Por Marisol García Diciembre 23, 2014

© Vicente Reinamontes

“Escribo sobre todo lo que veo, y no dejo de leer, de inspirarme”, confirma Manns, un autor vigente y cantor activo a los 77 años de edad. “En el escenario, digo: ‘No hay que tenerles miedo a las palabras, son tantas y tan ricas. No les tengan miedo a las ideas; a las de ustedes, sobre todo’”.

El proyecto profesional maduro de Patricio Manns, figura mayor de la cultura chilena, podría dejarlo más cerca de un bosque nativo que de un escenario. Lo describe el músico, poeta y novelista, como fabulando: “Imagínate administrar una hostería en el lago Huillinco. Naturaleza por todos lados, buena comida; en el subterráneo, un sauna… mixto. En las mañanas yo podría nadar en el lago; y, en la noche, quizás recitarles algunas cosas a los que alojan. Si lo logro, Loro, vas a ver que llego a los ciento cincuenta años”.

Dos amigos se ríen sobre una gran terraza frente al Pacífico. Casi se palpa la vitalidad de su afecto y de su humor. Quizás valga la pena cambiar este lujo de vista en Concón por Chiloé y el nado a diario. Quizás sea sólo una fantasía.

Patricio Manns y Horacio Loro Salinas, director musical de Inti-Illimani Histórico, hablan de música cuando están juntos, pero también de sus sueños, disgustos y anécdotas recientes. Al menos esta mañana, en visita al departamento del primero, la charla resulta menos nostálgica de lo que podría sugerir el trayecto de una sociedad que viene marcando al canto chileno desde la década de los setenta, y a la que no es aventurado pronosticarle una marca aún vigente en veinte, treinta o cincuenta años más.

Son los autores de “Vuelvo”, de “Arriesgaré la piel”, de “Palimpsesto”, de “La muerte no va conmigo”, de “La fiesta eres tú”, de “Medianoche”. No es posible recorrer la historia de la canción chilena sin reparar en su prodigiosa complicidad de texto y de música.

Aseguran que nunca antes un medio los había entrevistado juntos.

-¿Y no han teorizado ustedes sobre la sociedad creativa que han ido armando?
-No tanto, tampoco. Creo que no nos corresponde -dice Salinas-. Uno intuye más o menos qué es lo que está haciendo. En un momento de la historia de los Inti nos dimos cuenta de que los textos de Patricio nos daban un vuelo musical distinto, y desde entonces hemos trabajado con la tranquilidad del mutuo afecto y la mutua confianza.

-A ambos los une ser creadores vigentes, con proyectos en marcha.
-Creo que coincidimos en tomar el propio oficio como una diversión -ilustra Salinas-, como una vía de ir descubriendo cosas sin contentarse con que lo mejor ya está hecho. Vivir de las rentas, en ese sentido, es ingrato. Y cada cosa nueva que se hace es un precedente para algo más.

-Ponlo así -zanja Manns-: amamos lo que hacemos y vivimos de lo que amamos.


Patricio Manns cantando junto a Horacio Salinas e Inti-Illimani en la década de los 90.

 

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No se necesitan excusas para querer escuchar una conversación entre Patricio Manns y Horacio Salinas, pero de todos modos la justificación ahora está. El disco Inti-Illimani Histórico canta a Manns se presentará este fin de semana en vivo, y es la primera publicación que la agrupación dedica al músico y escritor nacido en 1937. No son nuevas versiones para composiciones conjuntas. Se parece más bien “a un debido y sentido homenaje”, como dice Salinas. Diez canciones del autor sureño, nunca antes grabadas por el grupo, reformuladas por el canto firme de José Seves y los ricos arreglos instrumentales de un septeto.

-No tenemos en nuestra historia creadores de canciones más potentes que Manns -sopesa el guitarrista-; por su rigor, por la musicalidad que tienen sus textos.

-Me trajeron el disco la semana pasada, Loro, y después de un rato me pedí permiso: ¿Por qué no lloras? Y me puse a llorar. Había canciones que no recordaba que fuesen mías.

Salinas sonríe ante la revelación. No hay aspavientos ni frases de cortesía. Patricio Manns es el tipo de sujeto al que, uno imagina, no le daría pudor decir que algo no le ha gustado. Porte imponente, voz profunda, humor arrebatado. Su franqueza emocionada es, esta vez, prueba de una relación excepcional, forjada por ambos entrevistados desde la juventud; orientada por su mismo origen sureño, y sin paréntesis de interrupción pese a las marcas profundas que en muchos casos alejaron a creadores de su generación: la militancia, el exilio, la fama internacional, el retorno.

“Conocí al Loro usando pantalones cortos: él, no yo”, recuerda el autor de “Arriba en la cordillera”. “Jugábamos fútbol: la Peña [de los Parra] contra la [Universidad] Técnica. Y en torno a estas pichangas, que de pronto terminaban en un par de copas, flotaban canciones en el aire. Al escuchar este disco, veo una época. Eran años en que lo que hacíamos estaba marcado por una melodía que sacaba el [Víctor] Jara, el Ángel [Parra] o el propio Loro. Por eso cuando me senté, puse el disco, y apareció una pila de viejas canciones, me empecé a emocionar”.

“Patricio es muy parte de la historia de Inti-Illimani”, complementa Salinas. “Cuando partimos con el grupo, Manns ya sonaba en las radios, y además tenía El sueño americano, donde se planteaba la idea de estructurar un disco con canciones en torno a una idea... antes de la ‘Cantata Santa María de Iquique’”, recuerda Salinas sobre el pionero trabajo junto a Voces Andinas, publicado por el sello Arena en 1967. “Entonces ya lo admirábamos mucho. Lo que no sabíamos era que también Patricio sentía admiración por este grupo”.

Comenzaron a toparse en peñas, marchas y actos políticos. Un amigo en común, Juan Gianelli, invitó un día a Patricio Manns a almorzar a su casa, y la cita la animó un Inti-Illimani casi en rodaje, que recién mostraba un arreglo de Horacio Salinas (“con la primera melodía que yo inventé”) para “Juanito Laguna remonta un barrilete”, que a su vez el grupo le había escuchado a Mercedes Sosa. “Me impactó”, asegura Manns. Cuatro años más tarde, el conjunto y el escritor plasmaban su primera colaboración en disco. En el enorme Patricio Manns (1971) -una joya incomprensiblemente sin reedición, y en la que también figuraban los Blops y la Orquesta Sinfónica de Chile bajo la dirección de Luis Advis, nada menos-, los instrumentos del grupo arreglan seis de los doce temas, incluyendo la primera versión grabada para el “Exiliado del Sur”, la brillante composición hecha por Manns a partir de algunas décimas de Violeta Parra (y que luego Inti-Illimani popularizó con el título en femenino).

No hubo más encuentros entre ellos en estudio hasta 1982, en Roma (para el disco Con la razón y la fuerza). Sobre Chile había pasado un huracán que disparó sus rutas y las de casi toda su generación, y al que varios de sus amigos no consiguieron sobrevivir.

“Fue recién en Europa que yo empecé a trabajar más seriamente la composición -precisa Manns- , y los busqué a ellos para ayudarme en los arreglos. Como yo estaba en París y los Inti en Roma, fue una época en que nos conocimos mucho más, porque nos veíamos por varios días, nos quedábamos en las casas de unos y otros. Empezó a hacerse un tejido amistoso y musical”.

Participaron en festivales, ferias y actos de apoyo a la causa chilena, como tantos otros compatriotas en el destierro. De política casi no hablaban, aseguran, pero sí de las oportunidades creativas y los desafíos musicales que les abría entonces el buscar su rumbo en un medio nuevo.

Manns recuerda. Manns bromea: “El Loro era medio Pinochet en el estudio. Les daba órdenes hasta a las moscas. Yo lo veía trabajar, diciéndoles a los músicos hasta la densidad del flujo que tenía que tener el sonido. Me sentaba en una esquina y pensaba: ¡menos mal que nunca entré a los Inti-Illimani!”. Carcajadas.

El ensayo de ambos como dupla compositiva había quedado por primera vez registrado en discos tan importantes para la historia de Inti-Illimani como Canción para matar una culebra (1979) y Palimpsesto (1981). La marca primera fue marca mayor: “Vuelvo” vislumbró el retorno diez años antes de poder concretarlo. Es un título crucial en la historia del conjunto, en la poesía de Patricio Manns y, cómo negarlo, en el cancionero latinoamericano.

“Con cenizas, con desgarros, con esta altiva impaciencia…”; “el equipaje del destierro es mi maleta de humo”; “… este desamparado corazón que tengo”: versos ya instalados en la memoria de nuestro canto. Ideas que se han ido intercambiando por cartas, faxes, mails o lo que ha ido estando a la mano. Los italianos denominan paroliere al autor de la letra de una canción, y Salinas recuerda la palabra para distinguir a Manns en un arte específico: “Las cosas que él escribe insinúan ya una melodía y un ritmo. En sus letras está la musicalidad de la poesía”.

“Escribo sobre todo lo que veo, y no dejo de leer, de inspirarme”, confirma Manns, un autor vigente y cantor activo a los 77 años de edad. “En el escenario, digo: ‘No hay que tenerles miedo a las palabras, son tantas y tan ricas. No les tengan miedo a las ideas; a las de ustedes, sobre todo’”.

-En el oficio de la composición, Horacio Salinas ha sido tu colaborador más importante. ¿Qué te gusta de él?

-Aunque lo conocía hacía mucho, cuando sacó “El mercado de Testaccio” (1981), pensé: ¡flautas! Y después le escuché “Danza di cala luna” (1984), y dije: este gallo es imparable. Claro, no se lo dije nunca a él, para que no se jactara (se ríe). He tenido el privilegio de casi veinte años de observación de cómo ha ido evolucionando. La técnica en la guitarra la tuvo siempre, pero cómo usó esa digitación en una combinación de lo popular y lo sofisticado, y cómo se metió luego en la música italiana… lo hizo fantástico. Yo soy bien melódico y me gusta la armonía, no esa cosa Schoenberg de serruchos rascando el aire (se ríen). Me gusta que la gente goce una canción, que diga: ¡qué lindo!

Estarán juntos en los conciertos de este fin de semana (el  sábado 27 y el domingo 28 en el Teatro Nescafé de las Artes), al menos para la interpretación de “Bandido”, el único tema del nuevo disco con la voz de Manns invitada. Parte de la propuesta de Inti-Illimani Histórico canta a Manns es sorprender con canciones de entre 1956 y 1972 que, en general, son hoy ajenas al cánon de lo más popular. “Hincarle más bien el diente a una parte que de repente se olvida y que es muy interesante, y que nos permitió hacer un recorrido de arreglos variado”, explica Salinas.

“Van a tener que hacer un Manns 2”, lo interrumpe su compañero. “Ahí pregúntenme a mí, porque hay canciones que no pueden quedar fuera”. Sin buscarlo ha surgido otro proyecto. Hay instrucciones y complicidad. La dupla se afirma.

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