero con la que se emparenta en algunos temas, que son finalmente los temas que obsesionan a Fuguet: la ciudad de Santiago, la amistad, las relaciones frágiles, los silencios, la soledad de ciertos personajes que no logran encontrarse. Pero hay diferencias, sin duda -Fuguet filma cada vez con mayor seguridad, con mayor prolijidad también-, y una de esas diferencias es, justamente, el tiempo. Porque las cinco horas que dura Invierno hablan de la libertad que tiene Fuguet ahora para hacer cine, de la opción por evitar la dictadura de los 90 minutos y dedicarse sólo a contar una historia, muchas historias en realidad, la vida de un grupo de amigos cuyo centro, en parte, es el joven escritor Alejo Cortés (Matías Oviedo), que ha publicado un primer libro que no fue bien recibido ni por la crítica ni por el público, y que ahora se apresta a lanzar una nueva novela, Caída libre, con la que espera revertir, en parte, ese mal comienzo.

Fuguet, entonces, filma a Cortés escribiendo, lo sigue, lo escudriña, lo muestra con el fin de que vayamos descubriéndolo no sólo a él, sino también a los que lo rodean: su hermana (Katherine Salosny), su mejor amigo (Pablo Cerda), su rival literario, Augusto Puga (Iñigo Urrutia), y una serie de personajes que le sirven para hablar de los jóvenes y no tan jóvenes chilenos del siglo XXI y, sobre todo, para mostrarnos un Santiago filmado con cariño.

Pero antes de que Invierno fuera una película de cinco horas -que se estrenó en abril en el Bafici, que recibió muy buenas críticas y que será, según Fuguet, su última película, algo así como una despedida cinematográfica-, antes de todo eso, el proyecto era otro: pensó en hacer un clip, después pensó en armar una película con cuatro cortometrajes, pero luego de muchas idas y vueltas, Fuguet entendió que lo que quería hacer era filmar una película sobre el mundo de los escritores.

Lo que entendió Fuguet fue que quería hacer una película larga, que pareciera más una novela que un cuento, una historia donde pudiera profundizar en muchas historias, en muchos personajes, en escenas donde sonara completo un tema de Marineros o de Dënver o de Él Mató a un Policía Motorizado. Una historia donde pudiera capturar, de alguna forma, el paso del tiempo, una de sus últimas obsesiones. Obsesión de la que ha escrito en estas páginas cuando ha abordado temas como las series de televisión norteamericanas y Boyhood.

-En un momento decidí reescribir el guión entero de la película. Y de pronto, no me di cuenta, pero tenía 200 páginas más. Y les pregunté a mis socios si había algún problema en que cambiáramos, en que todo fuera más largo, más desarrollado, que tuviera tres partes. Estábamos jugando con plata que ganamos por Música campesina, no teníamos ningún fondo, así que le dimos.

Y filmaron: filmaron el invierno de 2013 y Fuguet recopiló y recopiló minutos, escenas, diálogos. Sentía que todo eso era necesario. Se sentía libre, también.

-En un momento, cuando escribía el guión, pensé: ¿Qué cine la va a dar si dura tanto?: ninguno… Es una película para internet, pensé, y eso me dio mucha libertad.

Lo que no sabía en ese momento es que la película sí se estrenaría en salas. Será en la cadena Cineplanet, el próximo 18 de junio. Al menos, la primera parte se podrá ver en pantalla grande: la historia de Alejo Cortés, de sus amigos, y de cómo su desaparición cambiará sus vidas.

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-¿No pensaste que Invierno podía ser una serie? Está dividida en tres partes y éstas funcionan como si fueran capítulos de una historia más grande…
-No, no pensé en eso, pero sí me gustaría que se diera en la televisión y que se cortara como nosotros la cortamos. Pero claramente la peli le debe mucho a las series. Cuando me di cuenta que éstas duraban 300 horas, sentí que había algo ahí.

-Ahora, tú decías que la película estaba pensada para ser vista en internet, pero igual la darán en cine. ¿Por qué estrenar en salas?
-Sí, fue hecha para que no se diera en grande. Pero en el momento en que te ofrecen mostrarla en sala, ¿por qué decir que no? No creo que te cambie la vida, pero sí creo que verla en grande, visualmente, cambia algunas cosas. Igual, yo me la he jugado harto por internet con Cinépata (sitio para ver películas online, creado por Fuguet). Pero la verdad es que aún estrenar en internet es lo mismo que publicar un libro sólo como e-book. Tú no estarías entrevistándome si hubiera lanzado la peli sólo en internet. Da lo mismo si yo estoy dos días en cartelera. Todavía hay una legitimidad de estrenar en sala.

-¿Y tú crees que eso va a cambiar?
-No aún, pero ya lugares como Netflix o Amazon tienen legitimidad. Aunque en nuestros países todavía no ocurre.

-¿Y van a subirla pronto a Cinépata?
-No, queremos ver si la damos por la tele o en el cable primero. Creemos que puede funcionar ahí.

-¿Y en un lugar como Netflix?
-La mandamos, la vieron y nos dijeron algo que nos han dicho tantas veces que a estas alturas ni siquiera me molesta: nos dijeron que les pareció muy poco latinoamericana y que no era para el público latino. Como que falta Sofía Vergara, supongo. Ahora, creer que todo el público latino quiere eso… Igual, lo que me tiene contento es haber hecho una peli más personal, como de autor, y que tiene actores conocidos, cosas así. Me interesa estar en el medio: no ser tan popular, pero no ser un autista.

-Siempre recalcas esa idea de que el cine garage te permite esas libertades, como de filmar sobre el tema que quieras, ¿no?
-Yo creo que para América Latina y para Chile, el cine garage es el camino. Yo no sé si una película producida por franceses o alemanes podría durar tanto o tocar estos temas, que no son temas de la contingencia o los que Europa quiere ver. O sea, yo creo que Chile está acá, pero me gusta jugar con más cosas. Me gusta que en la película los escritores sean guapos o cuicos

-En una entrevista decías que Invierno había nacido un poco contra un “cine mudo tercermundista”. Imagino que hablas de esas cintas latinoamericanas que giran en festivales… ¿Nunca te interesó circular por esos lugares?
-Yo creo que soy un poco resentido con esos temas, es verdad. En una época traté. Me acuerdo de haber ido al Festival de Berlín y no ver una puta película, porque estaba preocupado por encontrar algo o a alguien, y no pasó nada. Se dio allá Se arrienda y había cuatro personas en la sala. O sea no, no me interesa el superestrellato, y a esta altura yo creo que ya no llegué, lo que te da una libertad inmensa. Y si el día de mañana hay fama mundial después de muerto, bienvenida. Pero yo ya no la tuve ni en el cine ni en la literatura, y lo que me queda de vida no lo voy a gastar en eso. Y no me veo bien de frac -dice Fuguet y se ríe.

-A propósito de esto último, en una entrevista también decías que eras un outsider. Y ahora que lo dices, claro, uno podría pensarlo con respecto al cine, quizás, pero en la literatura es distinto. Tu apellido es una marca.
-Sí, pero no es aristócrata.

-No, no, pero es una marca…
-No sé si me estás insultando o no -dice Fuguet y se vuelve a reír.

-No, pero uno dice Fuguet y te puedes imaginar qué viene…
-Sí, puede ser, pero el tema del outsider creo que es bueno aclararlo. O sea, evidentemente, comparado con muchos escritores y probablemente también con cineastas, evidentemente, no soy un outsider. Yo pertenezco como a la burguesía, tengo mil oportunidades que no tienen otros. Lo que sí quería decir es que no quiero ser parte del sistema. Claramente soy parte, pero yo ya estoy bien contento de ser un escritor mediano. Lo que me interesa es crear lo mejor posible y que mis libros y mis películas me gusten. A lo que me refiero es que no quiero estar inside, no quiero ser parte de la fiesta…

-Es interesante que muchos de esos temas aparezcan, justamente, en Invierno. Ahora, creo que el mundo literario que refleja es más de los 90, donde los escritores tenían cierta relevancia pública…
-Puede ser. O sea, el tema de que uno se vuelva una marca es lo peor que me ha pasado en la historia. Pero yo ya me acostumbré, y también sé que la mitad de mi elenco me había leído y que en parte por eso quisieron estar en el proyecto.

-Claro, tú viviste todo lo de la Nueva Narrativa: anticipos, giras, muchos ejemplares vendidos…
-Sí, me acuerdo. Me acuerdo, de hecho, de una vez que la Caras hizo un artículo, era una cosa tipo Vanity Fair, donde nos iban a sacar una foto a todo el grupo. Era en el Café del Patio, creo, había una comida estupenda, era una casa vieja, con dos pisos, mucho vino, muchos fotógrafos y asistentes y luces, y nos fueron cambiando de ropa. Éramos como siete u ocho. Era un poco incómodo igual, porque había gente que me caía mal, así que me puse al lado de Sergio Gómez. Y después salió la revista y el titular era algo así como: “Estos son los que se venden”. Y a mí me pareció que era un insulto. Después alguien me dijo que el titular era otro, pero no sé, se me quedó en la memoria, fue como algo epifánico y dije: nunca más… pero claro, era una época en que salías en estas revistas, en la tele.

-En Invierno hay mucho de ese mundo.
-Yo creo que Alejo tiene claro que él no va a trabajar de más por la campaña de marketing de su libro. Es tan mediáticamente inteligente, que se aprovecha de eso, como lo hacía Andrés Caicedo. Él sabe que tiene que recurrir a cosas extras, y Puga, su archirrival,  también lo sabe, que tienen que recurrir a cosas extraliterarias como la facha, la postura…

-¿Y qué piensas de eso?
-Me parece legítimo. Es el tiempo que les tocó vivir. Son las reglas del juego y tú puedes aceptarlas o no, o puedes jugar un poco. Yo creo que soy alguien que juega con ellas, pero yo no aceptaría que mi foto fuera la única campaña de marketing. Y ocurre. De hecho, sin ir más lejos, cuando pusimos la gigantografía de Alejo en la Qué Leo, Fau (Juan Carlos, dueño de la librería) nos contó que mucha gente entró a preguntar por el libro, y el día que filmamos, Fau me dijo: “¿Por qué las editoriales no publican libros así, con galanes de teleseries?”. Y nada, es así.

-¿Es verdad que ésta será tu última película?
-Juego a retirarme por un buen tiempo. En cine, al menos. Quizá después haga algo, no sé, adaptar algún libro, o me encantaría ser guionista, pero Invierno es una suerte de despedida por ahora. Yo creo que la labor de uno es romper su carrera, y ojalá que haya suficiente carrera para no terminar en el suelo. Yo me crié en una época en que el fracaso todavía tenía algo de sexy, el desintegrarse, como los Beatles o Faith No More, no sé. Creo que ahora volveré a los libros.

-¿Vas a publicar algo pronto?
-Ahora sale por Alfaguara Todo no es suficiente, el perfil que escribí sobre Gustavo Escanlar en Los malditos, pero más largo y con prólogo de Leila Guerriero. Y entregué dos novelas, que no sé cuándo se publicarán. Una se llama Sudor, y es una suerte de spin-off de Invierno, porque están Alejo Cortés y Puga. Van a la Feria del Libro de Santiago y se encuentran con un escritor latinoamericano del Boom, que está de gira. Tiene que ver con todo ese mundo, de Filsa, de los agentes de prensa, esas cosas. Y la otra novela… no, de esa prefiero no hablar todavía.

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