Por José Manuel Simián Marzo 28, 2012

Pasaron 525 días entre una temporada y otra de la mejor serie de la televisión actual -una espera ansiosa, en la que incluso peligró su continuidad-, pero Mad Men nunca se fue. De muchas formas, lo que había comenzado como un programa de culto pasó en su receso a ocupar un lugar definitivo en la cultura mainstream. No sólo recibió en septiembre de 2011 (cuando llevaba casi un año fuera de pantalla) su cuarto Emmy consecutivo por Mejor Serie Dramática, sino que sus ecos parecían estar por todas partes.

Semanas antes de que comenzáramos a ser bombardeados por una misteriosa imagen y otros trucos publicitarios -el elenco inaugurando una sesión de Wall Street, los actores analizando la serie en el auditorio del New York Times, Jon Hamm como modelo de neomacho en la portada de Esquire- presencié el mejor ejemplo del lugar que Draper y sus secuaces ocupan en la cultura popular: sentado en la silla de una peluquería de Manhattan, la estilista y este servidor intentaban resolver esa incómoda conversación que suele comenzar con "¿Qué vamos a hacer?".

Y en medio de la confusión, un rayo de luz.

 "¿Conoces esa serie que se llama Mad Men?", disparó.

No hizo falta decir nada más.

Negocios controlados

Muchas de las formas en que Mad Men siguió presente durante su largo receso fueron perfectamente controladas. Negocios que enorgullecerían a los publicistas de la Avenida Madison.

Las estrellas de la serie cosecharon su éxito apareciendo en cada vez más películas y series de televisión, aunque ninguno llegó más lejos que Jon Hamm, cuyo poder artístico ha adquirido otras dimensiones: en uno de los muchos casos en que el mundo de Mad Men se desdobla de la pantalla, el actor se ha convertido en la voz oficial de los comerciales de Mercedes-Benz. La voz de Don Draper vende lujo por televisión.

Durante el receso, algunos intentaron aprovecharse del perfume de sensualidad que la serie había arrojado sobre la primera mitad de los sesenta y llenar el vacío en la televisión, pero fallaron sin excepción. Pan Am, una liviana serie de romance y aventuras centrada en un grupo de azafatas neoyorquinas de comienzos de los sesenta, se extinguió tras una temporada, mientras que The Playboy Club, una imitación aún más burda de Mad Men, sólo llegó al tercer capítulo.

Donde sí hubo más fortuna fue en una de las áreas en que el impacto de la serie ha sido más duradero: en la moda. No sólo muchos han atribuido en los últimos años el regreso de accesorios como la corbata, los suspensores y el traje a Mad Men, sino que en 2011, Banana Republic había logrado un acuerdo para producir su línea de ropa "oficial", elaborada en conjunto con la diseñadora de vestuario del programa, Janie Bryant, y basada en trajes usados en el show. Y a pesar de que los problemas contractuales pospusieron la quinta temporada, la cadena de ropa siguió adelante con su proyecto, creando una magnífica ilusión: las vitrinas de Nueva York ofreciendo ropa para vestirse de una serie ambientada en el pasado y que en ese momento no se transmitía.

Este año, Banana Republic repitió el truco, que salió a la calle con un maquillaje elaborado por Estée Lauder, pero la ilusión fue pasajera: la colección salió de las vitrinas un par de días antes de que Draper y compañía volvieran al aire.

La vida imita a la publicidad

Más interesantes todavía fueron hechos menos coordinados, que mostraron ángulos impensados del impacto de la serie. Algunos eran perfectamente predecibles, como el lanzamiento de The Unofficial Mad Men Cookbook (US$ 16,99), un libro de cocina que reproduce con precisión antropológica los platos y bebidas cocinados en pantalla por Betty Draper o Trudy Campbell, o que a principios de los sesenta se servían en restaurantes como Sardi's o el Grand Central Oyster Bar. O bien cuando el canal AMC, que transmite Mad Men, contactó a las actuales agencias de publicidad de Madison Avenue, sucesoras de oficinas como Sterling Cooper Draper Pryce, para que fueran filmadas en un reality show sobre publicidad que se llamará The Pitch, y se negaron en masa. La respuesta oficial fue que el show no les ayudaría en su negocio. Pero otros vieron una razón más poderosa: preferían ser recordados con el glamour que les ofrece Mad Men.

La que sí vio una forma de capitalizar la devoción por la serie fue la astuta editora de Newsweek y The Daily Beast, Tina Brown: se le ocurrió lanzar una edición de Newsweek que se ajustara rigurosamente a la estética de 1965. Incluso los publicistas tuvieron que jugar a ser Mad Men, diseñando avisos ad hoc, y no decepcionaron: el detergente de ropa Tide prometió lavar colores psicodélicos, Hush Puppies ofreció sus zapatos clásicos, y las eternas motos Triumph se robaron la película con un anuncio protagonizado por Steve McQueen.

Pero el episodio más sorprendente de la locura pre-Mad Men ocurrió el 14 de marzo, día en que el mundo financiero de Nueva York se sacudió con una columna publicada por el New York Times. En ella Greg Smith, ejecutivo de Goldman Sachs, renunciaba al gigantesco banco de inversiones diciendo que dentro de él se respiraba "un ambiente tóxico y destructivo", donde el conseguir las mayores ganancias para la compañía era mucho más importante que los intereses de sus clientes (a quienes algunos llamaban "muppets").

Y mientras Wall Street estaba en llamas, medios como la revista Forbes se dieron cuenta de un detalle: la carta de Smith era casi idéntica en tono y contenido a la que Don Draper había publicado a página completa en -¿dónde más? - el New Tork Times "renunciando" al lucrativo mercado publicitario del tabaco durante el penúltimo episodio de la cuarta temporada.

la

Resurrección

La última vez que habíamos visto a Draper, corría octubre de 1965 y Megan, la flamante secretaria convertida en prometida, dormía en sus brazos. Pero cuando todo podía ser perfecto -de fondo sonaba la melosa pero irresistible "I Got You Babe" de Sonny & Cher-, Draper miraba por la ventana la noche neoyorquina con un gesto de cansancio: a pesar de que Megan conocía su doble identidad, la vida seguía siendo una mentira.

El domingo pasado, "A Little Kiss", primer episodio de la quinta temporada de Mad Men, se estrenó con una audiencia récord de 3,5 millones de televidentes. La trama había saltado a mayo de 1966, pero nada demasiado sorpresivo había ocurrido en el intertanto: las guaguas habían nacido, los Martini seguían fríos, los hombres seguían siendo machistas.

Sin embargo los ecos de ese mundo seguían desbordándose hacia la realidad. En el centro del episodio, Megan Draper le daba a su flamante esposo una fiesta sorpresa por sus 40 años,  donde le cantaba la canción yeyé "Zou Bisou Bisou". El impacto de su sensual presentación fue tan grande, que a las pocas horas el estudio que produce Mad Men lanzó la canción como un single digital en iTunes.

Ya está dicho: todo es mentira. Pero pocas veces nos importó menos que fuera así.

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