Por Antonio Díaz Oliva Julio 21, 2011

De las primeras giras, la visita a China fue la más extraña. La escena parecía sacada de Apocalipsis now. Ahí estaban los cinco Rolling Stones -Mick Jagger, Keith Richards, Brian Jones, Bill Wyman y Charlie Watts- bajando de un avión junto a Andrew Loog Oldham, su mánager, cuando se toparon con una tropa armada en Cantón. Eran los encargados de escoltarlos, con metralletas, hasta una carpa de circo en medio de la nada, donde un regimiento de seis mil soldados esperaba escuchar a la banda que, allá por 1965, subía en los top ten del Reino Unido. O ahí está otra escena memorable, en Hong Kong, donde hicieron un show sobresaliente, pero lo que en verdad recuerda Oldham fue la forma en que fueron recibidos: "Cuando llegamos nos llevaron en una limusina a un penthouse para disfrutar de una selección de comida, alcohol, películas pornográficas y prostitutas. Las mujeres de la primera tanda eran informales y no tenían dientes, ninguno quiso tomar parte de esa ronda. Las del segundo grupo eran marginalmente más jóvenes y más lindas, con cuerpos totalmente desarrollados y todos los dientes. Siguió un desfile final de adolescentes y veinteañeras".

Así, más vale aclarar: en Rolling Stoned, las memorias de Andrew Loog Oldham que acaban de ser publicadas en español, el primer mánager de los Rolling Stones, el que -de cierta forma- los creó, sobran las anécdotas de groupies. Y esta aclaración nunca está de más si tomamos en cuenta que gran parte de los lectores de libros sobre rock and roll están interesados en eso: historias de sexo, drogas y televisores saliendo disparados de ventanas de hoteles. La diferencia es que, además de ser un libro sobre todo aquello, Rolling Stoned es un libro sobre cómo inventar una marca. O, algo similar, cómo inventar una banda de rock. Para lograr eso, lo primero es estar en el momento exacto y en el lugar donde todo está pasando. En otras palabras: ser un joven de 17 años en la efervescente Inglaterra de inicios de los años 60. "Sí, la carrera de mánager tiene totalmente que ver con estar en el momento indicado y preciso. Uno debe reconocer esos momentos y agarrarlos mientras vuelan o pasan por tu lado", dice Oldham desde Bogotá, donde vive hace un tiempo, para Qué Pasa. Oldham es, tal vez, una de las mejores fuentes para entender y explicar a los Rolling Stones. Él, por ejemplo, fue el impulsor de la famosa frase "¿dejaría usted que su hija saliera con un Rolling Stone?", que sirvió para que Jagger y compañía se instalaran como el reverso de la imagen algo santurrona que los Beatles explotaron en sus primeros años. De esa manera, no es raro pensar que Oldham fue a los Rolling Stones lo que Brian Epstein a los Beatles. Y, de hecho, Oldham fue ayudante de Epstein: trabajó como publicista de la banda de Lennon, McCartney, Harrison y Starr hasta que, por diferencias, decidió tomar su propio camino para ver si, por ahí, encontraba alguna banda o solista que pudiese lanzar al estrellato.

Oldham fue el impulsor de la famosa frase "¿dejaría usted que su hija saliera con un Rolling Stone?", que sirvió para que Jagger y compañía se instalaran como el reverso de la imagen algo santurrona que los Beatles explotaron en sus primeros años.

Por esa misma época, también, tuvo que cuidar a un desconocido Bob Dylan, quien aterrizaba por primera vez en Inglaterra. "Incluso entonces Dylan era Dylan", escribe en Rolling Stoned, sobre un encuentro que no sólo fue importante para conocer tempranamente a la leyenda del folk. También le sirvió como inspiración para su futuro. "Sucedió en un momento en que estaba con ellos dos, Bob Dylan y su mánager, Albert Grossman, en una pieza. Fue ese momento lo que me hizo entender de que era eso lo que deseaba hacer", recuerda Oldham. "Yo quería eso, lo que ellos tenían… y, claro, dos meses después conocí a los Stones".

Charly, drogas y rock n' roll

Dos meses después, Oldham cayó en uno de los tantos clubs londinenses de moda. Venía recomendado por un amigo. El amigo le había hablado de cierta banda que tocaba un primitivo rhythm & blues. Y ahí estaba: se llamaba The Rollin' Stones, y Oldham automáticamente vio potencial en esos cinco chicos desgarbados ("El grupo se me vino encima. Todas mis preparaciones, ambiciones y deseos habían encontrado su propósito", escribe sobre ese momento). Se acercó luego del show y les ofreció ser su mánager. Esa misma escena, en Vida, las exitosas memorias de Keith Richards, es narrada como un suceso clave por parte del guitarrista de los Rolling Stones: "Nosotros éramos la dinamita, Andy Oldham el detonador", dice Richards. Aunque Oldham, a su vez, relativiza el hecho de que lo tilden como inventor. Para él, se asemeja más a haber invocado unos espíritus: a "sus majestades satánicas", como les dicen en Argentina. "La gente dice que yo hice a los Stones. No es cierto. Ya estaban allí. Eran chicos malos cuando los encontré, y me limité a sacar lo peor de ellos", escribe cuando narra aquel encuentro en 1963. Luego de eso, muchos fueron los cambios que le haría a la banda: les ajustó el nombre desde The Rollin' Stones a The Rolling Stones (algo, según él, clave), echó a Ian Stewart (el tecladista de la banda, según Oldham, desentonaba con el resto), y les cambió la vestimenta: a diferencia de los fab four, quienes se vestían igual, les dijo que cada Rolling Stone debía desarrollar su propio look. Un look en el cual se colaban las influencias de la Nouvelle Vague, corriente del cine francés a la que Oldham le dedica varias páginas en sus memorias al recordar su época colegial, cuando capeaba clases viendo películas.

-Luego de publicar sus memorias, ¿ha hablado con alguno de los Rolling Stones o aún tienen temas sin resolver?

-Sí, hablé con Keith. Me llamó hace unos años desde Vancouver para decirme que había disfrutado leyéndolas. Siempre voy a agradecer la suerte que tuve de haberlos conocidos, y que ellos me hayan conocido a mí. Y por eso en un momento decidí escribir este libro sobre esas aventuras por las que pasamos y cómo esos jóvenes inexpertos se convirtieron en hombres de la calle.

El hombre que inventó a los Stones

-¿Qué tanto se inspiraron en la Nouvelle Vague? Cuando se habla de las primeras bandas de rock inglesas, siempre se cita la estética del rockabilly, pero según sus memorias las películas de Godard y Truffaut fueron un referente importante

-Sí, pero era a mí a quien le gustaba eso (especialmente Chabrol y Melville). Pero no creo recordar que Godard o Truffaut hayan sido importantes para ellos. A menos de que pretendieran estar interesados en la Nouvelle Vague para llevar a la chica de turno lo más rápido a la cama.

Así, en Rolling Stoned están todas las razones de por qué deberíamos agradecer -o culpar- a Oldham de que exista la banda de los labios y lengua roja. Antes de eso, Jagger y sus secuaces no eran más que otra de las tantas bandas que tocaban covers de los bluseros estadounidenses (Muddy Waters, John Lee Hooker). Para empezar, ahí está el capítulo en que Oldham acude a Lennon y McCartney para que éstos compongan un tema para los Rolling Stones. El resultado: "I wanna be your man", que se convirtió en un hit. Según Oldham, fue la forma de hacerles ver que sólo sobrevivirían si lograban componer y dejar los covers de lado. Con eso en mente, encerró a Keith Richards y Jagger, y les exigió canciones. En los meses siguientes, vendrían "(I Can't Get No) Satisfaction", "Ruby Tuesday" y "Paint it, Black", entre otros temas. Eso hasta que la banda llegó a lo que podríamos llamar el fin de su primera etapa. En 1967, y luego de un exceso de giras por Estados Unidos, Europa y otros territorios, los Rolling Stones tomaron un receso de los shows en vivo. Se metieron al estudio a grabar Their Satanic Majesties Request, un disco psicodélico y, a ratos, demasiado experimental. Enojado con la dirección que tomaba la banda, Oldham terminó su relación con ellos. De igual manera, unos años después Brian Jones, el fundador y guitarrista, sería expulsado, y luego fue encontrado muerto misteriosamente en la piscina de su hogar.

-En el libro desmitifica a Brian Jones. Mucha gente lo ve como una víctima que fue expulsada injustamente de la banda. Pero luego de leer Rolling Stoned, esa imagen se altera un poco.

-Sí, bueno, en verdad creo que no puedo agregar nada más a lo que sale en el libro. No debemos olvidar que los Rolling Stones fueron la idea de Brian por un buen tiempo. Y que sus contribuciones musicales guiaron a la banda. Pero también debemos recordar que eso mismo le terminó costando la vida.

-Luego de que lo echaron de la banda, se rumorea que Brian armó una súperbanda con Jimi Hendrix y John Lennon. ¿Sabe algo de eso?

- Puf. Puras conversaciones de gente drogada. Para ese entonces, Brian no era más que puro blablá.

"La carrera de mánager tiene totalmente que ver con estar en el momento indicado y preciso. Uno debe reconocer esos momentos y agarrarlos mientras vuelan o pasan por tu lado", dice Oldham.

-Luego de acompañar a los Rolling Stones en sus agitadas primeras giras, ¿qué aprendió de las drogas?

-Que primero esas sustancias funcionan, pero después te hacen sentir descuidado, sucio, inmoral, patético y, casi siempre, muerto. Ésa es la verdad. Las drogas no vienen a tu funeral; se van al siguiente idiota y yo he sido un idiota, así que sé lo que se siente y, por favor, no se te vaya a ocurrir citarme a Keith Richards sobre este tema. Ninguno de nosotros tiene idea de lo que las drogas han significado, pese a que afirme lo contrario en sus memorias.

Y es justamente al tocar el tema de drogas cuando Oldham, claro, menciona a Charly García. La explicación: entre las últimas cosas que ha hecho, Oldham produjo Kill Gil, un disco del músico argentino. Sí, ese disco que se anunció hace muchos años, se filtró en la web y recién se editó oficialmente el año pasado. "Fue fascinante, pero peligroso para mí y mi estado", recuerda Oldham. "Ahora que me preguntas, casi fui a Chile una vez con Charly. Lo habían invitado a tocar en un concierto para celebrar los cien años de una de sus universidades", dice, sobre un concierto para celebrar los cien años de la FECh el 2006,  donde, para variar, García llegó ya casi de madrugada, mientras gran parte del público se había retirado indignado por la espera. "Charly me invitó a ir con él a Chile. Se pasó toda la tarde buscando su pasaporte o alguna tarjeta de identificación. Al final, como no encontró nada, tomó un avión privado. Y a mí no me gustan los aviones privados. El último recuerdo que tengo de un avión privado es de los 60 con Brian Jones. En un momento de ese viaje el avión perdió varios pies de altura y nos asustamos. Fui a ver qué sucedía y encontramos a Jones jalando polvos junto al piloto. Luego de eso, he intentado evadir los vuelos privados, y jamás iría en uno con mi querido amigo García. Pero tengo entendido que hizo el show".

-Es verdad: Charly tocó, pero tarde. ¿Y lo vio luego de esa ocasión?

-Sí. Charly regresó a Buenos Aires y me lo topé al otro día con una sonrisa gigante. Y me dijo: "¿Ves Oldham? Lo hice. Charly García no necesita un pasaporte. La próxima vez, de hecho, caminaré sobre agua".

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