Por María Luisa Iriarte Febrero 4, 2015

© Hernán Stockebrand

El estatus de potencia mundial de la astronomía, avalado por la cantidad de observatorios apostados en las cimas de varios cerros desde la Segunda a la Cuarta Región, está siendo amenazado. Es lo que advierte parte de la comunidad científica, alertando respecto a un vacío legal sobre la contaminación lumínica. El principal enemigo, señalan, son las luces led.    

Las condiciones del Norte son únicas: la cantidad de noches despejadas sobrepasa considerablemente a la de otras zonas del mundo y la sequedad del desierto provoca casi nulo vapor de agua, lo que ayuda a que los cielos sean muy transparentes. A esto se suma la estabilidad política y social que Chile ofrece. Son estas características las que han motivado la instalación de algunos de los observatorios más importantes del mundo a partir de la década de los 60, cuando se construyó el Observatorio de Cerro Tololo. Hoy, cinco décadas después y con cerca de US$ 1.200 millones en inversión, existen cuatro grandes complejos: Cerro Pachón y Tololo (pertenece a AURA); Las Campanas (Carnagie Southern Observatory, Carso, con la participación de la Universidad de Chile); La Silla y Paranal (European Southern Observatory, ESO); y el Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA), una instalación astronómica internacional, que es una asociación entre ESO, la Fundación Nacional de Ciencia de EE.UU. (NSF) y los Institutos Nacionales de Ciencias Naturales de Japón (NINS) en cooperación con Chile. A ellos se suman varios otros de menor tamaño e inversión.

“Tenemos de los mejores cielos del mundo”, resume el astrónomo especialista en operaciones científicas Erich Wenderoth desde el cerro Pachón, a 90 kilómetros de La Serena.

Pero toda la luz que se  puede observar en el espacio tiene su némesis en aquellas emanadas desde tierra firme.

Para poder preservar la calidad del cielo de las regiones de Atacama, Antofagasta y Coquimbo, en 1999 entró en vigencia la Norma de Emisión para la Regulación de la Contaminación Lumínica, Decreto Supremo N° 686/98. El texto establece que el cielo de estas regiones “constituye un valioso patrimonio ambiental y cultural para desarrollar la actividad de observación astronómica”, por lo que se busca prevenir la contaminación lumínica de los cielos nocturnos de esta zona. Por eso se estableció la cantidad máxima permitida de emisión lumínica hacia los cielos nocturnos.

Además, los astrónomos lograron convencer a las autoridades de lo crítico que puede ser este factor para su trabajo. Wenderoth cuenta, a modo de ejemplo, cómo un grupo de científicos logró redireccionar las luminarias de la cárcel de Huachalalume, en La Serena, que originalmente apuntaban hacia el cielo. Lo mismo ocurrió con luces originales que se instalaron en la Avenida del Mar de esta misma ciudad.

 “El problema es que Chile ha ofrecido condiciones estables y una protección del cielo para efecto de proteger ese tipo de inversión. Entonces, en este minuto, como país, no estamos cumpliendo”, sentencia Pedro Sanhueza, director de la Oficina de Protección de la Calidad del Cielo del Norte de Chile. 


EL ORIGEN DEL VACÍO

Para los astrónomos es tan crítico el nivel de oscuridad que necesitan, que muchas veces hasta la misma luna los perjudica. “La luz tiene un efecto de velo que esconde las estrellas y no las hace tan visibles; las apaga, por así decirlo”, explica Pedro Sanhueza, director de la Oficina de Protección de la Calidad del Cielo del Norte de Chile, OPCC, y quien trabaja con los observatorios AURA, Carso y ESO.  Patricio Rojo, presidente de la Sociedad Chilena de Astronomía, detalla: “Toda la luz que salga de una lámpara va a rebotar en algún punto de la atmósfera, llegando al telescopio. Nosotros lo vamos a percibir como si viniera desde afuera. Entra ruido, y eso puede llevar a convertir en inservible un observatorio”, explica.

Para responder a los estándares internacionales, la normativa fue actualizada y modernizada. En mayo de 2014 entró en vigencia un nuevo Decreto Supremo, el N°043/12, que tiene como finalidad incluir nuevas tecnologías de luminarias, como lo son las de estado sólido o led, junto con la regulación de parámetros como la intensidad de la radiación emitida por un cuerpo (radiancia espectral).

Esta nueva norma aumenta las exigencias para luminarias públicas. Por ejemplo, las pantallas led deben estar certificadas, ya que emiten un brillo y tipo de luz que es más azul e impacta más al ojo humano y se dispersa más y tiene un alcance de contaminación mayor.

La entrada en vigencia de la nueva normativa implicó la derogación automática de la anterior. Sin embargo, y producto de una demora en la elaboración de los protocolos de la nueva norma (que  debe establecer los parámetros técnicos para la acreditación y certificación de luminarias públicas), a cargo de la Superintendencia del Medio Ambiente, hoy no está operativa. Ahí esta el vacío legal que alerta a los astrónomos. En un caso extremo: hoy se podría construir un estadio en medio del desierto y no habría norma que lo impidiera.

“Es la primera vez en más de 14 años que estamos sin ningún tipo de protección”, recalca Sanhueza. “El problema es que Chile ha ofrecido condiciones estables y una protección del cielo para efecto de proteger ese tipo de inversión. Entonces, en este minuto como país no estamos cumpliendo”, sentencia. Según él, las zonas más afectadas son aquellas intensivas en turismo y minería, es decir, La Serena, Coquimbo, Antofagasta y Calama. “Se están usando esas pantallas gigantes led o de plasma para publicidad, cosa que con la nueva norma está prohibida en horario de noche, pero como no la podemos hacer valer, se están instalando a destajo”, afirma.

“Echar a perder Chile es una pérdida para la humanidad completa; se atrasarían todos los descubrimientos astronómicos y los proyectos se irían del país”, añade Rojo. 

El representante de ESO en Chile, Fernando Comerón, matiza el punto, y explica que el vacío legal no ha sido masivamente explotado para la instalación de luminarias perjudiciales para la observación, “al menos no todavía”. “Sin embargo, ese vacío existe y las consecuencias podrían hacerse notar, llevando a una rápida degradación de la calidad del cielo cerca de algunos observatorios”, dice.

Actualmente están en construcción 3 nuevos proyectos de gran envergadura: un telescopio sinóptico bajo el alero de AURA, otro telescopio en La Campana, y un telescopio extremadamente grande que está construyendo ESO al frente del cerro Paranal, y que en su momento será el más grande del mundo.

“En la práctica, esta falta de protección sí nos afecta”, agrega Wenderoth, “porque estos proyectos se instalan con cierta perspectiva de resultados, y éstos pueden ser menores en el largo plazo justamente por la contaminación lumínica”.

La demora en los protocolos tiene su origen en 2013. Ese año, el Ministerio del Medio Ambiente realizó una consultoría para esos fines, pero los resultados no fueron los esperados. Por eso, en octubre de 2014 se contrató un nuevo estudio, esta vez a cargo de la superintendencia del ramo, con el apoyo de la Superintendencia de Electricidad y Combustibles, SEC, y los ministerios del Medio Ambiente y Energía. La meta era fijar procesos consensuados, adaptados a la realidad nacional, fácilmente aplicables y que permitan su posterior y adecuada fiscalización.

Por estos días, la Superintendencia del Medio Ambiente trabaja en elaborar una resolución que apruebe los protocolos para su publicación en el Diario Oficial, lo que esperan esté listo en los próximos días. Posteriormente se iniciará un proceso de consulta pública nacional por aproximadamente 60 días. Y, en paralelo, en un plazo de 2 meses debiese estar lista la autorización para que ahora la SEC pueda aprobar a aquellos laboratorios idóneos que certifiquen las condiciones lumínicas requeridas. Es decir, durante mayo el nuevo decreto debería estar 100% en funcionamiento.

 

CHAÑARAL LED
Los ojos de los astrónomos por estos días se volcaron hacia la localidad de Chañaral, a casi 200 kilómetros de Copiapó. Su alcalde, Héctor Volta, explica que hace un tiempo se cambió completamente la luminaria de la comuna, que ahora tiene luces led. “Pero miran hacia abajo, por lo tanto no contaminan”, se apresura en aclarar. Dice que la modificación ha tenido un impacto importante en la baja de los delitos en la comuna. Según Volta, el proyecto cuenta con todos los certificados, pero están a la espera del último, proveniente de la autoridad de Medio Ambiente. “Ahora lo que tendríamos que hacer es ver que nuestra actual luminaria,que está certificada, esté en concordancia con la nueva norma”, dice.   

Chañaral está a 400 kilómetros de los observatorios más cercanos: La Silla y Paranal. Pero su relación con éstos es nula, según cuenta Volta. “Estos observatorios cuentan con recursos importantes, entonces en vez de estar reclamando que no hay normativa, primero métanse la mano al bolsillo y pónganse con recursos para que las ciudades chicas tengamos mejor luminaria”, protesta.

En La Serena existen 22 mil puntos de luz, pero sólo la mitad cumple con la norma. Desde la municipalidad explican que desde el año pasado se ha comenzado con un recambio de todas las luminarias de la ciudad para que se ajusten a la normativa correspondiente.

“Cuando realicemos fiscalizaciones a la norma vamos a evaluar caso a caso el cumplimiento de ésta”, comentan desde la Superintendencia del Medio Ambiente. Según el fiscalizador, hoy hay varios proyectos de inversión a la espera que se definan los nuevos protocolos.

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