Por Ana María Sanhueza Enero 24, 2013

En 2001, cuando la familia de Pablo Escobar Gaviria leyó el libro del periodista Alonso Salazar, La parábola de Pablo. Auge y caída de un gran capo del narcotráfico (Planeta), no tuvo palabras para contradecirlo. La biografía de Escobar lo retrataba como un narco violento y ambicioso, responsable de la ola de violencia que azotó a Colombia entre 1984 y 1993, y los hechos eran irrebatibles. Pero a la familia le interesaba, eso sí, una cosa: que dentro de las 350 páginas del libro también quedara consignada su versión del personaje, la historia sobre cómo ayudó con su dinero a los pobres de su barrio de Medellín.
De hecho, la familia fue parte del centenar de personas entrevistadas por Salazar, cuyo libro es considerado hasta ahora la biografía más completa del líder del cartel de Medellín. Con él hablaron Hermilda Gaviria, la madre de Escobar; sus hermanos, vecinos, empleados y hasta algunos de los mafiosos con los que “trabajó” durante dos décadas, en los años 70 y 80, para armar su imperio de la droga. También quienes lo persiguieron y fueron sus víctimas.
-Me interesaba investigar desde los inicios de Escobar, desde quiénes fueron sus colegas como grandes capos; quiénes sus sicarios; quiénes sus enemigos; quiénes desde la institucionalidad lo habían combatido, y también tener la versión de su familia, sus dependientes en las casas, y hasta de los jardineros. Fueron centenares de entrevistas -cuenta, desde Colombia, Salazar-. Otro trabajo muy importante fue revisar los archivos periodísticos de los diarios página a página desde 1975 en adelante.
Aunque el libro se vendió bien desde un comienzo, una década después  se convirtió en un hit. Específicamente en 2012, cuando el Canal Caracol transmitió con un rating histórico de sintonía la serie Pablo Escobar, el patrón del mal, basada en el libro de Salazar y que por estos días hace sacar cuentas alegres a Mega, que transmite la serie cuatro días a la semana en horario prime. Pero esta vez, a la familia no le pareció la imagen violenta que muestra cada capítulo y demandó, sin suerte, al canal.
Las hermanas de Escobar también alegaron que la actriz que personificó a su madre, una figura clave en la vida del jefe del cartel de Medellín, aparecía “muy mal vestida”, por lo que decidieron hacer llegar a Caracol parte de las prendas que usó hasta su muerte en 2006, y así revertir la situación.
Más allá de las anécdotas, el éxito de la serie devolvió a la agenda noticiosa el recuerdo de ese período en la historia de Colombia. También, hizo que en las sobremesas se volviera a hablar de cómo una organización criminal asesinó a miles de personas, entre ellas a un ministro de Justicia, tres candidatos presidenciales, un alcalde, un gobernador, el director de un diario, decenas de jueces locales y de la Corte Suprema, además de cientos de policías.
De paso, también situó a la biografía de Salazar, quien también fue alcalde de Medellín, en un best seller: en sólo un mes, cinco mil personas compraron su reedición. Y hasta hoy lleva vendidos más de 20 mil ejemplares.

ENTREVISTA CON LA MAFIA
Carlos Moreno era adolescente cuando escuchaba los bombazos que ponía la banda de Escobar en Cali, en medio de la guerra que el narco tenía con el cartel de Cali por el control de la droga. Años después, se convirtió en el director de Pablo Escobar, el patrón del mal.
Hoy, Moreno mira a la distancia ese período y se pregunta cómo es que en Colombia pudo ocurrir todo eso:
-El libro de Alonso y la serie han sido muy importantes en eso, porque las sociedades tienen que mirar su pasado, entenderlo y no evadirlo. Por eso, al menos acá antes de cada capítulo siempre aparece la frase  “quien no conoce su historia está condenado a repetirla”. Eso lo explica todo.
Moreno ha leído dos veces la biografía de Salazar. Lo hizo primero en 2001, y luego antes de la serie.
-De todos los libros que hay sobre Pablo Escobar, el de Alonso es el que me parece más honesto y decente. Tiene muchos puntos de vista, muchos entrevistados y no lo reivindica ni tampoco está en contra de Escobar. Es bastante completo. También, pone a las víctimas en un lugar importante -dice el cineasta.
Alonso Salazar demoró cuatro años en reportear la historia de Escobar. Lo hizo entre 1995 y 1999. Le costó mucho convencer a los entrevistados de querer hablar con él. Aunque nunca sufrió amenazas mientras investigaba, en muchas de sus fuentes aún estaban vivos el miedo, el poder y el mito que durante años crecieron alrededor del capo.
-Prácticamente desde la muerte de Pablo Escobar, en 1993, que tenía como propósito escribir algo sobre él. Sin embargo, se movían tantas fuerzas y tantas tensiones en torno a estos personajes, que tuve que esperar que la historia decantara para hacerlo -recuerda el periodista.
-¿Cuáles fueron las entrevistas más difíciles de conseguir?
-Por ejemplo, la entrevista de Jorge Luis Ochoa, líder de uno de los clanes y que era muy cercano a Pablo Escobar. O la de los Rodríguez Orejuela, que eran los líderes del cartel de Cali. Al final, con la paciencia de la reportería, creo que logré tener los insumos suficientes para hacer una biografía muy completa y con bastante inmunidad, porque tiene muchas fuentes.
Hablar con Ochoa y el clan Rodríguez Orejuela fue un gran desafío. Salazar tuvo que reunirse varias veces con ellos para que lograran confiar en él y contarle sobre Escobar.
-Pues fue un tema de larga paciencia. Ellos estaban en una situación jurídica muy compleja, cuidándose, con mucho temor que cosas por ellos dichas luego tuvieran implicaciones para su libertad. Pero yo no estaba buscando verdades judiciales, sino que buscaba una radiografía, en primer lugar, de un personaje tan complejo como éste y, por otro lado, había una tema social, para que lográramos entender el origen del contexto de Escobar -dice Salazar.
-También, reivindicas bastante la historia de sus víctimas, al igual que la serie.
-No sé si esto sea una cosa que se pueda generalizar, pero en Colombia hay mucha facilidad para que este tipo de personajes (como Escobar) se conviertan en mitos a los que se le atribuyen, incluso, muchas más realizaciones y generosidades que las que realmente hicieron. Mientras, quienes han sido, por decirlo así, los buenos de la película e intentaron combatir el narcotráfico, pues son olvidados fácilmente. En este caso, son decenas de personas las que están en esa situación. Por ejemplo, el caso del ministro Rodrigo Lara Bonilla, que fue el primer magnicidio importante en Colombia. También fueron asesinados jueces, ministros de la Corte Suprema y tres candidatos a la presidencia entre 1989 y 1990. De ellos, el más significativo fue Luis Carlos Galán, porque con certeza iba a ser presidente.
-En el libro, cuando entrevistas a Roberto Escobar, Osito, el hermano de Pablo Escobar, dices que te pareció “bonachón”, como muchos personajes de la historia. ¿Era muy común esa dicotomía en los miembros del cartel?
-Es que Osito era una persona muy indefensa, porque hablé con él cuando estaba invidente. Pero lo mismo me pasó con los sicarios que entrevisté en la cárcel. Al conversar con ellos se veían, entre comillas, como personas muy normales. Claro que al escucharlos con detención, uno se daba cuenta de que no tenían ningún arrepentimiento.
-¿Ni siquiera porque estaban en la cárcel?
-No, los sicarios no son personas que digan que pudieron haber cometido errores o haber hecho daño. En absoluto. Hablaban con la misma normalidad que todos tenemos en la vida para conversar de fútbol o del clima.
-¿Fue más complicado llegar a la familia o a los mafiosos?
-Familiares y socios siempre son los más esquivos. Y voy a decir algo que fue un descubrimiento final, porque uno siempre cree que si logra entrevistar a la familia, a la madre y a los hermanos, llega a la almendra: creo que muy buena parte de la familia era una gran desconocedora de la historia de Pablo Escobar.
-¿Por su doble vida?
-Él llevaba una vida de padre y esposo muy cariñosa y bonachona, y otra vida de jefe del narcotráfico, de una agenda social intensa, de consumo, de prostitutas y todas estas andanzas con sus hombres de guerra. La verdad de este personaje estaba muy dispersa, y el compilar estos puntos de vista es lo que a uno le da la visión de todo su entorno.
-Es difícil creer que su familia no supiera que traficaba. Su madre se entera a medio camino y su esposa parece siempre ingenua…
-Eso debe ser un trabajo para psicoanalistas, porque es como lo que se conoce, pero no se quiere ver. Yo creo que María Victoria, su esposa,  aterriza estrepitosamente en la realidad ya en la etapa final, cuando tienen que correr por todas partes, buscar asilo político y no lo encuentran y donde en el propio afán de Escobar de comunicarse con ella y con sus hijos, les da la pista a las autoridades para encontrarlo y derrotarlo. Ahí es cuando su hijo Juan Pablo y su hijita Manuela llegan a esa dimensión total, compleja y dolorosa del padre que han tenido.
-Preferían pensar que era un empresario ganadero.
-Era una manera también de negar una realidad. Pero después tuvieron que aceptar que era un traficante envuelto en un conflicto, que había desatado una ola de violencia durante muchos años y que había matado a mucha gente. Pero ellos siempre tenían una justificación: decían que “lo obligaron a ser así” o que “él no era así”.
-¿La familia estaba muy interesada en destacar las “obras” de Escobar?
-Muy especialmente su madre. Siempre trataban de recuperar al hombre que hizo favores a los pobres, que no lo dejaron continuar en ese camino y tuvo que recurrir a la violencia. Sin embargo, creo que se exagera la acción social que hicieron estos personajes. No es tal ni es tanta. Sí es muy popular el barrio que creó en Medellín. El lugar aún es conocido con el nombre de Pablo Escobar.  Cuando fui alcalde de Medellín, traté de rebautizarlo, pero fue inútil.
-¿Nadie quiso hacerlo?
-Nadie. Es una cosa ya muy arraigada, una costumbre.

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