Por Evelyn Erlij, desde Berlín Febrero 11, 2015

© Pablo Ocqueteau

Un festival de cine es una plataforma donde se cruzan programadores, jurados, prensa especializada y audiencia. Hay que ser ágil para hacerse notar. De hecho, tras la buena recepción de “El club” en Berlín, la película ya se ha vendido a más de 18 países.

Domingo 8 de febrero. El equipo de El club llegó ayer a Berlín y se prepara para el gran día. La película, que compite por el Oso de Oro, se estrena al día siguiente. Juan de Dios Larraín (36), productor del filme, debe supervisar y coordinar cada detalle de la rutina de ese día, y eso consiste, en parte, en liderar la comitiva, compuesta por su hermano Pablo, director de la cinta, y los actores Alfredo Castro y Roberto Farías. Son las tres de la tarde y acaba de salir de una reunión con unos productores ingleses. No todo en esta Berlinale girará en torno a El club: Larraín está aquí también para mover proyectos y conseguir nuevos socios para coproducción. En este caso, se trata del nuevo filme de Sebastián Lelio, Una mujer fantástica, película que sucederá a la exitosa Gloria y que originalmente tuvo como título Iguazú.

La idea es comenzar el rodaje el segundo semestre y para eso hay que ser ágil y tener buen ojo para elegir a los socios. Ahí, la intuición es esencial:

-En la mañana tuve una reunión para el proyecto de Lelio y había un productor francés que quería hacer la película. Pero nos dimos cuenta que no era él. Y, probablemente, la película no dé para una coproducción francesa. Pero aparecieron unos ingleses que podrían poner parte del presupuesto que nos falta. Todo es un poco como un puzle que hay que descifrar con calma -explica Larraín, quien hoy es el productor de cine chileno de más prestigio. Después de diez años en el negocio con su productora Fábula, que tiene en su catálogo algunos de los filmes recientes más importantes (No, Gloria), la dinámica de los festivales de cine clase A se ha vuelto casi una rutina.     

Aquí en Berlín está cubriendo tres flancos: Lelio, El club y el estreno de Nasty baby, el último filme de Sebastián Silva, en la sección Panorama. En la mañana estuvo coordinando su conferencia de prensa y hoy en la noche asistirá a su estreno. Después de eso, todo se centrará en la película de su hermano. Como buen estratega y hombre de negocios, vivirá esta semana en Berlín a un ritmo vertiginoso.  

-Tenemos una comida privada del equipo en la que nos daremos buenas vibras para mañana -cuenta, sin imaginar aún que El club será ovacionada por los periodistas en la función de prensa de las 9 de la mañana del día siguiente. Ni él ni Pablo han visto todavía el filme con público. Tampoco saben qué partes desatarán risas. Porque la película es un drama, pero un drama barnizado con capas de un humor negro brillante. Y no es fácil hacer reír cuando se desciende a los infiernos que oculta la Iglesia Católica.

El filme fue financiado por dos empresas francesas que se involucraron sabiendo muy poco de la trama y confiando a ciegas en la mano de los hermanos Larraín. La historia se centra en un grupo de sacerdotes encerrados en una casa de penitencia, que pasan sus días pagando por crímenes (pedofilia, encubrimiento de asesinatos durante la dictadura, tráfico de guaguas) que, bajo la lógica de la religión, sólo se redimen a través de la justicia divina.

La paz se acaba cuando llega un hombre a quien lo persiguen los demonios de una infancia retorcida por los abusos de uno de esos curas. El personaje, a cargo de Roberto Farías, nació en la obra teatral Acceso, dirigida por Pablo Larraín en 2014. Desde 2010 que el cineasta tenía la idea de hacer una película sobre la Iglesia -institución que tanto él como su hermano conocen bien: ambos estudiaron en colegios católicos-, y aunque tenía dos guiones, uno suyo y otro de Mateo Iribarren, algo faltaba. Y eso lo encontró en Acceso.     

-Hubo un momento en que Pablo pensó que el cruce entre esos dos universos podía terminar en algo nuevo, distinto. Él hizo un primer plot y luego llamamos a Daniel Villalobos y a Guillermo Calderón para el guión. A Daniel lo llamé sin conocerlo. Siempre estamos buscando nuevos escritores y yo había leído su libro El sur, que me pareció genial. Fue una apuesta ciega. Fue nosotros probar con él y él con nosotros.

En el proceso creativo de El club, como en el de todas las cintas de Fábula, Juan de Dios -abogado de profesión- tiene un papel esencial:

-Opino sobre el guión, los cortes, los cambios. En Fábula funcionamos de forma muy colectiva, y no sólo en cuanto a mí, sino a todos, desde productores hasta montajistas. Somos bastante abiertos en eso -revela-. Pablo también se mete en temas de producción, en el sentido de que decidimos juntos qué hacer o no hacer. Él acompaña los procesos creativos de guión, de montaje, de todo lo que hacemos. Pero la producción la llevo yo.

Fábula funciona en un equilibrio entre el cine de autor y el cine comercial, y, en ese sentido, produce trabajos muy distintos y que van desde películas autorales como Las niñas Quispe, de Sebastián Sepúlveda, hasta filmes comerciales como Barrio universitario. La idea ahora es ampliar aún más el abanico:

-Le vamos a quitar energías a ese cine de comedia. Estamos buscando películas que emocionen. Vi La teoría del todo, sobre la historia de Stephen Hawking, y es muy emocionante. Hay algo ahí, una tecla que nos falta explorar, historias de superación donde David debe ganarle a Goliat -adelanta. En paralelo, Fábula avanza sobre dos proyectos de series (de las que prefiere no hablar), cierra detalles de la filmación durante el invierno de Neruda, dirigida por su hermano; comienza el rodaje este mes de La princesita, de Marialy Rivas y, después de la experiencia de coproducción de Prófugos con HBO, se prepara para seguir explorando en televisión.

-Nos asociamos con Secuoya (uno de los principales grupos audiovisuales de España) y empezaremos a trabajar ahora sobre 4 ó 5 proyectos que tenemos avanzados con ellos. Uno es la serie Algo que celebrar, que se dio en España con mucho éxito -cuenta el productor. La idea es comenzar a producir series para la TV, pero también programas de entretención y programas culturales. También está la idea de un remake de Caracortada bajo la dirección de Pablo Larraín. “Eso va. No sé cuándo, pero va”, dice.

Ideas sobran. Lo que falta es tiempo.

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El elenco de “El club”, junto a Pablo y Juan de Dios Larraín, durante el estreno oficial, el pasado lunes.

Lunes 9 de febrero. Hoy es el estreno oficial de El club y el día comienza temprano: a las 9 a.m. una delegación de la película se reunirá con Dieter Kosslick, director de la Berlinale. En paralelo, los periodistas ven el filme por primera vez y terminan la función entre gritos y aplausos. Juan de Dios, en tanto, organiza a su gente para trasladarlos a una sesión de retratos oficiales. A las 10:30 habrá un photocall para los medios, y a las 10:45 será la conferencia de prensa, en la que Pablo, Juan de Dios y los actores serán recibidos entre más gritos y aplausos. Muchos periodistas comentan que es el mejor filme que han visto hasta ahora.

Después de la conferencia, el equipo vuelve al hotel y se cambia de ropa para el estreno oficial. Larraín está encima de todo: ahora viene otra reunión con la gente del festival y luego un par de notas de prensa que debe supervisar. En Chile, durante el tiempo que duró la realización de El club, el productor se preocupó de que no existiera ningún tipo de filtración en los medios:

-A los actores les llegaban las escenas el día anterior. Nunca leyeron el guión completo. Los guionistas mandaban escenas nuevas a medida que íbamos avanzando en el rodaje y eso fue interesante. Era una película que había que proteger en términos no sólo de prensa, sino también de lo que se hablaba de ella -explica. Acá en Berlín, por el contrario, la prensa es un aliado fundamental. Y uno de los planes para posicionar el filme fue comprar la portada de Screen, una de las dos revistas más importantes de la industria.

Un festival de cine, dice, es el punto de partida de una película, una plataforma donde se cruzan programadores, jurados, prensa especializada y audiencia. Hay que ser ágil para hacerse notar. De hecho, tras la buena recepción de El club en Berlín, la película ya se ha vendido a más de 18 países, incluyendo Francia, Estados Unidos, Italia, Inglaterra, España, México, Australia y Japón.

Pocos minutos antes de las cuatro, llegan los autos con el equipo de El club a la alfombra roja. El productor se baja de uno de ellos junto a Roberto Farías, y luego todos, incluyendo los actores Diego Muñoz y Gonzalo Valenzuela, que tienen un pequeño papel en el filme, posan frente a las cámaras antes de entrar al Berlinale Palast. La función va a comenzar. 

Poco antes de eso, Juan de Dios hace una aparición breve en la sala de cine para comprobar que todo esté en orden. Cuando comienza el evento y Pablo Larraín sube a escena, al primero que llama a su lado es a su hermano. “El que hace todo esto posible”, dice entre aplausos. Hace diez años, cuando fundaron Fábula, no sabían cómo funcionaba el mundo del cine. Hoy, los dos están arriba de uno de sus escenarios más importantes.

-Cuando uno mira para atrás y ve todo lo que ha pasado, lo primero a decir es que fuimos caraduras de hacer algo que no teníamos idea cómo hacer. El cine es un oficio muy difícil, que requiere muchas habilidades. El gran orgullo es haber insistido, haberle agarrado el gusto y haber entendido cómo se hacía. Hemos ido avanzando en proyectos cada vez más grandes. Neruda es una película enorme, la más grande que hemos hecho. El balance es eso: nos pasamos de caraduras.

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