Por Antonio Díaz Oliva Marzo 31, 2011

Dos años atrás, una pequeña noticia apareció en los periódicos y canales televisivos colombianos. Al norte del país, en las inmediaciones del río Magdalena, un grupo de pescadores alegaba haber sido atacado reiteradas veces por hipopótamos. No era un hecho aislado. Al contrario: desde hace años, las noticias que incluían esos grandes animales, atípicos para la fauna colombiana, se habían vuelto algo local. Para entender ese suceso, se debe retroceder en el tiempo. A 1983, fecha en que Pablo Escobar -capo del cartel de Medellín- terminaba de perfilarse como un rostro emblemático en Colombia. Por esos años, y antes que mandara a matar políticos y terminara preso en una cárcel de lujo que él mismo construyó, el narcotraficante acondicionaba su refugio: la Hacienda Nápoles. Un lugar que, sin exagerar, se asimilaba a Jurassic Park (de hecho, entre otras cosas, tenía réplicas de dinosaurios a tamaño real). Ahí fue donde Escobar se encargó de darse todos los gustos. Entre ésos, armar una colección de animales. Así, en la hacienda de Escobar -o la "narcoarca"- se podían encontrar leones, tigres, jirafas, canguros, cocodrilos, guacamayos e hipopótamos, además de otras especies adquiridas a través de comerciantes internacionales o compradas en zoológicos de Miami.

Diez años después, en diciembre de 1993, Escobar era hallado muerto luego de un intenso operativo a nivel nacional. Como resultado, la Hacienda Nápoles terminaría siendo saqueada. Algunos animales serían robados, llevados a algún zoológico, y otros, como los dos hipopótamos, correrían por cuenta propia: se escaparon de la hacienda hacia regiones selváticas. Y no sólo eso: lentamente se reprodujeron y, en sus periplos, empezaron a causar desmanes -como el caso de los pescadores-, que hacían que la sociedad colombiana recordase el legado de Pablo Escobar. "Cuando vi la noticia de los pescadores me surgió la necesidad de contar esta época significativa de la historia de mi país. Me pareció entonces que los hipopótamos son una absurda consecuencia y a su vez los narradores perfectos para unir esta historia", dice Antonio von Hildebrand (34), publicista y cineasta colombiano que vive en Estados Unidos. Su reciente documental Pablo's hippos, estrenado a fines de febrero en el Festival de Cine de Cartagena de Indias, es uno de los tantos que indagan en el narcotráfico, pero hilando la historia desde el caso de los hipopótamos. Von Hildebrand, de primera fuente, sabe sobre el narcotráfico y sus consecuencias. A los 14 años, cuando aún vivía en Bogotá, pusieron una bomba en su colegio. Y eso -sumado a que el país pasaba por su época de violencia más fuerte- hizo que su familia decidiera salir del país. De ahí que, de alguna manera, Pablo's hippos le sirva como un ajuste de cuentas.

Entre todos los animales exóticos que Pablo Escobar consiguió, los hipopótamos resultaron los más emblemáticos para la sociedad colombiana. Desde que trascendió que había cazadores buscándolos, rápidamente se armaron grupos que protestaban contra la caza y muerte de ellos.

"Es una historia sarcástica que usa una metáfora para explicar la historia del narcotráfico en Colombia y cómo este fenómeno continúa aún afectando el devenir del país", dice Von Hildebrand. Para él, la metáfora es clara: los narcotraficantes son como los hipopótamos. "A pesar de haber sido dado de baja el capo, seguimos teniendo narcotraficantes e hipopótamos. Son hipopótamos que no queremos ver en el cuarto, pero que están ahí".

Sintonía de una generación

En ese entonces, Juan Gabriel Vásquez (38) luchaba con el manuscrito de su nueva novela. Ya llevaba un año y poco avanzaba en la trama. Sabía que, más o menos, trataría de un personaje que busca a otro. A un tal Ricardo Laverde. Pero le faltaba la inspiración. Y un leitmotiv para que el narrador se pusiera a buscar al tal Laverde. Hasta que en unas páginas de la revista "Semana" encontró la foto de uno de los hipopótamos muertos: era uno que los campesinos bautizaron como Pepe y que, el 2009, había sido fusilado por cazadores profesionales, autorizados por el Ministerio de Ambiente. Resultó, claro, la clave que necesitaba Vásquez para poder concentrarse en su novela. "La imagen del hipopótamo muerto me provocó una sensación impredecible: fue como si sólo ahora, en 2009, se cerraran para mí los años 80, esa época en que los bogotanos crecimos con las bombas, los asesinatos políticos y en general la guerra de Escobar contra el Estado colombiano", dice el autor quien, desde hace doce años, vive en Barcelona.

Hipopótamos en fuga

El resultado fue El ruido de las cosas al caer, novela con que recientemente ganó el Premio Alfaguara y que en mayo aparecerá en librerías chilenas. El libro, de hecho, abre con la escena en que se caza a Pepe. En esos momentos en que se armaba un debate nacional en torno a los hipopótamos, ya que -luego de escaparse de la Hacienda Nápoles- éstos se reprodujeron a la vez que alteraban el medio ambiente. "Todos se preguntaban si era necesario matar a los hipopótamos extraviados, si no bastaba acorralarlos, anestesiarlos, devolverlos a África", dice Antonio Yammara, el narrador de la novela que, páginas más tarde, se centra en la vida de Ricardo Laverde, quien ha pasado veinte años en la cárcel. "Al final se sabe por qué fueron esas imágenes, y no otras, las que encendieron su memoria. Así que vuelve a haber hipopótamos, pero no te puedo decir más sin violentar la trama", dice Vásquez.

Una arista en que el documental y la novela se topan es en registrar el papel de los grupos ecologistas. Porque entre todos los animales exóticos que Escobar consiguió, los hipopótamos resultaron los más emblemáticos para la sociedad colombiana. Desde que trascendió que había cazadores buscándolos, rápidamente se armaron grupos que protestaban contra la caza y muerte de ellos. Hubo manifestaciones y páginas de Facebook que hasta hoy siguen activas. Y más que una anécdota, se transformó en una causa: podían ser los animales de un mafioso, pero al fin y al cabo merecían vivir. "Se hicieron varias protestas en Colombia con respecto a esta matanza y se convocó la comunidad nacional e internacional para poder darle una salida viable a este problema; porque los hipopótamos son un problema latente para el ecosistema del país", comenta Von Hildebrand. De hecho, no hay estimaciones oficiales de cuántos hipopótamos siguen deambulando por el resto de Colombia en estado salvaje. Al parecer, eso sí, todo indicaba que los hipopótamos estaban destinados a ser los animales emblemáticos de la Hacienda Nápoles. Y hay un dato que sirve para avalar esa teoría: apenas llegaron, allá por 1983, uno de ellos acometió contra uno de los camellos del parque. Y lo mató.

De hacienda a parque temático

Tanto Antonio von Hildebrand como Juan Gabriel Vásquez son parte de esa generación que -a inicios de los noventa- siguió la pista a la historia de los hipopótamos. Una generación que, en su mayoría, había visitado anteriormente la Hacienda Nápoles, ubicada a las orillas del río Magdalena. El parque, en todo caso, sigue funcionando: entre otras especies hay avestruces, cebras, tigres, búfalos y los 24 hipopótamos, una de las atracciones principales. En cuanto a su manejo, luego de la confiscación del gobierno, quedó al cuidado de la localidad de Puerto Triunfo. Hoy, cualquier persona puede visitarlo e incluso existe una página web con información al respecto. Para varios, es simplemente un lugar donde los niños pueden conocer animales que sólo podrían ver por televisión. Para otros, es un lugar que debería ser cerrado, ya que sigue siendo una evidencia de un pasado que Colombia prefiere enterrar. Vásquez recuerda la ocasión en que visitó el lugar: "Yo tendría unos 11 años, y recuerdo la vaga sensación de estar haciendo algo reprobable. Era, después de todo, la hacienda privada de un hombre bastante cuestionable". Antonio, por su parte, ha ido varias veces y rescata lo descabellado del asunto: "Este lugar es la cereza de lo absurdo: hipopótamos, cárcel, desplazados, paramilitares, guerrilleros y dinosaurios".

Así, mientras Vásquez pasará los siguientes meses en una interminable gira de Alfaguara, Von Hildebrand moverá su documental por más países. Ambos, ciertamente, harán que el tema de los hipopótamos sueltos (los descendientes de los dos ejemplares que trajo Escobar) siga vivo. Para Von Hildebrand, el punto es acercar el tema a los más jóvenes: "Lo que más me ha gustado ha sido la recepción de la cinta entre la juventud que nació después de la muerte de Pablo Escobar. Este documental les ayuda a hacerse una idea de cómo es la realidad y de cómo fue ese hombre malvado".

Y el hecho de que, justo en estos días, su documental haya coincidido con la novela de Juan Gabriel Vásquez, es la prueba de algo. "Los dos somos de esa generación que vivió esa violencia absurda. Tan absurda como los hipopótamos. Entonces, no veo la hora de poder leer la novela y de ver como alguien coetáneo cuenta esta historia desde otro medio", dice Von Hildebrand. A Vásquez, de igual manera, le gusta rescatar el aspecto absurdo de la historia. Aunque, claro, para él, y como buen escritor colombiano, este capítulo se vincula con las raíces del país. "Tiene un grado de surrealismo que no puede menos que fascinar", asegura. "Luego se extrañan de que García Márquez haya escrito lo que escribió".

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