Por Cecilia González Enero 7, 2016

En septiembre de 2013, en pleno gobierno de Sebastián Piñera, José Miguel Aguilera, quien se desempeñaba como presidente de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conycit), renunció poniendo de manifiesto una serie de dificultades administrativas, presupuestarias y políticas, sin especificar, eso si, el motivo. El gobierno de la Alianza terminó sin que se encontrara un reemplazo para Aguilera, tarea que al gobierno de Michelle Bachelet no se le hizo más fácil. Tras un año de acefalía en el organismo, Francisco Brieva (Ph.D en Física) asumió en septiembre de 2014 como nuevo presidente del organismo, para renunciar trece meses tarde, en octubre de 2015, luego de pasar seis meses sin recibir su sueldo. Bernabé Santelices, el último de los presidentes de Conicyt, quien asumió con una actitud casi filantrópica —sin sueldo y consciente de la magnitud de los problemas— duró sólo dos meses: entre el 6 de noviembre y el 6 de enero de 2015.

Si la renuncia de Brieva a fines del año pasado fue la gota que rebasó el vaso de la comunidad científica, que expresó su molestia por lo que consideraron el abandono del Ejecutivo al desarrollo científico movilizándose a través la publicación de una carta titulada “Nuestros gobiernos han elegido la ignorancia” y con manifestaciones frente a La Moneda, la renuncia de Santelices pone en evidencia que los diálogos alcanzados en ese momento no rindieron frutos.

Tras las protestas, el presupuesto para Conicyt fue aprobado con un aumento de sólo 150 millones de pesos, lo que equivale a tres proyectos Fondecyt, y el año terminó sin que se cumpliera la promesa de definir una nueva institucionalidad para la ciencia. Mientras tanto, los problemas del organismo que explican la poca duración de quienes tienen la tarea de liderarla, persisten: falta de modernización, excesiva burocratización y dependencia del ministerio de Educación.

Institucionalidad anacrónica

Conicyt fue fundada en 1967 durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva. Desde su creación, ha sufrido tres modificaciones en su estructura por decreto de Ley en los años 1971, 1973 y 1974. Desde ese entonces no ha habido cambios.

“El gobierno -y muchos otros gobiernos- de manera reiterada han expresado que Chile necesita una nueva mirada a la ciencia y a la innovación para generar nuevas condiciones de desarrollo en el país. Conicyt ha permitido que Chile aparezca en el mapa científico mundial, pero la situación se ha complejizado: hay más jóvenes, el país tiene mayores necesidades y ha aumentado la competitividad internacional”, sostiene Andrés Couve, director Instituto Milenio Neurociencia Biomédica (BNI), funciones que a su juicio no se pueden cumplir con la institucionalidad actual.

En la práctica, Conicyt funciona como una caja pagadora, que distribuye recursos para financiar proyectos de distinta índole y entrega becas. Pero no tiene la capacidad suficiente para generar políticas integrales y a largo plazo.

Buscando solucionar este problema, es que el gobierno Bachelet decidió reinstaurar el Consejo Conicyt que había sido creado en 1971 con la responsabilidad de asesorar a la Presidencia en políticas científicas, pero que había dejado de funcionar tras el golpe militar.

A pesar de que el resurgimiento del Consejo fue visto con buenos ojos por la comunidad científica, este no se materializó hasta septiembre de ese 2015, ni se realizó a través de un nuevo decreto que modernizara la institución. Por ejemplo, se mantuvo la dicotomía en el funcionamiento de los cargos del director del servicio y el Presidente del Consejo, lo que genera una burocratización innecesaria.

Más grave aún, era el Consejo el que debía definir el sueldo de su presidente y el tiempo de dedicación del cargo. Sin embargo, los retrasos en su implementación práctica fueron la causa de que Brieva pasara un semestre sin recibir ningún pago.

La figura del presidente tampoco ha sufrido las modificaciones necesarias. "Originalmente, si uno ve los estatutos de Conicyt era casi un cargo honorífico, no era para vivir de eso. Esa es otra cosa que no hemos ido remozando, porque a falta de un ministro, el presidente de Conicyt es el presidente del Consejo de Conicyt, y el consejo de Conicyt asesora al presidente de la República", sostiene Jorge Babul, presidente del Consejo de Sociedades Científicas.

Un nuevo ministerio

Además de los temas presupuestarios, la necesidad una nueva institucionalidad, con mayores atribuciones y dependencias,  ha sido uno de los principales caballos de batalla de la comunidad científica. Así quedó demostrado con "Nuestros gobiernos han elegido la ignorancia", una carta con más de 300 firmas de expertos.

Tras la publicación de la misiva,  el presidente del Consejo Nacional de Innovación, Gonzalo Rivas, anunció que antes de que terminara 2015 se avanzaría en la anhelada creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, lo que fue considerado una victoria para los firmantes. Sin embargo, el plazo se cumplió sin ninguna novedad.

Los que abogan por la creación de un ministerio, creen que esta sería la mejor manera de solucionar los problemas que actualmente tiene Conicyt, ya que es necesario contar con un organismo que pueda coordinar a los distintos ministerios en materias de ciencia y desarrollo con vínculos políticos directos.

“Con la atomización que hay de los distintos ministerios de gobierno que se suponen que contribuyen al desarrollo de la ciencia y la innovación, la situación es bastante caótica y necesitamos orden. Por otra parte, necesitamos tener una figura con peso político que tenga acceso directo a las autoridades de gobierno”, explica la premio nacional y vicepresidenta de la Academia de Ciencias, Cecilia Hidalgo.

Precisamente, uno de los aspectos que Santelices  abordó tras su renuncia fue que quien esté a la cabeza de Conicyt debe tener buena comunicación con el mundo político, requisito que no abunda en quienes se han dedicado gran parte de su vida a la academia.

En términos políticos, una de las falencias que más acusa la comunidad científica es que Conicyt depende directamente del ministerio de Educación, una de las carteras que históricamente ha tenido una de las agendas más complejas.

“Conicyt jamás va a tener esa llegada política si estás abajo de una ministra de Educación que tiene un problema del porte de un buque. Ahora la ciencia está inmersa en una problemática que a nivel país es gigante", afirma Andrés Couve.

A diferencia de Conycit, los proyectos de la Iniciativa Científica Milenio (ICM), que son dirigidos por Virgina Garretón y dependen de la subsecretaría de Economía y Empresas de Menor Tamaño del ministerio de Economía, sí tienen una comunicación más fluida con el gobierno. Sin embargo, Katia Trusich, autoridad que se desempeñaba en este cargo, también renunció esta semana, lo que colabora con la sensación de incertidumbre.

Una derrota

Si bien en noviembre de 2015 se logró posicionar el abandono que sienten los científicos en la agenda, el desenlace que tuvieron sus demandas el año pasado, estuvo muy lejos de lo que esperaban.

"Lo que pasó el año pasado para los que proponemos que la ciencia, la tecnología y la innovación son importantes para el futuro de Chile fue una derrota. Y de lo que tenemos que asegurarnos ahora es que esa derrota no se vuelva a repetir y que el 2016 definitivamente logremos una inflexión", asegura Andrés Couve.

En este momento, la comunidad científica está evaluando cuál va a ser el camino a seguir. La idea es trabajar sistemáticamente durante todo el año para llegar preparados a la próxima discusión del presupuesto.

“Nos tenemos que juntar los científicos, creo que en la academia deberíamos hacer un pronunciamiento fuerte de esto. Tranquilos de seguro no nos vamos a quedar”, concluye Cecilia Hidalgo.

Si bien la renuncia de Santelices es una señal evidente de la crisis que vive este momento Conicyt, el director del servicio, Christian Nicolai, permanece en el cargo, por lo que no debería afectar el funcionamiento de los procesos que actualmente están en curso, como la postulación a las becas de magíster que cierra la próxima semana.

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