Por Marisol García Noviembre 12, 2014

Koala. El nombre de un animal tierno bautiza a un rimador feroz. Por eso el apellido: Contreras. Antes de asumirse como marsupial disidente, Enzo Miranda (34) fue Niño Trastorno, Señor Miranda y Simón Temato.

-Me acomoda la idea de rapear desde un personaje. A veces puedo decir cosas mías en tercera persona, sin ser tan explícito. La magia que tiene el rap es que te permite ir narrando tu propia vivencia, sea cual sea, buscando palabras que no tienen por qué ser las convencionales. Lo entendí desde un principio como un ejercicio vinculado a la poesía o, más bien, a la antipoesía.

El contrapunto de su seudónimo y la disposición a diseccionar lo que le rodea marcan también a sus cuatro compañeros de banda, un colectivo de nombre extraño, cuyas composiciones incómodas e incomodantes son las que hoy requiere un país socialmente caldeado. Cómo Asesinar a Felipes (CAF) urde hace ocho años un sonido único: denso, cerebral, enérgico y en extremo depurado. Su intención desde un principio ha sido, en sus palabras, “matar la música bonita”.

-¿“Bonita” en qué sentido?

-En el contexto de la radio, del pop. De cómo suenan todos -responden DJ Sp@cio y el baterista Felipe Salas-. Armamos el grupo cuando comenzaba a circular todo eso del “nuevo pop chileno”, y nos dio terror que pudieran meternos ahí. Eso de Chile como “paraíso del pop” es algo a lo que no queremos pertenecer.

Aluden al título con el que, hace tres años, una nota en el diario español El País describió el florecer cancionístico local regado por gente como Javiera Mena, Gepe y Dënver, nombres con los que CAF se ha visto muchas veces combinado en las alabanzas críticas, mas no en la venia de las radios ni de los auspicios. El problema no es exactamente con esos músicos ni con sus canciones, aclaran. “El problema es la gente bonita, la ropa bonita, las marcas bonitas, los fans bonitos”, precisa Felipe. “Está de moda una música liviana, sin mensaje, que ponen de fondo en las tiendas de ropa y que a mí me suena toda igual. No nos gustaría estar ahí, y la verdad es que tampoco lo conseguimos, y por algo será. No podemos zafar de lo que somos”.

No hay que esperar demasiado para que en la conversación con el grupo surja el primer disparo político. Ni ellos ni sus discos son cómodos. “Nadie va a poner a los Felipes en un restaurante porque no vas a poder comer tranquilo”, precisa DJ Sp@cio. “Te molesta”.

Música que molesta. En su caso, suena a halago.

“Aprende, enseña, entrégale herramientas. Ven, prende la mecha. Aprende, enseña, entrégale herramientas. No se repite la vida: la vida es única”.

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Como una “enfermedad incurable”, describe al hip-hop Koala Contreras en uno de los temas del disco solista que lanzó hace cinco años (Los animales deben estar locos, Potoco Discos). Varias de las rimas son allí reveladoras de una personalidad orientada a la vez por la autoeducación y la alerta; la convicción en la validez de la palabra, pero también el escepticismo por la institucionalidad circundante. Es un ejercicio que el rimador practica desde su adolescencia, cuando junto a Gen y Foex comenzó a improvisar rimas en el colectivo FDA.

-¿Dónde creciste?
-Santiaguino, siempre. De barrio y bueno pa’l cambio de casa. Clase media-media, de ésa que no tiene nada. Crecí entre comerciantes, gente que tenía que trabajar mucho para pagar sus arriendos. Una clase en la que si te distraes te caes a la nada, y donde no siempre se pueden financiar los estudios. Salí del colegio, en algún momento intenté estudiar en un instituto, pero no resultó mucho la cosa. El rap sirvió mucho en mi formación adulta. La observación, la reflexión.

-¿También la lectura?
-No, soy muy malo para leer. Lo intento, pero no tengo el hábito.

-Pero haces muy buenas letras.
-Es por el oído. Salen de escuchar, de ver.

-“Me gusta lo que hago: rap del otro”, rimas en tu disco. ¿Qué entiendes por eso?
-Un mensaje diferente al que a veces se entiende que debe tener el hip-hop. Cuando uno es más chico cree eso del “todos juntos”, del “vamos, que se puede”. Luego, más grande, te das cuenta de que son pocas las cosas que se pueden, y que si llegas a poder generar cambios es en ámbitos personales o de relaciones cercanas. No creo en los cambios de masas.

-¿No te acomoda entregar mensajes?
-Una vez un amigo me dijo que no le gustaba FDA porque lo obligaba a pensar. Y le encontré razón: ¿por qué vas a querer escuchar consejos de otro? El rap que hago comparte una inquietud, pero no es activista, está fuera de las banderas. Me gusta decir que somos ajenos pero cómplices.

“El Koala inventa en la copa, instiga, provoca, con un fraseo te toca. Perturba con su manera de ver las cosas, ayúdame en la sombra. Hay algo mal en mí, mal en mí, en mí. Mi mal está en ti, en ti, me libero sólo en ti”.

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Un músico francés al que conocieron en el Festival de Jazz de Haití, hace cinco años, les comentó luego de escucharlos que parecían “punks tocando jazz o jazzeros tratando de sonar punk”.

-Nos encantó esa cuestión -dice Felipe, creyente en la banda como sostén de música de ideas colectivas, sin liderazgos solistas.

Se podría hablar también de un jazz imperfecto, de un hip-hop minucioso, de un rock cerebral o de otra serie de oximorones forzados con los que describir un sonido mal definido hasta ahora, según ellos, como la mezcla de academia de Felipe, el bajista Sebastián Muñoz y el pianista Marcos Meza -los tres ex compañeros de la Escuela Moderna de Música que dieron inicio al grupo en 2007-, y la calle de Koala y DJ Sp@cio, los dos que luego se incorporaron para completar el proyecto (desde hace un año, es Gabo Paillao quien ocupa los teclados).

“Ni tanto lo uno ni tanto lo otro”, quieren aclarar. Sus grabaciones, orgánicas, pueden llegar a sonar monolíticas en su concentración de ideas. Basta escucharlas para imaginar que no hay fisuras en las decisiones que las erigen. Durante la conversación aparecerán las referencias a The Clash y Bill Evans, Portishead y McCoy Tyner, Common y Erik Satie. CAF es desprejuicio y es mezcla.

No domina a ninguno de estos músicos la soltura improvisativa del jazz, por ejemplo. “El trabajo inicial de composición -con bajo, batería y piano- es minucioso, y siempre a partir de una idea clara”, explica Sebastián. Si hay timbres de bronces, no están interpretados en el estudio ni desatados en vivo, sino que grabados, sampleados y luego insertados en los temas sin mayor cuidado por la coincidencia de tono. “Así se produce algo que nos gusta mucho: una cita al jazz que no suena perfecta”, agrega Felipe.

¿Rock? Imposible: no hay guitarras.

Por lo demás, los integrantes de CAF se sienten demasiado autoexigentes para considerarse ciento por ciento punks. “Vieras las caras con las que quedamos después de una tocata”, ilustra Sp@cio, y hace una mueca como de abatimiento extremo. Sebastián: “Como nuestra música es más bien minimalista, lo poco que hay tiene que sonar perfecto en vivo. Si no, se nota. Por eso, si nos equivocamos nos sentimos pésimo”.

“Bailando, agradecido, sin prejuicio seguí tu paso y pagué el precio del desprecio, es el riesgo del negocio, las reglas del juego, el jugo del ego. Ahora voy solo, a paso continuo, siguiendo mi camino. Nadie me espera, nadie me reclama, voy cumpliendo mi destino”.

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“Armamos el grupo cuando comenzaba a circular todo eso de ‘el nuevo pop chileno’, y nos dio terror que pudieran meternos ahí. Eso de Chile como “paraíso del pop” es algo a lo que no queremos pertenecer”.

 

Brochazos discográficos.

Álbum debut homónimo, 2008. Dos hombres con cabeza de instrumentos se trenzan a golpes en el dibujo de la carátula. En los afiches, a los conciertos los llaman “asesinatos”. La canción “En busca de un nuevo sueño” suena a manifiesto: “Las ganas esclavas de ocupar tu manos, de percutir un tambor, cortar las cuerdas, hacer cagar el piano, rayar el vinilo, recurrir a la palabra, pintar el muro”.

Segundo disco, 2009, la ambición instrumental: quince músicos de la Orquesta Nacional Juvenil son convocados al estudio para levantar Un disparo al centro, primer experimento local en hip-hop con tantos y tan impecables bronces y cuerdas. El tono es introspectivo; tanto así, que notan que la gente sale en silencio de sus tocatas, acaso abatidos. “Atrevido he crecido pensando en cómo mejorar el mundo, y yo cada vez empeoro”, rima Koala en “Cuando la verdad no encaja”. Lanzamiento de gala en el capitalino Teatro Oriente con veinticinco músicos sobre el escenario, un lujo financiado por un Fondo de la Música.

Tercer disco, 2010. La intención es retomar la energía, el juego, la onda inicial, aunque algo inevitable se quiebra y entra también la oscuridad: el disco se termina llamando Colores y cadáveres. Un dúo entre Koala y Álvaro España (Fiskales Ad-Hok) muestra un bonito ejemplo de rapeo punk. En “Operación CAF”, un mensaje a las radios esquivas: “Desde el comienzo te advertimos del peligro al escucharnos, vendríamos a reclamar tu amor, un monstruo de grupo que quiere comerte, quiere tocarte”.

Cuarto disco, 2012. Ya que parece no haber opción radial para su música, mejor ser radicales. Temas de hasta nueve minutos completan Comenzará de nuevo. “El recurso popular más válido” es el más feroz diagnóstico del Chile neoliberal redactado hasta ahora por una banda de estos años: “La tortura en la sala de clases por ser diferente. / El inocente es culpable […]. / ¡La educación está en coma!”.

Quinto disco, 2014. Cinco los músicos, cinco los temas, cinco los minutos que dura cada uno de éstos. Cinco en el título: V. Grabación en Estados Unidos y diagnóstico social implacable:


“No les daremos el gusto de vernos sumisos y enfermos, atados de manos. No soy un esclavo del voto. Lo siento: no siento el llamado y callado no quiero, no debo”.

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El manifiesto del sello de Billy Gould, Koolarrow Records, está sintetizado en su web: “Para mí, la música del mundo está hecha por gente moderna, que hace la música de hoy EN SU CONTEXTO y con su identidad”. Las mayúsculas son suyas. CAF es el único fichaje sudamericano en el sello que el bajista de Faith No More maneja en San Francisco, California, a donde el grupo le envió por correo tradicional su segundo álbum, y con quien luego acordaron una alianza iniciada con la producción a distancia de Comenzará de nuevo. La relación se vio afianzada en marzo pasado cuando los chilenos viajaron hasta allá a recibir sus órdenes como productor, parcial tour manager (para cuatro fechas en California) y consejero general. “Es un nanager”, ilustran. “Con él la confianza es total. No ha sido necesario firmar ni un papel. Nos dimos la mano y la palabra”.

“Lo que me gusta de CAF es que de algún modo consiguen tocar ritmos y melodías que yo nunca había escuchado, y que al mismo tiempo suenan familiares, como si fueran clásicos”, comenta el músico para esta nota.

El contacto con Gould no ha sido para CAF sólo asomarse a los mejores estándares de profesionalización musical, sino también la prueba del pago en su fe de autonomía. “Muchas veces las bandas que hacen música diferente se restringen ellas mismas su campo de acción -estima Felipe-, y nosotros hemos apuntado a lo mismo que cualquier banda grande, y ha funcionado”. Llámese Lollapalooza en Chile, South by Southwest en Texas, DVDs, Fondarts, grabación en el extranjero. El disco V es parte de esa escalada, a su modo y a su pulso; y esa marca en el título también podría ser una “V” de victoria.

“Hay un secreto guardado en cada verso, debemos mantenernos en constante movimiento, para no hundirse en el recuerdo”.

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