Por Álvaro Bisama, escritor y profesor de Literatura Junio 5, 2013

Salir a buscar a Bolaño en “El futuro” es un error porque cuando Scherson le cambia el título al relato, descuida el chiste venenoso que nos permite leerlo en clave y todo lo que eso implica: burlarse de la idiotez siútica que puede ser la cultura chilena.

Lo que más se extraña en “El futuro” es la ideología que la novela exhibe como la justificación misma del relato, aquella amenaza del colapso de la narradora, de los personajes, del lenguaje.

Sería interesante saber si Roberto Bolaño, cuando escribió Una novelita lumpen(2002), sabía de ese actor de películas de romanos que se suicidó después de participar en La ciudad de las mujeres, de Fellini. Aquel dato trivial puede ser también relevante. Mal que mal, su novela descansa en un personaje que es una versión crepuscular de los héroes del péplum, ese género que algunos acá alcanzamos a ver por el rabillo del ojo mientras crecíamos, cuando las películas de Maciste (al que, por cierto, se le llamaba Hércules fuera de Italia) eran moneda común en las programaciones de cine de la tarde.

Pero me desvío. Alicia Scherson acaba de estrenar El futuro, cinta basada en la novela de Bolaño, inaugurando las adaptaciones al cine de los libros del autor de Los detectives salvajes. Por supuesto, llama la atención la elección; Una novelita lumpen casi siempre es leída como una obra menor de Bolaño, un texto escrito por encargo para una colección de libros sobre ciudades. En este caso, se trata de Roma o, más bien, la idea que el escritor tiene de Roma. Aunque, la verdad, quizás Roma es sólo la excusa para algo más complejo: el título es una alusión directa -con sorna, con verdadera maña- a José Donoso, que publicó alguna vez un volumen llamado Tres novelitas burguesas.

El corazón del texto es el modo en que la narradora se prostituye con un viejo actor de películas de romanos, con la esperanza de poder perpetrar un robo en la casa. Ese actor es un Maciste ciego y viejo que habita un lugar en penumbras. Novela sobre el cuerpo entendido como un territorio de precariedad, el relato descansa en  una indagación en la pobreza como estética, en el hambre como ideología, en el arte como una mera escenografía de yeso y papel maché. De hecho, leyendo a Bolaño, uno se pregunta si en realidad Roma (una Roma que es apenas una metrópoli llena de videoclubs e inmigrantes) es simplemente el decorado exterior de esa mansión a oscuras donde Maciste y Bianca desfiguran sus identidades hasta la extenuación.

Respecto a la película, es fácil darse cuenta de que, aunque le cambie el nombre a la obra, Alicia Scherson sigue con detalle la trama del libro. Esto sucede a pesar de que la producción salta de país en país, y vadea el detalle de que el Maciste acá no es italiano, sino que está interpretado por un pétreo Rutger Hauer, aquel actor holandés que hacía de androide en Blade Runner y que, la verdad, había desaparecido los últimos veinte años en un limbo de cintas de bajo presupuesto o, derechamente, mala televisión. Pero salvo eso -y el hecho de que la Bianca de Manuela Martelli pueda ser hija de unos chilenos exiliados-, lo que se cuenta en el relato original sigue ahí, no se cambia mucho. A ratos, en off, Martelli lee fragmentos del libro y es posible ver que la directora encuentra en Bolaño una estructura posible que sigue sin dudar, un hilo que se desenreda hacia un final similar y cuyos mejores momentos están en la tensión entre Martelli y Hauer, que acá se entiende desde la asimetría entre los actores principales y lo que simbolizan de modo sordo, como dos afluentes que se encuentran, enturbiándose: los suburbios trash de Hollywood para Hauer y  el infierno del cine chileno para Martelli.

Pero, ¿sobrevive la novela de Bolaño a su adaptación?, ¿es posible adaptarlo? Más o menos, porque habría que leer la cinta de Scherson como un comentario a la obra del escritor, como una de muchas lecturas posibles. Y aunque toda adaptación es eso, una apropiación que sugiere nuevos sentidos que desvían o contradicen los originales, es imposible no darse cuenta acá que lo bolañesco se vuelve irreconocible.

Así, salir a buscar a Bolaño en la cinta es un error porque cuando Scherson le cambia el título al relato descuida el chiste venenoso que nos permite leerlo en clave y todo lo que eso implica:  burlarse de Donoso es burlarse del peso de la noche, de la idiotez siútica que puede ser la cultura chilena. De este modo, lo lumpen desaparece y cualquier comedia de la pobreza se evapora. Esta ausencia de ideología -por más que en la cinta se aluda a la crisis europea- cambia lo que vemos. No tiene sentido buscar a Bolaño ahí, por más que Patti Smith - la última y más famosa fan del autor- cierre la cinta. Así, lo que más se extraña en El futuro es la ideología que la novela exhibe como la justificación misma del relato, aquella amenaza del colapso de la narradora, de los personajes, del lenguaje. Por lo mismo, si Una novelita lumpen es un texto sobre la precariedad, sobre la crisis de lo material, sobre la ausencia -literal- de futuro, El futuro es sobre lo contrario, acaso una fábula sobre cómo un personaje (Bianca) se conquista a sí misma y se salva de su propia sombra. Esto sucede porque Scherson adapta a Bolaño para salirse de él, para encontrarse, por medio de aquel material ajeno, con sus propias obsesiones. Su lectura es atenta y descuidada a la vez, pero es suya. De este modo, lo que implica Una novelita lumpen (el juicio cáustico al canon literario chileno, el hastío de la cultura, el hambre y la violencia) no está en El futuro y, la verdad, es inútil buscarlo ahí.

Pero, más allá de eso, es interesante leer esto en el contexto de los diez años de la muerte del autor; como si en ese cambio o lavado de imagen -esa legibilidad de su obra- estuviera contenido su éxito presente y global . Quizás exagero. Quizás no. Scherson abre una puerta y lo que viene, para los lectores, puede resultar inquietante como sospecha: donde algunos vimos una vez la lengua del horror americano, otros deben estar ahora mismo sacando cuentas y subrayando novelitas que pueden llegar a ser filmadas.

Relacionados