Por Alfredo Jocelyn-Holt Febrero 6, 2010

Quienes sienten cierta fascinación por la década de 1960, porque es ahí cuando supuestamente comenzaría nuestro mundo actual con sus cuotas todavía no digeridas de ilusiones y desmadres, esperanzas utópicas y auto-traiciones, encontrarán en Los ejércitos de la noche de Norman Mailer, uno de sus mejores retratos de época. Un libro extraordinario que se sirve de todos los géneros literarios y los disuelve. Se lee como crónica periodística, tanto como novela, ensayo histórico, (auto)biografía y drama político.

En cuanto juego de imágenes, recuerda esas fotografías potentísimas, todavía en blanco y negro, de las revistas Life y Paris Match, o de agencias como Magnum; también, la temprana televisión de esos años, en que la historia por primera vez llegaba en vivo y en directo al dormitorio y comedor. En concreto: la guerra de Vietnam y el movimiento pacifista y contracultural, cuyo máximo momento se produce en ese annus mirabilis, el de la publicación del libro, el 68.

Mailer relata la famosa marcha del 21 de octubre de 1967 en Washington D.C., que tenía como objetivo tomarse el Pentágono. Propósito delirante, análogo al del Agente Secreto de Joseph Conrad, en que el ácrata sostenía que haciendo estallar al Observatorio de Greenwich se desarticularía todo el "orden" geotemporal mundial que irradia desde el meridiano. Los manifestantes, algo más anarco-poéticos en esta ocasión, aspiraban a rodear en cadena el perímetro del edificio y elevarlo del suelo, a punta de "amor" a la humanidad y la paz, mediante un contrapoder megatónico -el "flower power"- para así "exorcizarlo" de todas sus mortíferas vibras. Idea, por supuesto, genial. No existe un edificio más "goliático" colosal que el Pentágono: se compone de unos 604 mil metros cuadrados inexpugnables, cinco lados, cinco pisos, cinco anillos de corredores por piso que abarcan, a su vez, unos 28.2 kilómetros, con una capacidad de albergar a más de 20 mil funcionarios en un día normal de trabajo.

Cómo se llegó a esta idea. Quiénes organizaron la manifestación y "sit-in", una heterogénea mezcla de tradicionales y "nuevas" organizaciones de izquierda (Old y New Left), hippismo y figuras notables del mundo profesional, académico e intelectual norteamericano. Cómo se movilizaron unas 75 mil personas para ello y qué ocurrió al enfrentarse parte de esta turba con los guardianes militares de tamaña fortaleza. Todo ello compone el motivo central del libro. En medio de todo, por cierto, Mailer mismo, quien hace de narrador (en tercera persona), testigo y protagonista principal con un desparpajo colérico, egocéntrico (aunque también autodespreciativo), superando con creces la experiencia de Fabrizio en medio de un Waterloo igual de anti-heroico e incomprensible en La Cartuja de Parma de Stendhal. Un Mailer "personaje" que venía desde hacía tiempo, desbordando todo parámetro convencional. Brillante novelista, fundador del Village Voice, misógino empedernido (apuñaló a una de sus seis esposas y le mordió una oreja a un actor en una película underground), activista mediático, invitado de rigor en los rotativos televisivos de medianoche, en fin, un character, al igual que Truman Capote y Gore Vidal (a quien le dijo hipócrita y mentiroso en uno de esos talk shows).

Los ejércitos de la noche es, junto A sangre fría, uno de los clásicos de la "novela de no ficción" y "nuevo periodismo". Al punto que, según Peter Watson, Mailer "significó para la segunda mitad del siglo XX lo que había sido George Orwell para la primera". Su principal obsesión, muy de su época, es la violencia: ¿cómo hay que oponerse a una guerra brutal?, ¿también con violencia? La marcha fue un fracaso; el libro, un éxito (ganó un Pulitzer). Un buen complemento: el magnífico documental Fog of War sobre Robert S. McNamara, el secretario de Defensa en ese momento.

* Historiador.

Ficha:

The Armies of the Night (1968), de Norman Mailer.

(Los ejércitos de la noche, Anagrama, 1995)

La versión en español está a $ 10.580 en librería Antártica del Parque Arauco.

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