Por Yenny Cáceres Octubre 10, 2009

© Nicolás Abalo

En la casa de Aline Kuppenheim (40), en la Comunidad Ecológica de Peñalolén, se escuchan los pajaritos. "Están primaverados", comenta ella, divertida y con su cara lavada. Lo primero que hay que decir de Aline Kuppenheim es que no se parece a Aline Kuppenheim. No al menos a esas mujeres atormentadas que ha interpretado en el cine. En medio de esta casa sacada como de un cuento, se ve relajada y luminosa.

"A perfect day", diría Lou Reed, aunque desde el impecable MacBook blanco de Aline escuchamos una de los Rolling. Lejos de la época en que era la estrella de las teleseries, esta mujer parece venir de vuelta. Sin ganas de hablar de su vida privada. Por eso, sólo hablaremos de cine y de su nueva película, Turistas. Una aventura cinematográfica que la obligó a estar durante un mes filmando en el Parque Nacional Radal Siete Tazas, en la VII Región. Sin internet ni teléfono. Totalmente desconectada. Y escuchando pajaritos.

-En Turistas, la naturaleza desencadena, en parte, los conflictos de los personajes. En tu caso, ¿cuál es tu rollo de vivir en la Comunidad Ecológica?

-Para mí es bien necesaria la naturaleza, aunque soy bien urbana, nacida y criada en ciudades grandes. La naturaleza te da un equilibrio y una mirada de las cosas, valga la redundancia, más natural. Para mi hijo es la mejor infancia que podría haber tenido. A veces igual sueño con tener un departamento arriba del café, en el Parque Forestal, pero, por otro lado, esto es muy atractivo. Ésas son contradicciones que tiene todo ser humano. Y mi personaje de Turistas, Carla, no es la excepción. Hasta el minuto 10 de la película,  su proyecto de felicidad es perfecto: tiene un marido buenmozo, van de vacaciones al sur, está embarazada. Todo lo que se supone necesario para ser feliz. Sin embargo, está muy lejos de lo que ella necesita para sentirse así.

-¿Cómo interpretas un papel en que todo el peso de la película recae en ti?

-Tienes que hacer un acto de fe no más y confiar en que el público te va a soportar una hora y media. Ésa era una gran aprensión, porque además es un personaje sin muchas características, igual que mi papel de La buena vida (2008). Son mujeres comunes y corrientes. Lo que te queda es trabajar con capas más internas de los personajes y entregarte al criterio y visión del director.

-Es un personaje con el que cuesta empatizar. Al inicio, uno se entera que abortó y no le contó al marido. ¿Cómo asumes un rol así?

-Es una antiheroína. Cuando me tocan estos personajes trato de no cuestionarlos. Como me pasó con María Luisa, de Machuca (2004), con la que no comparto en lo más mínimo su visión de la vida, de la política y de la crianza de los hijos. No tengo nada en común con ella. Pero si le ponía mi opinión a ese personaje, se convertía en una maqueta. En la medida que uno no juzga a los personajes, pueden tener carne y ser personas. Me ocurrió lo mismo con Carla.

"Él drama de la mujer actual y de Carla (su personaje en Turistas), es que estamos prisioneras de tener que ser top en todo y se nos perdona muy poco cuando nos equivocamos. Si una mujer aborta, es lapidada. Si un hombre no asume un hijo, es un desgraciado no más, pero después seguirá haciendo su vida".

-¿Hay algo de Carla con lo que te sientas identificada?

-Todos tenemos algo de Carla. Muchas mujeres que se embarazan voluntariamente en algún minuto tienen miedo de pensar si están haciendo lo correcto o no. Sobre todo la mujer actual. Ahora somos profesionales como los hombres. Y somos superchoras, buenas amantes, buenas esposas y regias. Eso que uno ve en la publicidad, de que somos multifuncionales, no es verdad, porque ningún ser humano es tan perfecto. Estamos prisioneras de eso, de tener que ser top en todo y se nos perdona muy poco cuando nos equivocamos. Ése es el drama de la mujer actual y de Carla. Si una mujer aborta, es lapidada. Si un hombre no asume un hijo, es un desgraciado no más, pero después seguirá haciendo su vida. 

-Ya sumas dos películas junto a Andrés Wood y dos con Alicia Scherson. ¿Qué diferencia ves entre ellos?

-De partida, de género. Una película hecha por una mujer se nota desde el minuto cero, porque las mujeres tenemos otra manera de ver lo que nos rodea. Somos más fetichistas que los hombres. La Alicia trabaja mucho con los objetos; en este caso son los bichos. Los hombres pasan más por encima de eso, se fijan en lo esencial de las cosas. Ahora, los dos son científicos. Andrés viene del mundo de los números, es ingeniero comercial. La Alicia es bióloga. Hay una precisión en el trabajo de ambos, en cómo trabajan cada encuadre. No es que llegan y filman una situación. Cada encuadre es un mundo que crean y eso a mí me acomoda mucho como actriz, porque te da mucha seguridad saber que eres parte de la composición de un cuadro.

-¿Qué es lo que más te interesa del cine de Wood?

-Lo que me conmueve de Wood es cómo se deja atravesar por las cosas que ocurren alrededor suyo. Él va al centro y se fija en el submundo, en lo que ocurre por debajo. Se detiene en cosas en las que pocos se detienen. Y por otro lado, tiene que ver con el cine que a mí me gusta como espectadora, centrado en las personas. Es agradable trabajar en una película que te gustaría ver como espectador.

-Ciertos críticos suelen hablar de "cine femenino" y de seguro lo harán con Turistas. ¿Qué opinas?

-Un cine hecho por una mujer no es lo mismo que cine femenino. Evidentemente hay una diferencia entre un autor literario hombre y una mujer, entre un director y una directora. Esa diferencia no la podemos negar. Pero uno no va a ver un "cine de hombres". El personaje de Carla perfectamente podría ser un hombre. Quizá le pasarían otras cosas. Y este mismo guión lo podría haber dirigido un hombre.  No podría decir que la literatura de Yourcenar es femenina. Es un ser humano que escribe no más. Quizás las páginas de belleza en las revistas podamos decir que son femeninas. Y viva la diferencia. Pero no hay que sexualizar todo.

Aline sin maquillaje

El training televisivo

Cuando el mundo de las teleseries fue quedando atrás (la última que hizo fue Montecristo, en 2007), la vida de Aline Kuppenheim fue llenándose de marionetas. El Capote se llama el montaje que la alejó por completo de la pantalla chica en el último tiempo. Junto a su biblioteca tiene las maquetas hechas en plasticina de una niña y un abuelo, diseñadas por ella misma, que anticipan el nuevo estreno que su compañía está preparando para fines del 2010.

-¿La televisión es algo que tienes descartado?

-Para nada. Es sencillamente que me interesan muchas cosas y es difícil ajustarme a ese ritmo con el que antes trabajaba en televisión, con personajes grandes, que demandan mucho tiempo, que son bien pagados, pero te absorben la vida. Yo antes grababa de 8 de la mañana a 7 de la tarde, me iba a ensayar y luego tenía función, y si había una película seguía en eso, y trabajaba como bestia. Pero cuando tienes un hijo no puedes darte ese lujo. Y tienes que optar. O televisión o todo lo otro que te interesa hacer.

-Hace unas semanas una actriz salió diciendo que le daba vergüenza trabajar en televisión. ¿No te pasa eso?

-No, no me ha pasado tener vergüenza de trabajar en televisión. Me ha pasado que me da vergüenza ajena la televisión, que son temas distintos. Una vez también me lo pusieron en un titular, "me da vergüenza la televisión". Y creo que se malentendió. Para mí la televisión ha sido un tremendo training para aprender un montón de cosas. En esa etapa cuando hacía personajes grandes tenía un rol muy comprometido. Desde la gigantografía en la calle hasta las entrevistas, siendo cara de algo que estaba bien en su momento, pero que no me pertenecía. En cambio, con mi compañía siento que sí me pertenece mi trabajo.

-Ahora que están tan de moda las teleseries nocturnas, ¿te gustaría participar en una?

-Veo ¿Dónde está Elisa? todas las noches. No me la pierdo. No hay que pensar que la gente absorbe basura porque le gusta la basura, es porque es lo que hay. Estoy feliz que la proporción fenómeno-calidad sea directamente proporcional. Para cualquier actor es difícil ver televisión porque te imaginas al camarógrafo atrás, conoces a los actores, son tus amigos. Pero yo veo Elisa y creo que Pancho Reyes la secuestró.

Esas ganas de llorar

No es difícil imaginarse a Aline como una heroína del Almodóvar. Otro director con el que le gustaría trabajar es Tim Burton.  La miramos y recordamos que alguna vez fue catalogada como la Juliette Binoche chilena. Y la verdad es que la comparación no es descabellada. Porque Aline aún conserva un aire francés. Pero le tocó hacer carrera en Chile y abrirse paso en la siempre incipiente industria del cine local. Saliendo de la escuela de Fernando González participó en una película que se estrenó 15 años después y en la que al final no apareció. "Hubo un cambio drástico de guión. Mi personaje ya había quedado registrado y tenía un semidesnudo. Ese rol tenía una progresión, pero después prácticamente había desaparecido. Entonces le dije al director, súper en buena, si me vas a tener para esa escena y salir en pelota, mejor sácame". La película, de Juan Carlos Bustamante, se llamaba El vecino (2000). La primera en la que sí apareció fue El hombre que imaginaba (1998), de Claudio Sapiaín. "Le fue pésimo, pero a mí me gusta mucho. Es una película muy graciosa y muy ácida".

-¿Te costó mucho dar ese primer paso en el cine?

-Es bien distinto. Pero yo de chica fui bien cinéfila. Veía mucho cine, pasaba metida en el Normandie, me arrendaba películas. Mi papá me llevaba mucho al cine, veíamos dos o tres películas al día. Él quería que yo viera todo. Me llevaba a todos los ciclos de películas de Gene Kelly del año de la pera.

-¿Tenías alguna actriz preferida?

-No había ninguna de la cual dijera "quiero ser como ella". Me gustaba la Jeanne Moreau. De las norteamericanas, Meryl Streep en una época.

-¿Y algún director o película favorita de la vida?

-Hiroshima mon amour, que se basa en un texto de Marguerite Duras. Ésa fue una película que me gustó porque descubrí a esa autora, que después seguí por bastante tiempo. En la actuación de la protagonista (Emmanuelle Riva) había algo que me seducía profundamente.

-La mujer de Hiroshima se parece a los personajes que te ha tocado hacer, un poco atormentados...

-Puede ser. Hay cosas que a uno lo emocionan y no sabe por qué. Con esa película me pasa eso. Empieza y me dan ganas de llorar. Quizá tiene eso de no saber dónde está el amor y no saber hasta qué punto te puede pertenecer. De encontrarlo en un lugar que no corresponde, en un tiempo que no corresponde, como le pasa a ella con este japonés. Puede que tenga que ver con lo que le pasa a Carla en Turistas, de sentir que lo que es para uno siempre está ocurriendo en otro lugar.

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