Por Nicolás Alonso Julio 3, 2014

© Vicente Reinamontes

“Quiero mostrar que se puede usar la tecnología de manera económica y accesible. Hoy la tecnología hace que la medicina sea buena, pero cara”, dice Mánquez. “Nos estamos enfocando en usarla para los extremos avanzados de las enfermedades, cuando sería mejor usarla para el extremo precoz”.

Es una fracción de segundo. Nada más. Un ángulo preciso en que la luz golpea en la retina del ojo, y un brillo blanco recorre como una ráfaga terrible la pupila del recién nacido. En un instante, la oftalmóloga María Eliana Mánquez, experta en cáncer ocular infantil de la Universidad Católica, ha aprendido a identificarlo. Pero son pocos quienes lo ven. Ése es el problema.

Hace unas semanas, en su consulta en la Clínica Oftalmológica Pasteur, recibió un caso extraño, por afortunado. Una madre con su hija de dos meses, preocupada porque en una fotografía, dentro de un centenar, su bebé salió con las pupilas blancas.  Asustada, buscó en internet y leyó cosas como retinoblastoma, tumor ocular, cáncer de retina. Más asustada, decidió consultar a un especialista, y entonces Mánquez, una vez más, vio el brillo, y confirmó sus temores. También la consoló: le dijo que estas cosas no pasan, que casi nunca una madre es capaz de notar por sí sola la enfermedad, para llevarla a tiempo para ser tratada sin daños profundos. Que, a fin de cuentas, y aunque sonara raro, era una buena noticia.

Lo dicho: rara vez es así. El retinoblastoma o cáncer de retina, una extraña enfermedad que afecta a 25 niños al año en Chile y está cubierta por el AUGE, es especialmente temible por lo difícil de su detección. Producida por la alteración de una proteína en el desarrollo, afecta casi únicamente a recién nacidos. La historia, horriblemente repetida, suele ser ésta: los tumores crecen en los ojos del niño, que típicamente sólo demuestra un problema al comenzar a ir al colegio, al no ver bien por uno o ambos ojos. Para entonces, el reflejo se ha vuelto algo más común, o empieza a ser evidente. Los padres se preocupan y lo llevan al oftalmólogo. Ya es demasiado tarde.

-Más del 90% de los niños cuando llegan a la consulta ya tienen tumores enormes, uno o ambos ojos completamente comprometidos. Y ahí lo que puede pasar depende de dónde estés. En un lugar sin recursos, África, el sudeste asiático o incluso en partes de Chile, donde los papás no han tenido la posibilidad de un diagnóstico precoz, puede que tengas que sacarle los dos ojos para que no muera. Si llega a los dos años, es una pesadilla. A los cinco ya no llega.

Hay un asunto trivial que ha contribuido a aumentar el daño: 15 años atrás, las cámaras fotográficas análogas eran el mejor detector de tumores oculares. Cuando en una foto los demás integrantes de la familia aparecían con sus pupilas rojas, el recién nacido enfermo mostraba las suyas blancas. Eso alertaba a los padres. Pero con la llegada de las cámaras digitales y los smartphones, diseñados para evitar ese efecto con descargas de flash que minimizan la pupila, ese aliado de los oftalmólogos se perdió, reduciendo aún más las posibilidades de detección. De vez en cuando, alguna cámara falla y alerta a algún padre precavido, pero es una suerte esquiva. Hoy, en países subdesarrollados, el 50% de los casos terminan en la muerte del niño.

La oftalmóloga chilena María Eliana Mánquez -quien se especializó en el Wills Eye Hospital de Filadelfia- piensa que puede cambiar todo eso. Lo aseguró en abril de este año en el Congreso Mundial de Oftalmología en Tokio, y el año pasado en el de Oncología Ocular en Cleveland, y en ambas citas recibió una ovación. Médicos de países como Nigeria, Tailandia, Nepal, Filipinas y Brasil le pidieron permiso para empezar a usar su tecnología, y hoy ya la están probando en consultorios de zonas rurales con poco acceso a salud.

Su idea es, ante todo, muy sencilla: a mediados del año pasado comenzó a diseñar MD EyeCare, una aplicación gratuita para iPhone -cuya primera versión ya lleva mil descargas en App Store-, capaz de hacer el proceso exactamente inverso de lo que hacen las cámaras digitales. Es decir: adaptar la cámara fotográfica para que sea capaz de sacar fotos nítidas con condiciones mínimas de luz y sin usar el flash, para tomar la pupila en su máximo tamaño. Para eso tuvo que crear, en conjunto con el emprendedor  Humberto Lobos y su equipo de la empresa Movidreams, un algoritmo capaz de manejar los parámetros de exposición, sincronizando el disparo de la cámara con el momento en que la pupila está lo suficientemente abierta para mostrar el fondo de ojo.

-Cuando un padre le saca cien fotos a su niño, y tres aparecen con los ojos blancos, piensa que es un error. Nosotros queremos aprovechar ese error: que las cien aparezcan con los ojos blancos. La idea es que una persona analfabeta, de cualquier lugar del mundo, pueda apagar la luz, tomar la foto y saber si su hijo está bien. El concepto es muy sencillo; ésa es justamente la gracia.

La aplicación, que Mánquez ya está probando en todos sus pacientes, funciona de forma muy intuitiva. Basta pararse a un metro de distancia del recién nacido, apuntarlo con la cámara, y el software capta los ojos, borrando el resto del rostro. Un sensor indica si la luz en el cuarto es correcta, o si hay que disminuirla. Una vez tomada la foto, la diferencia entre una pupila blanca, señal de tumores, con una normal -de color rojo- es tan evidente que no deja espacio a dudas. Por último, ofrece un directorio de especialistas en todo el mundo.

La idea llegó a Mánquez como suelen brotar las ideas: empujada por una serie de casualidades. Tras volver a Chile en 2006, luego de pasar tres años en el Wills Eye Hospital, donde atendía con equipo de primer nivel a unos 15 niños con cáncer de retina por semana, la oftalmóloga empezó a aplicar en Chile tratamientos avanzados de crioterapia, radiación láser y quimioterapia en sus pequeños pacientes. Pero el problema estaba antes, en la detección tardía, en la incapacidad de los pediatras, que no sabían detectar el brillo de los ojos, o en el drama de las zonas más vulnerables, donde los niños ni siquiera van a uno.

2012, el año de la idea, fue tal vez el peor: todos los casos le llegaron al borde de la extirpación. En paralelo, y más que nada por curiosidad, se había unido a un programa de The Founder Institute, una aceleradora de innovación de Silicon Valley con sede en Chile, para el cual tenía que proponer una idea de emprendimiento. Era el mediodía del 15 de mayo, y fuera de su sala de operaciones en la Clínica UC de San Carlos de Apoquindo se oían gritos y llanto. Le habían llevado una niña de cuatro años con un ojo totalmente destrozado por un tumor. Pudo evitar sacárselo, pero no que perdiera la visión. Antes de irse, preguntó a los padres: “¿Acaso no le sacaron ninguna foto?”.

Se fue de la clínica enfurecida, y mientras manejaba comenzó a recibir fotos en su smartphone. Se las enviaba la madre de su paciente, y en todas ellas los ojos no mostraban nada. Paró el auto al costado de la calle y explotó: comenzó a gritarle a su teléfono, a insultarlo. Luego pensó, enrabiada, en cómo podía suceder que la tecnología jugara en contra de la gente.

Esa tarde tenía que presentar su idea de innovación.

Algo hizo click.

EL PLAN DE MÁNQUEZ
Tras sacar el puntaje máximo en el programa de innovación, y convencer a uno de sus profesores, el ingeniero Humberto Lobos -de Movidreams, responsable de desarrollos móviles de empresas como Movistar, Microsoft y LG, entre otras-, de unirse al proyecto, MD EyeCare empezó a evolucionar rápido. Hoy tienen una segunda versión sin publicar, que también es capaz de detectar miopías, estrabismo, astigmatismo y otros problemas oculares. La idea, explica Mánquez, no es reemplazar a los oftalmólogos, sino facilitar, por ejemplo, que en los sectores más vulnerables, en donde paramédicos muchas veces reemplazan a los pediatras, su tecnología ayude a detectar y luego derivar a los niños a especialistas.

Pero primero necesitan validarlo. Para eso, la oftalmóloga está postulando al Fondo Nacional de Investigación y Desarrollo en Salud de Conicyt, para financiar un estudio de la aplicación en 300 niños con problemas oculares, y chequear su efectividad predictiva. Actualmente, cuenta, en todos los casos de niños enfermos en que la han utilizado, los tumores han sido detectados, pero para comprobarlo necesitan encargar un estudio externo. Recién entonces pretenden comenzar a idear el modelo de negocios, aunque la idea que manejan es sacar dos versiones: una de pago, que también revele los otros problemas oculares, y una gratuita sólo para retinoblastoma. También piensan en buscar acuerdos con gobiernos y fundaciones para usar su tecnología a mayor escala.

-Quiero mostrar que se puede usar la tecnología de manera económica y accesible. Hoy la tecnología hace que la medicina sea buena, pero cara. Nos estamos enfocando en usarla para los extremos avanzados de las enfermedades, cuando sería mejor usarla para el extremo precoz. En el caso de Chile, los costos son altísimos. Hay que cambiar el punto de vista: ¿cómo? Abaratando costos. ¿Cómo? Con un tumor más chico. ¿Cómo? Con diagnóstico precoz.

La idea final de la oftalmóloga, si su ambicioso plan funciona, es que en el futuro se calendarizaran en Chile las vacunas de los niños con exámenes de MD EyeCare. Es decir, que a los dos, cuatro, seis, 12 y 18 meses, el pediatra o paramédico, además de la inyección, utilice la aplicación para tomar una foto a los ojos del niño, y derivarlo a un especialista en caso de presentar cualquier rastro del brillo blanco. Entonces, dice, ya no le llegarían más niños tarde.

Entonces, el brillo sería al fin evidente.

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