Por Diego Zúñiga, desde París Enero 8, 2015

© FITAM

“Nos ha pasado que hemos tenido ‘feeling’ con el público de Europa y que entienden nuestra propuesta. Lo interesante es que nadie queda indiferente. Hay gente que la odia y gente que entra en un estado catártico”, dice Marco Layera, director de la obra.

Dicen que son fríos, pesados, complicados. Dicen que el público francés es complejo. Que no cualquiera viene y saca aplausos. Que aplauden poco, una o dos veces, no mucho más, dicen. Pero afuera del Théâtre des Abbesses, en pleno Montparnasse, en París, sólo podemos tener conjeturas algo imprecisas acerca de ese público francés que esta noche de diciembre de 2014 está esperando por entrar a ver La imaginación del futuro, de Marco Layera y la compañía La Re-Sentida. Es un teatro con capacidad para 400 personas y cuya programación está a cargo del Théâtre de la Ville, uno de los más prestigiosos de Europa. Por eso es una noche importante, la noche del estreno de La imaginación del futuro en París, que a esa altura lleva girando más de tres meses fuera de Chile, gracias al trabajo de la Fundación Teatro a Mil, que coproduce la obra.

A la entrada del teatro, una mesa con libros: novelas de Bolaño, de Zambra, de Mauricio Electorat. Novelas sobre Chile, sobre la dictadura. Libros dedicados a Salvador Allende, el protagonista de La imaginación del futuro, que cuenta sus últimas horas de vida.

Hay expectativas, claro: la obra de Layera se había presentado unos meses antes en el Festival de Avignon -el más importante de Francia, y en el que no participaba una obra chilena desde 1999, cuando estuvo La Troppa con Gemelos-, en donde la recepción fue dispar. En Le Monde, definieron la obra como “un espectáculo incómodo, electrizante y exasperante, que dejó al público sin habla”, mientras que en Libération y otros medios las críticas fueron más duras, apuntando a la insolencia con que se trata la figura de Salvador Allende. Es decir, la obra llegaba con una recepción polémica detrás, lo que obviamente generó curiosidad en el público parisino. Hace frío, la gente fuma mientras espera. Se escucha, entre algunos de los asistentes, el acento chileno. Hace mucho frío, pero todo es rápido: abren las puertas, nos sentamos, apagan las luces y empieza.

Salvador Allende -interpretado por Rodolfo Pulgar- mira al público y empieza a hablar, el último discurso del presidente antes de morir. Así comienza esta historia, que luego se convertirá en un delirio.

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-En 2010 empezó nuestro trabajo de montar obras chilenas en el extranjero, y el crecimiento ha sido explosivo -cuenta Carolina Roa (37), gestora cultural a cargo del área de internacionalización de Fundación Teatro a Mil (Fitam). Quien estuvo antes en su puesto fue Claudia Barattini, actual ministra de Cultura, quien logró empezar a generar contactos en el extranjero. La idea era hacer girar fuera de Chile distintas obras nacionales que hayan tenido una repercusión local. Así nació el proyecto “Platea”, en el que durante una semana de enero, mientras se realiza el Festival Internacional Santiago a Mil, se juntan productores, distribuidores y programadores de distintas partes del mundo a ver obras chilenas y latinoamericanas.

-Los programadores que vienen ven los espectáculos, hacen su selección y empiezan las conversaciones: disponibilidad de fechas, presupuesto, la posibilidad de postular a fondos públicos o Fondart, ventanillas abiertas, etcétera -cuenta Roa, quien agrega que a veces toca que co-producciones de Fitam sean las elegidas, pero que muchas veces son compañías con producciones particulares. La idea, para ellos, es que sea bastante libre la selección de obras. Y cuando son seleccionadas algunas compañías más jóvenes, que no tienen tanta experiencia en giras internacionales, Fitam los asesora.

Así, por ejemplo, obras de directores chilenos como Guillermo Calderón, Manuela Infante, Cristián Plana y Víctor Carrasco han recorrido distintos teatros del mundo, latinoamericanos, europeos y norteamericanos.

Este año, “Platea 15”-va cambiando el número dependiendo del año- recibirá a más de 170 personas, provenientes de países como Nueva Zelanda, Corea del Sur, Letonia, Estados Unidos, España y otros más, quienes estarán entre el 13 y el 18 de enero para hacer la selección de las obras.

-El trabajo ha ido aumentando con los años. Porque antes hacíamos giras internacionales cada dos, tres meses, pero ahora tenemos en promedio una gira mensual con alguna compañía. El 2014 hicimos 26 giras, con 136 funciones -dice Roa y agrega-: Creo que lo que cautiva del teatro chileno a los programadores de afuera es el compromiso social, político y contingente que tienen las obras de acá. También la calidad actoral, claro, y una cierta simpleza en los montajes. Hay una austeridad que les atrae mucho, porque eso les da valor a los textos, a la palabra y al trabajo actoral, cosas que se aprecian mucho en Europa. Este año, además, la idea es ir abriendo nuevos caminos en Estados Unidos y Asia.

De las obras nacionales que se han montado en el extranjero, Roa destaca particularmente tres:

-Villa + Discurso, de Calderón, tuvo una recepción muy grande, tanto de público como de prensa. Lo mismo pasó con El año en que nací, de Lola Arias, con la que estuvimos girando por Estados Unidos en 2014. En cada lugar que estuvimos, salimos con invitación nueva. Y la última: La imaginación del futuro. Que participara en el Festival de Avignon fue muy importante para la compañía y para nosotros. Son palabras mayores.

De hecho, después de Avignon, La Re-Sentida estuvo girando con La imaginación del futuro y con Tratando de hacer una obra que cambie el mundo, por Italia, Brasil, luego regresaron a Francia y terminaron en Bélgica.

Ahora están en Chile, pues montarán La imaginación del futuro en esta nueva versión de Santiago a Mil, desde el lunes 12 hasta el miércoles 14 de enero, a las 20:00 h en Matucana 100. Y luego, vienen más giras por Bélgica, España, Holanda, Austria, Singapur hasta llegar a Canadá, donde se presentarán en unas actividades culturales asociadas a los Juegos Panamericanos que se realizarán en Toronto.

-Lo que pasa con La Re-Sentida es que con sus obras nadie queda indiferente -dice Roa-, lo que provoca La imaginación del futuro es fuerte, porque hay mucha gente que se pregunta por qué estos jóvenes se atreven a faltarle el respeto a la figura de Allende. Es un debate muy interesante.

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La gente se ríe. Leen en un par de pequeñas pantallas la traducción de los diálogos que van diciendo los personajes de La imaginación del futuro. Los actores hablan en chileno, hablan rápido, pero la gente los sigue y se ríe, mientras presenciamos las últimas horas de Salvador Allende, lejos de cualquier drama, mucho más cerca de un espectáculo televisivo desbordado: hay cámaras que filman todo, hay baile, hay un grupo de ministros que le explican a Allende cómo tiene que decir su último discurso, no tan oscuro, no tan dramático, un poco más de vida le piden, más alegre, corte, corte, todo de nuevo, dicen mientras Allende los mira desconcertado, somnoliento, sin hacer nada. Es cierto: la insolencia es absoluta, pero tiene sentido: revisitar la figura de Allende y tratar de entender qué pasó, qué nos pasó como país después de su muerte. La obra nos interpela en todo momento, y los franceses entienden eso, se incomodan. No en el Théâtre des Abbesses, pero sí en otros teatros franceses, donde se han parado en mitad de la función y se han ido indignados, han tirado monedas al escenario y han pedido explicaciones.

-Lo que pasa es que la figura de Allende es intocable en Francia -dice Marco Layera (37), director de la obra-, entonces es un golpe duro, más que en Chile, porque aquí todavía tienen una visión romántica y nostálgica de todo lo que pasó.

Todo esto lo dice Layera sentado en un hotel, al lado del cementerio de Montparnasse, un día después del estreno de la obra en el Théâtre des Abbesses, un mediodía de diciembre muy nublado.  La noche del debut nadie se levantó en mitad de la obra para reclamar, ni nada, al contrario. Fueron despedidos en medio de una ovación: los actores tuvieron que salir cinco veces al escenario en medio de los aplausos.

-No es normal que aplaudan tanto -dice Layera-, pero nos ha pasado que hemos tenido feeling con el público y que entienden nuestra propuesta. Lo interesante es que nadie queda indiferente. Hay gente que la odia y gente que entra en un estado catártico, como le pasó a Olivier Py (director del Festival de Avignon), que cuando terminó la obra no podía dejar de llorar, trataba de decirnos algo, pero no podía hablar.

Marco Layera estudió Derecho en la Universidad de Chile, pero luego de egresar decidió dejarlo todo por el teatro. Quería dedicarse a dirigir. Estudió en distintos lugares, y en ese tránsito fue conociendo a los compañeros con los que armaría la compañía La Re-Sentida, que debutó en 2009 con la obra Simulacro. Luego vino Tratando de hacer una obra que cambie el mundo en 2010, y en 2013 estrenarían La imaginación del futuro.

-Ha sido agotador todo esto, tuvimos más de 70 funciones fuera de Chile, pero también es un privilegio. Poder vivir del teatro en Chile es un privilegio -dice Layera, quien destaca la ayuda que significa salir de gira con Fitam coproduciendo su obra.

-Uno puede descansar en el trabajo de ellos. Son un apoyo importante, pues nosotros nos dedicamos a trabajar la obra, a ensayar, a actuar, sin tener que preocuparnos de otras cosas más prácticas, como temas de producción, coordinar los viajes, hoteles, prensa y todo eso que quita tiempo -explica.

Ya es mediodía en París y debe partir a ensayar una vez más. En unas semanas volverá a Chile para presentarse en Santiago a Mil. Pero todavía no piensa en eso. Por mientras, junto a La Re-Sentida prepara la nueva obra en la que trabajarán este 2015.

Tiene el título tentativo “La dictadura de lo cool”.

-Nos interesa abordar toda esta tendencia de jóvenes burgueses que quieren humanizar el capitalismo. Esa nueva clase social dominante que consume comida orgánica, literatura, cine, opina en Twitter  y por eso se sienten mejores personas. Y queremos meternos también con el tema mapuche, nos parece necesario hablar de eso -dice Layera y agrega-: No entiendo el teatro donde no pasa nada. El teatro tiene que ser una explosión, un lugar donde tiene que pasar todo y transfigurar la realidad.

Eso busca Layera y La Re-Sentida: interpelar directamente a los espectadores, como en ese pasaje de La imaginación del futuro cuando una mujer encara a alguien del público en su idioma -francés, alemán, portugués- y se desnuda frente a él. Esa incomodidad buscan. Y, también, golpear emocionalmente, como ocurre con el final de la obra, cuando escuchamos a Allende decir su último discurso y aquellas palabras resultan devastadoras después de esa hora y cuarenta minutos que llevamos viendo a un grupo de actores interpretar una obra que es ficción, pero que a ratos se parece demasiado a la realidad.

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