Por Antonio Díaz Oliva Junio 9, 2011

Hace siete años, en su última visita a Chile, David Byrne hizo lo que comúnmente hace cuando está de gira. En el poco tiempo que tuvo libre, sacó esa bicicleta plegable que anda trayendo consigo y salió a las calles a pedalear. Por supuesto, y como casi siempre le pasa, nadie lo reconoció. Era simplemente un gringo flaco, alto, canoso, vestido con un traje ajustado fosforescente, que pedaleaba por el centro de Santiago y Vitacura. No estaba, eso sí, haciendo turismo. Era una forma de relajarse. De liberar las tensiones. Porque luego de haber tocado en la Estación Mapocho la noche anterior (lugar reconocido por su pésima acústica), Byrne sentía algo de frustración. Y pedalear, claro, fue la única forma de canalizar y desechar esas malas vibras.

"Estaba enojado y avergonzado después del concierto. El lugar era hermoso, ¡pero el sonido era horrible! En parte estaba avergonzado de haber venido de tan lejos -no voy a Chile muy a menudo- y tocar en un lugar donde la audiencia tuvo que soportar un sonido terrible. Me sentí mal. Pero la reacción del público estuvo muy bien", recuerda David Byrne (59), desde Nueva York, sobre el show de octubre del 2004.

Inquieto y multidisciplinario, David Byrne publicó el 2009 Diarios de bicicleta, libro que vendrá a presentar a Chile, como parte de una gira literaria que parte en Brasil (en el festival Paraty, junto a James Ellroy y al italiano Antonio Tabucchi, entre otros) y seguirá por Argentina y Perú. Todo eso luego de haber sido el flamante invitado de Arcade Fire en la reciente grabación de uno de los bonus tracks de la reedición del exitoso The Suburbs. La canción escogida fue "Speaking in tongues", el clásico de los Talking Heads, en lo que ya es un romance con varios capítulos: Byrne ha tocado en vivo varias veces covers de su ex grupo con los canadienses. "Oh, Arcade Fire es una gran banda", dice Byrne. "A mi parecer, son la prueba de que corren buenos tiempos para la música".

"Quiero escuchar lo que está sucediendo sobre medios de transporte en Chile. En la actualidad gente de todas partes del mundo busca alternativas, pero cada región tiene sus propias soluciones", adelanta Byrne sobre su visita a Chile.

Pero más que hablar de música, en su libro el ex vocalista de Talking Heads habla de los 30 años que lleva moviéndose en bicicleta por distintas partes del mundo. Byrne describe las ciudades que ha recorrido, y la arquitectura, música, arte y la gente de esos lugares. "Claramente los ciclistas y defensores de métodos de movilización antiautos son los que más disfrutan su lectura, pero a veces tengo que recordarle a la gente que este libro es más sobre ciudades que bicicletas. No hablo de equipamiento o de largas distancias o de trayectos competitivos", aclara.

Para su tercera visita a Chile, ya tiene agendado el sábado 16 de julio, fecha en que estará en el Centro Gabriela Mistral (GAM), a las 12:00 h en la sala A2. Además de presentar su libro, posiblemente se reunirá con organizaciones de ciclistas locales. "Quiero escuchar lo que está sucediendo sobre medios de transporte en Chile. En la actualidad gente de todas partes del mundo busca alternativas, pero cada región tiene sus propias soluciones. Así que ésta es una oportunidad en la que podré escuchar un poco acerca de eso y ustedes podrán saber cómo se maneja el mismo tema en el extranjero".

Ciudades bike-friendly

No era, exactamente, la ciudad ideal para el pedaleo. No era, digamos, Ámsterdam. Tampoco una ciudad estadounidense del midwest donde las cuadras son gigantes y todos andan en auto. La Nueva York de los setenta y fines de los ochenta fue el escenario en que Byrne se obsesionó con la bicicleta. Fue con el auge del punk y la new wave de fondo. Con Talking Heads compartiendo escenario con Blondie, Ramones y otras bandas insignes de esos años. Mientras todos caminaban o tomaban el sucio metro neoyorquino, Byrne prefería la bicicleta. Por las tardes y mañana iba a exposiciones al SoHo, hacía trámites, ensayaba y, por las noches, partía al mítico club CBGB a tocar o ver bandas. Desde ese momento, no dejó de pedalear. Cada vez que salía de gira llevaba su bicicleta. Y no sólo eso: de a poco empezó a escribir sobre esos viajes. Fue la génesis de un diario -un diario sobre dos ruedas- que lo sigue acompañando hasta hoy y el cual le sirvió de base para su libro. Y que, desde hace unos años, está disponible para todos: Byrne religiosamente se encarga de subir todas sus entradas a su página oficial (www.davidbyrne.com).

David Byrne en dos ruedas

Pero Diarios de bicicleta no sólo es un recorrido por distintas ciudades. Es, a la vez, la prueba de que David Byrne es un agudo turista. Y un intelectual inquieto. Por eso, se preocupa de escuchar bandas del lugar de turno y -en lo posible- se junta con gente de esos países (en el capítulo de Buenos Aires sale con Charly García y Mercedes Sosa). Y todo, desde la perspectiva del ciclista, algo que desde el primer capítulo queda claro. En éste, Byrne se explaya sobre el estatus de las bicicletas en Estados Unidos en la actualidad. Ese amplio rango que hay entre ser un ciclista en una ciudad amable como San Francisco o en las automovilizadas calles de Texas. "Eso está cambiando lentamente. Obviamente modificar ese tema en Atlanta o Phoenix no es algo que va a suceder en un plazo corto. Aunque otras ciudades están haciendo cambios. Hay, por ejemplo, un programa de arriendo de bicicletas en Minneapolis, otro en Washington DC. Y Nueva York tendrá uno pronto. Poco a poco hay ciudades que se están convirtiendo en bike-friendly".

-¿Qué recuerda de sus inicios en Nueva York andando en bicicleta?

-Que por esos años no era algo chic. Andar en bicicleta era algo relacionado a un estatus bajo y sólo la gente pobre lo hacía, porque no tenían otra forma de movilización. Pero la manera de ver eso ha cambiado. Hermosas mujeres andan en bicicleta hoy en Nueva York, lo cual me imagino debería alentar a más hombres para que hagan lo mismo. Anoche, por ejemplo, fuimos en bicicleta a ver una película con la editora de una importante revista de moda. Eso es algo que jamás habría sucedido algunos años atrás.

De una u otra forma, Byrne se ha convertido en un embajador de las dos ruedas. O, más bien, en un teórico de las dos ruedas. A lo largo de las más de trescientas páginas de Diarios de bicicleta señala los errores de una ciudad intransitable para los ciclistas y propone soluciones para esto. Asimismo, expone casos como el de Enrique Peñalosa, el ex alcalde de Bogotá que logró que los habitantes vieran la bicicleta como una forma segura y más eficiente de movilización, lo que ayudó a descongestionar.

-¿Cuándo cree que una ciudad es realmente segura para los ciclistas?

- Creo que fue el mismo Peñalosa el que dijo que si un niño de ocho años puede andar en bicicleta de forma confiable, ir al colegio o a visitar amigos, sólo entonces podemos hablar que es seguro. Y es ahí cuando recién una ciudad se encamina a tener calles "democráticas".

-¿Se considera un embajador de la bicicleta?

-No soy predicador del tema. No me gusta cuando una persona les dice a otros qué deben hacer o cómo deberían vivir. Lo que yo puedo hacer es contarle a la gente mis propias experiencias y el insight de lo que me ha pasado en dos ruedas a lo largo de mi vida.

- Pero con este libro -y su blog- cada vez más la gente lo ve como uno de los representantes de los ciclistas, ¿no cree lo mismo?

-Estoy consciente que ahora soy conocido como alguien que anda en bicicleta. Y la gente en la blogósfera se enterará rápidamente si es que me paso una luz roja y atropello una anciana o un perro pequeño chillón. Por eso obedezco todas las reglas y paro en todas las luces cuando ando en bicicleta. He visto a varios ciclistas atropellados luego de pasar de largo una luz en la cual, segundos antes, yo paré.

-¿Y ha tenido accidentes?

-Sólo he tenido un accidente serio. Estaba un poco borracho andando en bicicleta en una calle de adoquines. Le perdí la pista a mi novia -que iba más adelante- y cuando tenía que doblar, algo sucedió y mi rueda se atascó en una grieta de la calle.

-¿Y qué le sucedió?

-Me rompí las dos costillas y fue un dolor serio. Pero nada tan grave. Unos policías se acercaron y me vieron tirado en la calle. Me preguntaron: "¿Ha estado bebiendo?" (no me ayudaron a pararme)… y luego me reconocieron. Fue extremadamente embarazoso. Menos mal que no estaba de gira porque si no tendría que haberla cancelado. Desde ese momento me he preocupado de ser más cuidadoso cuando pedaleo. Y la suerte, además, siempre ha estado de mi lado.

-Uno de los agradecimientos del libro es a sus padres por regalarle su primera bicicleta. ¿Qué recuerdos tiene de ésta?

- Ah, recuerdo que mis pies no llegaban a los pedales. Por eso mis padres tuvieron que comprarme unos bloques de plástico para poder alcanzarlos. De seguro que me veía un poco nerd. También recuerdo que, en mi época en el colegio, andaba en bicicleta por casi cinco kilómetros para ir a visitar a mi novia. Luego nos íbamos a besar al vertedero de la ciudad (Baltimore), que estaba cerca de su casa. Y de ahí me volvía a mi hogar pedaleando y feliz. Ahora que lo pienso, eso también era bastante nerd.

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