Por Marisol García Marzo 5, 2014

© Roberto Candia

“Yo ahora con Manuel García tengo una idea, la desarrollo, la conversamos: la grabo. Con Los Tres era todo muchísimo más lento, había una maquinaria que echar a andar que no es como se trabaja hoy en día. Se instala una cosa de grupo-museo que mata el riesgo”.

“Yo estoy convencido que así como mi salida del grupo me hace un bien enorme, a ellos también debiese significarles un beneficio gigantesco. Por un lado, ‘Parrita’ ya no está ahí jodiendo. Por otro, se acabó una etapa y puede comenzar otra, que llevará al Álvaro a componer mejores canciones”.

“Ángeles Parra Violeta” es el nombre del espectáculo de este sábado 8  de marzo en el Teatro Nescafé, y en el que Ángel Parra presentará junto a su trío de jazz, su padre, su hermana y Manuel García un repertorio ciento por ciento “violetístico”.

Cuando la revista Rockaxis lo ubicó hace unos meses para participar en un sondeo sobre el mejor guitarrista de Chile, Ángel Parra Orrego votó por su abuela Violeta. A la  autora de las anticuecas la considera una creadora “intrincada, que guarda muchos mundos detrás de cada decisión, que hizo un folclor como del año tres mil”, y asegura que “más que una compositora, ella es un sonido”. Su ejemplo guía desde hace un tiempo parte importante de la labor musical del guitarrista, partiendo por el concierto que ofrecerá este sábado en el Teatro Nescafé de las Artes junto a su padre e invitados, y también el disco que lanzará este semestre junto a su grupo, Angel Parra Trio.

Entre esa encuesta y su publicación pasaron muchas cosas, algunas de ellas asombrosas. El voto de Ángel Parra resultó ser de minoría, pues gran parte de los noventa y nueve expertos consultados no tuvieron dudas en votar por él como el mejor de los mejores. De hoy y de siempre. Entre vivos y muertos. Y lo hicieron pensando en Parra como el guitarrista de Los Tres, la banda a la que se integró en 1990 luego de ganar oficio en las cuerdas como estudiante aplicado en París e integrar la formación de un grupo pionero del jazz eléctrico local, Cometa. El reconocimiento de sus pares era, en parte, el aplauso a esa militancia de veintitrés años, doce discos, giras y hits que cruzaron hacia terrenos populares como los de ningún otro grupo rockero de su generación. Lo que esos votantes no sabían era que optaban por un hombre que ya no quería seguir por ese camino, y que se aprontaba al giro profesional más radical en sus cuarenta y siete años de vida.

 “No podría darte una razón puntual para mi salida de Los Tres. Es una suma de cosas, que tiene que ver con un año muy intenso a todo nivel, también personal. No hubo en esa decisión nada oscuro ni sucio, nada que pueda tomarse desde lo farandulero. Hasta el último momento supe que si subíamos juntos a un escenario íbamos a sonar bien. Pero estaba cansado, sentía que había tenido mucha paciencia en algunas inquietudes mías y no quería seguir postergándolas. Espero que ellos tomen las decisiones correctas para seguir sacando muchos discos buenos. Pero, para mí, Los Tres ya son parte del pasado”.

Los amplios ventanales de la casa de Ángel Parra en La Reina dejan pasar una luz que parece programada para una conversación que volverá varias veces sobre la sensación de dejar atrás períodos oscuros y llenarse de estímulos que hagan más sanos y productivos los días. Su decisión la comunicó en noviembre y se difundió semanas más tarde. Desde entonces, el guitarrista se ha referido a ella en público con inusual franqueza. Ha dicho que renunciar a Los Tres es “la mejor decisión de mi vida”. Ha dicho que “cuando te callas algo feo mucho tiempo te puedes enfermar”. Ha dicho que haber vivido años en piloto automático “me acomodaba, pero de esa comodidad hay que desconfiar”.

Hoy dice que no tiene tiempo que perder.

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Julio de 2013 fue un mes clave para el giro que hoy toma la vida profesional de Ángel Parra. Manuel García lo subió entonces al escenario del Teatro Caupolicán en un espectáculo presentado bajo el nombre “Guitarras Diamante”, y de inmediato quedó claro que, en esa banda, el guitarrista era algo más que un invitado. Aquel saludo público sellaba una colaboración que venía avanzando desde abril, y que precisamente en estos días tiene a Parra ocupado en un estudio cercano a Melipilla como productor, guitarrista y voz invitada en la nueva grabación que el cantautor ariqueño publicará este año.

“Cuando el año pasado Manuel me invitó a colaborar con él, lo comenté en el grupo (Los Tres), pero la verdad es que no me pescaron. Como no estaba dispuesto a perderme este trabajo por nada, fui, toqué y comenzamos una relación que se ha ido decantando lentamente y que para mí ha sido maravillosa porque saca cosas muy positivas de mí”.

Lo primero fue opinar sobre maquetas de nuevos temas. Luego, trabajar sobre ellas en su casa o la de él. Parra se permitió sugerir nuevos enfoques de composición. García acogió cada sugerencia, y a su vez propuso otras más. Y en eso se fue casi un año, hasta entrar a estudio el domingo pasado. “Hay un historial de WhatsApp hermoso”, dice Parra sobre ese vaivén de ideas.

“La gente dice: ‘Manuel García, ése que canta como Silvio Rodríguez’. Pero él es muy diferente a eso. Ha pasado por muchas etapas, ha trabajado con sudor y lágrimas, y es alguien que se impone desafío tras desafío. Con él yo puedo hacer algo nuevo. Siento que mi opinión es acogida, que tengo espacio creativo, que trabajo sin calculadora. Manuel me ha dado una cancha enorme, y me siento desafiado, pero con gran comodidad y libertad. El trabajo para este disco me ha hecho darme cuenta de que tengo un rigor que yo no sabía que tenía. Es la persona más atinada con la que podía encontrarme en esta etapa de la vida”.

Los elogios se devuelven. “Cada vez que componía un nuevo tema y sentía que éste me reclamaba algo a nivel guitarrístico pensaba en Ángel Parra”, dice Manuel García. “Si el tema tenía un aura rock pero una voz muy chilena, pensaba en la mejor guitarra rock de Chile. Si estaba en un espectro más antiguo, como el blues o el rockabilly chilenero, era su nombre el que se venía a mi memoria. Si componía una tonada, pensaba que Ángel era el guitarrista ideal con su guitarrón, su experiencia y su mirada actual del folclor para dialogar con mi canción. No podía llevar a cabo un proyecto como el de “Guitarras Diamante” sin él. Ahora que está junto a mí, me doy cuenta de su enorme trabajo y claridad. Es un músico capaz de traspasar su personalidad, humor y filosofía de vida al instrumento. Conoce, como nunca lo había visto yo, los registros, alturas, sonidos y texturas de cientos de guitarras, y sabe cuándo usarlas y cómo interpretarlas y cuidarlas. Es un capo que, al igual que un cowboy, elige el rifle perfecto para dar en el blanco”.

Se ha instalado de pronto una dinámica creativa en la que, al fin, Ángel Parra puede aplicarse como compositor, y no tan sólo como ejecutante (muy pocos temas suyos quedaron alguna vez en la discografía de Los Tres). Pero si ese giro ha significado un cambio tan radical en su mirada de la labor musical es porque ha sido también personal. “Veo un grupo humano hermoso, y eso me ha hecho muy bien”, dice el músico sobre el equipo en torno a Manuel García. “Veo músicos humildes, que están en esto como alumnos, casi; que nunca hablan mal de nadie. Cuando compartes en el estudio, en la sala de ensayo, percibes muchas cosas, y sientes altiro si hay cariño, si hay apoyo. Es un trabajo más esforzado: viajas y ya no alojas en el hotel junto a la plaza, pero a mí eso me da lo mismo, porque nada me aburre más que comer solo en un hotel. Yo había perdido la felicidad de tocar en grupo”.

Varias veces en la entrevista Ángel Parra dirá, como a nadie en específico: “No me importa decir estas cosas. Me hace bien”.

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La web de Ángel Parra ofrece el contacto para solicitar clases particulares de guitarra. Le llegan solicitudes todos los días, como es de esperar, pero el tiempo ahora no le permite tener más de cuatro alumnos. Quiere tenerlos. Dice que mira su futuro en la música también como una labor de entrega de conocimientos, de servicio y de contactos diversos. “Tengo mucho que hacer”, repite.

Por lo pronto, concluido el trabajo en el disco de Manuel García se aplicará en el primer álbum de Angel Parra Trio sobre el repertorio de Violeta Parra. Tras diez publicaciones (desde 1992), el combo tiene hoy la formación de Andy Baeza, Ariel Pino y Consuelo Schuster. Con ellos viajó a tocar en Haití, en enero, y con ellos grabará el segundo disco suyo con repertorio de su abuela (en 1995 ya había publicado por Alerce Composiciones para guitarra de Violeta Parra), a la que se ha acercado con obsesión, con inquietud y luego con agradecimiento, desde que colaboró con los cordófonos de la banda sonora de Violeta se fue a los cielos, la película de Andrés Wood.

“En algún momento mi mirada hacia ella fue oscura, pensando mucho en su suicidio, y eso tenía que ver también con que yo estaba tomando mucho: una tontera de alcohólico que ya no tengo, que dejé atrás y que ha sido fundamental para ganar en lucidez, para dejar de perder los días. Retomé las anticuecas y ahí me acordé de todo”.

-¿Cómo explicas su genialidad?
-Ella es alguien que eligió una manera de autoeducarse por medio del rigor de escuchar a los viejos, que yo creo que es la única manera de aprender de música. Fueron demasiados sonidos en su cabeza desde muy pequeña, y por eso fue una persona muy culta. Un genio, además: sabía de armonía más que la mierda, y no tenía para qué explicarlo, tenía una intuición privilegiada. Sabía ver el talento. No perdía el tiempo.

El tiempo. De nuevo. Ángel Parra sabe que ya no hay horas que perder.

“Estar en un grupo es, a veces, aceptar que tus inquietudes estarán postergadas. Yo fui un defensor de las canciones de Álvaro, y lo defendí a muerte porque me parecía brillante lo que él aportaba a Los Tres. Pero, ahora, miro atrás y creo que me hice muchas expectativas que luego no vi satisfechas. Fui súperleal con el grupo, pero me interesaba que conversáramos ciertas cosas. Si algo me tenía inquieto, dejaba mails, comentaba... pero la disposición del otro lado comenzó a morir con los años. Y eso incidió en que dejó de haber creación. Por ponerte un ejemplo, yo ahora con Manuel tengo una idea, la desarrollo, la conversamos: la grabo. Con Los Tres era todo muchísimo más lento, había una maquinaria que echar a andar que no es como se trabaja hoy en día. Se instala una cosa de grupo-museo que mata el riesgo”.

-¿No es acaso algo inevitable en un grupo de muchos años?
-Les pasa a muchos. Yo estoy convencido ahora que así como mi salida del grupo me hace un bien enorme, a ellos también debiese significarles un beneficio gigantesco. Por un lado, Parrita ya no está ahí jodiendo. Por otro, se acabó una etapa y puede comenzar otra, que llevará al Álvaro a componer mejores canciones, a hacer mejores discos. He pensado mucho en nuestros inicios, cuando ensayábamos en la cocina de la casa de mi mamá, hace veintitrés años. No puedo evitar sentir agradecimiento a lo hecho y aprendido. Pero también el beneficio de sacarme de encima un montón de cosas que no me tenían feliz, es algo que veo yo, mi familia, mis cercanos. Nada puede ser mejor a que te digan: “Papi, me encanta cómo estás”. Creo que atiné justo a tiempo. Las cosas se están ordenando solas, y no hay que dar ni explicaciones.

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