Por Yenny Cáceres Septiembre 19, 2009

La palabra ironía se inventó para hombres como éste. Aunque sea por mail, François Bégaudeau (37) no pierde oportunidad de provocar y deslizar alguna broma camuflada como respuesta. Muy francés, por cierto. Y es fácil adivinar su sonrisa, al otro lado del Atlántico, cuando nos cuenta que dejó de hacer clases para ir a los Juegos Olímpicos de Beijing. Y que hasta ganó medalla de plata en gimnasia.  Plop.

Así es Bégaudeau. Afilado en su rostro y en sus palabras. Las mismas que le escuchamos en la sala de clases de Entre los muros, la película de Laurent Cantet (Recursos humanos) que tras su paso por el Sanfic llegó esta semana a las salas locales. Un título que le devolvió la dignidad al cine francés, que desde hace más de 20 años no ganaba el Festival de Cannes. Y una cinta que muestra lo que ocurre al interior de las cuatro paredes de un liceo parisino de la periferia cuando los alumnos no se llaman Pierre ni Juliette, sino que Soleymane o Khoumba. Cuando la sala de clases es un campo de batalla.

El actor

Entre los muros sepulta la imagen del profesor vista antes en el cine. Bégaudeau no es el profesor autoritario de Los cuatrocientos golpes. Ni el buena onda de La sociedad de los poetas muertos. La dupla Cantet-Bégaudeau tampoco comulgaba con la moral del elogiado documental Ser y tener, del también francés Nicolas Philibert. En vez de la Francia profunda y rural de Philibert, Entre los muros mostraría un país donde las tensiones étnicas llegan hasta la sala de clases.

De todo esto hablaron cuando se encontraron por primera vez en un programa de radio. El director de cine lo alcanzó a la salida y le propuso hacer una película con su libro, Entre los muros, publicado en 2006. Bégaudeau soñaba secretamente que su novela algún día fuera adaptada al cine. Tenía tres directores en mente: Maurice Pialat, que estaba muerto; Abdellatif Kechiche, y bueno, el tercero era Cantet.

Cuando llegó la hora de escoger al protagonista, Bégaudeau comprendió que toda su vida había estado interpretando un papel. Ya sea como vocalista de un grupo punk que cantaba temas de Sex Pistols o parado frente a sus alumnos enseñando francés. En ese minuto decidió que actuaría en la película.

Entre los muros sepulta la imagen del profesor vista antes en el cine. Bégaudeau no es el profesor autoritario de Los cuatrocientos golpes. Ni el buena onda de La sociedad de los poetas muertos.

-¿Cuál es la diferencia entre el libro y la película?

-El libro es una crónica, no quise que eso se transformara poco a poco en un relato, porque yo quería dar cuenta de un año escolar, y cómo en un año las cosas pasan y después se olvidan. Mientras que la película se enfoca en la última media hora sobre un incidente y el caso de un alumno. Fue lo que Laurent (Cantet) quiso hacer y no vi ningún inconveniente en ello, es lo que le da la fuerza dramática a la película.

-Eres profesor, escritor, crítico de cine. ¿Por qué decidiste interpretar el rol del profesor en la película?

-Laurent lo había soñado así desde un comienzo. Al cabo de algunas semanas de reflexión junto a él, se volvió más evidente. Ese profesor era yo, y yo era el más indicado para hacerlo, porque él tenía mi voz, mi cuerpo, mis maneras. Eso permitía también dirigir las escenas desde el interior. No sé si la película habría sido mejor con otro, pero sé que ganamos mucho tiempo con esto. Como crítico yo he escrito mucho sobre la performance del actor, era el momento de verificar ciertas hipótesis en vivo.

-Es sorprendente que los estudiantes en la película no sean actores profesionales. ¿Cómo fue el proceso de elegir a los alumnos, y después, la preparación para actuar en la película?

-Me tendrás que perdonar, pero lo hemos contado tantas veces que no tengo energía para hacerlo de nuevo. Todo lo que te puedo decir es que no fue realmente un casting. Los jóvenes se presentaron, los tomamos a casi todos, y ¡de inmediato todos fueron muy buenos!

El profesor

Lo que Bégaudeau está cansado de responder es que junto a Laurent Cantet hicieron talleres de escritura con una veintena de chicos de 13 y 14 años, durante varios meses en el Collège Mozart, en el conflictivo distrito 19 en París, alejado de los turistas, los museos y la postal. Un liceo muy parecido a donde le tocó trabajar a Bégaudeau, un hijo de profesores que llegó a la enseñanza casi de rebote. Un establecimiento ZEP o Zona de Educación Prioritaria, concepto que en un país como Francia ha generado un largo debate sobre la educación pública. Para algunos es una etiqueta que sólo ha conseguido discriminar. Para otros, la única forma de inyectar más recursos para colegios con alumnos "en riesgo social", como se les llamaría eufemísticamente en Chile a estos hijos de inmigrantes africanos, árabes y chinos que no entienden por qué tienen que aprender el Imperfecto del Subjuntivo si ya nadie habla así.

El profesor punk

En la película y en la vida real, los diálogos de Bégaudeau con sus estudiantes son de antología. "¿Por qué usa Bill? Usted siempre usa nombres extraños. ¿Por qué no usa Aissata o Rachid o Ahmed? Usted siempre usa nombres de babtou (blancos)", le reclama una de sus alumnas frente a un ejemplo que François escribió en la pizarra en su clase de francés. Bégaudeau tampoco es el maestro con cariño que escuchará impasible. "Parecen niños de 3 años, no consiguen concentrarse más de 20 segundos", les dice en otro momento de la película. La batalla está desatada contra estos alumnos que en cualquier liceo chileno habrían sido calificados simplemente como "insolentes".

-¿Por qué quisiste escribir un libro sobre tu experiencia como profesor?

-Es muy simple. Me parecía que era suficiente para hacer un buen libro, porque las situaciones escolares son escenas de teatro inigualables. Y además tenía ganas de trabajar con el lenguaje oral.

-Leí una entrevista donde decías que "cuando un alumno es insolente con un profesor, es algo gratificante". ¿Por qué?

-Soy un hombre de izquierda, y para mí la izquierda es simple, es pensar que la sociedad está demasiado enmarcada, en la escuela y en otros lugares. Al contrario, el hombre de derecha piensa que es necesario enmarcar a la gente (salvo los empresarios, por supuesto. Cuando digo "gente", quiere decir los pobres). Muchos piensan que en la escuela los alumnos tienen demasiada libertad, pero yo pienso lo contrario. En general, los alumnos se sientan y no hablan. Un alumno insolente manifiesta su existencia, y también una cierta libertad ante la autoridad, por lo que mi temperamento libertario se regocija.

"Laurent Cantet soñó desde un comienzo que yo interpretara el papel. Ese profesor era yo, y yo era el más indicado para hacerlo, porque tenía mi voz, mi cuerpo, mis maneras. Eso permitía también dirigir las escenas desde el interior. No sé si la película habría sido mejor con otro, pero sé que ganamos mucho tiempo con esto".

-Trabajaste en un colegio de París clasificado como ZEP. ¿Cuál es tu evaluación sobre estos colegios?

-Es una pregunta muy difícil. Detesto las generalidades, y el debate sobre este tipo de escuelas está infectado. Prefiero entonces abstenerme de opinar. He tratado de dar cuenta de UNA experiencia, la mía, en UN colegio en particular. Las únicas generalidades aceptables pueden ser formuladas por sociólogos que investigaron durante largo tiempo. Yo no soy un sociólogo. Soy un ciudadano común y corriente, y hago libros que no pretenden explicar el mundo.

El escritor

Otra joyita de Entre los muros. Se discute en clase el gentilicio de Argentina. "¿Los jugadores de Argentina son...?", pregunta el Bégaudeau profesor. "Futbolistas", responde uno de los chicos, al tiempo que estallan las risotadas de sus compañeros. Porque hacer clases es parte de una estrategia. Si un profesor quiere sobrevivir enseñando en el distrito 19 de París, tiene que ser capaz de comentar el último partido de la selección francesa o una película como Misión imposible.

"Muchos creen que en la escuela los alumnos tienen demasiada libertad, pero yo pienso lo contrario. En general, los alumnos se sientan y no hablan. Un alumno insolente manifiesta su existencia, y también una cierta libertad ante la autoridad, por lo que mi temperamento libertario se regocija".

Nada de esto fue muy difícil para Bégaudeau. El fútbol y el cine eran sus pasiones antes de convertirse en el profesor francés más famoso de los últimos años. Y así es como desde hace tres años cambió la sala de clases por las más rentables columnas. Ya sea como crítico de cine en Cahiers du Cinéma o en la edición francesa de Playboy. O escribiendo de fútbol en Le Monde. Y antes del exitazo que fue Entre los muros, que lleva más de 180 mil ejemplares vendidos, ya había publicado libros como Un démocrate: Mick Jagger 1960-1969. Este año volvió a la carga con Vers la douceur, sobre un periodista deportivo y soltero acérrimo en la mitad de su treintena.

-Después del éxito de Entre los muros, y la Palma de Oro en Cannes, ¿cómo fue recibido tu último libro, Vers la douceur?

-Después del éxito del libro, publiqué otros tres. Cada vez la crítica se divide entre los que me leen sin segundas intenciones y aquellos que quieren destruirme, independientemente de la calidad del libro. Yo tomo ese odio como un homenaje. Éste es considerado mi mejor libro por quienes me siguen, y como una vergüenza por aquellos que no me apoyan. Todo esto me divierte.

-¿Tienes algún otro proyecto en el cine?

-Coescribo dos guiones con directores franceses. Estoy rodando documentales con un colectivo de amigos (uno sobre los jóvenes militantes de derecha, el otro sobre la democracia participativa en una ciudad de tamaño mediano). Escribo también una serie para el Canal Plus, sobre las nuevas relaciones entre hombres y mujeres, un tema que atraviesa todos mis libros (¡salvo Entre los muros!).

-También escribes sobre fútbol. Después del fracaso de la selección francesa en la Eurocopa, ¿cómo ves la participación de Francia en el Mundial de Sudáfrica?

-¡Amplio tema! No soy muy chauvinista. Prefiero los equipos más latinos, como Italia, España, Argentina. Nuestro fútbol no es muy técnico. Pero este nuevo equipo de Francia tiene jugadores formidables, como Gourcuff y Ribéry. Nada más que por ellos, quiero que Francia se clasifique. Una final Chile-Francia sería formidable. Haré los arreglos para que los dejen ganar.

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