Por Antonio Díaz Oliva Octubre 29, 2010

© José Miguel Méndez

Ciudad de México

A estas alturas, Manuel García sabe viajar y armar sus maletas. Es más: tiene maletas de diferentes tamaños. Maletas armadas de acuerdo a los días que estará afuera de su casa en Peñalolén. Nada de raro: este año ha sido el más viajado de su carrera. Dentro de los países que ha visitado, México es el que más se repite en su itinerario, primero fue en enero y luego en mayo. Las razones son obvias: México ha sido históricamente un trampolín para los músicos chilenos. Así, el leitmotiv de la segunda visita de Manuel García (40, nacido en Arica, ex Mecánica Popular) a Ciudad de México fue presentarse durante mayo en el multitudinario festival Vive Latino, junto a Francisca Valenzuela y Pedro Piedra y Gepe, evento al cual llegó luego de haber firmado por el sello Intolerancia, quienes editaron su segundo disco ("Témpera"). Durante este viaje Los Búnkers -quienes ya llevan un tiempo allá- lo invitaron para grabar dos canciones en el disco de covers de Silvio Rodríguez que sacarán a la venta en unas semanas. "Los Búnkers lo están haciendo muy bien allá", dice. "Imagínate que una vez fuimos a un pueblo donde una banda universitaria mexicana hacía un tributo a la música chilena, y sólo tocaban temas de Víctor Jara, Violeta Parra y de ellos".

Pero todas esas razones no alcanzan para explicar por qué Manuel García prefiere a México por sobre su excéntrico viaje a China. No alcanzan porque la razón -aclara- es otra: le tocó estar en el D.F. el mismo día de mayo en que se enterró, en Chile, oficialmente a Víctor Jara. "Tocamos canciones con algunos artistas mexicanos. Se levantaron fotos de Víctor. Un muchacho del público, de hecho, tenía una pancarta grande con una imagen de Víctor. Fue muy lindo. Imposible no llorar".

"A veces, se me confunde dónde y cuándo toqué. O si conocí a tal persona en México o Barcelona. No sé, a estas alturas, ya no tengo claras las fechas. Como que está todo ahí, en una nebulosa" .

Barcelona

Si el D.F. es la ciudad perfecta para que los roqueros chilenos se instalen, por su onda alternativa-hippie, Barcelona es el lugar favorito de los músicos de guitarra de palo nacionales. Para cantautores como Chinoy, Fernando Milagros o Nano Stern. Y claro: traer a colación a Stern no es gratuito. Hay antecedentes de la estrecha relación entre Manuel García y Stern. De hecho: para García, Nano Stern es el viajero eterno. De ahí que, antes de que empezara a ser invitado a tocar en varios países, García siempre escuchaba atentamente lo que Stern le contaba sobre el extranjero. "Él, por ejemplo, me mostró Barcelona cuando yo fui por primera vez. Me llevó a un bar típico europeo, ésos donde uno se sienta y conoce a la gente de las otras mesas". Nano, dice García, es una suerte de Pepe Grillo para él. Cuando viaja, siempre está recordando los consejos que le dio Stern.

Por cosas de agenda (Stern tenía un viaje a Australia), García no pudo concretar una nueva reunión con su amigo en España este año. De todas maneras fue un viaje especial. Esto porque tocó durante febrero en el festival BarnaSants, donde se homenajeó a Víctor Jara. Ése fue el escenario para toparse y conocer brevemente a Joan Jara. "Ella ha decidido compartir lo bueno de Víctor, en vez de quedarse en el trágico final. Y eso es digno de rescatar, especialmente si tomamos en cuenta la forma en que Chile le dio la mano a Joan, ya que recién le dieron la nacionalidad". En ese encuentro, García le mostró el tema que antes le había mandado en formato YouTube, y que meses después entraría en su último larga duración, "S/T", bajo el nombre de, justamente, "Joan".

Las postales viajeras de Manuel García

Talca

En algún momento, Manuel García tendrá que hacerse la pregunta de si quedarse en Chile o -tal como sus amigos de Los Búnkers- instalarse en México. Un dato: luego de la presentación oficial de su álbum "S/T", ya tiene agendado un viaje a tierras aztecas. Pero lo cierto es que aún hay lazos (y firmes) que lo atan a Chile. Especialmente después del tormentoso término de su gira por España, cuando supo lo del terremoto y volvió como pudo. "De Madrid me tomé un avión a Buenos Aires. Ahí hasta Mendoza, donde crucé en bus. Fue como bien huérfano". A la vuelta, Manuel García intentó equilibrar su tiempo entre las grabaciones de su nuevo disco y salir, por las tardes o los fines de semana, a eventos solidarios. La ocasión que más recuerda fue cuando tocó en Talca, en marzo. Cuando, en vez de actuar en un teatro o recinto techado, lo hizo en medio de un parque de esculturas al aire libre, donde no había rejas ni tampoco divisiones entre el público y los músicos. Un detalle especialmente pensado por García para ayudar a la recuperación física y emocional de una ciudad en que aún había miedo. "El lado bueno de esto es que situaciones como el terremoto te obligan a volver al contacto humano", comenta. "Ésa es justamente la fibra del viajero: llegar a un país en una situación tan importante, sentirte perdido y luego conectarte con lo que estás haciendo para ayudar".

Ése es el sentimiento que intentó plasmar en su tercer disco luego de "Pánico" (2005) y "Témpera" (2008). En "S/T", álbum editado hace tres meses y que recién lanzará de manera oficial el próximo 5 y 6 de noviembre en el Teatro Teletón. "Por el momento no he pensado en esa posibilidad de irme. Todavía hay cosas que decir en Chile", comenta, aunque, si él lo quisiera, podría iniciar un exilio musical en México perfectamente. En vez de eso, prefiere seguir trabajando con Carlos Fonseca (el histórico mánager de Los Prisioneros, quien maneja meticulosamente su agenda desde hace un año) y viajando a regiones (antes de las presentaciones en el Teletón va a ir a Los Vilos, Concepción y Valparaíso). "Digamos que hay un romance con el público chileno que no deseo terminar. Un romance que quiero seguir alimentando con los viajes de afuera".

Shanghái

Después de dos semanas en la Expo Shanghái, durante septiembre, Manuel García tiene tantas anécdotas que contar como en ningún otro viaje de los que ha hecho. Por ejemplo: cuenta que nadie pensó que el verdadero hit del pabellón chileno iban a ser los palos de agua. "Todos andaban tocando los palos de agua; los niños, los viejitos. No los conocían", dice. O lo monstruoso que era el pabellón de los chinos: "El nivel de lo que ellos mostraban asustaba un poco. Tenían hasta planeado construir una ciudad en las nubes. O una cascada gigante de agua que formaba letras". O la vez en que caminando por la "Venecia china" (Zhouzhuang), llegó a un terminal de buses equivocado e intentó pedir ayuda a unos chinos, pero éstos no entendían inglés. Él y sus músicos andaban con varios papeles con frases de ayuda por si se perdían. No les quedó otra que sacarlos, pero se sumaron más curiosos. "Como ellos usan signos, su forma de leer es diferente. Así que todos interpretaban de forma distinta lo que les estábamos mostrando. En China cualquier cosa que rompe el ritmo normal de la gente genera una especie de pequeño caos. Por eso más y más personas se reunieron alrededor".

Eso sí: en esas 27 presentaciones (ajá, 27) que tuvo en el pabellón chileno, hubo sólo una cosa que incomodó a Manuel García. Y no fue el hecho de tocar tres veces al día. "En China es difícil cantar canciones sociales y políticas". Algo que, si tomamos en cuenta que es parte clave en el repertorio de Manuel García, le preocupaba. "Al final pasó de una forma inadvertida por el idioma; pero estaba esa tensión. No queríamos transar con nuestra música". Dejando eso de lado, de esa serie de presentaciones que hizo en China durante dos semanas seguidas, no tiene recuerdos específicos. Eso lo achaca al ritmo que ha tenido este año. A tener que subirse tantas veces a un avión y bajarse y tocar y volver a subirse a otro avión. "A veces, se me confunde dónde y cuándo toqué. O si conocí a tal persona en México o Barcelona. No sé, a estas alturas, ya no tengo claras las fechas. Como que está todo ahí, en una nebulosa".

DOCUMENTAL: El misterio de las cosas

Por Yenny Cáceres

Esto no es un documental. Al menos no uno típico. Olvídense de la entrevista de rigor al protagonista o la anécdota biográfica. "Las horas del día", el debut tras las cámaras del crítico de cine Christian Ramírez, es un documental dedicado a Manuel García desde una perspectiva radical, y a la vez, inevitable: sus canciones.

Estrenado recientemente en el Festival de Cine de Valdivia, durante una hora vemos a García, guitarra en mano, cantando sus temas en el Parque Juan XXIII de Ñuñoa. Nada más ni nada menos que eso. Es un ejercicio de contemplación, íntimo, más preocupado de los detalles y del misterio de las cosas que de los grandes discursos. Es como si esos planos de los perros jugueteando, de la corteza de los árboles o de unas anónimas sombras encerraran un misterio que sólo puede ser revelado por el sonsonete elegíaco de García.

Esta voluntad íntima se hace más evidente en la coda, un contrapunto filmado en blanco y negro donde vemos a García en un escenario radicalmente diferente, tocando en un teatro y de espaldas a la cámara. Con una cuidada fotografía, es evidente la alianza de Ramírez con José Luis Torres Leiva ("El cielo, la tierra y la lluvia"), quien se encargó del montaje y es el responsable de ese tempo contemplativo, sello de su trabajo. Una apuesta distinta, sin vocación masiva, pero valiente.

"Las horas del día" se exhibirá a fines de noviembre en Pulsar (en el GAM) y durante diciembre en el Festival In-Edit y en el Centro de Extensión UC.

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