Por Paula Molina // Ilustración: Fabián Rivas Septiembre 9, 2016

Los terremotos pueden ser iluminadores. Dramáticamente iluminadores en algunos casos, como el que tomó la vida de casi 300 personas al centro de Italia. Un 6.2 que desplegó su poder destructor sobre un área de construcciones tradicionales, históricas, centenarias.

“Lamentablemente, aquí sólo hay una lección: ¿Podemos comunicar mejor los riesgos de los terremotos, para que la sociedad esté dispuesta a invertir en los recursos necesarios para minimizar la tragedia humana?” Esta pregunta se hace el científico Arthur Lerner-Lam, subdirector del Instituto Geológico de la Universidad de Columbia, que estuvo en Chile a principios de agosto para dictar una conferencia sobre resiliencia, y que habló con Qué Pasa antes y después del devastador movimiento en Italia.

“Hemos visto una y otra vez cómo los edificios mal construidos en zonas sísmicas pueden colapsar incluso con temblores moderados. El desastre destruyó iglesias y casas que son parte del patrimonio italiano y que no se erigieron para resistir movimientos telúricos intensos”.

“Es caro y difícil actualizar y adaptar estas estructuras para que cumplan con los estándares de construcción antisísmicos modernos, pero fue en esos edificios donde se produjo la mayoría de las muertes”, lamenta el académico. “Tenemos que preguntarnos si podemos hacerlo mejor, si podemos hacer que la modernización de estas construcciones se convierta en una prioridad”.

Adobe Photoshop PDFEl sismólogo estadounidense ha liderado expediciones científicas en distintos continentes y durante los últimos 15 años ha dictado clases y ha apoyado el trabajo de instituciones internacionales, como Naciones Unidas y el Banco Mundial, en el manejo de los riesgos generados por los desastres naturales. Es también parte de la comunidad científica que continúa estudiando el terremoto 8.8 que afectó a Chile el 2010.

“Desde el punto de vista de la investigación básica, hay mucho de este gran terremoto que nos habla sobre la naturaleza de estos eventos en general. Pero también existe alguna indicación de que estos terremotos son de alguna manera distintos a otros más pequeños. Y es importante para los geólogos entender esas diferencias. Pero además hay mucho interés en analizar la resiliencia de Chile frente a estos grandes terremotos”.
Lerner-Lam sostiene que Chile ha probado, “no sólo en este terremoto, sino en otros eventos”, que tiene las instituciones privadas y públicas adecuadas para lidiar con grandes desastres naturales. “Hay muchas lecciones que se pueden aprender de Chile y que Chile puede aprender para mejorar sus respuestas”, dice.

—En Chile, cuando observamos el nivel de destrucción que generan los terremotos en otros lugares del mundo, tendemos a pensar que estamos mejor preparados. Sin embargo, cuando pensamos en las personas que murieron, porque en 2010 no hubo una alerta de tsunami, sentimos que todavía nos queda mucho por aprender.
—Yo ubicaría a Chile como uno de los países mejor preparados en términos de dar una respuesta apropiada a los desastres naturales. También pondría a Japón en el ranking. Porque siempre puedes elegir una parte de la respuesta, siempre puedes encontrar una falla en el sistema. Lo importante es identificar rápidamente esas fallas y corregirlas. Eso es lo que ha pasado en Chile. Chile ha mostrado un liderazgo en esta área no sólo porque hace las cosas bien la primera vez, sino porque ha hecho un buen trabajo entendiendo cuáles son sus errores y asegurándose de que la próxima vez las cosas se harán mejor. Incluso en Japón, que mucha gente asume como el país mejor preparado ante los terremotos, sabemos que la respuesta al desastre Fukushima Daiichi fue terrible, debido a una combinación de fallas técnicas y burocráticas. Pero Japón aprendió de esas fallas. En el terremoto 8.8, Chile aprendió de sus dificultades en el área de las comunicaciones.

—En la unidad de la marina de Chile, el SHOA, no hubo nadie capaz de entender la información que provenía en inglés del NOAA alertando sobre el riesgo de tsunami. ¿Cómo entiende que un país que está bien preparado, y que está consciente de las probabilidades de un terremoto y un tsunami, haya cometido un error así?
—Yo miraría desde dónde viene Chile en estas materias, en distintos aspectos. Pero lo central es identificar el problema, entenderlo y corregirlo. Uno habría esperado que hubiera existido una mejor comprensión en torno a cuál era la principal fuente de información, cuál era su diagnóstico y cómo entregar una respuesta rápida. En este caso particular, Chile tuvo un error. La esperanza es que el error haya sido corregido.

“Estamos haciendo un gran esfuerzo por tratar de entender el interior del planeta. No podemos observarlo directamente, excepto por los primeros kilómetros de profundidad que podemos excavar. Por eso usamos los terremotos, porque, de hecho, son muy buenas formas de observar el interior de la tierra”

—La presidenta Bachelet debió declarar en el caso que se abrió judicialmente por las muertes causadas por el tsunami en Chile. ¿Cuál es su opinión sobre las líneas de responsabilidad en situaciones como estas?
—Pensemos en el contexto: usted está lidiando con un evento mayor, donde están ocurriendo una serie de fenómenos y sus redes de comunicación probablemente están interrumpidas. De nuevo: Chile no está solo en su capacidad o falta de capacidad para enfrentar estas circunstancias. Pero en cualquier evento repentino es muy importante tener, primero, una caracterización rápida y en tiempo real del evento, incluyendo la capacidad de usar modelos que ayuden a predecir la próxima fase del evento, como, por ejemplo, un tsunami. Lo segundo, y esto es más burocrático, es que es muy importante tener una voz técnica autorizada, que será la que provea de información a quienes tomarán las decisiones respecto a si se necesita evacuar a la población, por ejemplo. Las líneas de autoridad deben estar claramente identificadas, debe estar bien establecido quién hará qué lo más rápido posible, y quién dará las órdenes. Los científicos pueden ayudar al gobierno a generar esa voz autorizada que caracterice el evento y anticipe su próxima fase, pero es el gobierno el que tiene la autoridad, entregada por la gente, para emitir las órdenes sobre las primeras respuestas. Lo mismo en el sector privado, especialmente en las empresas de servicios, también necesitan tener una línea de autoridad. Es lo básico: quién es la persona con la autoridad para entregar la información; quién está capacitado para tomar las decisiones a partir de esa información, y quién implementará la decisión.

—Mencionó el rol de los académicos en este proceso.
—Esa es una de las fortalezas de Chile, que el país tiene un sector académico muy fuerte en el área de la sismología. Es una de las principales naciones en el mundo en términos de experticia en esta área. El sector académico es muy necesario, porque todavía no sabemos todo sobre estos eventos. Es importante seguir estudiando y utilizar lo más reciente en investigación, no sólo para entender el evento mismo, sino para entender cómo construir infraestructuras más resilientes, mejores puentes, edificios y casas. Y para ayudar a diseñar las instituciones público-privadas responsables de las primeras respuestas ante la emergencia y a las que deben desarrollar esta resiliencia en el largo plazo.

—Considerando que Chile tuvo este terremoto 8.8 el 2010, ¿podríamos pensar que el país no debería enfrentar uno grande en el horizonte cercano?
—Debes ser muy cuidadoso respecto a qué vas a definir como un gran terremoto. Un terremoto tan grande como el 8.8 ha liberado estrés a lo largo de una gran falla, una gran fractura en Chile, así que es improbable que tengan otro gran terremoto en un futuro cercano en el mismo lugar. Sin embargo en 1960 Chile tuvo un terremoto 9.3 en el Sur. Así que, incluso si tuvieron un gran 8.8 y este gran 9.3 en los 60, todavía podrían tener un 6.5 o un pequeño 7.0, o un 7.5, que son terremotos que pueden ser muy dañinos también. Así que no por haber tenido un 8.8 deberían relajarse. Tenemos que permanecer vigilantes y tenemos que entender cómo interactúan los distintos segmentos a lo largo de la falla en la costa chilena. Y eso es parte la ciencia que estamos haciendo hoy.

—¿Descarta que en algún momento los terremotos se puedan predecir?
—Depende de qué se entiende por predecir. La predicción, en el sentido de ser capaz de especificar un lugar y un tiempo , probablemente no sea posible. Pero, en cambio, podríamos aspirar a dos cosas. Primero, no a predecir, sino a anticipar, plantear predicciones probabilísticas que nos permitan anticipar algunos eventos en términos de décadas, o quizás un poco menos. Pero , además, a medida que estudiamos más y más estos eventos, puede que seamos capaces de detectar lo que llamamos precursores, o pequeños eventos que en sí mismos no son dañinos, pero que nos puedan dar una indicación de que algo podría estar a punto de ocurrir. Es un área de investigación que todavía está muy abierta y no pensamos que vaya a tener éxito luego, pero podríamos llegar a una respuesta así.

—Se ha escrito que sabemos más del universo que de la tierra en que vivimos.
—Todavía hay mucho que no sabemos sobre el universo, pero vivimos en esta tierra, es la única que tenemos y no hemos hecho un muy buen trabajo en términos de observarla bien. Estamos aprendiendo más y más sobre cómo funciona el planeta, que es un sistema físico, geológico, biológico, químico, y todos ellos interrelacionados; tenemos que monitorear estos componentes de forma separada y conjunta en detalle. Tenemos que desarrollar nuevas tecnologías y desplegar las ya existentes para empezar a entenderla mejor, para poder cerrar la brecha entre lo que sabemos y lo que necesitamos saber.

—¿Pero es cierto que si nuestro planeta fuera una naranja, apenas conocemos la cáscara?
—Lo pondría de otra forma. Estamos haciendo un gran esfuerzo por tratar de entender el interior del planeta. No podemos observarlo directamente, excepto en los primeros kilómetros de profundidad que podemos excavar. Por eso usamos los terremotos, porque, de hecho, son muy buenas formas de observar el interior de la Tierra. Los terremotos iluminan el interior del planeta con olas de sonido. Y analizando esas olas podemos aprender más sobre la estructura de la Tierra. Es como tomarle una radiografía, un escáner. Estamos tratando de entender el planeta, y las universidades en Chile están a la vanguardia en este proceso. Eso nos entregará una mirada de largo plazo que quizás pueda orientar la voluntad política y los recursos para alcanzar el conocimiento que nos permita generar alertas más tempranas, estar mejor preparados y ser más resilientes. Pero, por supuesto, nos gustaría saber más.

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