Por Diego Zúñiga Febrero 4, 2015

© José Miguel Méndez

“Ésta es la historia de Chile que no le enseñaron en el colegio”, escribe Francisco Ortega (40), con un lápiz tinta, en la primera página de Logia, a modo de dedicatoria, a uno de los lectores que han llegado hasta la librería Manantial, en la Plaza de Armas, para buscar su firma. La firma del hombre que ha vendido más de veinte mil ejemplares con su novela Logia (Planeta). El hombre que lleva 23 semanas en el ranking de los más vendidos y que en enero, además, acaba de lanzar El verbo Kaifman (Planeta), una reedición de su novela El número Kaifman (2006), pero ahora con varios bonus tracks, entre ellos el primer capítulo de La catedral antártica, la novela con la que cerrará esta trilogía que lo ha convertido en un nuevo best seller chileno.

Es un viernes de enero y la gente se acerca a Ortega para pedirle una firma en esta librería del centro de Santiago. Son lectores de diversas edades. Oficinistas, mujeres, adolescentes.

-Yo antes tenía un lector muy de nicho, de ciencia ficción, de cómic, muy informado. Pero con Logia el asunto se amplió. Son hombres, mujeres, muchas personas mayores, sobre los 45 años, lectores que te preguntan si es verdad lo que cuentas en la novela o que quieren hablar de la historia de Chile -cuenta Ortega.

Logia se lanzó en agosto de 2014 y desde esa fecha el escritor -como si fuera una pequeña estrella de rock- ha estado de gira con el libro. Desde hace meses empezó a ir a distintas librerías de Santiago a firmar, a conocer a sus lectores, a conversar con los libreros, aquellos hombres fundamentales en toda esta historia de la venta de libros. Pero también ha estado en librerías de mall, en regiones: Antofagasta, Concepción, Villarrica, La Serena, Viña del Mar, Temuco. En todos estos lugares la imagen se repite. Largas filas esperando por su firma, esperando comentar el libro y sus temas: conspiraciones, masones, la historia de Chile, O’Higgins. Ortega recorriendo el país y tratando de entender, en el fondo, por qué Logia se convirtió en un hit.

-Compraste los dos -le dice a un hombre de más o menos treinta y cinco años que se acerca con ambas novelas para que se las firme.

-Sí, compré las dos. Estaba buscando uno que escribiste hace mucho tiempo, 60 kilómetros -Ortega lo mira y sonríe-. Lo leí cuando chico y se me ocurrió prestarlo…

-Yo le tengo mucho cariño a la gente que leyó ese libro -le dice, mientras firma las dos novelas.

-Estaba buscando 60 kilómetros en realidad -dice-, y me topé con que habías escrito nuevos libros. No tenía idea, así que aproveché.

Ortega le entrega los dos ejemplares firmados y le da la mano.

Tenía 18 años cuando publicó 60 kilómetros, una novela breve e íntima sobre un viaje, sobre jóvenes que deben, pero no quieren crecer.

Ahora tiene 40 y muchos libros publicados: novelas, cómics, cuentos.

Entre ese primer libro y Logia han pasado varias cosas: éxitos, fracasos, rechazos, años de silencio y una búsqueda incansable por hacer lo que siempre quiso hacer.

 

***

En enero, Francisco Ortega puso sus dos últimas novelas en el ranking de los más vendidos, algo que no pueden contar todos. Sin embargo, antes de que sus libros fueran exitosos, Ortega vio cómo fueron rechazadas varias de las novelas que escribió en los 90, cuando se instaló en Santiago -proveniente desde Temuco- y participó en distintos talleres -Antonio Skármeta, Poli Délano, Sergio Gómez y Carlos Franz fueron algunos de sus profesores-, mientras era parte de la “Zona de Contacto”. Años difíciles, de muchas desilusiones, aunque nunca dejó de escribir. Así, llegó a publicar en 2006 El número Kaifman, un libro por encargo, el deseo de Planeta por replicar el éxito de Dan Brown y El Código Da Vinci, pero en versión local. El libro se lanzó con un tiraje de seis mil ejemplares, que se agotaron al poco tiempo, aunque nunca se reeditó. De todas formas, Ortega siguió escribiendo y siguió leyendo. En 2011 debutaría en el mundo del cómic, con excelentes resultados de crítica y ventas -1899-, y publicaría una nueva novela, El horror de Berkoff (Forja), una suerte de continuación de 60 kilómetros. Sin embargo, el golpe vendría con Logia.

 

“Yo creo que la gente nota que ‘Logia’ es un libro honesto. Aquí no hay pretensiones literarias. Es un producto que juega en otra cancha, y que tiene un valor que no es menor: haber conectado con tantos lectores”, dice Ortega.

 

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Se lo pelearon las tres editoriales grandes: Planeta, Penguin Random House y Ediciones B. Todas intuían que Logia podía ser un éxito comercial. De hecho, Ortega lo planteaba así, como un thriller, como un libro que iba a ir a buscar a esos miles de lectores chilenos que desean más novelas históricas, más Ken Follett, más Dan Brown.

Entonces, empezaron las conversaciones. Ya en 2013, Gonzalo Eltesch -editor en Penguin Random House-, Patricio Jara -en ese entonces editor de Ediciones B- y Josefina Alemparte -directora editorial de Planeta- le dijeron que querían leer la novela. Mientras, Ortega escribía y reescribía esta historia, que empezó en 2008 y de la que tuvo un primer manuscrito a inicios de 2014. Ese día, le sacó una foto a la pantalla de su Mac, en el que se leía en un archivo Word: “La cuarta carabela”, y la subió a Facebook.

Al rato, empezó a sonar el teléfono. Eltesch, Jara y Alemparte lo llamaban porque querían leerla.

-Me sentía como la niña bonita de la fiesta -recuerda ahora Ortega, entre risas.

Le pasó el manuscrito a los tres editores y, como si se hubieran puesto de acuerdo, le respondieron a las dos semanas: los tres querían publicarlo sí o sí, por lo que empezaron las negociaciones. Ortega no tenía -ni tiene- agente literario, pero sí experiencia en el mundo editorial, pues trabajó en Alfaguara entre 2008 y 2013 como editor de no-ficción, por lo que aprendió cómo era ese mundo por dentro. Así que la negociación no fue difícil. Escuchó las ofertas y se decidió, finalmente, por Planeta: le ofrecían un buen adelanto, además de reeditar sus libros anteriores y publicar la novela en Argentina y México, más allá de si a Logia le iba bien o no.

-Yo creo que una cosa que ayudó a que eligiera Planeta fue que le aseguramos que aquí iba a ser el número uno, que iba a ser nuestro autor superventas y que tendría toda la atención necesaria -dice Josefina Alemparte.

En Planeta se pusieron a trabajar de inmediato. Editaron la novela en un par de meses y empezó a circular en librerías el 20 de agosto, en el natalicio de O’Higgins. Además, poco antes de publicarla, le plantearon a Ortega el plan de marketing: le explicaron que los recursos eran limitados, pero que apostarían todo por el libro, y que harían un lanzamiento grande. Muchas editoriales siguen este camino. O buscan nuevas alternativas. Por ejemplo, Penguin Random House con Pablo Simonetti: apostaron por poner publicidad en las micros y llevarlo a firmar a puntos de venta distintos, como el Jumbo. Ortega estaba consciente de eso. Por eso no quiso hacer un lanzamiento tradicional. Él quería organizar firmas en distintas librerías, de Santiago, de regiones. Y conocer a los libreros, contarles de qué iba Logia, pues trabajando en Alfaguara comprendió que ellos son una pieza clave en todo este entramado. Las editoriales lo saben: organizan, todos los meses, desayunos para mostrarles a los libreros sus novedades, y también invitan a autores para que hablen con ellos. Sin embargo, Ortega quería personalizar más este proceso.

-Les pedí poder reunirme con los vendedores de librerías para explicarles bien de qué se trataba el libro -cuenta Ortega-. Si convences al librero, tienes ganado un terreno importante.

-Hicimos presentaciones puntuales con vendedores y jefes de cadenas de librerías -cuenta Alemparte-. Focalizamos en ese punto el marketing, y funcionó.

Son diversos los lectores que llegan adonde Ortega para pedirle una firma. Oficinistas, mujeres, adolescentes, masones. Gente que le cuenta que está escribiendo un libro y le pide ayuda para publicarlo. Gente que le pide una selfie, que se llevan chapitas con las portadas de sus libros.

 

***

Después de firmar en la librería Manantial, Ortega se mueve rápido, pues tiene una entrevista en la radio y después firma en la librería Antártica del mall Plaza Vespucio. Así son sus días desde que publicó Logia: entrevistas en televisión, en diarios, en revistas, en radios. Y firmas y firmas y más firmas. Dice que sabía que a Logia le iría bien, pero que no pensaba que iba a ser algo tan grande. Porque apenas salió la novela, Ortega empezó a recorrer librerías, pero cuando supo que la primera edición de cinco mil ejemplares se agotó en dos semanas, entendió que esto iba a ser más de lo que imaginaba. Vinieron las reimpresiones y adelantaron la reedición de El número Kaifman, ahora convertido en El verbo Kaifman, para aprovechar el boom de Logia.

-¿Por qué escribe de estos temas? -le pregunta un lector, en la Antártica del Plaza Vespucio, mientras Ortega le firma un ejemplar de El verbo Kaifman.

-Porque me gustan, porque me interesa buscar qué hay de verdad en todo esto que escribo -le responde y le entrega el ejemplar. Antes de él, ya han pasado unas 20 personas: muchas de ellas lo estaban esperando antes de que llegara. Un hombre que parecía un vikingo, varias señoras, algún masón, un tartamudo, gente que le cuenta que está escribiendo un libro y le pide ayuda para publicarlo. Gente que le pide una selfie, que se llevan las chapitas con la portada de El verbo Kaifman. Personas, sobre todo en regiones, que no tienen la posibilidad de compartir con escritores, así que conversan todo lo que pueden con él. Mujeres que le coquetean. Libreros que lo siguen por Twitter y que ponen algún disco de Pink Floyd de fondo, pues saben que es una de sus bandas favoritas. Lectores que le reclaman porque es más gordo que Elías Miele, el protagonista de Logia.

-Yo creo que la gente nota que es un libro honesto -dice Ortega-. Aquí no hay pretensiones literarias. Es un producto que juega en otra cancha, y que tiene un valor que no es menor: haber conectado con tantos lectores.

Y es cierto: a diferencia de otros autores de best seller chilenos, Ortega no busca ser respetado por el mundo literario, no busca la venia de los críticos. Escribe las novelas que quiere escribir, y escribe cómics y guiones, y lee, lee mucho: basta revisar sus artículos en revista Capital para saber que siempre está comentando novelas y libros de cuentos chilenos, ya sea de editoriales grandes como de independientes.

- Yo soy superlector, y como lector me interesa estar en ambas canchas, pero escribo novelas como Logia porque me gusta. Creo que es un libro que tiene que ver con obsesiones mías -dice.

Por estos días avanza en la escritura de La catedral antártica, que aparecerá en 2016, pero además tiene otros proyectos: publicará una novela infantil con Planeta este año, avanza en un guión de una película de terror y terminó hace poco el guión de un cómic que publicará con Penguin Random House. Además, ya ha tenido conversaciones con Canal 13, TVN y Fox para adaptar Logia a la televisión.

-Yo sólo espero que Logia no se convierta en un fantasma para los demás libros -dice finalmente, aunque sabe que aquella novela se le fue de las manos desde hace mucho rato.

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