Por Antonio Díaz Oliva Marzo 18, 2011

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Dice García Márquez que -por muchos años- tuvo la idea rondando en su cabeza. Que la guerra entre Perú y Colombia, ocurrida entre 1932 y 1933, era un tema que le apasionaba y, desde pequeño, había escuchado al respecto. Y, por eso mismo, lo único que le faltaba era un compañero peruano para poder encauzar su proyecto: una novela escrita a cuatro manos. Hasta que, a mediados de los 60, conoció a Vargas Llosa. Y le propuso la idea. La supuesta novela conjunta que Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa planearon siempre permaneció como un rumor. Tanto en ese entonces como posteriormente, ambos escritores se referían al asunto, pero ninguno ahondando demasiado. Hasta unas semanas atrás, cuando el periodista español Xavi Ayén publicó, en el diario español La Vanguardia, un reportaje sobre una serie de cartas que esclarecían lo que por años había sido un mero rumor: que la gran novela del Boom, escrita a cuatro manos, sí se planificó. Ayén actualmente está trabajando en un libro sobre los años del Boom en Barcelona y ha entrevistado a Vargas Llosa en reiteradas ocasiones: "Él me comentó lo del proyecto, del que yo ya tenía alguna referencia periodística. Y al repasar la correspondencia de Vargas Llosa depositada en la Universidad de Princeton, me encontré con las cartas de García Márquez hablando de ello".

Es necesario dejar en claro que el más entusiasmado con el asunto siempre fue García Márquez. A Vargas Llosa, por su parte, le pareció muy interesante y aceptó. "A mí me parece fascinante, y creo que difícilmente se puede concebir una fábula más inverosímil y desternillante que este esperpento histórico. La posibilidad de dinamitar la patriotería convencional es sencillamente estupenda", escribió García Márquez. De esa manera, el colombiano cumplía la tarea de encontrar al acompañante perfecto para su tarea literaria. "Además, ninguno simpatizaba -todo lo contrario- con la tradición política que había gobernado sus respectivos países", asegura Ayén.

"Vargas Llosa me comentó lo del proyecto, del que yo ya tenía alguna referencia periodística. Y al repasar la correspondencia de él, depositada en la Universidad de Princeton, me encontré con las cartas de García Márquez hablando de ello", dice Xavi Ayén, periodista que confirmó la existencia de la novela a cuatro manos.

Para entender parte de la génesis de este proyecto, en todo caso, hay que ir a los días en que García Márquez, nacido en 1927, asistía a un internado de Barranquilla. Ahí, todas las mañanas, cuando los alumnos estaban ordenados en línea, los inspectores les hacían gritar lo mismo antes de que cada curso fuese a su respectiva clase: "¡Viva Colombia, abajo el Perú!". El grito, claro, se refería a la guerra entre Colombia y Perú de los años 30. Un evento que aún estaba fresco en la memoria colectiva colombiana. Por eso, cuando García Márquez entabló un diálogo a través de cartas con el novelista peruano, no se demoraría mucho en sacar inmediatamente a relucir su formación en ese instituto en Barranquilla. Aunque Mario Vargas Llosa nació casi una década más tarde, en 1936, de igual manera había pasado por una institución militarizada. Parte de su educación la había hecho en el Colegio Militar Leoncio Prado -inmortalizado en La ciudad y los perros-, donde había tenido que soportar una dura disciplina y las mismas referencias a la guerra entre su país y los colombianos.

Por un pedazo de la Amazonia

Los años 60 -se sabe- eran tiempos en que el Boom se estaba consagrando como movimiento literario. Por aquí y por allá se publicaban autores latinoamericanos. Y ya afianzada la amistad entre García Márquez y Vargas Llosa, rápidamente surgió el plan de trabajar en una novela a cuatro manos. Así, cuando el autor de Cien años de soledad propuso que desarrollasen en conjunto un tema, por supuesto, no podía ser otro: la guerra entre Colombia y Perú. El plan, desde su inicio, sería mostrar los hechos de una manera estrafalaria. Ridiculizar al máximo el combate y nacionalismo -que bordeaba el chauvinismo- imperante en sus dos países. "Todas las guerras anodinas, las fantoches, las sin sentido, las absurdas, fascinan a García Márquez, porque lejos de ser patrióticas hacen del patriotismo un acto circense", dice Ilan Stavans, autor de la biografía Gabriel García Márquez: The early years, y académico estadounidense que ha investigado parte de la correspondencia de los escritores depositada en Princeton. Luego agrega: "La guerra entre Perú y Colombia de principios de la década del treinta es un ejemplo representativo de esa locura tipo Fitzcarraldo".

La novela perdida del Boom

En la idea original de García Márquez todo partía con una tropa colombiana perdida en la selva, en 1933, unos meses después del estallido de la guerra entre Perú y Colombia. El conflicto -nacido por la disputa de territorios situados en la Amazonia- no alcanzó grandes niveles bélicos. Para muchos, simplemente, fue un intento de los peruanos de invadir territorio de la Amazonia, con el fin de recobrar tierras que exigían desde hace un tiempo. Un intento que tuvo como respuesta a los colombianos contraatacando con más fuerza y armamentos. Fue en uno de esos combates cuando una de las tropas colombianas, entrando en territorio peruano, se perdió. Uno de los soldados de ese pelotón resultó herido. Y en una camilla, como si se tratase de un trofeo, los mismos peruanos lo llevarían por todo su país para demostrar su descontento con el autoritarismo de Sánchez Cerro, el presidente de Perú en ese entonces. Lo que más gustaba a García Márquez de esa historia era el final trágico: luego de que se le gangrenara la pierna, el soldado colombiano terminaría muriendo. En la misma senda, otro de los casos que siempre habían llamado la atención al autor de Crónica de una muerte anunciada era sobre un refugiado alemán que se puso al servicio del Estado colombiano. Cayó en la selva y, en un estado de inconsciencia, las hormigas venenosas le comieron parte de las piernas, lo que lo dejó parapléjico. García Márquez, incluso, llegó a conocerlo personalmente cuando el soldado -en silla de ruedas- recorría pueblos interiores de Colombia mostrando sus condecoraciones.

"Si tú investigas la historia del lado del Perú y yo investigo del lado de Colombia, te aseguro que escribimos el libro más delirante, increíble y aparatoso que se pueda concebir", le escribió un entusiasmado García Márquez a Vargas Llosa el 20 de marzo de 1967.

 Ésas y otras pequeñas historias concernientes a la guerra eran las que García Márquez y Vargas Llosa pretendían usar para armar su novela. "Tengo dos mil anécdotas como éstas. Si tú investigas la historia del lado del Perú y yo la investigo del lado de Colombia, te aseguro que escribimos el libro más delirante, increíble y aparatoso que se pueda concebir", le escribió un entusiasmado García Márquez a Vargas Llosa en la primera misiva (20 de marzo de 1967). Por eso, la idea siempre fue mostrar lo estúpido que podía llegar a ser un conflicto armado. Y de paso reírse de esas educación militarizada por la que ambos pasaron en sus respectivos países. "Gabo se divertía hablándole de las concomitancias entre Colombia y Perú, y de las cosas que le enseñaban en la escuela", asegura Ana Gallego, co-autora del libro De Gabo a Mario. Asimismo, otra de las ideas que manejaba García Márquez era desarrollar las supuestas teorías conspiratorias que había tras la guerra. Para García Márquez, los dos presidentes se habían puesto de acuerdo. Y el conflicto no era más que una artimaña para prolongar su estadía en el poder por más tiempo. "Hay una versión no confirmada de que el asunto lo arreglaron en un club de Lima políticos y diplomáticos de ambos países, que formaban parte de un equipo de polo internacional", le sugiere al peruano en la segunda de las cartas, fechada el 11 de abril de 1967. Y a continuación le comenta el estilo que deberían seguir: "Hay que tratarlo con la tranquilidad objetiva de un reportaje, con recursos y técnicas puramente periodísticos, y con una seriedad y una abundancia de datos que dejen a los mojigatos clavados a la pared. Yo haré toda la historia del lado de Colombia y tú la del Perú. Prácticamente, lo único que tendremos que hacer en común es el cotejo de algunos episodios, para que no haya contradicciones".

La novela perdida del Boom

Papeles quemados

La idea de proyectos literarios entre dos o más autores es algo propio de la generación del Boom. Incluso, en algún momento, varios escritores vinculados a esa generación -entre los que se cuentan Carlos Fuentes y Julio Cortázar- barajaron la idea de escribir una novela sobre la vida de dictadores emblemáticos de sus países. "La correspondencia que le envió García Márquez a Vargas Llosa es exquisita en ese tipo de detalles. Los dos formaron parte también de ese ciclo de 'novelas del dictador' que cuajó sólo parcialmente. Ser novelista y soñar son empresas gemelas, es algo normal, sobre todo cuando se es joven", dice Stavans. Lo cierto es que en la década del 70, el Boom perdió lo jovial que había tenido en la década anterior. Los escritores no se juntaban tanto, en parte porque Barcelona ya no era la ciudad que los reunía y porque cada uno trabajaba en sus propias novelas. Y, con eso, se hizo difícil que proyectos como la novela a cuatro manos llegaran a buen puerto. Luego, además, vendría la revolución en Cuba y Vargas Llosa y García Márquez empezarían lentamente a distanciarse por razones políticas. Y tiempo después, en 1976, ocurriría el conocido episodio en que el peruano le entintó el ojo izquierdo al colombiano con un férreo golpe en una avant-première en Ciudad de México, como consecuencia de un supuesto lío de faldas.

Hoy, lo que se puede revisar sobre el tema son las cartas que le mandó García Márquez a Vargas Llosa. Pero el otro costal del asunto, las cartas de Vargas Llosa respondiendo, hasta el momento no han sido develadas. El peruano aún no ha vendido o donado su correspondencia de esos años a alguna universidad. "Escribir novelas a cuatro manos no es un ejercicio fácil y, además, ambos se enfrascaron en proyectos muy importantes, El otoño del patriarca y Conversación en La Catedral, nada menos", asegura Ayén. Ésa, sin duda, fue la principal razón que dificultó concretar la novela a cuatro manos. Con los dos escritores enfrascados en obras de largo aliento, no tenían tiempo para avanzar en la parte de investigación del proyecto, que era la que requería más trabajo. Para eso, García Márquez necesitaba regresar a Colombia y sumergirse en la sala de archivos del diario El Tiempo, con el fin de hacer una reconstrucción, paso a paso, de lo que había sucedido en los años 30. "Yo no puedo ir a Colombia, con este fin, sino dentro de un año largo, a mi regreso de Europa", le escribió el colombiano a Vargas Llosa, en una de las últimas cartas referidas al proyecto.

Luego de la publicitada pelea, el colombiano se habría deshecho de varios documentos y cartas sobre la novela a cuatro manos. "Los biógrafos de García Márquez, basándose en sus propias declaraciones, dicen que quemó todos sus papeles", explica el periodista Xavi Ayén.

En la actualidad, según académicos e investigadores, es muy difícil hallar otros documentos que aporten más información sobre el mismo tema. ¿La razón? Porque luego de su publicitada pelea, el colombiano se habría deshecho de varios documentos y cartas. "Los biógrafos de García Márquez, basándose en sus propias declaraciones, dicen que quemó todos sus papeles", explica Ayén. Entre esos papeles, de hecho, el autor colombiano habría llegado a tener apuntes sobre la novela. El peruano, en cambio, sólo llegó al nivel de conversarlo con su par, lo que evidencia que la idea siempre deslumbró más a García Márquez. "Fue más bien una pasión de Gabo. Él quería escribir un libro delirante y aparatoso", dice Ana Gallego. "Aquel proyecto es la prueba de una amistad esencial, clave, que fraguó la literatura latinoamericana y que luego se rompió en mil pedazos por una mujer y un malentendido y un puñetazo mexicano que quedó grabado en una fotografía famosa", dice Stavans. "En la medida en que pasan los años, queda claro que los 60 fue una década marcada por el vaivén de los opuestos: García Márquez y Vargas Llosa. Todo lo demás son notas a pie de página".

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