Por Yenny Cáceres Agosto 20, 2010

Si hay alguien en Chile capaz de leer memorias de Carlos Altamirano en un Sony Reader, es Pablo Dittborn (63). Tome nota: ex cadete de la Escuela Militar, ex dirigente de Quimantú, ex editor de Los Pitufos, ex editor de Ediciones B. Ex todo. Y tome nota de nuevo: ahora es director de la editorial Random House, uno de los dueños del Clinic, miembro del directorio del Consejo Nacional de la Cultura y el principal lobbista tras la candidatura de Isabel Allende al Premio Nacional de Literatura.

El mito dice que Dittborn es un conversador empedernido. Que de sus años en Buenos Aires heredó la pachorra argentina. Que es un encantador de serpientes. Que las editoriales chicas le temen.

Algo de todo eso es cierto cuando uno lo ve instalado en el sexto piso de su oficina con vista al Parque Forestal. Ahí, delgado y perfectamente vestido de negro, se queja de que robaron el auto hace unas semanas, pero lo que más lamenta es haber perdido su sombrero italiano Borsalino. Y en esas paredes, como trofeos de guerra, están colgadas una foto suya junto al presidente Lagos y una portada de LUN que dice: "El editor que armó el éxito de la geisha", donde lo vemos sonriente junto a Anita Alvarado.

Como su padre, Carlos Dittborn, el hombre que consiguió que Chile organizara un Mundial de Fútbol, Pablo ahora es un gran lobbista. Un tipo con redes en todas partes y que no para de hablar con un dejo de acento porteño y sus clásicos "yastá", una de las muletillas que le quedaron de los 20 años que vivió en Argentina, después del golpe del 73.

-¿Es cierto que uno de los grandes negocios que hiciste en Argentina fue comprar los derechos de la revista de Los Pitufos?

-Es cierto. A mí me contrató la Editorial Tucumán, pero los dueños eran chilenos, Sergio Mujica, que había sido dueño de Zig-Zag. Me acuerdo que en Quimantú una de las consignas que gritábamos era "Los Mujica no volverán", y yo terminé trabajando con Mujica. Ahí lo primero que hice fue publicar la revista Condorito, que de editar 18 mil ejemplares mensuales, la llevé a más de 50 mil quincenales, a inicios de los 80. Después de eso me independicé y empecé a viajar a Frankfurt y Bolonia a comprar derechos de revistas. Ahí compré He-Man, Mazinger, Thundercats y Transformers.

-¿Cómo funcionaba este negocio?

-Mi socio argentino, Pedro Leda, era distribuidor de series de TV. Él partía a Cannes y yo a Frankfurt. Él me pasaba el dato: voy a mirar estas series de TV. Con esa información yo iba a Frankfurt y Bolonia y veía cuáles de esas series tenían cómics. Volvíamos a Buenos Aires, y ahí venía la negociación con un canal. Se le vendía la serie, más una cantidad de tiempo para emitir publicidad, que dedicábamos a la revista.

Lo más espectacular fue Los Pitufos, que lo hice para Mujica, que vendía 75 mil ejemplares semanales. Y de He-Man y Mazinger, que vendían 50 mil semanales. Teníamos una estructura, que era yo y mi secretaria. Era una rentabilidad brutal. Los sobrantes de esas revistas los mandaba a Chile, Perú, Uruguay y Paraguay. Todo lo que sobraba, volvía a hacerlo plata.

-¿Y cuánto tiempo te duró esta vida de rico?

-Tres años. Hoy día pienso, no debería haber gastado tanta plata. Me iba en Lufthansa, en primera, a Alemania. Debería haber sido un poquito más sobrio. Pero ¡yastá!

-¿Y por qué decidiste volver a Chile? Ya llevabas 20 años en Argentina...

-Hasta Alfonsín me interesaba lo que pasaba en Argentina. Me encanta, pero en Chile ya había ganado el No. Mis amigos estaban en el gobierno. Me entusiasmé y convencí a los españoles del Grupo Z (Ediciones B) que podía manejar desde Santiago las dos oficinas, cosa que hice durante unos tres años. Me vine el 94.

-¿No fue un shock volver a Chile después de haber estado en un mercado grande como el argentino?

-En Argentina jugaba en la Champions League y acá llegué a jugar a tercera división. Eso lo tenía claro. Pero la calidad de vida fue mejorando. Con todo lo fascinante que es Buenos Aires, cuando viene el fin de semana los amigos hacen vida familiar y te quedas solo. Acá te vas a la playa o a la nieve. Cuando volví lo primero que hice fue arrendar una casa en Cachagua por todo el año. Yo sabía que venía a jugar en tercera división, pero la idea era ser el campeón.

¿Dónde está Pablo Dittborn?

-¿Y fuiste el campeón?

-Hoy Random es la editorial número 1. Es un ranking complicado, yo puedo decir que somos los que más facturamos. Si me preguntan qué autores nacionales tengo, nuestro catálogo no tiene los mejores, vale decir, los que más venden. Pero tengo 7 de los últimos 10 premios Nobel. Cuando estuve en Ediciones B me fue fantástico. En Argentina hice el primer libro de Jorge Lanata, Argentinos, con el que vendimos 300 mil ejemplares, el 2002, cuando ese país había quebrado.

-Eres una figura controvertida. Un editor que publica a la geisha y a María Olivia Mönckeberg, dueño del Clinic…

-En el mundo editorial hay una gran diversidad. Hay pocos espacios para gente que se quiera dedicar únicamente a un tema. Sobre la geisha, sigo pensando que es un fenómeno muy particular. Lo encuentro admirable. En todas las editoriales del mundo llegan cosas así. A la editorial Salamandra, que es seria y de gran prestigio, les cayó Harry Potter. A mí me güevearon mucho porque hacía Dónde está Wally. Hacíamos 30 mil, 40 mil por año, y se vendían. ¡Y qué!

-¿En Chile es pecado vender tantos libros?

-Como dice la Isabel Allende, sólo a los futbolistas no los chaquetean en este país. Nadie puede tener éxito.

-¿Te has sentido chaqueteado?

-No, nunca hemos sido tan importantes. Además no soy dueño de esto (Random), y en el Clinic tampoco. De repente alguien dijo "a esos güeones les pasan plata", pero es la mentira más grande que hay. Me atacaron una vez los editores independientes, pero hoy estamos en muy buena relación.

-Entre los editores chicos eres temido por levantar autores…

-Sí y no. Nadie le levantó Tomás Moulian a Lom, que era el autor que más vendía en Chile cuando yo llegué, el 94. Después, los autores que comercialmente vale la pena levantar, se los han levantado entre grandes. Además, los autores se vienen a ofrecer, dejémonos de cosas. Porque es lícito. ¿Por qué si los jugadores de fútbol se cambian de equipo, los autores no se van a poder cambiar de editorial si alguien les ofrece mejores condiciones?

"Lo más espectacular que hice fue la revista de Los Pitufos, que vendía 75 mil ejemplares semanales. Y He-Man y Mazinger, que vendían 50 mil semanales. Teníamos una estructura, que era yo y mi secretaria. Era una rentabilidad brutal. Todo lo que sobraba, volvía a hacerlo plata".

-¿Y lo de la tienda y el bar The Clinic son ideas tuyas?

-Lo de la tienda quizá sí. En Chicago estuve en la tienda del Chicago Tribune y me gustó mucho, eran 100% productos de merchandising del Chicago Tribune. Sumamos a la Claudia Peña y armamos el cuento. En el tema del bar se nos había acercado bastante gente, alguna vez lo conversamos con Marcelo Cicali del Liguria, hasta que nos vinieron a ver los actuales socios, Pato Mora y Andrés Arias, y dijimos yastá. Nosotros vendemos la franquicia y exigimos que todo el diseño fuera nuestro.

-¿Vas al bar The Clinic?

-Ayer fuimos a almorzar con Don Francisco.

-¿Eres amigo de Don Francisco? Se dice que Pablo Dittborn tiene redes en todos lados.

-No soy amigo de Don Francisco. Lo de las redes tiene que ver con haber estado en 3 colegios. Después por haber estado militando. Vengo de una familia en que somos 7 hermanos. También por la edad. También por tener un apellido más o menos conocido. Además, a diferencia de algunos amigos míos que están casados, yo estoy dispuesto a tener nuevos amigos todos los días. Estoy sorprendido porque en este gobierno no tengo amigos. Una vez estuve comiendo con Hinzpeter en la casa de Matías Rivas. Pero capaz que me lo tope y no nos saludemos. Pero como estoy en el Consejo de la Cultura, participo de algunas cosas de gobierno.

-Y tienes amigos más jóvenes también.

-Claro, todos los del Clinic tienen 40 años.

-Patricio Fernández es uno de tus más cercanos de ese grupo. ¿Cómo lo conociste?

-Por Guillermo Tejeda. Pato y Tejeda estaban haciendo los primeros Clinic gratuitos. A Guillermo lo ubicaba de la época de Quimantú. Y lo que pasa en este sector de la burguesía chilena: una hermana de la mamá del Pato, la Trini, es casada con Juan Dittborn, primo hermano mío. Pato tiene unos primos hermanos que son Dittborn Chadwick. Y mi hermano Sergio vivió mucho tiempo en Vitacura, en una casa que arrendó, sin saber, al papá del Pato. Y el papá del Pato estaba tres cursos más arriba que yo en el colegio, en los Padres Franceses.

¿Dónde está Pablo Dittborn?

En campaña con Allende

-¿Cómo han sido estos dos años como miembro del directorio del Consejo de la Cultura?

-En el período de la Paulina Urrutia fue una soberana lata. Porque creo que lo único que hice durante dos años fue ver PowerPoints de una cosa burocrático-administrativa. Conversar y discutir sobre evaluadores, jurado, recomendadores, qué sé yo. Una majamama de cosas administrativas. Y la verdad es que ya no sabía qué hacer. De hecho, muchas veces pensé renunciar. Si gana Frei, cambio y fuera, yo me voy. Cuando ganó Piñera, dije, es conveniente que me quede porque voy a ser una voz distinta.

-¿Sigues pensando que el Consejo debería ser un ministerio?

-Estoy dispuesto a que tengamos esa discusión. El consejo tiene una subordinación con el Ministerio de Educación. Los decretos deben ser firmados por el ministro de Educación. El 90% de los miembros del directorio trabajamos en otras cosas. Y no puedo dedicarme a estudiar la Ley de Patrimonio Cultural con todos los requerimientos que esto significa, porque yo trabajo en Random House ocho horas. El consejo de asesores del ministro de Hacienda se dedica 100% a eso. Y son muy bien remunerados. No estoy pidiendo que me paguen. Estoy pidiendo que armen un esquema distinto. Nunca me he sentido haciendo un aporte más o menos interesante.

-¿Qué expectativas tienes con Cruz-Coke?

-Buenas, porque lo considero un tipo inteligente, criterioso, entusiasta. Con una capacidad de sacrificio que yo no tengo. La verdad no estaría ahí ni regalado. Es tremendo el cambio del mundo privado al público. Horroroso. Él le ha puesto una impronta muy dinámica. Lleva cuatro meses y ya me he juntado a almorzar con él de manera privada. Le mando un mail y no se demora cuatro horas en contestármelo. No tiene afán de protagonismo, tiene ganas de que las cosas se hagan y que funcionen bien. Y es decidido, rajó al subsecretario (sic) a los 15 minutos.

-¿Qué te ha parecido la discusión en torno al Premio Nacional de Literatura?

-Es curioso que un tema como éste adquiera características de elección presidencial, donde todo el mundo opina. En Argentina nunca me tocó escuchar una discusión de estas características. Aquí lo que agita las aguas es que esté Isabel Allende compitiendo, lo cual me parece una tremenda injusticia. Yo creo que se lo merece por su obra. Los exquisitos pensarán que no. Y yastá.

"En el período de la Paulina Urrutia, estar en el Consejo de la Cultura fue una soberana lata. Creo que lo único que hice durante dos años fue ver PowerPoints de una cosa burocrático-administrativa".

-En tu caso, Isabel Allende es una de las firmas de Random y eres amigo de Marín. ¿Cuál es tu candidato?

-Germán vino a hablar conmigo y me preguntó si yo estaba dispuesto a firmar una carta de adhesión. Le dije, por supuesto, tenemos 6 u 8 títulos tuyos, cómo la editorial no te va a dar una carta de presentación. Pero, le dije, si acepta ser postulada, el candidato de la editorial es Isabel Allende. Me dijo, bueno, es una acción de marketing que estás haciendo. Le dije, Germán, déjate de joder, creo que es lo que corresponde y por eso lo voy a hacer.

Y fui a conversar con la Panchita y don Ramón, que son la mamá y el padrastro de Isabel Allende. Y les dije, la editorial quiere postular oficialmente a Isabel Allende. Quiero saber si estaría dispuesta. Al otro día me llamó la Isabel y me dijo, Pablo, te agradezco mucho lo que estás dispuesto a hacer. Y ahí me empecé a mover, a juntar antecedentes. Y de hecho presentamos una estupenda carpeta para la postulación.

-¿Y es cierto que conseguiste el apoyo de Lagos a su candidatura?

-Eso salió en La Tercera, ¿no? Bueno, sí, es cierto, yo fui a hablar con Lagos. Él la quiere muchísimo. Cuando hice un libro con la Patricia Politzer sobre Lagos, la Isabel Allende vino invitada por Ediciones B, exclusivamente para presentar el libro de Ricardo Lagos. Y estuvo 48 horas y se volvió.

Ella es brutalmente profesional, no sabes la seriedad con que trabaja. En Italia hizo una gira de 10 ciudades en 11 días. Debe haber firmado 20 mil ejemplares. Yo le pedí que me firmara 300 ejemplares. Me dijo, "ningún problema". Y no reclamó, nada. Yo creí que el libro de mayor éxito de ella iba a ser Inés del Alma Mía, por el vínculo con nuestra historia. Pero La isla bajo el mar ha vendido un 15% más, cerca de 50 mil ejemplares.

-¿Pero tus amigos de "los nenes" no se espantan de que apoyes a Isabel Allende?

-No. Me tomé el otro día un café con Rafa Gumucio y Matías Rivas. Ellos entienden un poco que son las obligaciones del cargo, pero mis amigos son gente tolerante y si hay diversidad de opiniones, no pasa nada. No sé con quién están...

-Bueno, están con Marín, ¿o no?

-Sí, supongo que están con Germán. Pero es que todo se confunde. Que Germán es un gran escritor, sin lugar a duda. Pero empezó a escribir muy tarde, no es muy leído. A algunos les gustaría que hubiera estado la Diamela, pero dijo que no. Skármeta no debe estar dentro de los preferidos de ese grupo. Y qué alternativa queda. Poli (Délano) o Jorge Guzmán, ¿no? Ojalá que se lo den a Isabel Allende, es lo que más me gustaría.

-Pero, ¿por trayectoria o calidad?

-Porque se lo merece. Porque sus libros merecen que tenga ese premio. Eso es lo que hay que defender. Ella es una gran narradora. Se conecta extraordinariamente bien con su público a través de sus libros. Y ésos son méritos más que suficientes.

-¿Y tú eres lector de Isabel Allende?

-Leí Inés del Alma Mía y me entretuve mucho. Bueno, también leí El código Da Vinci y me entretuvo.

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