Por Alberto Fuguet, escritor y cineasta Diciembre 10, 2014

¿Cómo se recuerda el año? El año en cine, las películas que vimos, que vi. ¿Con una lista? Más allá que ahora todo se complica, porque lo que vi en cine fue poco y casi siempre fue malo (Perdida, uf) y nunca llegó lo que quise que llegara. Aún no sabemos cómo hacernos cargo de lo que vimos en nuestras propias pantallas y, para más remate, muchas de las mejores cintas del 2014 tienen fecha 2013 porque llegaron tarde. A veces, muy tarde. Las cintas que se dieron en los festivales de cine, ¿se dieron? ¿Puedo citar la polaca Ida o la francesa Joven y bonita? El extraño no-documental acerca del músico Nick Cave, 20.000 Days on Earth, ¿cabe mencionarlo?

Mejor me olvido de todo lo que vi “por mi cuenta”.

Ésta es mi lista pública.

Supongo que mi lista privada queda por ahí.

Entre otras cosas, porque el cine antes era un arte colectivo; ya no.

Ahora se acerca a la filatelia.

No escribiré entonces de todo lo que vi o cómo lo vi: HBO y Showtime, tanto en documentales como en series (The Affair) o miniseries (Olive Kitteridge de Lisa Cholodenko), son lejos los mejores estudios de cine.

Sigo. Lo que vi. Lo que recuerdo. Imágenes que me asaltan.

Démosle.

Los blockbusters no me interesaron, aunque lo pasé mejor en Godzilla de lo que esperaba, pero no… hubo demasiados, y no entiendo o no quiero entender (o quizás entiendo demasiado bien) el fenómeno infantil o teen (¿hay diferencias?) que es Guardianes de la Galaxia (al final fue Marvel la que destrozó nuestra cultura, no las drogas). Sé que mucha gente fue a ver a los cines, repletos de niños y popcorn y gaseosas gigantes, el nuevo tipo de espectáculo familiar circense: mucho Maléfica o Los juegos del hambre o remakes inútiles, segundas y terceras partes, reboots y “obras maestras” de Christopher Nolan.

No todo el cine de adulto resultó. Philomena, del otrora jugado Stephen Frears, es mejor de lo que parece, y Judi Dench vale el precio de la entrada, pero, por otro lado, su afán de agradar a todos y ser ante todo “dulce” le quita acidez a lo que es, en rigor, una historia espeluznante. Es mejor siempre estar atento a las comedias (Seth Rogen en Malditos vecinos y su mirada al matrimonio) y tanto Jonah Hill y el gran Channing Tatum exploraron las tensiones masculinas y el llamado bromance en Comando especial 2, que además tuvo la inteligencia de reírse de las secuelas (el filme fue dirigido por la dupla de la cinta Lego, quizás lo más extraño y surrealista de la temporada).

Woody Allen sigue sorprendiendo con su energía, pero no siempre con sus resultados: este año volvió a actuar en una mala y extraviada “película de Woody Allen” llamada Casi un gigoló, que fue dirigida sin interés o pulso por el actor John Turturro. Blue Jasmine estuvo bien y Cate Blanchett mejor, pero Magia a la luz de la luna debió llamarse “Eclipse total” porque ni la luna era creíble (ah, esa obsesión de Woody por la magia).

Meryl Streep y Julia Roberts agarraron sendas nominaciones al Oscar por una obra de teatro cercenada y llevada al cine por alguien cuyo nombre no recuerdo, pero a pesar de todo, el filme se me quedó en la retina y cada vez lo respeto más. August: Osage County no debería funcionar pero funciona. Y el plano final de Julia Roberts pensando a orillas de un camino se me grabó y me sigue pareciendo estupendo. Jersey Boys de Clint Eastwood, un musical realista acerca de los Four Seasons, no la quiso ver nadie y está entre lo mejor del año y te hace replantearte ante lo que se llama cine clásico. Entre otras cosas, porque lo clásico funciona. Y emociona. Y entretiene.

De la cosecha 2013 que vimos este año  celebro de pie el brío y la comedia y la acidez y la codicia y, sobre todo, el exceso y toda esa testosterona mal encauzada que es la insuperable El lobo de Wall Street de Scorsese. Maestro. Escándalo americano de David O. Russell fue escandalosamente entretenida, llena de vida y mala fe, malos peinados, música disco y un grupo de actores que no paraban de gozar. Un placer menor, pero qué placer. El hombre más buscado pudo ser más, pero el fantasma de Philip Seymour Hoffman la elevó a un lugar especial y frío como el invierno en Hamburgo.

Italia se ganó un Oscar con una cinta algo kitsch y acaso tramposa, pues es una suerte de pastiche del gran cine (el fantasma de Fellini y Antonioni) y las comedias-para-el-pueblo que legitimaron a Ugo Tognazzi y Vittorio Gassman y Alberto Sordi. La grande bellezza es too much, se sobregira, estalla y no se contiene, pero en esa locura, en esas fiesta al son de Raffaella Carrà, en los coloridos trajes de lino del veterano Toni Servillo y en una Roma vacía en verano hubo más verdad y poesía y el mayor shock fue recordar lo grande que fue el cine italiano y cómo se diluyó. Los Coen están cada vez más conectados con sus emociones, sin por eso dejar de lado sus excentricidades, y en Balada de un hombre común elevaron al loser al pedestal de un héroe con empatía, humor y tristeza, además de una banda sonora que te destroza (“Hang Me, Oh Hang Me…”). De Argentina llegó una cinta que me interesó más que me conquistó: Relatos salvajes, que ha gustado mucho en el mundo y quizás ha sido el filme latinoamericano que más ha conectado con el público en mucho tiempo. ¿Por qué? Quizás, porque, por un lado, no habla de los dolores internos o la fragilidad del alma, sino que es colectiva (en todos los sentidos) y su tema es Argentina misma, vista con los peores ojos. Pero lo que podría ser denuncia también es comedia, es locura, es acción, y Damián Szifron se nota que ha visto más cine hollywoodense que latinoamericano y esta mezcla (filmar a lo Hollywood una historia local) tiene como resultado un cinta mutante que seduce a su público y hace que la comenten y la recomienden y hasta la aplaudan.

La vida de Adèle se quedó sin aire porque llegó 18 meses tarde, pero lo que hizo Abdellatif Kechiche con el tiempo fue glorioso y transformó una quizás desechable historia de amor entre dos chicas en un monumento, en los Himalaya, en algo portentoso, impresionante y nuevo. ¿Una historia de amor nueva? Sí. Contó y mostró lo que nunca se muestra y eso lo hizo gracias al tiempo. Apostó por contar algo leve como si fuera la tragedia de la vida. De la vida de una de las chicas. Hablando de tiempo… como no llegó, me la salto, pero lo digo igual:

La mejor película del 2014 es Boyhood.

Punto.

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