Por Yenny Cáceres Abril 23, 2010

Uno de los orgullos de Ernesto Ottone Ramírez (38) es que si hay un apagón en Santiago, como el de hace unas semanas, el que pinche Google Earth se topará con una pequeña luz en el sector poniente de Santiago. Más específicamente al lado de la Quinta Normal, en la calle Matucana, en el número 100. "Aquí nunca va a haber apagón cultural", dice Ottone, cigarro en mano, sentado en la terraza del café de este centro cultural. Todo gracias a una subvención presidencial de $ 28 millones, que les permitió comprar un generador.

Ottone explica este pequeño detalle con la certeza de quien lleva nueve años al mando. Cuando llegó a hacerse cargo de este espacio, recién creado, aún resonaba la polémica sostenida con Andrés Pérez por la propiedad de estas bodegas. Ahora, casi una década más tarde, este actor con estudios en gestión cultural ha conseguido sacar adelante un modelo de financiamiento mixto (donde los fondos estatales alcanzan sólo al 33%) y sumar a socios inesperados, como la Fundación A. Luksic A.

Ottone da esta entrevista en la cafetería de Matucana 100 porque acá se siente con la tranquilidad de quien está en casa. Dice que el centro cultural es su "guagua". Y aun así la abandona. Porque Ottone renunció a la dirección del centro cultural. Dice que hasta Luciano Cruz-Coke, el ministro de Cultura, le pidió que se quedara. Pero su renuncia es "sin elástico", aclara. A lo más se quedará hasta junio, sólo porque el directorio se lo pidió mientras buscan la fórmula para elegir a su sucesor.

-¿A qué te vas a dedicar ahora?

-No lo sé todavía. Lo que sí tengo claro es que me voy a la empresa privada. Es importante llevar este expertise a la empresa privada y entender que la construcción de identidad de un país se hace entre los privados y los públicos. En la parte académica, sigo a cargo del magíster de Gestión Cultural en la Universidad del Desarrollo.

-Cuando te hiciste cargo de Matucana, te preocupaba ser conocido como Ernesto Ottone Ramírez y no como Ernesto Ottone Jr, hijo del asesor del presidente Lagos. ¿Lograste desmarcarte?

-Absolutamente. Me llegan mails de gente que piensa que yo soy mi papá. Sobre todo porque en los últimos cuatro años mi padre dejó de ser asesor.

-¿Cómo convenciste a la familia Luksic para que financiara un proyecto como Matucana 100?

-Fui a hablar directamente con Paola Luksic, presidenta de la Fundación A. Luksic A., explicándole que teníamos un abanico de proyectos. Ellos decidieron apoyar ciertos programas, como las obras de teatro. Pero no ha sido un camino fácil. En los primeros años llegabas a competir con espacios culturales, como el Teatro Municipal, que tiene 150 años. Había que explicar que Matucana era parte del desarrollo de un polo cultural en el sector poniente. Cuando inauguramos, el 2001, no había ni Biblioteca de Santiago ni Metro ni MAC ni Museo de la Memoria. Era una Quinta Normal bastante venida a menos. Los primeros llamados, el 2002, eran "¿cómo llego?", "¿no me irán a asaltar?". Hoy día nadie pregunta eso.

"La cultura del evento tiene sus peligros. Eso no quiere decir que uno deje de hacerlo. Pero si no haces una política institucional bien meditada, dirigida hacia distintas audiencias, lo que estás haciendo es un producto televisivo lo más masivo posible".

-¿Realmente crees que la cultura les interesa a los empresarios chilenos?

-Si me hubieras preguntado hace cuatro años, te habría dicho que no, que cuesta un mundo. Pero se está produciendo un cambio. Hay una generación más joven de gerentes. Chile ya no es lo que era hace 20 años. Cuando vas a hablar con un gerente, ahora te hablan de la Tate Modern. A veces converso con gerentes de marketing que nunca han pisado Matucana. Pero lo conocen perfectamente, porque sus hijos son parte de nuestro público. Y te dicen "sé que hay una dinámica y una energía, y quiero asociar a mi empresa con esa imagen".

-¿Alcanzaste a cumplir todas las metas?

-Todas las metas a nivel programático se habían cumplido, salvo dos o tres proyectos, que no pudimos montar por un tema de recursos, como una exposición de Downey y Gordon Matta-Clark. A nivel financiero me habría gustado mayor apoyo. Nuestro presupuesto no aumentó: somos la única fundación que recibe transferencia a través del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes que no recibió ningún aumento en los últimos tres años. Claramente ahí se produjo un desánimo porque todo el mundo decía que lo estábamos haciendo fantástico, pero el Estado no reconocía ese mérito a nivel financiero. Yo veía fundaciones que llevaban menos de un año, sin línea editorial y que triplicaban su presupuesto.

-¿Realmente crees que la cultura les interesa a los empresarios chilenos? -Si me hubieras preguntado hace cuatro años, te habría dicho que no, que cuesta un mundo. Pero se está produciendo un cambio. Hay una generación más joven de gerentes. Chile ya no es lo que era hace 20 años.

-Podrías aclarar la situación actual de Matucana 100: ¿dejó de ser parte de la red de fundaciones de la Presidencia?

-Nosotros nunca hemos recibido plata de la Presidencia. La red de fundaciones fue un proyecto que se armó cuando asumió la presidenta Bachelet, para unir las fundaciones que dependían de la esposa del presidente o en las que ésta presidía el directorio. En nuestro caso, la presidenta fue elegida por el directorio y se dio la casualidad de que fue la esposa del presidente Lagos. Eso fue porque el 2001 no existía la institucionalidad cultural. Por lo tanto, para poder crear esta fundación y obtener los apoyos, como que Bienes Nacionales entregara el terreno, se necesitaba una vinculación con el Estado. Una vez que se crea el Consejo de la Cultura, entendemos claramente que como parte de nuestro financiamiento proviene del Consejo, nuestra vinculación tiene que ser con el Consejo. Hace 6 meses se toma la decisión de vincularnos con el Consejo, integrando al ministro de Cultura en el directorio, todavía sin saber quién iba a ganar las elecciones.

-¿Y por qué la inclusión del ministro de Cultura no se resolvió antes de las elecciones?

-Porque cuando se crearon las tres últimas fundaciones, en el período de Michelle Bachelet (Trienal, Ex Cerro Cárcel, Centro Gabriela Mistral) la Contraloría objetó que la ministra Urrutia fuera presidenta de esos directorios. Eso se despejó recién en diciembre. Para cambiar los estatutos de Matucana había que recurrir al Ministerio de Justicia, y si lo hacíamos, quedábamos sin posibilidad de recibir fondos internacionales.

Ottone dispara

-Pero esto abrió una discusión sobre la dependencia de Matucana 100.

-Se intentó crear un conflicto donde no lo había. Yo tuve una reunión con Cecilia Morel, a la semana que ganó el presidente Piñera, y le expliqué esta situación. El director de administración de Matucana durante cuatro años, Rodrigo Oyarzún, es sobrino de Cecilia Morel. A nosotros nos premió la Fundación Futuro el 2004. Hay una vinculación súper fuerte.

A Cecilia Morel le dije que yo me iba en septiembre. Y ella me dijo que por qué no me quedaba. Quise explicarle que Matucana no pertenecía a la red de fundaciones de la Presidencia. Lo que sí es sorprendente es que en la página web de la red de fundaciones de la Presidencia no existía Matucana 100, y a los dos días que asumió el presidente Piñera aparecía ahí. Claramente hubo un malentendido de parte de la gente que trabaja con ella. En nuestra página web el logo que está es el del CNCA.

-Justo renuncias ahora. ¿No quieres trabajar para el gobierno de Piñera?

-Quiero entrar al mundo privado. Todo el mundo sabe que yo soy concertacionista. No milito en ningún partido, pero trabajé en la campaña de Frei y obviamente soy laguista. No tengo nada que esconder. Pero mi renuncia tiene que ver con una sensación de agotamiento respecto a este proyecto. Con el cambio de gobierno y el terremoto, creo que se necesita una nueva energía, una persona que puede tener una mejor relación que la que yo pueda tener con el Consejo de la Cultura y con el gobierno actual.

-Te quedaba poco. ¿Por qué no esperaste hasta septiembre?

-Porque estaba cansado y tenía ganas de buscar otra cosa. No me quedé más meses, sobre todo por la galería de artes visuales. No me siento con la energía para ir a buscar los 160 millones que faltan para repararla después del terremoto. Creo que le corresponde a otra persona descrestarse por conseguir las lucas que faltan. Y además porque el equipo que tenemos armado acá está superconsolidado. La programación está armada hasta el 2011.

La cultura del evento

-Fuiste uno de los cerebros en la elaboración de las políticas culturales en la campaña de Frei. ¿Por qué se eligió a Francisco Reyes como el rostro cultural de la Concertación?

-Yo no tomé ese tipo de decisiones. Lo único que sé es que cada vez que había un debate me pedían ir a mí. Y el trabajo con Pancho fue muy enriquecedor. Yo nunca había participado en una campaña, me metí porque había gente con la que quería trabajar, como Sebastián Bowen, con el que había trabajado en Un Techo para Chile.

- Justo Pastor Mellado ha criticado las políticas culturales de la Concertación, ejemplificándolas con el caso de la Pequeña Gigante, de entender a la cultura como un espectáculo. ¿Compartes esas críticas?

-Obviamente que el tema del evento no puede ser lo central en una política cultural. Fue una de las críticas que yo siempre sostuve contra el Consejo. La cultura del evento tiene sus peligros, y eso es real. Eso no quiere decir que uno deje de hacerlo. Pero si no haces una política institucional bien meditada, dirigida hacia distintas audiencias, lo que estás haciendo es un producto televisivo lo más masivo posible. Y la cultura no se trata de eso. Se trata de que cada nicho encuentre su audiencia. Tengo la sensación de que en los últimos años se trabajó más en la cultura del evento.

"Somos la única fundación que recibe transferencia a través del Consejo de la Cultura que no recibió ningún aumento en los últimos tres años. Todo el mundo decía que lo estábamos haciendo fantástico, pero el Estado no reconocía ese mérito a nivel financiero. Yo veía fundaciones que llevaban menos de un año, sin línea editorial y que triplicaban su presupuesto".

-Ya que formas parte de su directorio. ¿Qué te pareció la Trienal de Chile?

-Estoy bastante decepcionado. La Trienal tenía que generar un efecto permanente en las artes visuales y yo siento que se diluyó. Faltó financiamiento y hubo muchos problemas entremedio. Ahora, el último curador sólo tuvo un año y medio para armar una trienal. Achacarle esa responsabilidad a Ticio Escobar es un absurdo. Sin embargo, se podrían haber hecho tantas cosas. El tema educacional, que era uno de los pilares, no se trabajó. Claramente una trienal es mucho más que lo que se hizo.

-¿Cómo evalúas la gestión de Paulina Urrutia?

-Tuve muchas discrepancias. Algunas cosas se hicieron muy bien, y en otras no me sentí identificado, contrariamente a lo que ocurrió con la gestión de José Weinstein. El tema de las políticas culturales tiene que ser manejado por gente especializada. Yo creo que la Paulina hizo todo lo que pudo. No tengo nada que decir en contra de ella. Pero creo que la institucionalidad y el Estado fallaron en darle el soporte financiero que necesitaba. La gente que trabaja en el Consejo de la Cultura es muy poca para la cantidad de pega que hay.

-¿Y qué opinas de la subvención estatal que recibe Santiago a Mil?

Lo que me preocupa es que durante el mes que duró el festival, en la retina pública quedaba la sensación de que era la empresa privada la que estaba financiando todo. Pero si tú ves el aporte de la empresa privada, comparada con el Estado, es ínfimo. Ahora, la gran diferencia con Matucana 100 es que nosotros no somos una productora, porque no hacemos eventos. Todo el equipamiento que hemos adquirido todos estos años queda acá. Si yo me voy, Matucana 100 queda tal cual.

Efecto terremoto

-Dices que falta una renovación de los directores de los espacios culturales. ¿En cuáles?

-En el Teatro Municipal, el Bellas Artes, la Estación Mapocho. Yo soy de los directores más jóvenes de un espacio cultural, pero soy el primero que renuncia. Falta entender que las instituciones son dinámicas. En Europa cada 5 años tiene que haber una renovación y tienes que cuestionarte cómo estás haciendo la pega. Si no tienes ese pequeño motor, uno se va anquilosando.

-¿Le ves futuro al Centro Cultural Gabriela Mistral?

-Espero que tenga futuro, porque si no sería un desastre. Es un proyecto complejo, que partió mal. Primero se pidió hacer un estudio de audiencias, y lo primero que había que hacer es un proyecto de gestión. Lo primero que se definió fueron los espacios, pero no se definió para qué y por qué. Y en paralelo se empezó a hacer el proyecto arquitectónico, cuando hemos dicho hasta el cansancio que es lo último que se hace. No se puede crear un espacio si no tienes claridad sobre el contenido.

-¿Qué expectativas tienes de la gestión de Cruz-Coke?

-Si me lo hubieses preguntado previo al terremoto, habría tenido expectativas bastante altas. Con el terremoto veo que se vienen años difíciles para la cultura. Eso me preocupa. Los 20 años que pasaron en temas culturales significaron avances siderales respecto a lo que había. Ponerle un freno ahora es peligroso. Necesitamos más cultura porque llegamos a un nivel de desarrollo donde ya no nos basta con lo que nos entregaban antes. No puede ser que nos tomemos los espacios públicos sólo en enero para el Santiago a Mil.

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