Por Diego Zúñiga Noviembre 3, 2011

En la mitad de esta historia, cuando el autor aún no termina de escribir el libro, un hombre se muere. Su familia cree saber quién es, pero en realidad no imagina que esa persona de 78 años, a la que están enterrando, tenía otra vida, otra historia. No saben, por ejemplo, que era gay. Tampoco saben que tuvo amores, que su vida era completamente distinta a la que ellos quisieron conocer, que nunca dejó de sufrir un temor inmenso a que lo rechazaran. "Tampoco pudieron disfrutar de la gracia y el humor con el que contaba historias de una vida clandestina que, narradas de otro modo, habrían sido melancólicos relatos de sobrevivencia y soledad", escribe Óscar Contardo al comienzo del libro, meses después del entierro. El libro se llama Raro (Planeta) y su subtítulo lo dice todo: Una historia gay de Chile.

Esto comienza en la Edad Media y termina ahora, en estos días, cuando un diputado de la república dice maricón -y no homosexual, y no gay- y la Comisión de Ética de la Cámara de Diputados decide no amonestarlo. Esto empieza, en realidad, cuando un hombre se enamora de otro hombre y alguien decide que eso no es normal, que eso es raro, como ocurre con la historia de esa persona, de 78 años, a la que sus familiares entierran sin haber sabido, realmente, quién era. De eso habla Raro. De esa historia, de la violencia, de la vergüenza y del miedo, como escribe en algún momento Contardo

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El primer libro que escribió Óscar Contardo vendió más de diez mil ejemplares. Se llamó La era ochentera y fue escrito en coautoría con Macarena García. El segundo libro que escribió Contardo -esta vez solo- fue Siútico y vendió -y  sigue vendiendo- más de treinta mil ejemplares. El tercer libro es éste, Raro. Y Óscar Contardo -Curicó, 1974, periodista y colaborador de distintos medios- piensa en eso: en esos ejemplares vendidos, en los que espera vender de este nuevo libro. Y está nervioso. No lo niega. Porque sabe que Raro es muy distinto a Siútico; en la forma, en el humor. Aunque también tiene claro que Raro trata sobre un tema que está ahí, latiendo cada vez con más fuerza, que ha crecido en estos meses y que sigue creciendo. Por el debate sobre el matrimonio igualitario, por la última marcha por la diversidad, en la que participaron más de treinta mil personas.

"No me interesaba ahondar en lo que ya sabemos: que la derecha, que la Iglesia, que la UDI. Me interesaba hablar de los otros, los que andan de progresistas por la vida siendo que, en realidad, nunca lo han sido", comenta Contardo sobre una de las aristas que desarrolla en su libro "Raro, una historia gay de Chile".

Un tema, eso sí, que está rodeado de discursos progresistas que en el fondo, piensa Contardo, esconden mucho conservadurismo: "El gran avance en todos estos años es que ahora se habla el tema de la homosexualidad. Y es que ésta es una minoría constante, porque hasta el más reaccionario de los señores corre el riesgo de que en su familia aparezca esta minoría. Pero también es inconstante, porque no forma comunidad ni familia, por lo menos hasta ahora", explica. Y Raro ahonda en esos supuestos discursos progresistas y lo hace de manera brutal, con hechos, con datos, con cifras. Para que así, mientras vamos recorriendo la historia de la homosexualidad, descubramos, de golpe, cómo era tratado el tema, pasando de lo criminal hasta lo político, sin olvidar el rol de la medicina y la Iglesia en todo esto.

"Lo primero que pensé de Raro es que no tenía que ser gracioso. Sé que hay mucha expectativa por el libro anterior, pero acá debía encontrar otro tono. Y acá yo no aparezco tanto, sólo dibujo el campo y lo que hay que mirar, pero fue difícil. Lo que quiero es que el lector se sorprenda por lo que está leyendo, no por cómo está contado", dice. Y lo que van a leer es lo siguiente: uno, dos, tres hombres muertos en la hoguera por sodomía; políticos ofuscados por la prensa y sus adversarios; homosexuales perseguidos durante la Unidad Popular; fiestas clandestinas; amores incompletos; historias de escritores, cantantes, actores, folcloristas, sacerdotes; el sida y la llegada de la democracia a Chile, y la historia de ese miembro del MIR al que expulsan por ser gay y luego es uno de los primeros que el 11 de septiembre de 1973 llega a La Moneda con su ametralladora y les dispara a los Hawker Hunter, sin saber que después pasará a engrosar la lista de detenidos desaparecidos. Y, por supuesto, nombres claves de la historia de Chile vinculados, de alguna forma, al tema.

"Cuando comencé a escribir el libro, me pregunté cómo hacer para que el tema le pudiera interesar a cualquiera, y entendí que la forma de tratarlo no era sacando del clóset a una minoría, sino que era sacando del armario una forma de pensar de una mayoría, y en eso se puede reconocer cualquiera", explica Contardo.

Una historia rara

Contardo camina por Lastarria, por Merced, por el centro de Santiago, mientras va narrando lo que hubo antes ahí: los bares clandestinos, el cerro Santa Lucía como lugar de encuentro, la esquina de José Miguel de la Barra con Merced en la que se ejercía la prostitución, los teatros, los subterráneos, las galerías, la Plaza de Armas. Óscar Contardo camina por el centro de Santiago y cuenta lo que ya no está o lo que está, pero sigue escondido. "La arquitectura de estos lugares de ambiente gay puede interpretarse como una metáfora de la doble vida que la gran mayoría de sus clientes estaba obligado a mantener: por fuera, fachadas anodinas, sin letreros hacia la calle, locales nocturnos camuflados; por dentro, ambientes iluminados con luces de colores, animados por la música y el alcohol", escribe en el libro.

A la vez que se desvela ese Santiago secreto, Contardo recuerda el día que escribió una columna para el sitio web El quinto poder, titulada "Ni ladrones ni maricones", acerca de cómo durante la UP y los años de la Concertación el tema de la homosexualidad nunca fue tratado como correspondía, y entre los comentarios apareció uno del ex presidente Ricardo Lagos. Era julio de 2010 y Lagos se defendía de la columna, en la que se le recordaba que en 2004 dijo que el país aún no estaba preparado para una reforma que igualara el derecho de matrimonio civil. "Fue extraño y gracioso todo porque, en el fondo, no me explicó nada", dice Contardo. "Uno nunca sabía cuál era su postura ética ante el tema. Era como si discutiéramos sobre construir un puente, y no es lo mismo. Acá se trata de vidas de personas. En los 90 a la Concertación le tocó el peor periodo del sida en Chile. O sea, hubo muertes, entonces no me digan que esto es trivial".

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Hace casi dos semanas que Contardo revisó la última versión del Raro. Y ahí está, sí, un libro distinto al anterior, pero con una idea en común que queda dando vuelta tras su lectura: Contardo no escribe sobre una minoría, sino que escribe sobre Chile, sobre su historia; siempre desde un costado, pero con la convicción de que esa historia -que se escribe con mayúscula- debe ser contada con una mirada crítica. En Raro, de hecho, son dos frentes los más golpeados: la Unidad Popular y la Concertación.

"Yo creo que el tema ha surgido porque a la burguesía chilena se le sentó a la mesa el hijo gay que ya no iba a callarse. Tenían que bancárselo sí o sí. No me cabe duda que a ellos les llegó todo por la vía privada y no por la pública".

Dos frentes que, de buenas a primeras, se podría pensar que eran más progresistas. Pero Contardo nos dice lo contrario. "No me interesaba ahondar en lo que ya sabemos: que la derecha, que la Iglesia, que la UDI. Me interesaba hablar de los otros, los que andan de progresistas por la vida siendo que, en realidad, nunca lo han sido".

 

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Caminar por Santiago y recordar todas esas historias anónimas que se han perdido. Recordar la forma en que se ha discriminado. Recordar el miedo y la rabia. Óscar Contardo lo vio en 1992, cuando entró a estudiar Periodismo en la Universidad de Chile. Vio que la escuela estaba rayada completa con alusiones groseras a un alumno de ahí. Una persona que murió tiempo después de sida, alguien que nunca más quiso ni pudo ir a la universidad porque vivió eso: el miedo, la discriminación. "Lo que da más rabia es que ahora la misma gente que escribió esas cosas circula por la vida de progre, y nunca sufrieron ninguna consecuencia. Les salió gratis. Aquí, insultar a la gente, marginarla, discriminarla, sale gratis", comenta. Él nunca vivió ninguna discriminación, a pesar de ser gay. Pero la rabia de ver eso atraviesa Raro. La rabia de ver cómo el sida ingresaba al país y nadie era capaz de tomar decisiones, por ignorancia. La rabia por la hipocresía de un país entero. "Yo creo que el tema ha surgido porque a la burguesía chilena se le sentó a la mesa el hijo gay que ya no iba a callarse. Tenían que bancárselo sí o sí. No me cabe duda que a ellos les llegó todo por la vía privada y no por la pública", dice Contardo, quien ha visto, también, cómo los nuevos rostros del movimiento gay son muy distintos a los de antes, cuando la atención la acaparaba el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh). "Ahora es gente como el escritor Pablo Simonetti o Luis Larraín, quien apareció en la campaña presidencial de Sebastián Piñera, y no me parece mal. Yo creo que tienen muy claro que en un país clasista y racista como Chile, ellos tienen mejor llegada. Me parece que han sido útiles para plantear el tema, pero veo una cierta trampa en eso de decir: 'somos igual que los otros'. Es algo conservador. Yo no creo que sea la igualdad, es la diversidad. Creo en la igualdad de derechos, pero también en la diversidad cultural".

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