Por José Manuel Simián Abril 18, 2012

Detrás de toda gran banda hay un gran melómano. En el caso de Chicha Libre, se llama Olivier Conan (47). Durante un viaje de vacaciones a Perú en 2005, el músico franco-neoyorquino (creció en París, pero vive en Estados Unidos desde 1984) se dedicó a cazar viejos discos de música criolla.  Por ese entonces Conan repartía su tiempo musical entre Bébé Eiffel (una banda de rock en francés) y Las Rubias del Norte (un grupo de versiones atemporales de canciones latinoamericanas), y su tiempo de empresario entre el bar Barbès de Brooklyn (del cual es copropietario junto a Vincent Douglas, también de Bébé Eiffel) y el sello Barbès, creado para editar a los grupos que se presentaban en la pequeña sala del fondo del bar y cuyo catálogo constaba por entonces de un par de discos.

Pero todo estaba por cambiar. En Perú descubrió un sonido nuevo en las radios portátiles de los vendedores callejeros y los discos de Juaneco y su Combo y Los Mirlos que le mostraban los coleccionistas. Era chicha, la variante de la cumbia creada a fines de los sesenta en el Amazonas peruano, combinando el género afrocolombiano con rock, guitarras surf, psicodelia y melodías andinas. Un mundo perdido de discos por descubrir.

De vuelta en Brooklyn con su tesoro de discos, Conan inició el largo camino de lanzar una compilación de chicha a través de su sello (esa música nunca había sido editada fuera de Perú y muchos de los sellos originales ya no existían). También le mostró los discos a su socio musical y financiero. Ambos coincidieron en que tenían que tratar de reproducir esos extraños sonidos cuanto antes.

“Canibalismo” supone un paso importante en la carrera de Chicha Libre, dando cuenta de una banda mucho más sofisticada, capaz de trascender el formato básico de la cumbia con refinados arreglos, y aportando un par de piezas originales al canon de la chicha.

Chicha Libre comenzó como algo informal: amigos músicos que se juntaban a aprender un estilo creado a 5.000 kilómetros de ahí. Pero un par de años después, para cuando Conan había completado la casi imposible tarea de conseguir a distancia los permisos para publicar las 17 canciones de The Roots of Chicha, Chicha Libre ya era una banda real,  y estaba lista para grabar su primer disco.

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El impacto de The Roots of Chicha, publicado en septiembre de 2007, sorprendió a todos, pero a nadie más que al propio Conan. Por el solo hecho de que la compilación hubiese sido publicada en Nueva York y recibido buenas críticas, los viejos músicos de chicha pasaron de la noche a la mañana a ser mirados con otros ojos: de exponentes de un género asociado a las clases bajas a embajadores de lo cool. 

“Es todo muy raro”, decía Conan a principios de 2009, cuando comenzaba el fenómeno de su banda, “porque tampoco sé mucho de Perú y apenas estuve ahí una vez”.

“De pronto estas bandas peruanas me comenzaron a escribir pensando que yo era parte de un gran sello discográfico en Nueva York, y mi sello es esto que ves aquí”, agrega divertido, mostrando su computador y un par de cajas de cartón llenas de CDs. (En 2009, su compilación también tuvo una impensada publicidad en Chile, cuando durante una gira presidencial a Cuba, el líder de Los Tres, Álvaro Henríquez, le regaló una copia a la presidenta Bachelet).

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¡Sonido Amazónico!, el debut de Chicha Libre, editado en marzo de 2008, tuvo éxito propio. Su combinación de chichas clásicas con composiciones originales y adaptaciones amazónicas de Ravel, Vivaldi, Satie y el pionero electrónico Gershon Kingsley, recibió un rating de 7.9 (de 10) en el exigente sitio Pitchfork. Y antes de que pasara un año de su lanzamiento, la banda ya estaba invitada a compartir escenario en Perú con algunas de las bandas clásicas de la chicha.

Sorprendidos por la rapidez con que se movían las cosas, los músicos de Chicha Libre todavía se movían con cautela en el siempre delicado terreno de “colonizar” géneros extranjeros. Aunque estaban básicamente tocando un género que era un emblema del mestizaje cultural, todavía se sentían un poco turistas. Pero tras cinco años de tocar chicha en Estados Unidos, Sudamérica y Europa han dejado todo eso atrás.

Chicha Libre: Cumbia neoyorquina

“Cuando vamos a Bogotá o Buenos Aires, no nos tratan como gringos”, señala Conan en una mesa de su bar. “Nos tratan como una de las nuevas bandas de cumbia. Los únicos que nos tratan como gringos son los críticos británicos. ¡Que se jodan! Ya sabes, ese tipo de gente que piensa que somos demasiado blancos para tocar cumbia”, agrega, mientras el otro líder creativo de la banda, el tecladista Joshua Camp, asiente con una sonrisa. (Chicha Libre, que también integran el guitarrista Vincent Douglas, el bajista Nick Cudahy y los percusionistas Karina Colis y Neil Ochoa es, de hecho, mucho más que una “banda de gringos”: como hace notar uno de sus comunicados de prensa, el que conste de dos franceses, dos estadounidenses, una mexicana y un venezolano decididos a tocar cumbia parece más bien el inicio de un chiste que una historia de colonización musical).

“2012 va a ser nuestro año”, sostiene con optimismo Olivier, que en Chicha Libre toca cuatro venezolano y canta la mayoría de las letras en español y francés. “O sea, ¡vamos a ir a Chile por primera vez! ¡Yo he estado tratando de ir a Chile desde que tenía 7 años!”, dice Conan, antes de contar cómo su padre, militante comunista, le anunció a su familia que se iban a mudar a Chile en Chile en agosto de 1973. Nunca lo hicieron.

“Hemos estado recibiendo mucho interés de gente de Chile por internet”,  asegura el músico, cuya conexión con el país también se vio fortalecida cuando en 2010 su sello editó en Estados Unidos a Chico Trujillo. “Estamos muy intrigados de lo que vaya a pasar”.

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En marzo, Chicha Libre tocó en South by Southwest, el respetado festival que cada año reúne a cientos de bandas en Austin, Texas. Y en otra muestra de los poderes impensados de Chicha Libre, un sitio web local eligió la versión que Chicha Libre hizo del clásico “The Guns of Brixton” de The Clash como uno de los momentos más memorables del festival.

“Lo interesante de ‘The Guns of Brixton’ -cuenta Conan, con orgullo- es que a pesar de que llevamos años tocándola, nunca la hemos ensayado. Ni una sola vez”.

“‘The Guns of Brixton’ era una elección obvia para esta banda, porque el ADN de todos sus integrantes es The Clash”, dice sobre los estandartes del punk británico.

En marzo, Chicha Libre estuvo en South by Southwest, el respetado festival en Austin, Texas. Tocaron un cover de The Clash, que fue elegido como uno de los momentos más memorables del festival.

“¡Yo estaba obsesionado con The Clash!”, dice Conan, volviendo a ser el joven que los vio 10 veces en vivo. “Fue por ellos que comencé a tocar música. Además, ellos usaban el reggae un poco en la forma en que nosotros usamos la cumbia. En muchas formas, la cumbia es el nuevo rock and roll: está agregándole mucho color y devolviéndole la clave (el ritmo afrocubano básico) al rock and roll. Como siempre debió ser”.

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El próximo 24 de abril, cuando Conan finalmente llegue a Chile, lo hará con un nuevo disco bajo el brazo. Canibalismo, que será lanzado oficialmente a principios de mayo, supone un paso importante en la carrera de Chicha Libre, dando cuenta de una banda mucho más sofisticada, capaz de trascender el formato básico de la cumbia con sofisticados arreglos, y aportando un par de piezas originales al canon de la chicha. La canción “La danza del millonario”, por ejemplo, tiene un riff de acordeón y un coro que muchos cumbieros locales envidiarían, mientras que “El carnicero de Chicago” muta entre la cumbia psicodélica y esa mezcla de música soul y son montuno llamada boogaloo con sorprendente naturalidad.

“Hace seis meses parecía que no teníamos cómo hacer un disco”, cuenta Camp, que firma la mitad de las canciones del disco. “Teníamos mucho material que habíamos tocado en estos cinco años y también un dilema: querer ser una banda que vibrara en vivo, pero también capaz de hacer un CD interesante para los auditores en casa. El salir de ese dilema nos tomó unos tres meses, en que trabajamos en los arreglos ocho horas diarias, todos los días”.

“Es muy simple: es una obra maestra”, dispara Conan, riéndose. “Nadie va a estar listo para él. Es exactamente el disco que queríamos hacer. No puedo creer que haya resultado exactamente como queríamos”.

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