Por José Manuel Simián Marzo 28, 2013

 

Puede parecer un dato irrelevante, pero nunca está de más recordarlo: el rock and roll nació en el sur de Estados Unidos. Ahí, donde el calor y la humedad suelen ser inmisericordes, donde según Greil Marcus se produce la comunión imposible de personas religiosas y hedonistas, y el único lugar en el que -según Robbie Robertson de The Band- “el público puede aplaudir en el contratiempo”, es donde se produjo la mezcla de rhythm & blues y country que explotaron Elvis Presley, Little Richard y Jerry Lee Lewis.

Todos ellos salieron de pueblitos sureños como Athens, Alabama, que suma apenas 20.000 habitantes y “ni siquiera tiene un lugar que podamos llamar centro”. El que describe así su ciudad, con el acento somnoliento y musical de los sureños, es por estos días uno de sus habitantes más célebres: Steve Johnson (27), baterista de Alabama Shakes.

“Con suerte es un cruce de caminos”, remata conteniendo la risa Johnson, quien creció en las afueras del pueblo, en el hogar de su abuelo, jugando en el bosque, andando en bicicleta y disparando rifles de aire comprimido. 

Johnson vio tocar la batería por primera vez a los 7 años. Su padre lo hacía en la iglesia del pueblo y, como el niño mostró interés, le enseñó “algunas cosas”. Más adelante, en séptimo básico, cuando sus compañeros comenzaron a tocar guitarra y armar bandas en sus garajes, le dijeron que necesitaban un baterista. Steve era el único que tenía tambores en casa, así que llenó el puesto. Siguieron otras bandas de rock y punk y otros garajes, y un día, cuando ya estaba por terminar el colegio, conoció en un festival escolar a Brittany Howard, que tenía algunos años menos y tocaba justo después de él.

Pasan los años y Johnson reparte encomiendas para FedEx, y en sus rutas suele cruzarse con Brittany quien, entre otras cosas, trabaja de cartera sin haber abandonado la música. Y un buen día entrega un paquete en la clínica veterinaria en la que trabaja un bajista llamado Zac Cockrell, quien en el intertanto ha comenzado a componer canciones con Brittany. Conversan de música. Johnson dice que por qué no viene a tocar con ellos. ¿Esa misma noche? Esa misma noche. 

“Tenían canciones que me parecieron muy cool, pero no habían grabado ninguna de ellas”, dice Johnson. “Y yo conocía a un tipo en un estudio”.

Grabaron un demo con algunas canciones, que luego escuchó Heath Fogg, otro guitarrista del pueblo (“el mejor de mi escuela”, ha dicho Howard) que se ganaba la vida pintando casas. Fogg quedó tan impresionado, que decidió ayudarlos a conseguir presentaciones, partiendo por telonear a su propia banda. Le dicen que sí, pero si toca con ellos. Corría 2009 y los Shakes (el “Alabama” vino un poco después) habían nacido.

En poco tiempo, los Alabama Shakes estaban grabando las cuatro canciones de su debut oficial, el EP Alabama Shakes, que sería lanzado en septiembre de 2011. Al año siguiente, expandirían las grabaciones para completar el álbum Boys & Girls, una proeza que lograron robándole tiempo a sus empleos de carteros para ir a grabar a Nashville, al estudio del amigo de Johnson. Ensayaban cuando tenían tiempo libre, y luego conseguían un día de estudio durante el fin de semana, para luego seguir ensayando sin volver a grabar por dos meses. Parte del método de grabación -el proceso se extendió por un año- se debía a la dificultad de coordinar los horarios de los varios trabajos que tenía cada uno; en parte, también, era simplemente porque tenían que aprovechar el tiempo de estudio que podían pagar de la manera más eficiente posible.

El disco fue grabado principalmente “en vivo”, es decir, con los músicos tocando al mismo tiempo, y esa energía se transmite desde la primera pista. Boys & Girls comienza con el grito de guerra del cuarteto, la canción “Hold On”: los tambores de Johnson marcando un 4x4 con la mezcla justa de precisión y somnolencia para que cuando entrara el riff circular de la guitarra -un pie en el country y otro en el rock and roll- se produjera una mezcla que, sumada al vozarrón de Howard, generaba una explosión musical imposible de ignorar. 

Cuando Boys & Girls finalmente vio la luz, en abril de 2012, los Alabama Shakes ya habían sido uno de los grupos sensación del festival South by Southwest de ese año, y “Hold On” era una de las canciones favoritas en varias emisoras de la influyente red de radios públicas NPR. Y el fenómeno de su mezcla de rock and roll, blues, country y soul siguió creciendo: la banda pasó el resto del año de gira por Europa y Estados Unidos, teloneó a Jack White en el Ryman Auditorium de Nashville (la catedral del country) y llenó el escenario de verano del Central Park. Boys & Girls terminó ganando disco de oro y dos nominaciones a los Grammy por Mejor Interpretación de Rock y Mejor Artista Nuevo. 

“Ha sido bastante constante”, dice Johnson con una calma que no se condice con el hecho de haber vivido prácticamente de gira los últimos doce meses. “No hemos parado”, agrega, con la paciencia de quien mira el pasto crecer. 

No ganaron ninguno de los Grammys (perdieron contra The Black Keys y Fun, respectivamente), pero la ceremonia fue una muestra del lugar que se habían ganado en la escena de la música de raíces estadounidenses: Howard, cuya voz suele ser comparada con la de Janis Joplin, se robó la película durante el tributo de estrellas al fallecido músico Levon Helm, toda una hazaña considerando que en la banda tributo también estaban Elton John y la legendaria Mavis Staples.

Pero un éxito tan explosivo bien puede ser una maldición. Ya se sabe: los integrantes de una banda tienen casi toda su vida para preparar un primer disco, pero un año o dos para sacar el segundo, y esta vez el mundo sí está esperándolos.   

“Tratamos de no pensar en ello”, dice Johnson sobre la maldición del segundo disco, con una voz tan relajada que parece estar tomando una siesta. “Honestamente, no pienso en ello. Pero pase lo que pase, podemos decir que sacamos un disco y que salió bien. Si todo sale mal, al menos habremos logrado eso”. Y agrega: “Eso es lo único que queríamos hacer en un principio: sacar un disco para nosotros. Y creo que con el segundo vamos a hacerlo igual: grabar canciones que nos gustan, que creemos que suenan bien, y luego armar con ellas un álbum del que estemos orgullosos. Y ojalá que tenga la misma respuesta que el primero. Pero si no pasa, bueno, así es la vida”.

Los Alabama Shakes se preparan por estos días para su primera gira latinoamericana que, comenzando por México, los llevará a Lollapalooza Chile, una región sobre la que Johnson no tiene problemas en reconocerse “ignorante”. Lo que más le atrae es saber cómo van a reaccionar las diferentes audiencias a su música: si son como los suizos, que esperan en completo silencio hasta el final de la canción para aplaudir, o como la gente de Irlanda o Boston, que no paran de gritar todo el rato.

“La verdad es que nos sentimos agradecidos de generar cualquier tipo de respuesta con nuestra música. En esta gira estamos entusiasmados de tocar para un público que nunca nos ha escuchado en vivo”.

Tras grabar una nueva canción, “Always Alright”, para la banda sonora de Silver Linings Playbook, los Alabama Shakes esperan poder volver al estudio luego de su presentación en Santiago. El problema de grabar un disco nuevo para ellos es, otra vez, encontrar el tiempo de hacerlo. La diferencia es que ahora no tienen que robarles horas a sus trabajos de carteros o pintores, sino a sus giras.

“Creo que con el segundo disco vamos a tratar de hacer lo mismo: grabar canciones que nos gusten, que nos parezca que suenan bien, hasta formar un álbum”, dice Johnson, sin apurar el tranco de su voz. “Ojalá genere la misma respuesta que el primero. Y si no pasa, bueno, es la vida. Mientras sigamos haciendo lo que nos gusta, no podemos equivocarnos”.

 

El rock del origen

“La verdad es que nos sentimos agradecidos de generar cualquier tipo de respuesta con nuestra música. En esta gira por latinoamerica estamos entusiasmados de tocar para un público que nunca nos ha escuchado en vivo”, dice Johnson.

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