Por Marcela Escobar Mayo 19, 2015

Sus días en Santiago fueron vertiginosos, como lo ha sido todo mayo, como suelen ser sus días. Claudio López de Lamadrid (55) -director editorial de Penguin Random House Mondadori, el grupo editorial más grande a nivel mundial desde la fusión de Penguin y Random House en 2013, y la anexión de Santillana en 2014-, llegó a Chile para apoyar la publicación del nuevo libro de Rafael Gumucio, Milagro en Haití, y para presentar El día más blanco, la reedición de la novela autobiográfica del poeta Raúl Zurita. Antes de llegar a Santiago estuvo en Buenos Aires, en una convención que reunió a 48 editores. Y antes de eso, en la Feria del Libro de Bogotá. Y antes de eso, en Lima. Y luego de todo, en junio estará en México.

“Me muevo mucho, mi oficina está en Barcelona, pero trabajo mucho en la coordinación de todo el grupo”, dice, vestido de camisa, jeans y unas cómodas zapatillas muy aptas para quien anda de allá para acá, entendiendo que allá es España y que acá es Latinoamérica, un mercado editorial al que se mantiene atento y preocupado y al que le tiene muchísima fe. “Les he dicho a los escritores que publicar en España es como publicar en ninguna parte. Latinoamérica es el futuro”, escribió en Twitter hace unas semanas.

De ese futuro, López de Lamadrid se encarga personalmente. Y, por lo mismo, cultiva una estrecha relación con sus autores. “El escritor es una persona que pasa la mayor parte de su vida solo, encerrado consigo mismo. Necesita que lo mimen y que lo cuiden”, describe. Por eso acá participó de la presentación de la novela de Rafael Gumucio y, con otros escritores, se reunió o fue a cenar. “Aquí tengo muchos amigos y los veo, independiente que tengan un libro o lo vayan a tener. Creo que es muy importante la relación personal con los autores. A mí es la parte que casi más me gusta de mi trabajo. Para la mayoría de ellos, aunque tengan agente, yo soy el primero en leer su manuscrito”.

-En esta visita, ¿cómo has visto el mercado chileno?

-Chile, a diferencia de España, es un mercado muy literario, un mercado en el que la literatura le imprime el sello a la industria. En España sucede menos: es un país de grandes best sellers, de grandes libros comerciales que se venden muchísimo. En México sucede algo similar. Creo que es muy difícil en Chile llevar una editorial sin una impronta literaria clara. Aunque se hacen libros comerciales, el buque insignia es su apuesta literaria.

-La razón de esto ¿es el tipo de lector que hay en Chile, es el tipo de autor?
-Es el tipo de librería que hay en este país. Es un país pequeño, pero son todas librerías muy literarias. No está el fenómeno tan desarrollado del gran supermercado, del gran hipermercado, como en España o en México, que vende muchísimo más que las librerías.

-Las políticas de Estado en Chile buscan fomentar la lectura, porque los estudios indican que es una ciudadanía que no lee. ¿Cómo se entiende entonces esta industria editorial mucho más literaria enfrentada a un público poco lector?
-Asumo que tiene que ver con las elites intelectuales del país. Chile es un país pequeño, y en sociedades más o menos pequeñas en que todos se conocen, las elites intelectuales asumen un papel importante. En países como España o México esas elites quedan más diluidas. Aunque acá también sucede, en España las elites son los futbolistas, los grandes empresarios… Acá, como se trata de un país más pequeño, las elites intelectuales todavía tienen algo que decir.

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López de Lamadrid tiene los ojos entrenados para su diagnóstico: comenzó trabajando en el almacén de la editorial Tusquets -propiedad de Beatriz de Moura y de su tío, Toni López de Lamadrid- y después fue editor en esa casa editorial por diez años; pasó otros seis en Galaxia Gutenberg, luego en Grijalbo Mondadori y ahora -testigo de todas las fusiones-, en Penguin Random House Mondadori. 

Heredero de esa tradición, mantiene en paralelo el cargo de director editorial del sello Literatura Random House, en el que publica a Gumucio, a Zurita, a Coetzee y tantos otros. Heredero y ojo experto, López de Lamadrid confirma con nombres precisos aquella afirmación sobre nuestra tradición literaria: “Chile es un país tradicionalmente de poetas, un país de un nivel elevadísimo. Me recuerda a Polonia, que tiene poetas extraordinarios. Acá desde Neruda a Parra, Zurita, Pablo de Rokha, Enrique Lihn, Gonzalo Millán… Cientos de poetas de un nivel extraordinario que no hay en otros países. Una tradición bien marcada”.

-Hace tres años te propusiste mantener la facturación publicando menos libros. ¿Lo lograste?
-El mal endémico en España, que es un país con muy bajo nivel de lectura, es el número de novedades. Se publican unas sesenta mil novedades al año. Ese fenómeno provoca que los libros aguanten una semana en las librerías, si es que aguantan, porque a veces ni siquiera entran, se quedan en las cajas. Con el nacimiento de muchas editoriales pequeñas ha crecido mucho la producción y ni los medios se pueden hacer cargo de esto ni las librerías ni, evidentemente, el lector. El gran riesgo que corren los libros hoy es la invisibilidad. Pasar desapercibidos. Por eso me propuse mantener la misma facturación que tenía, reduciendo las novedades en un 40%. Si antes en un sello de Random House publicábamos 60, ahora publicamos 34 novedades. La idea es menos títulos, pero cuidarlos más, hacerles más promoción, aguantarlos más en las librerías.

-Al parecer ha sido el camino correcto: al menos en Chile en el ranking de los más vendidos abundan los títulos de Penguin Random House Mondadori.
-Ha tenido éxito y hay que seguir ajustándolo. De pronto PRHM tiene éxito porque tiene un buen producto y porque somos muy grandes, súmale a eso Alfaguara. Un grupo en el que a veces piensas si no tenemos demasiadas cosas a la vez. Hay un mes en el que sale un libro de Coetzee, un libro de Carla Guelfenbein, uno de Rafael Gumucio, uno de Philip Roth, más dos libros comerciales… A lo mejor es demasiado. Éste es el momento, después de la compra de Santillana, en que estamos analizando cuál es la realidad de cada uno de los países. Y estamos muy contentos con la fusión, se va a cumplir un año.

-Ya pasó el tiempo del ajuste inicial, probablemente muy administrativo.
-Lo que complica una compra como ésta son, sobre todo, los procesos. Hay una parte, la que venía de Santillana, que tiene que acostumbrarse a los nuevos procesos de trabajo que son los de Random. Por otro lado, es bueno porque sabemos que es una cosa temporal y el balance es muy positivo tanto para los que veníamos de Random como para la gente de Alfaguara. Eso demuestra que juntos podemos hacer algo interesante y con el objetivo que nos habíamos planteado, que era mantener la independencia de los sellos. No mezclándolos ni abduciéndolos.

-Ni permitiendo una huida de escritores de un lado a otro…
-Los escritores tienen ahora la posibilidad de elegir dentro del grupo, es más cómodo. Si publicas dentro de un sello como Grijalbo y te gusta Aguilar, entonces es más fácil que te vayas a Aguilar. Lo que no va a hacer un editor es quitarle un libro a otro del grupo. No va a meterse a contratar un libro sin que se llegue a acuerdo. O bien puede el escritor estar cansado del sello…

-Pero eso nace del escritor, no del editor.
-Exacto. Si Carla Guelfenbein es autora de Alfaguara, la editora de Lumen no le hará una oferta para su próxima novela. Sin embargo, a la nueva Carla Guelfenbein la editora de Lumen y la de Alfaguara intentarán a hacerle una oferta. Mantenemos una competencia entre los sellos, pero también un fair play. Lo que no vamos a hacer es robarnos autores los unos a los otros. Sí vamos a salir a buscar voces nuevas con la misma capacidad, marcando mucho cómo es cada uno de los sellos, intentando ajustarnos a cada una de las realidades.

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Antes de morir Gabriel García Márquez, Claudio López de Lamadrid ya tenía listas las nuevas portadas de los títulos más importantes del colombiano. Era el momento de reposicionar al autor en librerías. García Márquez pudo, incluso, revisar esas portadas. “Yo le enseñé en México las tapas de los libros. Él decidió tres tipos de tapas. Es un trabajo que hacemos normalmente con todos los autores importantes, necesitamos un re-styling para reposicionarlos en librerías. Se ha hecho con Cortázar y Vargas Llosa. A García Márquez le tocaba”, explica. Y agrega: “Estos autores tan importantes tienen nuevos lectores cada año”.

-Quizás una de las mayores preocupaciones de los editores actuales es conciliar buenos libros con buenos números.
-A todo editor le preocupa. Todo editor tiene un presupuesto. Y aunque sean más ajustados, es un presupuesto que hay que cumplir. Entonces, sean 15 mil ejemplares o dos mil ejemplares los que tiene como meta, tiene que intentar llegar a esos. Es una preocupación constante que va aumentando a medida que avanzan los meses. A estas alturas del año, yo sé que a mi sello Literatura Random House le faltan veintitantos mil ejemplares: necesito conseguir un libro que logre eso, si no en los próximos meses voy a necesitar uno que venda 30 mil ejemplares. Es algo que todo el mundo tiene en la cabeza: puedes publicar libros que te gustan, pero tienes que publicar libros que te permitan publicar esos libros que te gustan.

-Hace años que el libro digital aparece como una alternativa de diversificación. Sin embargo, al menos en Chile, está lejos de ser un mercado desarrollado. ¿Cómo lo vive España?
-Se pensó que el digital, en el momento en que apareció, iba a arrasar con todo. Yo era de los que lo creían. Veíamos cómo en el mercado anglosajón el crecimiento era tremendamente alto, y crecía, crecía, crecía hasta el punto de llegar casi al 30%. En el mercado de lengua inglesa la facturación es una brutalidad. En España, ha rozado el 3% y acá está por el estilo. Hay muchas razones por las que no ha subido y una de las importantes es la piratería; la gente descarga los contenidos gratis. Hay muchísimas tablets, más que en Francia o en Italia, y se descarga muchísimo menos. Si la piratería logra contenerse de una manera importante, el digital seguirá subiendo y se instalará quizás en el 20 ó 30%, y ya eso es muchísimo. Vamos a convivir con ambos libros, sin duda. Yo lo encuentro comodísimo. El papel está cada vez más caro. El digital permite tenerlo todo sin necesidad de tenerlo en la bodega. Y permite llegar a todas partes del mundo donde tengas conexión a internet. Tiene ventajas enormes. Y ha llegado para quedarse.

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