Por Diego Zúñiga Febrero 26, 2014

© Víctor Ruiz

Mientras trabajaba como camarera en un restaurante de Barcelona recibió un llamado: la editorial Kalandraka, uno de los sellos más importantes de España en el rubro infantil, quería publicar su libro “Un mundo raro”.

Su nuevo libro, “El día de Manuel”, se publicará en mayo por Alfaguara. Acá cuenta la historia de un niño autista, con la que pretende dos cosas: abordar este trastorno y hacer un libro que pueda ser leído por un niño autista.

Ella lo dice así:

-La infancia es eso: la capacidad de rebautizar todo.

Y nosotros podemos decir, entonces, que lo que viene haciendo desde hace unos años María José Ferrada -escritora, 37 años- es trabajar con esos años en que todo es nuevo y desconocido, con ese tiempo en que podemos rebautizar todas las cosas y nombrarlas como queramos: usar el lenguaje con una libertad absoluta, sin prejuicios ni restricciones; sin culpas.

Eso viene haciendo María José Ferrada en los libros infantiles que ha publicado desde 2005: contar historias en las que el mundo es siempre un lugar por descubrir.

Es una de las escritoras de literatura infantil más elogiadas de nuestro país, pero en realidad el adjetivo infantil no es preciso. O, más bien, no es suficiente: busquen cualquier libro de María José Ferrada -los que ha publicado en la prestigiosa editorial española Kalandraka, por ejemplo- y lean la primera página.

Se encontrarán con dos sorpresas.

Uno: María José Ferrada hace “literatura infantil”, pero escribe en verso. Sí, no son pequeñas novelas ni relatos, sino poemas que se van encadenando hasta conformar un universo sorprendente.

Dos: Se supone que sus libros son “literatura infantil”, pero en realidad son capaces de interpelarnos a todos: el ritmo de las palabras, las imágenes cotidianas y cálidas, la búsqueda incansable de esos momentos que hacen de la infancia una de las etapas más misteriosas -e importantes- de la vida.

Puede ser un libro que nace a partir de recortes de diarios o uno dedicado al mundo de los insectos, o puede ser también un libro hermoso y triste sobre los niños que fueron ejecutados en dictadura: un poema para cada uno de ellos donde no se habla del final de sus vidas sino del comienzo:

“Cuando crezca será un árbol,/ una nube,/ una ola,/ un caracol./ Y todas esas formas/ que se distinguen en las nubes que ha aprendido a mirar fijo./ Un árbol, una nube, una ola, un caracol./ Cuando aprenda a hablar, será lo primero que dirá”.

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María José Ferrada estudió Periodismo, aunque en realidad siempre le interesó la poesía. Tuvo clases con Raúl Zurita, fue parte del taller de la Fundación Neruda en 2001, escribió poemas, pero algo le hacía ruido:

-Nunca terminé de sentirme cómoda en la poesía. Me gustaba, pero era un registro un poco sufrido para mí -dice.

Sin embargo, escribía y leía, sobre todo a los japoneses. Había algo en el mundo de los orientales que la deslumbraba. Leía a Mishima, a Kenzaburo Oé, a los poetas que practicaban el haikú. A ella le interesaba esa brevedad, esa claridad. Hasta que un día decidió escribirle un libro a su hermano menor, de cinco años. Y, entonces, algo pasó: la naturalidad de escribir historias pequeñas, en verso. No sólo su hermano leía con gusto esos pequeños libros a cartón que hacía Ferrada, sino que se fue corriendo la voz y las mamás de sus compañeros empezaron a pedirle libros.

Ahí comienza todo.

-En 2005 hice mi primer libro con una amiga ilustradora. Una autoedición. Pedimos un préstamo y sacamos 250 ejemplares. Fue un poco un desastre, porque era muy caro y teníamos los libros en la casa. Los regalamos casi todos -dice y se ríe.

El libro se tituló 12 historias minúsculas de la tierra, el cielo y el mar, y aunque casi no circuló, sí le sirvió como antecedente para ganar una beca de creación del Fondo del Libro. Al año siguiente, decidió irse a estudiar un máster en Estudios Asiáticos a Barcelona.

-Cuando llegué a España justo era el tiempo en que la literatura infantil estaba de moda. Había explotado un boom, había muchas editoriales. Yo no había leído casi nada de literatura infantil, pero allá descubrí cosas.

Entonces, se dedicó a terminar un nuevo libro, y cuando estuvo listo lo envió a diez editoriales. Era una apuesta.

Semanas después, mientras trabajaba como camarera en un restaurante de Barcelona, recibió un llamado: la editorial Kalandraka quería publicar su libro Un mundo raro. Ella estaba feliz: era -y es- una de las editoriales infantiles más importantes de España -algo así como Siruela-. Sin embargo, la publicación demoró unos años, pues el plan editorial estaba algo copado, así que finalmente en 2010 se publicó Un mundo raro. Ella ya había vuelto a Chile y se preparaba para publicar en otras editoriales, tanto chilenas como españolas. El prestigio de lanzar un libro en Kalandraka, además, le ayudó para dictar talleres y hacer clases en diplomados de literatura infantil.

-Fue extraño lo que pasó con Un mundo raro, porque el libro tuvo buena recepción en España, pero acá llegó muy caro y a pocas librerías. Además, entendí que tenía una desventaja publicar en España, porque uno debe estar encima del libro y la distancia no me lo permitió: hay que ir a colegios, dar charlas, acompañar al libro -explica Ferrada.

En parte por eso, también, sus últimos libros los ha publicado con editoriales chilenas, aunque no se desvinculó de España: en 2011 sacó El baile diminuto con Das Kapital, el que fue publicado también por Kalandraka. Ese mismo año en España apareció El lenguaje de las cosas (Editorial El Jinete Azul) y en 2012 obtuvo el Premio de Poesía para Niños Ciudad de Orihuela con El idioma secreto, publicado por Faktoría K de Libros, sello perteneciente a Kalandraka. Hace unas semanas, además, por el mismo libro recibió el Premio Fundación Cuatrogatos 2014, que hace una selección anual de 20 libros de autores iberoamericanos “altamente recomendados por sus valores literarios y plásticos”.

Sin embargo, a pesar de estos premios y el reconocimiento en el extranjero, la apuesta de Ferrada es publicar aquí.

-Lo que pasa es que los libros llegan muy caros. Se me creó una contradicción, porque estaba escribiendo libros para niños, pero sólo para los que podían pagar más de $15.000  o $20.000. ¿Qué saco con hacer estos libros tan bonitos si nadie los puede comprar?

Entonces, en 2013 surgió la posibilidad de publicar en Alfaguara.

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El libro se tituló Notas al margen  y se publicó el año pasado. Esta vez Ferrada sí pudo ir a colegios, ver a sus lectores, que le hacían preguntas, que la abrazaban, que le escribían cartas.

-Es un público bien sincero -dice ella, quien rescata la experiencia de publicar en una editorial al alcance de todos, aunque también se fue encontrando con otras cosas.

En el mundo de la literatura infantil existe un mercado grande, con tirajes de miles de ejemplares. Y, además, están las compras que hace el Ministerio de Educación, y entonces esos números aumentan y pueden llegar a ser cien mil ejemplares. Y así puede desvirtuarse todo, pues las editoriales se interesan en publicar sólo los libros que quiere -y necesita- comprar el ministerio.

-El negocio es superperverso porque todo se hace pensando en lo que necesita el ministerio. Yo me salté todo eso cuando publiqué en España, pero ahora lo fui descubriendo -cuenta Ferrada-.

Reconoce el mérito de algunos editores que evitan caer en el juego del mercado, pero también está consciente de que tiene que buscar distintos lugares donde publicar. Por eso, cuando surgió la idea de escribir un libro sobre los niños ejecutados en dictadura supo que tenía que aparecer en una editorial pequeña. Así, llegó a Grafito Ediciones -de uno de los socios de Plop! Galería -, que en 2013 publicó Niños: poemas dedicados a los menores de 14 años que murieron en dictadura

Ferrada se animó a escribir de estos niños cuando se dio cuenta de que no había un listado con ellos. Así que leyó el Informe Rettig y fue descubriendo el desenlace de cada una de sus historias. Dejó pasar un tiempo y entonces escribió los poemas: imágenes que hablan de niños felices, llenos de imaginación, llenos de futuro. Poemas breves y hermosos que resultan más fuertes cuando te das cuenta de que todos esos niños están muertos.

Dice que ha aprendido en estos años a tratar de escribir sin pensar en quién será el lector. Por eso leer Niños resulta tan conmovedor y desconcertante: porque es un libro infantil, pero que en realidad resiste muchas lecturas. Es eso también lo que espera de su nuevo libro, El día de Manuel, que se publicará en mayo por Alfaguara. La historia de un niño autista, con la que pretende dos cosas: abordar este trastorno y hacer un libro que pueda ser leído por un niño autista.

El año pasado estuvo en una pasantía en Barcelona para estudiar cómo son los libros para niños que sufren este trastorno -libros que funcionan con pictogramas- y fue imaginando la historia de su nuevo libro: un niño que está obsesionado con las líneas y que va descubriendo el mundo, a pesar de estar encerrado en su silencio.

Dice que está consciente de que sus libros nunca serán best sellers, pero está tranquila. No quiere convertirse en esos escritores que miran los programas de colegio para saber de qué escribir. Dice que si ocurre eso algún día, significa que no tiene nada más que hacer. Por ahora sólo apela a la libertad: escribir poesía como el lugar en el que se siente más cómoda. Y más feliz, también.

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