Por Juan Pablo Garnham Julio 9, 2014

© Frannerd

“Hace años llegamos a ese acuerdo, inicialmente en Copenhague y luego en Cancún, para que los países desarrollados entregaran anualmente a los países en desarrollo cien mil millones de dólares para mitigación y adaptación. Nada de esos cien mil millones se ha visto”.

Fue hace unos años, cuando Janos Pasztor todavía trabajaba en las Naciones Unidas, en Nueva York. Él era el organizador del panel y los expertos que había invitado eran Christine Lagarde (hoy directora del Fondo Monetario Internacional, en esa época ministra de Finanzas en Francia), Nicholas Stern (ex economista en jefe del Banco Mundial), el primer ministro noruego Jens Stoltenberg y el primer ministro de Etiopía, Meles Zenawi, entre otros. “Teníamos ministros, economistas, jefes de bancos centrales, todos muy sénior”, dice Pasztor sobre el equipo que organizaba. El desafío era tan grande como esos nombres: ver cómo los países desarrollados podían llegar a la meta que se habían puesto de dar cien mil millones de dólares para mitigar el cambio climático a 2020.

“Nuestros estudios mostraron que sí es posible, es difícil, pero posible. Pero una condición importante era que el mercado del carbono mantuviera el precio en 20 dólares la tonelada, al menos”, explica Pasztor, quien hoy ya no trabaja en la ONU, sino que es director ejecutivo de Conservación de WWF Internacional. “Este precio genera que entre dinero al sistema mismo, pero hoy, por supuesto, el precio del carbono es de unos pocos dólares la tonelada”.

La carrera de Janos Pasztor ha estado marcada por este debate. Hoy es uno de los principales directivos de WWF, una de las organizaciones medioambientalistas más antiguas y respetadas en el mundo, pero él ha estado dirigiendo y coordinando políticas públicas en este campo desde los 80, cuando el concepto de cambio climático era aún joven.

-Usted fue parte de la organización de la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, en 1992. ¿Cómo era hablar de calentamiento global en ese entonces?
-En realidad empecé antes. Uno de mis primeros trabajos fue en una comisión de la ONU en 1987, la Comisión Brundtland, donde se creó la definición de desarrollo sostenible. Ahí fue mi primera exposición con el concepto de cambio climático. Fue interesante, porque yo era el encargado de la agenda energética. Hubo mucha presión en ese entonces desde varias fuentes, particularmente desde Estados Unidos, para olvidarse de lo energético al hablar de este tema. Ahora, treinta años después, el mundo ha dado un giro respecto a como era en ese entonces, y es claro que no podemos resolver este tema sin traer una agenda más amplia de desarrollo sostenible. Yo era un oficial de energía júnior, pero mi instinto estaba en lo correcto.

-De lo que ha visto desde los 80, ¿cómo ha cambiado el debate hasta ahora?
-Hablemos primero de lo que se mantiene igual: la curva de emisiones de gases efecto invernadero sigue creciendo incluso más rápido. Eso no ha cambiado, pero el mundo sí. Lo más importante es que acordamos el protocolo de Kioto, lo que permitió que el carbono tuviera un valor monetario. Eso, de pronto, permitió cambios. También trabajamos en lo que podemos llegar a hacer, lo que cada país puede hacer, y estuvimos de acuerdo en eso, aunque ahora el mundo ya no parece estar listo para hacer ese tipo de acuerdos.

-Este año tendremos la conferencia de cambio climático en Lima y el próximo año la de París, donde se espera lograr acuerdos legales como los de Kioto. ¿Por qué cree que se ha hecho más difícil llegar a acuerdos?
-No estoy seguro, pero en parte por lo que yo vi en la ONU, hay muchos temas políticos que no han sido resueltos; el desarrollo sostenible no queda resuelto por culpa de éstos. Un ejemplo: la India quiere estar en el Consejo de Seguridad y, como no lo logra, deja de poner atención en la ONU.

-Son temas que no tienen nada que ver con el cambio climático.
-No, nada que ver con el tema en sí. Había una comisión que siempre le costaba llegar a acuerdos, pero un año efectivamente terminaron su trabajo, y finalmente no hubo resolución por discrepancias en el tema de Palestina. Pasa mucho que se pone el énfasis en las diferencias, pierdes confianza y es muy difícil negociar. Piensa, por ejemplo, en los distintos puntos de vista que pueden tener países como Arabia Saudita, Venezuela, Samoa, Estados Unidos o Dinamarca. Es muy difícil.


LA CIENCIA Y EL DINERO

A pesar de que cuando comenzó el objetivo de la WWF era principalmente la conservación de especies animales en riesgo de extinción, hoy son mucho más que eso. El panda ha seguido como su ícono, pero han pasado de estos osos a preocuparse de los bosques en los que ellos habitan y en las políticas que influencian estos hábitats. Janos Pasztor, de hecho, tiene a su cargo áreas tan diversas como la vida marina y la relación con bancos de desarrollo. Una de las áreas que están comenzando a desarrollar ahora es la minería. “Estamos en una etapa temprana respecto a esto, pero no vamos a esperar diez años”, explica. Esta visión holística también los ha llevado a tener una activa participación en los encuentros que, antes, Pasztor organizaba desde la ONU.

-¿Cuáles están siendo los temas más controversiales en estos encuentros?
-Hay muchos, pero dos principales. El primero es acordar niveles de reducción de emisiones que realmente reflejen lo que dice la ciencia. Lo que estamos viendo es una aproximación bottom up, donde los países dicen “esto es lo que yo puedo hacer”. Pero cuando pones eso frente a los números del IPCC y los escenarios de emisión, hay una brecha, una gran brecha.

-¿Qué tan grande es esta distancia entre lo que pide la ciencia y lo que buscan los países?
-No es lo suficiente como para que sea imposible. Es perfectamente factible y es algo que nosotros estamos empujando desde la WWF. Por ejemplo, el acuerdo que se firmaría en París sería efectivo a partir de 2020. Lo que nosotros decimos es que necesitamos empezar a reducir emisiones hoy y mañana. Mientras más esperemos, más difícil y más caro será. Pero la brecha es perfectamente solucionable si existe un poco de voluntad  política.

-¿Y el segundo aspecto que ve como controversial?
-El dinero. Hace años llegamos a ese acuerdo, inicialmente en Copenhague y luego en Cancún, para que los países desarrollados entregaran anualmente a los países en desarrollo cien mil millones de dólares para mitigación y adaptación. Nada de esos cien mil millones se ha visto. No esperábamos que eso llegara de inmediato, pero que al menos hubiese un camino. Se ve muy difícil que eso pase de aquí a 2020.

-De acuerdo a lo que usted pudo ver en la ONU, ¿cómo ha sido el actuar de Chile en estas instancias?
-De acuerdo sólo a mi experiencia pasada, creo que Chile no ha sido un actor muy activo hacia ninguna de las posiciones. Está ahí, pero no recuerdo haberlos visto tomando posición fuere hacia un lado u otro. Están ahí, pero no de manera proactiva.

-Desde afuera, parece ser que un país así no tiene mucho que hacer en un debate de estos grandes jugadores, especialmente con nuestros bajos niveles de CO2 al compararlos con otros países. ¿Cuál debería ser el rol de Chile?
-Primero, es verdad que no tienen un nivel de emisiones muy alto hoy, pero eso podría cambiar. Yo escucho a la gente hablando de distintas opciones, carbón o no carbón, gas o no gas. Eso muestra que las situaciones varían. No asumamos que porque Chile es así siempre lo será. Pero creo que Chile quiere caminar hacia ser parte de ese club de grandes actores en el escenario económico mundial. Eso es fantástico, pero trae responsabilidades. Necesitamos líderes que muestren que hay distintos caminos, y no necesariamente tienen que ser los países grandes. Mira a Dinamarca, por ejemplo, con su desarrollo de energías renovables. No es un país grande, pero es increíble. ¿No sería increíble que Chile, por ejemplo, pudiera ser líder en cómo desarrollar hidroelectricidad de manera responsable? Hay muchos temas que Chile podría tomar y desarrollar.

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