Por Juan Pablo Garnham Marzo 5, 2014

“Hasta 1994 aún se creía que la llegada de los humanos a Europa se había producido en torno al medio millón de años. Acá estamos trabajando yacimientos  de cerca de 900 mil años y otros de 1.200.000”.

Juan Luis Arsuaga vive entre dos lugares únicos. El primero está en la ciudad de Burgos, España.  “Es probablemente el único museo del mundo que tiene como objeto a la especie humana como tal”, dice desde su oficina en este edificio de espejos que es el Museo de la Evolución Humana. Ahí, este paleontólogo español es el director científico.

El segundo lugar excepcional donde trabaja, fundamental para su vida profesional, queda a catorce kilómetros del museo. “De Atapuerca yo supe cuando, en 1976, se produce el primer hallazgo de un resto humano. Yo estaba empezando mi tesis doctoral”, recuerda Arsuaga, quien inaugurará  la primera versión de Puerto de Ideas, Festival de Ciencia de Antofagasta, a realizarse entre el 11 y 13 de abril con el apoyo de Minera Escondida. Es por Atapuerca, donde ha trabajado desde principios de los ochenta, que Arsuaga ha sido parte de portadas de revistas científicas. Porque en esta “montaña mágica”, como le llaman, se han encontrado restos de antepasados humanos de entre 500.000 y 1.200.000  años de antigüedad.

Son tantos los fósiles que se han hallado en las cuevas de este cerro y tan bueno su estado de conservación, que a Arsuaga le cuesta elegir las “joyas de la corona”. “Quizás puede ser una mandíbula, que es el fósil más antiguo de Europa. Tiene 1.200.000 años. Ni siquiera sabíamos que hubiera gente viviendo en Europa hace tanto”, dice el paleontólogo, “hasta hace pocos años pensábamos que el más antiguo tenía medio millón”. Este ejemplar de homo antecessor se suma un cráneo de homo heidelbergensis, uno de los antecesores más directos del hombre actual. “Es el cráneo más completo que se haya encontrado”, dice Arsuaga. Los científicos le llaman  cráneo número 5 o Miguelón, en honor al ciclista Miguel Indurain.

-¿Por qué todo esto ha sucedido en Atapuerca? ¿En qué radica su magia?
-Es el lugar de la Tierra que ha proporcionado más fósiles humanos y eso evidentemente debe tener una razón. Lo que se constata, y es obvio, es que la sierra está en un entorno geográfico muy favorable para la presencia humana. Es rica en agua, tiene una altitud en torno a los mil metros en su parte más alta, pero se encuentra cerca de unas montañas que sobrepasan los dos mil metros. Esto quiere decir que, desde el punto de vista ecológico, presenta una gran diversidad. Por último, hay cuevas, las que han conservado muy bien los registros. No se han ido alterando, se han ido depositando en capas sucesivas, que han permanecido hasta nuestros días.

-Atapuerca ha permitido conocer detalles de nuestra evolución que sin este sitio jamás podríamos haber sabido. ¿Cuáles son los más destacables?
-Es difícil de contestar, porque esto es como el descubrimiento de América: de entrada, no se sabía que estuviera América. Hasta 1994 aún se creía que la llegada de los humanos a Europa se había producido en torno al medio millón de años. Acá estamos trabajando yacimientos de esa cronología, pero otros de cerca de 900 mil años y otros de 1.200.000. O sea, lo primero ha sido descubrir que había un continente, que había unos pobladores de Europa. Y, a partir de los pobladores empezamos a estudiar lo que es la evolución en sí misma.

-Usted ha dicho que la paleontología no habla de la muerte, sino que se interesa por la vida. Recientemente lograron secuenciar un genoma humano de 400 mil años.  Hoy, con los avances tecnológicos que usan, como microtomografías y análisis de ADN, ¿qué detalles precisos de la vida en Atapuerca han descubierto?
-Es que nosotros no hacemos un trabajo demasiado diferente del que hacen los forenses de las series de televisión. A partir de un esqueleto uno puede decir muchas cosas: la apariencia física, la estatura, la confección, las proporciones, eso está claro. Pero también podemos ver su grado de inteligencia, su cerebro, qué enfermedades ha tenido. Por ejemplo, trabajando con esqueletos de hace 900 mil años hemos descubierto un crimen, pero un crimen a gran escala, con once víctimas: un caso de canibalismo.

LA VIDA DE LOS ANCESTROS

-Uno de sus descubrimientos más icónicos de Atapuerca es Miguelón, el cráneo 5. ¿Qué han logrado saber de cómo era la vida de este hombre?
-Sabemos mucho, porque incluso en este cráneo y en otros que hemos estudiado se han recuperado los huesecillos del oído medio, el martillo, el yunque, el estribo. Eso da una idea de lo completos que están estos fósiles, que conservan hasta los huesos más pequeños del cuerpo humano. Esto nos ha permitido establecer qué tipo de sonidos producían y oían, y hemos concluido que se comunicaban con sonidos como los de la especie humana actual y no como los de los chimpancés, por ejemplo. Pero podría decir tantas cosas de estos cráneos: el volumen cerebral, la forma del cerebro, mil cosas.

- ¿Y sobre las relaciones sociales entre ellos?
-Hay una cosa muy importante que hemos deducido y son las diferencias de tamaño entre los sexos, que tienen mucho que ver con la biología social y reproductiva. Los gorilas, por ejemplo, forman harenes, los grupos están formados por un macho reproductor y las hembras. Ahí el macho reproductor es mucho más grande y mantiene alejados a los otros machos. Es un modelo de biología que parece ser también el de los primeros homínidos. En los australopitecos africanos había grandes diferencias de tamaño entre los sexos. Eso quiere decir que no había cooperación entre los machos, que no formaban sociedades complejas. Aquí, por primera vez, como publicamos  en Science, tenemos tantos individuos que podemos establecer que hace poco menos de medio millón de años las diferencias entre los dos sexos eran como las nuestras. De ahí se puede deducir una estructura social probablemente parecida a la nuestra, por poner un ejemplo.

-¿Y en qué cosas ellos no se parecían a nosotros?
-No hemos encontrado objetos de adorno, por ejemplo, arte o decoración. Y no hemos encontrado fuego, curiosamente. Parece ser que no lo usaban, no lo conocían, no lo utilizaban de forma sistemática o a lo mejor todavía no lo hemos encontrado. Pero la diferencia fundamental  es esta mente simbólica que tenemos, lo que hace posible el lenguaje. Y los objetos de adorno son objetos simbólicos, tienen una función de comunicación. Ésa es una gran diferencia.

-En el campo de la paleontología y el estudio de la evolución, ¿cuáles son las grandes preguntas que aún quedan por responder?
-Todas las preguntas que tú me has formulado se refieren a los orígenes de lo que hace al ser humano único. Esas características no han surgido todas a la vez, sino que han surgido en diferentes momentos, en diferentes contextos. Pero, para no eludir la pregunta, algo que aún no conocemos bien es cuándo empieza la postura bípeda, por poner un caso. Sabemos que existe desde hace al menos cuatro millones de años, pero no exactamente desde cuándo, cómo surgió, en qué contexto, para qué, qué tipo de adaptación es. Y la gran pregunta: desde cuándo somos conscientes.

-¿Hay algo que nos pueda decir la paleontología humana del futuro de nuestra especie?
-No, porque está en nuestras manos. Eso es una buena noticia, no se puede predecir el futuro porque el futuro tenemos que decidirlo nosotros y por eso precisamente aquí tenemos que hablar, en este museo, de esto. El futuro ya no lo va a decidir la biosfera, nuestro planeta o las circunstancias. El futuro lo vamos a planificar nosotros, lo vamos a crear nosotros.

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