Por Stephanie Arellano Marzo 25, 2015

© Gregori Civera

“Con mi madre nunca había estado peleada, así que no me puedo reconciliar. Ahora, ¿si me reconcilio con la idea de su muerte? No, no me reconcilio, sigo estando disgustadísima y furiosa de que se haya muerto. ¿Si escribir sirve como terapia? No, a mí no me ha servido”.

“Nunca fuimos una madre e hija confidentes que se lo contaran todo, nunca fuimos amigas, nunca compartimos intimidades, creo que siempre intentamos ser la versión más presentable de nosotras mismas frente a la otra. Recuerdo tu estupefacción el día que me dijiste que, tal vez, si no me venía la regla pronto, tendríamos que ir al médico, y que te contesté, tan tranquila, que hacía dos años que la tenía y que no te lo había dicho porque no era asunto tuyo”.

¿Un lugar?: Barcelona. ¿Una voz?: la de Blanca. O el álter ego de Milena Busquets (43) en su segunda novela. Al teléfono desde su casa en Barcelona, Busquets, de risa fácil y voz fuerte, dice que jamás pensó escribir un libro sobre una relación de madre e hija. Tampoco uno sobre su madre, Esther Tusquets, editora reconocida en España al dirigir por casi 40 años editorial Lumen. Y menos, convertirse en un fenómeno editorial el año pasado en la Feria del Libro de Frankfurt.

Al igual que la madre autoritaria y distante de También esto pasará (Anagrama, 2015), Esther Tusquets era una persona que se imponía y, según Milena, “daba miedo. Nuestra relación era bastante extraña, muy como del siglo XIX. Ella era una mezcla, por un lado, fruto de una educación en la burguesía catalana, que fue al Colegio Alemán, de una mentalidad muy dura y estricta, que luego estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona y, por otro lado, era muy cariñosa. Pero siempre con una enorme exigencia intelectual”.

Busquets y su madre conversaban de la muerte. La escritora le decía a su madre que no podría vivir sin ella, el último tiempo le preguntaba qué iba a hacer cuando ella ya no estuviera con vida, y su madre le respondía que no se preocupara, porque cuando ella muriese, Busquets tendría una vida organizada.

La muerte de la editora a los 75 años (en julio de 2012) fue una suma de eventos desafortunados: tenía párkinson desde antes de los 63 años y su cuerpo luchó hasta la tercera y fulminante neumonía que acabó con sus días. Nueve meses después, una mañana sentada en la cocina de su casa y sin pensarlo demasiado, Busquets escribió el primer capítulo de su novela autobiográfica También esto pasará. Tardó un año y medio en terminarla. En ella, una mujer de 40 años está en el funeral de su madre quien fallece luego de padecer un grave deterioro físico y mental. Es un relato conmovedor y a veces divertido, que evoca situaciones de dolor -la pérdida de un ser querido-, de alegría -cuando se encuentra con sus mejores amigas para sobrellevar el luto- y de nostalgia -al afirmar que ésta, la muerte, es una cicatriz que llevará por siempre-. “El proceso de escritura me lo tomé como un trabajo, me hice un planning de los capítulos y de lo que iba a tener cada uno. Me despertaba, iba a dejar a los niños a la escuela y luego volvía a escribir. Aunque a ratos era muy difícil, porque estaba removiendo emociones muy hondas, también había otros momentos de mucha felicidad, porque estaba viendo sobre el papel a mi madre y estaba recordando capítulos de nuestra vida”.

En la casa familiar, en Barcelona, Busquets recuerda a los amigos que frecuentaban a sus padres: el escritor y filósofo Umberto Eco, la novelista Ana María Matute y el poeta Jaime Gil de Biedma. “Cuando eres pequeño, te parece normal. Era gente que a mí me hacía mucha gracia porque veía que eran personas divertidas y muy generosas. Eran amables conmigo y con Néstor, mi hermano”.

Desde antes de nacer su vida estuvo determinada por la literatura. Su nombre, Milena, es un guiño a la amante de Kafka. Estudió en el Liceo Francés de Barcelona, donde siempre se sintió un tanto rara: “No estaba bautizada en una época donde normalmente todos lo estaban. En el liceo se hacía la Primera Comunión, pero yo no la hice porque mis padres  no eran creyentes. Y también porque estaban separados y en ese entonces había muy pocos padres separados”.

Donde no se sintió más como una extraña, fue en Londres. Después de terminar sus estudios en el liceo, pasó un año estudiando inglés y haciendo diversos cursos. “Pero un día me llamó mi madre para decirme que llevaba un año en Londres sin hacer nada útil: ‘Mira Milena, o te pones a trabajar o te pones a estudiar, porque yo no te mandaré más dinero’. Había terminado de ver Indiana Jones -donde el protagonista es arqueólogo- y le dije: ¡voy a estudiar Arqueología! y ella me respondió: ‘Ah pero me parece muy bien, porque esa profesión tiene una parte artística y otra más técnica’”. Así entonces, Busquets pidió una beca, estudió en el University College de Londres, donde se especializó en Arqueología Mesoamericana y decidió su profesión en una conversación telefónica con su madre.

A los 22 años, Busquets regresó a Barcelona sin trabajo. La primera idea, la más cercana y la más fácil para ella, fue pedir trabajo en la editorial familiar (Lumen), donde ejerció diez años como editora. “Después tuve ganas de volver a la cosa más artesana. Volver a hacer libros más pequeños”. Luego de que en 2002, Esther Tusquets se jubilara, Busquets junto a su tío Óscar -hermano menor de su madre- crearon una editorial pequeña: RqR. “Si me preguntas si volvería a trabajar con mi familia, te diría que no. En aquel momento tenía 30 años y tanto mi madre como mi tío tenían más de 60: era gente mayor y acostumbrada a mandar. Me costó mucho que mi opinión se respetara, nunca me vieron como una adulta, me seguían viendo como la pequeña Milena. Eso fue muy frustrante”.


FENÓMENO EDITORIAL

“En mis 45 años de oficio, jamás había visto que ocurriese algo así: la venta generalizada del manuscrito de una autora prácticamente desconocida y cuya primera novela, Hoy he conocido a alguien (2008), pasó sin pena ni gloria por el gran público”, comentó Jorge Herralde, editor de Anagrama, a EFE, sobre el interés inesperado que causó el manuscrito del segundo libro de Busquets en la última Feria del Libro de Frankfurt, en octubre.

-¿Pasó por su mente ser escritora?
-¡No! (risas). Es que no me lo digo ni ahora. No me lo creo. Me hace muchísima ilusión, estoy agradecida y muy contenta, pero no me considero escritora todavía. Cuando tienes que contar una historia, pues la cuentas. Nunca quise ser escritora, pues en mi casa todo el mundo era escritor, estaba rodeada de gente del mundo editorial y de poetas. Es el mundo en el que crecí, no he conocido otro.

A Busquets -que acabó un poco harta de la pretensión de parte del mundo intelectual- le parece una “locura total” que se haya convertido en un fenómeno editorial. También esto pasará ha sido vendida a 29 editoriales para su publicación, incluyendo una negociación de los derechos para llevar la novela al cine. “No me lo creo nada, creo que esto es muy reciente. En enero salió en España y ya vamos en la tercera edición en castellano”. Y asegura que siempre pensó que su novela saldría publicada por Anagrama. “Conozco a Jorge desde pequeña, le tengo muchísimo cariño y era muy amigo de mi madre. Cuando mi agente me preguntó quién quería que lo publicara, inmediatamente pensé en Anagrama, que tiene un catálogo que admiro. Jorge tuvo muy buen olfato”.

-¿Se identifica o ve algún paralelo en el proceso de escritura con el noruego Karl Ove Knausgård?

-Es un autor muy interesante y me gusta esta atención por el detalle que es tan biográfica. Me parece curioso e interesante que todos los escritores estemos volviendo a una cosa más íntima y a un análisis de lo que es un hombre o una mujer en la época contemporánea. No es casualidad que estén surgiendo este tipo de escritores, que estén transmitiendo más a los lectores y consiguiendo que éstos los lean más, porque cuando uno habla de sí mismo, habla de los demás y eso es la literatura. En eso somos muy parecidos con Karl Ove.

-¿Por qué no escribir una autobiografía?

-Porque no menciono ni el nombre de mi madre ni que era editora o exitosa, porque no quería que nadie pensase que me quería aprovechar de esto. Y porque me pareció que en la historia de amor de una madre y una hija daba un poco igual quién fuese la hija y quién fuese la madre, porque era una historia universal.

-¿Se reconcilia con su madre al final de este proceso?

-Con mi madre nunca había estado peleada, así que no me puedo reconciliar. Ahora, ¿si me reconcilio con la idea de su muerte? No, no me reconcilio, sigo estando disgustadísima y furiosa de que se haya muerto. ¿Si escribir sirve como terapia? No, a mí no me ha servido. Aunque sí me ayudan a sanarme más los libros de otra gente, releer a Flaubert o a Proust o a Neruda. Hay cosas y libros que me han ayudado miles de veces a curarme. Pero la escritura propiamente, no. Yo sigo echando de menos a mi madre. En el fondo quiero que así sea, no sé si me quiero curar de esto. Es una cicatriz que llevo y que llevaré siempre. Lo que está bien, porque demuestra que he querido, que he vivido.

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