Por Alberto Fuguet* Noviembre 5, 2010

Si tuviera Twitter y tuviera seguidores, diría: la mejor película del 2010 es "Red social", de David Fincher. Es "El club de la pelea" 2.0, destilada y refinada, donde los puñetes ahora son posts digitales. Una cinta que cree en los actores (¿Oscar para Justin Timberlake?) y, sobre todo, les pega en el pendrive a los cobardes que creen que el cine es sólo imagen (Aaron Sorkin capta que la lengua es el órgano más sensual del cuerpo, porque te permite hablar como nadie realmente habla, pero como todos deberíamos). Esto es cine-cine: aquí todos se lucen tanto que parecen no estar intentándolo. Acá hay imagen, hay montaje, hay estética y ética, hay música (grande, Trent) y locura y velocidad, pero sobre todo hay tragedia, hay mirada y hay urgencia, y un chico muy dañado y peligroso que obtiene lo que cree que quiere.

Pocas veces una cinta ha captado el estado de las cosas tan bien y tan rápido y de manera tan devastadora. "Red social" es quizás el "Easy Rider" de la generación laptop, pero es menos ondera y tiene más estructura (Dios, sólo tiene estructura y unos diálogos que parecen vigas de acero) y será no sólo un referente sino que ya se está transformando en algo más que una gran cinta: es el espejo que está obligando a los beatos del mundo digital a comprender que están jugando con fuego y que todo invento nuevo no inventa nada nuevo sino procesa y potencia lo que ya existe: en este caso, los peores impulsos del hombre (pelambre, exhibicionismo, desesperación, la incapacidad de estar solo, el deseo de pertenecer, a cualquier costo, el arribismo cultural). Fincher capta que Roma se está hundiendo y que hay gente circulando por la banda ancha que está loca, alterada, ansiosa y sola y que si bien dicen que andan buscando amor, se olvidan que el arma de San Valentín es la flecha y que quizás el mayor impulso de la nueva generación no es tanto llegar sino vengarse, saldar cuentas y llegar.

Se necesitaba una cinta de la generación dotcom y ésta lo es. Lo impresionante es que la cinta es tanto más que una cinta sobre los inventores de Facebook: es un filme acerca la obsesión; de la amistad y lo compleja que puede ser (celos, traición, competencia, lealtad); del dinero y cómo lo altera todo; de cómo los negocios son quizás el nuevo rock; y de la histeria por lo high tech que hace que gente inteligente crea que un video game, como bien lo recalca la ex novia del creador de Facebook, es la solución y la panacea.

No es una obligación que el arte sea urgente ni es necesario que una creación logre captar el signo de los tiempos o el llamado zeitgeist. Para nada. Es más: buena parte de los intentos de captar el hoy terminan pareciendo tan de ayer. Pero cuando esto sucede, cuando una película logra ser arte y ser actual, cuando logra ser instantánea y a la vez tener distancia, el resultado es casi redentor y francamente emocionante. La información está, pero sobre todo está aquello que hace que esa información sea mucho más que ruido. "Red social" tiene el aplomo para hacerte ver el presente como si fuera una cinta histórica: es como si Fincher filmara el hoy desde el 2030, cuando la idea que una vez creímos, de que las pantallas nos comunicarían con los demás y no nos aislarían, nos produce más pena que adrenalina al ver en qué quedó todo por lo que apostamos.

Quizás lo más fascinante de "Red social" es que muestra que lo creado se parece mucho a su creador y que Facebook es, a la larga, la extensión de Zuckerberg y que, al final, esto de creer que uno tiene un millón de amigos no es más que una fantasía de alguien seriamente incapaz de relacionarse, un nerd lleno de resentimientos que tiene muy claro que las redes sociales se basan en la posibilidad de romper con las barreras sociales: Zuckerberg quiere entrar, envidia que los ricos sean distintos, como dice Hemingway, y cree que armando su propio mundo puede, en efecto, vengarse. "Red social" es una de las grandes obras acerca de ese tema que siempre está y del que nadie quiere hablar: la clase social y cómo, a pesar de todos los avances y reformas y reivindicaciones, sigue filtrando y obsesionando y dañando a gente que uno creería que asocia elite a una marca de papel higiénico.

El filme tiene algo de "Ciudadano Kane", pero es mejor y es más acertado en la construcción de su héroe: Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg coronando su carrera del adolescente que adolece). Fincher lo quiere y lo respeta, pero tiene claras sus falencias. Parte casi solo y termina totalmente desolado. Gana pero pierde, y cuando algo se nos quiebra al final del filme no es tanto porque sentimos piedad por él sino porque nos hace ver cosas en nosotros y en aquellos que creen que la vida, en efecto, es digital y no real.

*Escritor y cineasta.

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