Por Diego Zúñiga Abril 22, 2015

La primera vez fue hace más de 20 años, en 1992.
Claudia di Girólamo (58) había estudiado Teatro en la Universidad de Chile y ya era en ese entonces un rostro absolutamente conocido, pues había participado en teleseries como La Madrastra, Los Títeres y Secreto de familia. Pero hasta ese momento nunca había interpretado una obra de Shakespeare. Era una deuda. Por eso no dudó en aceptar la invitación del director Alfredo Castro para ser parte del elenco de El Rey Lear -en el papel de Cordelia-, que montarían en el Teatro de la Universidad Católica, junto a Héctor Noguera, Schlomit Baytelman, Alberto Vega, Mauricio Pesutic y Rodolfo Pulgar, entre otros. Una versión mítica, pues sería nada más ni nada menos que la traducción de Nicanor Parra.

-Me acuerdo de todo -dice Claudia di Girólamo-. Estaba totalmente aterrada y fascinada. Fascinada por el elenco, porque era Parra el que traducía… traducir es muy poca palabra para decir lo que hizo con esa obra. Su versión era casi propia, él mismo era el rey Lear.

Iba a ser ése el primer Shakespeare de Di Girólamo, una obra fundamental para su carrera, para la forma en que se enfrentaría, de ahí en adelante, al teatro.

-Era muy emocionante ver a Parra en los ensayos. Era emocionante descubrir por primera vez palabras tan enormes, gracias a su texto. Por un momento pensé que era un tratado sobre la palabra, cómo se pueden dar vuelta las palabras, todo lo que pueden significar, eso me alucinó. Y con todo lo que yo amaba la palabra antes de esa obra, fue fundamental para los trabajos que hice después: fijarme exactamente en el tipo de traducción, quién traduce la obra y por qué pone esta palabra u otra en reemplazo de la original -explica Di Girólamo, sentada en una sala del GAM, lugar en el que ensaya, desde hace unos meses, para interpretar su segundo Shakespeare, aunque esta vez las cosas sean un poco más complejas, pues no interpretará a una mujer, sino que a un hombre, a Próspero, el protagonista de La Tempestad, en una versión dirigida por Rodrigo Pérez y escrita por otro hombre que ama las palabras y que no se ha cansado de trabajar con ellas: Juan Radrigán.

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Si hay algo que no le sobra a Claudia di Girólamo es tiempo. Sobre todo en estos meses, en que está enfocada en los ensayos de La Tempestad -desde marzo con mayor intensidad- y en las grabaciones de Matriarcas, la nueva teleserie vespertina de TVN, que tiene como protagonistas a Di Girólamo y Francisco Reyes, aquella pareja icónica de las teleseries de las ocho de la tarde y que ahora se ha vuelto a reunir.

Por eso Di Girólamo elige con mucho cuidado los proyectos en que decide embarcarse. Sin embargo, cuando Javier Ibacache -director de Programación del GAM- le propuso la idea de participar en La Tempestad, aceptó de inmediato.
-El desafío más grande es interpretar a Próspero. Hay un desafío potente al tratar de divisar una especie o suerte de vestigio femenino o algo que me llamara a decir: este personaje da lo mismo si lo hace un hombre o mujer… -explica Di Girólamo, quien ha aprovechado de estudiar detenidamente la obra de Shakespeare y, sobre todo, las motivaciones que tienen sus personajes.
-Lo he releído mucho en este tiempo y he confirmado algunos juicios que tengo con respecto a sus personajes, a los grandes personajes femeninos -dice y agrega-: hay una diferencia radical entre los personajes masculinos y femeninos en Shakespeare: los masculinos de alguna manera los encontramos en el preciso momento en que están expuestos a una disyuntiva fundamental y existencial muy potente, y tienen que resolver sobre el destino de otro al mismo tiempo que el de ellos… no así los personajes femeninos, que son más resueltos.

Ha tratado, entonces, de indagar en esa mente masculina, en comprender por qué esos personajes shakesperianos se demoran tanto en tomar decisiones, y de alguna forma lo tratará de expresar en su interpretación de Próspero, aquel hombre que fue expulsado de Milán por su hermano y que está atrapado en una isla desierta junto a su hija Miranda, que en la versión de Radrigán será una isla en la Patagonia. Una versión que busca interpelar con fuerza al espectador chileno.
-Cuando empecé a leer el texto de Radrigán me pareció una obra alucinante, y al poco andar entendí que era un trabajo notable, porque logra sacarle a la obra su esencia absoluta y la traslada a nuestra isla, a nuestro país, donde uno perfectamente puede reconocer las escenas que vamos a ir viendo porque tienen que ver con nosotros, con nuestra historia -dice Di Girólamo-. Perdón, olvido, son palabras que rondan en la mente de Próspero, y a la hora de memorizar, sobre todo, uno vuelve a darle un significado profundo a cada uno de esos términos. Es como si Radrigán prendiera un fósforo e iluminara cada una de esas palabras: justicia, perdón, amor, reconciliación… es nuestra historia.
-La Claudia es una gran actriz, es sorprendente, es pura pasión, movida desde los afectos -dice Rodrigo Pérez, quien dirigirá esta versión de La Tempestad-, y eso nos ayuda mucho en la interpretación de Claudia, porque los afectos mueven a Próspero. Sus motivaciones no son de género, sino este vínculo de afectos con su hija, con el poder.

Por estos días, Di Girólamo sigue ensayando junto a los demás actores de La Tempestad: Moisés Angulo, Francisco Ossa, Mariana di Girólamo -sobrina de Claudia-, Jaime Leiva, Manuel Peña, Rodrigo Soto y Guillermo Ugalde. Todos se preparan con intensidad para lo que será el estreno, el próximo 15 de mayo en el GAM, pero Claudia di Girólamo se multiplica, pues la televisión está ahí, siempre, requiriéndola.

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-Le tengo mucho cariño a la televisión, he aprendido a quererla profundamente, en especial al género de las teleseries -dice de entrada Di Girólamo, sin titubeos, sin dudas sobre aquella industria que al principio, en los 80, cuando era una veinteañera y recién había terminado de estudiar Teatro, miraba con recelo, con desconfianza.
-Era la época de la dictadura y para mí era impensable trabajar en teleseries. Era una época, además, en que daban muchas teleseries, y no sé, de las diez que daban, una brasileña podía ser buena y uno decía, sí, ya, puede ser, por la naturalidad con que trabajaban los actores y los temas. Pero la percepción que tenía de las chilenas es que eran más acartonadas, mucho maquillaje, poca expresividad, poca soltura y no me gustaba eso -dice Di Girólamo, quien debutó en televisión en 1979, en la teleserie Martín Rivas, de TVN. Pero dos años después vino el paso decisivo, ése que de alguna forma delinearía su futura carrera como actriz.
-Todo cambió cuando entré a La Madrastra, de Canal 13,  y empecé a trabajar con Óscar Rodríguez. Él me enseñó el tejemaneje de la televisión. Me enseñó principalmente que las escenas había que hacerlas de verdad, que no había forma de mentir, porque la cámara está muy cerca. Y eso me hizo ver de otra forma el trabajo en televisión y respetarlo. Además, en ese elenco estaban Jaime Vadell, Gloria Münchmeyer, la Marés González… personas que respeto profundamente y que son pilares del teatro chileno. Había que ser muy imbécil para no aprovechar esa situación.
Lo que vino después es algo que se conoce: en los 90 se cambiaría a TVN y protagonizaría muchas de las teleseries claves de la década: Iorana, La Fiera, Romané. Sin embargo, en 2011 se fue a Chilevisión a cambiar de aires, pero ahora acaba de regresar a TVN, donde se apronta a volver a la pantalla como Diana Názer, una de las protagonistas de Matriarcas: la historia de una mujer que se entera, de un día para otro, que es abuela de 33 nietos, y decide buscarlos.
-Ha sido superhermoso regresar a TVN, esperanzador. A mí me llena de fuerza estar en esa producción, entrar a ese canal. Creo que tenemos todas las posibilidades para que nos vaya bien -dice Di Girólamo-. Porque también para mí es especial, yo tengo 58 años y las mujeres a mi edad ya no están en la televisión, no existen, se las olvida, se las desecha, pero he tenido la suerte de ser convocada a este proyecto para interpretar a este personaje que es muy adorable, muy amable.  Estoy muy feliz de estar ahí.

Sin embargo, sabe que llega a un canal que vive uno de sus peores momentos en términos de sintonía.
-A pesar de esto, estamos trabajando con un ánimo superalto. Creo que vamos a tocar un tema que no había sido tratado en el horario de las ocho, el tema de la inseminación artificial, un tema moral y ético que tiene bastantes complejidades. De hecho, entre los mismos actores se han creado discusiones muy interesantes por el tipo de conflicto al que uno se enfrenta. Pero claro, es una comedia romántica, lo que nos sirve para tratar el tema de forma más amable, no densa ni perturbadora, porque es un tema que debiéramos hablar siempre.

-El horario vespertino es un horario que se ha vuelto más complejo en estos años. Tú hiciste muchas teleseries muy exitosas que las daban en la tarde, pero ahora es distinto. ¿Cómo ves este nuevo panorama?
-Hay que pensar que el público ha cambiado. Ya no existe la familia que se sienta a ver televisión a las ocho, cuando se comía antes. Hoy los niños están en sus piezas con sus computadores y los adolescentes con sus celulares. Pienso que no hemos sido capaces de dar con proyectos que sean realmente convocadores, que sensibilicen a la audiencia.

-Además, ahora las teleseries en horario nocturno son las que logran más alto rating.
-Sí, yo creo que las teleseries de las ocho perdieron densidad en sus temas y cayeron en una superficialidad no sólo temática, sino también en el diseño de personajes. Creo que es tiempo de recuperar no lo que existía antes, porque eso es imposible, sino recuperar el horario con temas más convocadores, que tengan que ver con lo que está pasando hoy en día. Porque es tan impresionantemente caótico y descarado lo que está ocurriendo con los empresarios y la Iglesia, es tan descarado todo, que las personas dicen finalmente: “¿Dónde me van a mostrar algo más potente que eso”? Al final, las grandes teleseries nocturnas se están dando en las noticias.

-¿Y qué te producen las teleseries turcas?
-No me pasa nada con las turcas. Me encanta que existan, me gusta que exista una ventana hacia fuera y ver otros trabajos en la televisión, pero no siento que haya que insultarlas o acostumbrarse a tal punto que dependamos de ellas para subir el rating. Son productos que se desgastan. En algún minuto, la gente que tuvo la visión de traerlas se dará cuenta que no hay nada más útil y valioso que la identidad nacional. Aunque existan y tengan éxito, tarde o temprano esas personas van a tener que volver a lo nuestro, apostar esa plata que ganaron o más por nosotros mismos, porque el público lo exige así -dice Di Girólamo con la serenidad que la caracteriza. Va a terminar de tomar un vaso de agua y luego saldrá de aquella sala para ir ensayar como Próspero. Para entrar en esa mente masculina y hablarnos con intensidad desde esa isla que no es más que un país llamado Chile.

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