Por Juan Pablo Garnham Marzo 26, 2014

© Hernán Kirsten

La estrategia de Immunity Project será imitar lo que pasa en los llamados controladores de VIH, una minoría de personas que sí son capaces de responder positivamente al sida. El proyecto es más ambicioso: quieren que la vacuna sea gratis para el beneficiado.

Para algunos de sus escépticos, el problema ha pasado por eso de “vender el proyecto”, propio del crowdfunding, que los ha llevado a prometer mucho. “Parecen decir que es una idea que nadie ha tratado”, dice el especialista Mitchell Warren, “y, la verdad, no es una idea nueva”.

Abajo, en la foto: Naveen Jain y Reid Rubsamen, cofundadores de Immunity Project.

Cuando todo esto partió, el doctor Reid Rubsamen no esperaba mucho. “Creía que publicaríamos nuestro proyecto y, bueno, se trata de un tema tan desconocido…”, dice el médico. “¡Estamos hablando del desarrollo de una vacuna de células T! ¿Qué tan excitante puede sonar eso para el público general?”. Él creía que sería un tema de nicho, de unos pocos interesados. Sin embargo, el Immunity Project comenzó a atraer a cientos de personas, no sólo del mundo tecnológico y científico. El concepto era conseguir 462 mil dólares para desarrollar una vacuna contra el sida, pero, en vez de recurrir a fondos del Estado o de fundaciones filantrópicas, harían un crowdfunding. Lo pedirían a la gente directamente, a través de su web. “Habíamos planteado hacerlo en un mes, pero lo conseguimos en poco menos de tres semanas”, dice el médico.

Immunity Project es un hijo de la cultura de la bahía de San Francisco: es una de las primeras grandes iniciativas que cruzan algo tan propio de Silicon Valley como el crowdfunding, con la ciencia de avanzada de las empresas biotecnológicas que hay en Oakland, Berkeley y hacia el este hasta Davis, en el norte de California. “Así es la historia del mundo tecnológico acá: una idea pequeña, un grupo pequeño, pequeños montos de dinero y luego el crecimiento. Pero en el mundo de la salud y de la biotecnología no hay muchos espacios para conseguir estos pequeños fondos”, explica el médico.

También existe una conexión más profunda aún con esa zona. Rubsamen hizo su internado en el Civic Medical Center de San Francisco, a mediados de los 80. “Estábamos en el peak de la epidemia de sida. Me acuerdo de lo frustrante que era no tener ninguna herramienta para parar esta enfermedad que aparecía en tantos pacientes”, dice. Después de eso, Rubsamen llegaría a trabajar en biotecnología, aprovechando sus conocimientos de medicina y de ciencias de la computación. Fundó una empresa en 1991 y luego, en 2000, la dejó por otra que lo terminaría conectando a este proyecto. “Creamos Flow Pharma para desarrollar una tecnología de microesferas y hoy Immunity Project vive como una institución sin fines de lucro a su alero”, explica. La idea es aprovechar estas microesferas, que hoy son usadas para tratar infecciones, como método para vacunas contra el VIH, pero lograr que éstas sean efectivas no es fácil. La mayoría de las vacunas funcionan mediante el uso de un virus modificado o una parte del virus que sea inofensiva, para que, al ser insertada en los humanos, se generen los anticuerpos y existan defensas antes de que la enfermedad ataque. “Pero el virus del sida es tan bueno mutando, que es imposible encontrar una parte del virus que, al inyectarla, cree un anticuerpo neutralizador”, dice Rubsamen.

La estrategia de Immunity Project será imitar lo que pasa en los llamados controladores de VIH, una minoría de personas que sí son capaces de responder positivamente al sida. “Lo que parece que ellos hacen es usar las células T del sistema inmune, y nosotros nos estamos enfocando en éstas, atacando objetivos muy, muy específicos”, explica el doctor. Pero el proyecto es más ambicioso aún: quieren que la vacuna sea gratis para el beneficiado y que se administre mediante la vía nasal, sin inyecciones.

LA CIENCIA Y LA COLECTA

“Desde hace más de 25 años, casi desde que se descubrió el virus, se ha estado trabajando en una vacuna”, dice Mitchell Warren, director ejecutivo de la Coalición de Apoyo para una Vacuna para el sida, más conocida en Estados Unidos como AVAC, por sus siglas en inglés. Warren conoce esta historia: su organización lleva 20 años apoyando y buscando fondos para lograr este objetivo. “Nos enfocamos en que se haga buena ciencia al respecto”, dice.

“Docenas de vacunas han llegado a las pruebas clínicas, pero sólo cuatro han logrado pasar más allá, a la etapa donde realmente vemos si protegen a los humanos”, explica Warren. “Finalmente, sólo una combinación de vacunas llegó a su fase final, e incluso ésa ha funcionado modestamente. Sólo ha logrado un 31% de protección”.

Por eso, en la organización de Warren son cautos. “Immunity Project está construyendo su proyecto en la base de muy buenas ideas científicas, pero que ya han sido parte de la investigación de otros académicos”, dice Warren. “Ciertamente han logrado articular una gran visión, una gran idea y eso es genial. De eso se trata la ciencia. Ahora, lo del enfoque de financiamiento será un desafío”.

En internet, otros científicos también se han sumado a estos reparos: que la estrategia a través de las células T ya se ha tratado y que el crowdfunding puede tener serias limitantes. “El proceso tradicional para obtener fondos científicos puede ser largo y agotador, pero lo bueno es que ese tipo de financiamiento está apoyado por un riguroso proceso científico”, agrega Warren, “se hace a través de revisiones entre pares y eso puede ser muy importante, porque hay muchas ideas allá afuera, mucha gente haciendo cosas y necesitas a tus pares haciendo las preguntas correctas”.

Además, la comunidad científica puede ser capaz de identificar las posibilidades de que una idea tenga futuro o no. “Es muy bueno el interés que han suscitado, sobre todo en gente que normalmente no está interesada en la ciencia, pero me preocupa el hecho de que las probabilidades de éxito de una vacuna contra el sida son bajas”, concluye Warren, “si eres científico, sabes esto. Sabes que debes apostar en distintos lugares”. Pero para el experto no está claro si esto pasará con el público general. ¿Seguirán apoyando esta guerra contra el VIH cuando vean que una primera batalla ya está perdida?

LAS PROMESAS Y LAS DUDAS

A medida que en Immunity Project iban viendo cómo las donaciones iban llegando a su sitio, comenzaron a comprar los equipos necesarios, y ya se encuentran trabajando en pruebas con ratones “humanizados”, es decir, modificados para que tengan sangre humana. Con ellos buscarán comprobar lo que, dicen, ya lograron en ratones de laboratorio corrientes: que su metodología permite inducir una respuesta inmune efectiva a través de estas microesferas. “Estamos aún en una etapa muy temprana  del trabajo que financiaremos con el crowdfunding”, dice Reid Rubsamen, “pero también todo ha pasado muy rápidamente”. Y la idea es llegar lo antes posible a las pruebas con humanos.

Mientras tanto, Rubsamen cree que muchas de las críticas han sido también algo apresuradas.  “Ya enviamos la primera parte de nuestra investigación a un journal revisado por pares. La verdad, no esperábamos que se demorara tanto”, dice el médico, “espero que las críticas en el futuro estén así más basadas en nuestro trabajo, algo que está totalmente bien, pero, hasta el momento, lo que hemos visto son las críticas por nuestro enfoque comunicacional”. Para algunos de sus escépticos, el problema justamente ha pasado por esta actitud de “vender el proyecto”, propia del crowdfunding, que los ha llevado a prometer mucho. “Parecen decir que es una idea que nadie ha tratado y que ofrecerán una vacuna gratis”, dice Mitchell Warren, “y, la verdad, no es una idea nueva”.

Sobre el otro tema, el del financiamiento y la gratuidad, en Immunity Project dicen que saben que será un tema a analizar. “Nuestra gran meta es llegar a los humanos y para financiar eso vamos a tener que buscar nuevos caminos”, dice Rubsamen, “quizás será una mezcla de crowdfunding y otras técnicas, no lo sabemos, pero por ahí vendrá el siguiente paso”. Y, si se desarrolla la vacuna, confían en encontrar farmacéuticas interesadas. Immunity Project  no cobraría royalties.

Pero para Rubsamen, más allá de que se logre llegar o no a la vacuna, esta iniciativa puede tener otros alcances. Lo que a él le gustaría ver es un cambio de actitud en la ciencia y en la biotecnología. “Nosotros estaremos mostrando lo que hacemos en el laboratorio y publicando los datos, queremos que la revisión de pares pase al mismo tiempo que la gente interesada esté viendo la información”, dice el doctor, “es lo que llamamos open science, y creemos que es un cambio de paradigma muy importante. Es lo que hizo el mundo de la tecnología y creemos que la biotecnología lo debe seguir”.

Así como en otros proyectos de crowdfunding los donantes reciben regalos, acá lo que ellos están regalando es datos, educación científica y la posibilidad de participar en el proceso. Y no importa que, al menos en un inicio, los montos sean bajos. “Piensa en Facebook, Twitter y Google. Partieron sin fondos del gobierno, sin gran financiamiento. Este modelo no existe en la biotecnología”, dice Rubsamen, “el Instituto Nacional de Salud financia menos de un 10% de los proyectos de biotecnología que les llegan. ¡Imagínate qué pasará con el 90%! ¡Cuántas grandes ideas nunca llegan a la superficie!”.

A su vez, han tratado de adoptar otras lógicas de las puntocom y decidieron hacer lo que está de moda: un “Ask Me Anything” (AMA) en el sitio Reddit. Ahí, los usuarios pueden comentar y hacer preguntas, evaluando sus respuestas y cotejando con otras fuentes. “Hemos tenido más de 71 mil visitas únicas ahí y, si sumas las entrevistas que hemos dado, ha habido más diálogo sobre una vacuna contra el VIH que en muchos años”, dice Rubsamen. La idea es seguir con esta actitud y publicarlo todo, incluso los malos resultados. “La gente tiende a no publicar cuando tratan algo y no funciona. Eso es raro y lamentable. Queremos también publicar guías detalladas de lo que hicimos, para que las personas aprendan de todo esto”, explica el médico.

Y si el resultado final es nulo, en Immunity Project también dicen tener una actitud como la que prima entre las compañías tecnológicas. “Creo que tenemos que ser totalmente abiertos con el fracaso”, dice Reid Rubsamen. “Tienes que darte cuenta de que es mucho mejor decir que traté, no hay problema en fallar. Esto es casi el lema de Silicon Valley. El peor tipo de fracaso es no tratar”.

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