Por Soledad Marambio, desde Nueva York Enero 8, 2014

© Ari

Hay veces que durante una noche en la librería McNally Jackson (arriba, en la foto) hay una lectura en español detrás de otra. Y, al mismo tiempo, se puede estar presentando otro libro en el Instituto Cervantes o en la librería Barco de Papel o puede haber alguna charla en la New York University.

En esta ciudad de idas y venidas algunos buscarán éxito, otros seguirán becas o puestos académicos. Otros sólo estar lejos de algo. O una mezcla de todo. “Nueva York es como un puerto, un lugar de tránsito, porque así como vienen, muchos se van”, dice la argentina Mariana Graciano.

Más abajo, en las fotos: A la derecha, el escritor chileno Carlos Labbé. A la izquierda, el uruguayo Javier Molea, dueño de la librería McNally Jackson.

“Mira lo que tengo acá”. Javier Molea, el uruguayo a cargo de los estantes, los libros, las lecturas, en fin, de todo lo que sucede en español en McNally Jackson, librería del SoHo neoyorquino, me pasa un libro rojo, pequeño, delgado. Alejandra Costamagna. Había una vez un pájaro. Santiago. Editorial Cuneta, 2013. “¿Cómo lo conseguiste?”, pregunto. “No tengo idea. Un día llegué y estaban los libros. Días después me llega un e-mail explicando que un amigo de un amigo de alguien en Chile los había traído”. Y ahí está ahora, Costamagna en rojo, en un estante neoyorquino. Al lado, Meruane, Zambra, Herrera, Luiselli, Bolaño, Pauls, Chejfec, y un montón de nombres y generaciones de escritores latinoamericanos y españoles. Muchos de los libros llegan directamente a través de sus editoriales. Otros, a través de los propios autores o de amigos. En algún momento alguien pasa por Nueva York y los deja. Muchos de los libros en estos estantes se presentan en la librería. Hay veces que durante una noche en McNally hay una lectura en español detrás de otra. Y, al mismo tiempo, se puede estar presentando otro libro en el Instituto Cervantes o en la librería Barco de Papel o puede haber alguna charla en la New York University o en alguno de los campus de la universidad pública de la ciudad.

Tantos cruces, tantos libros, tantos nombres. No es raro que muchos crean que esta ciudad se ha convertido o está en camino de ser una nueva capital de la escritura latinoamericana, algo así como la reencarnación del París del Boom. Pero si ese París se ha mitificado y añejado en la historia literaria latinoamericana, Nueva York parece más escurridiza, móvil, fluctuante. 

“Es difícil pensar en la idea de un centro en los mismos términos que en el pasado”, dice Mónica Ríos, escritora chilena que llegó por estos lados en 2010, para cursar un doctorado en la Universidad Rutgers. “Nueva York es una ciudad que es centro, porque en ella se concentran los deseos y las proyecciones de un modelo literario neoliberal, que se construye a través del poder que acumulan las figuras de autor. En ese sentido, también es el centro de muchas ansiedades. Sin duda, y tal vez por esa misma ansiedad, esta ciudad tiene la virtud de permitir un flujo constante de personas”, sigue Ríos -quien publicará su novela Alias El Rocío en 2014-, y además de académica y escritora es una de las coeditoras de Sangría Editora.

Para ella entonces, más que un centro, Nueva York es la representación del deseo de un cierto tipo de literatura donde la más interesante es la escritura que se aparta de ese deseo masivo, la que tiene una postura crítica, la que se atreve formalmente.

Y aquí hay literatura atrevida, crítica, masiva, de consumo rápido. Porque el flujo es la constante y los motivos, variados. En esta ciudad de idas y venidas algunos buscarán éxito, otros seguirán becas o puestos académicos. Otros sólo estar lejos de algo. O una mezcla de todo. “Nueva York es como un puerto, un lugar de tránsito, porque así como vienen, muchos se van”, dice la argentina Mariana Graciano, quien llegó hace tres años a hacer la maestría de Escritura Creativa en español de la Universidad de Nueva York. Graciano se quedó -ahora hace un doctorado en el Graduate Center de CUNY- y acaba de publicar La Visita, su primer libro de cuentos, en la nueva colección de literatura latinoamericana de Demipage. Esta editorial española llegó a su trabajo gracias a Antonio Muñoz Molina, quien da clases en la maestría de NYU, primer programa de escritura en español de la ciudad, fundado por la escritora y académica argentina Sylvia Molloy, y uno de los puntos neurálgicos de la escena literaria en español de la ciudad.

Por ese punto también circula la uruguaya Fernanda Trías, quien vino a Nueva York en busca de la chilena Diamela Eltit, quien pasa un semestre al año dando un taller en la maestría mencionada antes. Trías -quien no cree que exista un centro para la escritura latinoamericana sino varios y en movimiento- quería una maestra en el extremo opuesto a su propia escritura y a la de Mario Levrero, su maestro por años. Acá escribió “Bienes Muebles”, relato publicado por Brutas Editoras (proyecto editorial independiente fundado y dirigido por la chilena Lina Meruane, del que formo parte) y que ahora será publicado para España por Demipage, la editorial que fichó a Graciano y que tiene sus ojos puestos sobre otros escritores que habitan o han pasado por la ciudad: el argentino Federico Falco, el peruano Richard Parra, la mexicana Valeria Luiselli, entre otros.

ÑUEVA YORK

Una mañana de octubre pasado, Nueva York amaneció con una línea de metro nueva: la Ñ. Un golpe de pintura, y listo: la N de siempre, que va desde una punta de Brooklyn hasta una punta de Queens, se volvió impronunciable para las lenguas gringas, homenaje callejero a los más de dos millones de hispanos que viven en la ciudad. “¿Ñueva York?”, ensaya Antonio Díaz Oliva, chileno que cursa el máster de NYU y que edita la antología digital 20/40. Ñueva York, ensaya, y luego dice que esta ciudad sin duda es a veces muy latinoamericana, pero que hablar de un centro literario es muy apresurado, que falta tiempo y distancia para ver qué pasa con lo que ya pasa: McNally, los proyectos editoriales, el máster de NYU.

También habría que ver qué pasa con otros lugares de Estados Unidos, como sugiere el venezolano Asdrubal Hernández, de la editorial Sudaquia, quien cree que en estos tiempos hiperconectados el espacio físico no es una limitante ni una determinante: “Hay un número importante de autores escribiendo en español en Miami y también hay gente como Edmundo Paz Soldán, Carlos Yushimito e Israel Centeno escribiendo desde otros lugares de Estados Unidos. Aunque Nueva York tiene mayor concentración de nombres, especialmente gracias a la maestría de NYU”.  

El programa de NYU -que queda a cinco minutos caminando de una de las estaciones de la línea Ñ/N- vuelve a salir al tapete. Se repite como se repite en los catálogos de la mayoría de las editoriales independientes de la escena literaria en español de Nueva York (ver recuadro). La presencia tan fuerte de la maestría ha hecho que aparezcan preguntas sobre el peligro de una homogeneización de la voz o de la burocratización de la escritura, crítica constante que ronda a los muchos programas de escritura creativa en inglés.

“Si un máster genera voces uniformes, estamos jodidos (como dicen ustedes)”, dice Fernanda Trías. “La idea de uniformidad es justamente lo que hay que desterrar, ya tenemos suficiente uniformidad en esta sociedad capitalista. Un buen maestro fomenta la voz propia, incluso cuando vaya en contra de su gusto personal”.

El chileno Carlos Labbé -cuya novela Navidad y Matanza está por ser publicada traducida al inglés- dice que lo que importa del máster es la instancia del taller, “donde se encuentran escrituras heterogéneas y distintos castellanos. Obviamente es más interesante lo que pasa en otros talleres, por ejemplo, comunitarios o barriales, que en los de una institución privada”. Labbé, su esposa y socia en Sangría, Mónica Ríos, y otros, como la poeta vasca Isabel Cadenas Cañón, son parte de una serie de talleres de escritura -pagados- que Javier Molea, el librero de McNally, está coordinando en Brooklyn.

¿Alguien va a Buenos Aires? ¿Quién viene de Santiago?, se pregunta. Se presenta acá lo que se hace allá, se lleva para allá lo que se hace acá (en maletas propias, de amigos, familia). Nueva York y su literatura de maletas. O de reediciones. Se edita acá con una editorial y allá con otra porque el tema de la distribución es una de las grandes complicaciones para los proyectos editoriales independientes made in Ñueva York. Allá y acá. Si Nueva York fuera un centro, sería uno amarrado a un espejo. Mercedes Roffé, poeta argentina autora de La ópera fantasma y editora de Pen Press, piensa algo parecido cada vez que le preguntan cómo hubiera sido su vida literaria de haberse quedado en Buenos Aires (vive en Nueva York desde 1995): “Me pongo a pensar en esos personajes de Cortázar que viven en dos dimensiones paralelas. O como La double vie de Véronique… Entonces imagino una Véronique, que escribe o canta en París, y una Weronika que escribe o canta en Polonia… Las dos se presienten, pero no se conocen. Sólo alguna vez, creo, se cruzan. Y sin embargo, la música, en las dos, es siniestramente parecida”.

Centro del deseo, centro-espejo, centro que nunca duerme. Alexis Iparraguirre -escritor peruano egresado del máster y pronto a publicar con Sudaquia- cree que la formación de un centro funciona como la fe: “Basta que el consenso cunda”, dice y agrega que objetos como este artículo ayudan a establecer un consenso. Aunque este artículo finalmente no sea sobre un centro sino sobre el flujo que atraviesa esta ciudad, sobre lo mucho que está pasando en el Nueva York escrito en español, sobre cómo esto parece ser un centro entre varios. Tal vez Antonio Díaz Oliva tiene razón cuando dice que el centro de las nuevas letras latinoamericanas es virtual. Tal vez todos los que acá tensan, niegan o multiplican los centros tienen razón. Tal vez Nueva York sería un centro. Pero uno en conversación permanente, cambiante, con otros.

La nueva república de las letras latinoamericanas

EDITORIALES MADE IN NY

• 20/40: El chileno Antonio Díaz Oliva está detrás de esta antología digital que reúne a 20 autores -latinoamericanos y radicados en Estados Unidos- menores de 40. Entre ellos Fernanda Trías, Valeria Luiselli. La antología se publica por entregas. Su tercer volumen está en preparación.

• Díaz Grey: Proyecto del uruguayo Javier Molea, que pone énfasis en la edición bilingüe y que ha publicado en ese formato desde una antología de nueva poesía uruguaya hasta una obra de teatro de Lina Meruane y un poemario del chileno Enrique Winter.  

• Brutas Editoras: Funciona entre Santiago y Nueva York. En 2011 nace como una colección de literatura de tránsitos, donde autores como Sylvia Molloy o Yuri Herrera escriben de lugares que no son los propios. Está a punto de estrenar una colección de ficción bilingüe con una novela de Antonio Ungar.

• Pen Press: Nace en 1998, cuando la poeta argentina Mercedes Roffé vio en la Biblioteca Pública de Nueva York una muestra que documentaba la producción de revistas y editoriales independientes gringas de las décadas del 60 al 80. Eso se juntó con la conciencia de que un fenómeno similar se daba en el mundo en español. Raúl Zurita es uno de sus autores.

• Sangría: Funciona en Santiago -donde nació- y Nueva York, donde editan libros de escritores latinoamericanos que transitan lejos de las propuestas literarias comerciales de Estados Unidos o del mundo hispanoparlante. Entre sus autores está el dramaturgo chileno Alejandro Moreno. Trabajan también la edición bilingüe.

• Sudaquia: Proyecto comenzado en 2011 por los venezolanos Asdrubal Hernández y María Angélica García. Tienen 25 títulos a su haber (impresos y digitales) que distribuyen en Miami, Nueva York y Washington. Entre los varios chilenos fichados por ellos: Juan Pablo Roncone, Francisco Díaz Klaassen y Claudia Apablaza.

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