Por José Manuel Simián, desde Nueva York Marzo 31, 2011

Marzo de 2005

"El novio de Y es músico", me dijo M con una risita. "Una banda de pop. Tienen fans y todo", agregó divertida.

M era la más brillante de mis compañeras de universidad y también una de las más guapas. El que no la hubiera conseguido conquistar con los CD que le grababa a propósito de cualquier pretexto no se debía únicamente a que tuviera novio: casi toda la música la tenía sin cuidado. Pero a mí no. En los meses que llevaba en Nueva York había dedicado casi tanta energía a mi posgrado como a ver música en vivo.

Unas semanas más tarde, mientras comíamos con amigos después de un concierto, el novio de Y entró por la puerta del restaurante. Con su estuche de guitarra acústica bajo el brazo y su pelo corto, parecía más profesor de música que estrella de rock. Su nombre era Bryce Dessner."¿Cómo se llama tu banda?", le pregunté.

"The National", respondió con timidez, apenas elevando su voz sobre el ruido del local. Y más adelante, como si estuviera confesando una verdad incómoda: "Estamos por lanzar un disco con Beggars Banquet, ¿lo conoces?". (Claro que lo conocía: era uno de los sellos independientes más importantes del mundo).Y también, como si quisiera pasar a otra cosa, dijo: "La revista Uncut acaba de elegir nuestro disco como el álbum del mes".

"¿Cómo dijiste que se llamaba tu banda?".

Alligator

Poco después fui invitado a la fiesta de lanzamiento de Alligator, el disco del que me hablaba Bryce en un bar de Brooklyn. Pero ni las pistas que me había dado en nuestra breve conversación podían haberme preparado para lo que iba a ver: a las pocas canciones tuve la impresión de que los cinco tipos sobre esa pequeña tarima eran uno de los mejores grupos de rock que había visto en mi vida.

A las pocas canciones, tuve la impresión de que los cinco tipos sobre esa pequeña tarima eran uno de los mejores grupos de rock que había visto en mi vida.

Había todavía en ellos algo poco pulido -ninguno parecía saber cómo moverse en el escenario; el vocalista Matt Berninger, incómodo, a veces miraba al suelo o le daba la espalda al público- y su música no tenía a primera oída nada de revolucionario. Pero algo -la delicadeza de las texturas creadas con arpegios de guitarras, la precisión casi compulsiva de la batería, la voz profunda de Berninger, la capacidad de pasar del susurro a la catarsis- hacía imposible no emocionarse.

Y todavía no había podido prestarles atención a las letras, versos que -después de hacerme del disco- comenzaron a contaminar mi imaginación: tragedias de dormitorio, conversaciones del autor consigo mismo y visiones oscuras del sueño americano.

Marzo de 2006

Por esos, días yo comenzaba a pasar de ser abogado a periodista, y con más ganas que sentido de la realidad, se me ocurrió que a alguien en Chile podía interesarle comprar una entrevista con The National. Una noche de fines de invierno, mientras la banda y sus novias comían antes de un concierto, conversé con Bryce y Matt Berninger en un restaurante de Queens. El vocalista, figura más reconocible de la banda, resultó ser un tipo reflexivo y sin pretensiones, uno al que parecía divertirle la idea de tener al frente a un periodista inexperto que tomaba apuntes a la carrera en vez de grabar sus respuestas.

Cosas que aprendí esa vez: que parte de la magia del sonido de la banda venía de un juego que Bryce y su hermano gemelo Aaron (el otro guitarrista) jugaban mientras crecían en Ohio, de tocar una canción frente a frente buscando variaciones para la misma secuencia de acordes; que Berninger no tenía muy claro qué significaban ni de dónde venían sus letras; que su verso favorito por entonces era "I'm a birthday candle in a circle of black girls" de "All the Wine" ("Me hace sentir sucio, creo", dijo sonrojándose); y que para él esto era una carrera de fondo.

Apuntes para una nota sobre The National

"A nosotros no nos preocupa el éxito inmediato", dijo Berninger cuando le pregunté por la rivalidad que ciertos blogs intentaban establecer por esos días entre ellos y Clap Your Hands Say Yeah, otra banda de Brooklyn.

"Nosotros vamos a ir así", agregó, haciendo con su mano el gesto de un avión que proyecta lentamente su trayectoria hacia el infinito.

Y así fue.

Muerte al hipster

En las urbes de Estados Unidos suele usarse la palabra hipster para referirse, con una mezcla de desprecio y admiración, a jóvenes con cierto estudiado descuido en la manera de vestirse, que aparentan poder sobrevivir trabajando detrás de la barra de un café mientras hablan de rock independiente. No es éste el lugar para analizar el auge y ocaso de esta tribu urbana, pero vale la pena decir lo siguiente: probablemente ningún grupo de rock independiente ha hecho tanto como The National por demostrar que la idea de que se puede vivir y triunfar como hipster es una farsa.

Berninger y Cía. han conseguido su éxito a punta de trabajo duro y sobriedad, algo no tan común en el volátil panorama del rock independiente. Mientras grupos como The Strokes explotaban su imagen de hijos del jet set de Manhattan, o los nenes de Vampire Weekend se inventaban (para luego desmentirla) una identidad de elite del noreste, los de The National construyeron su carrera como si escribieran en una página en blanco.

Los cinco integrantes vinieron de su natal Cincinnati a Brooklyn a trabajar como diseñadores o publicistas antes que a triunfar en la música. Y cuando se dedicaron por completo a lo segundo, lo arriesgaron todo: para grabar su segundo disco, Sad Songs for Dirty Lovers (2003), pidieron un préstamo que sólo consiguieron pagar cuatro años y cientos de conciertos después.

Mientras grupos como The Strokes explotaban su imagen de hijos del jet set de Manhattan, o los nenes de Vampire Weekend se inventaban (para luego desmentirla) una identidad de elite del noreste, los de The National construyeron su carrera como si escribieran en una página en blanco.

Y tras el éxito, siguieron trabajando de manera ordenada y constante: las dos parejas de hermanos que forman el núcleo de la banda viven a pocas cuadras de distancia en Ditmas Park, un tranquilo barrio de Brooklyn donde construyeron el estudio en que grabaron lentamente su brillante último disco, High Violet (2010).

Y también han aprovechado de convertirse en activos agentes de la escena musical del condado, que en los años del ascenso de la banda se transformó en la capital de la música independiente. En Brooklyn operan artistas con los que The National ha establecido distintos lazos musicales: el cantautor Sufjan Stevens (vecino de Ditmas Park y colaborador frecuente); los rockeros experimentales TV On The Radio, Grizzly Bear y Dirty Projectors (todos incluidos por los hermanos Dessner en su imprescindible compilación Dark Was the Night); y el inclasificable dúo Buke and Gass, editado por Brassland, el sello creado por los Dessner para lanzar el primer disco de The National.

Seis años y dos discos después

Y así termina la historia: a Bryce nunca lo volví a ver, aunque me lo topo cada vez más seguido en el diario, gracias a los triunfos de su banda o a sus múltiples proyectos paralelos (el grupo Clogs, sus colaboraciones con los astros de la música contemporánea Bang on A Can, su trabajo como compositor y curador).
Y las notas que tomé para esa entrevista en 2006 se perdieron en algún cajón, pero yo me hice definitivamente periodista, uno que nunca deja su casa sin la grabadora.

¿Y M? Ella, por supuesto, vive con un músico.

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