Por Paulo Ramírez Octubre 23, 2013

© Fernando Rodríguez

En su publicación más reciente, la Academia Chilena de Ciencias agregó la palabra “puede” a la palabra “debe” en una frase que se ha repetido hasta quedar medio vacía: que Chile “debe” duplicar su inversión en ciencia y tecnología si quiere aspirar a ser de verdad un país desarrollado. Eso implica pasar del 0,5% del PIB a un 1%.

“Podemos hacerlo”, dice Juan Asenjo, presidente de la academia, Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas 2004. No sólo debemos.

Asenjo es ingeniero químico de la Universidad de Chile y Ph.D. del University College London, director del Instituto de Dinámica Celular y Biotecnología, y uno de los científicos de más alta reputación del país. En 1992, en la cúspide de una carrera que cualquier académico envidiaría (con cátedra en las universidades de Columbia, en Estados Unidos, y de Reading, en Inglaterra), decidió instalarse en Chile, en su alma máter, para desarrollar lo que tenía en mente: hacer crecer la ciencia chilena y darle proyección aplicada. Hoy es parte de un contingente de científicos nacionales que, de acuerdo con mediciones objetivas, ha ubicado a Chile como líder en investigación en el continente, y de donde sale otra frase repetida, pero verdadera: “En Chile se hace muy buena ciencia, pero todavía muy poca”.

La buena noticia es que el crecimiento del volumen de la ciencia chilena no ha afectado su calidad. Aun así, dice Asenjo, “hay 800 personas doctorándose en el extranjero y en Chile cada año, que no tienen a dónde volver en este momento. Y de eso tenemos que hacernos cargo. Ellos se van a quedar afuera. He estado con  estudiantes, en París, en Boston, y muchos me decían: Si las condiciones en Chile no cambian, no vamos a volver”.

-En esto hay un continuo a lo largo de los últimos años y gobiernos. El discurso subraya la necesidad de invertir en ciencia, pero no se lleva a cabo…

-No se lleva a cabo porque no suma votos. Porque debería haber una política de Estado. Y para eso tiene que haber un  Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Tiene que ser un ministro independiente, que se siente a la mesa junto a los otros ministros. Y debería ser un político, asesorado por científicos.

-¿No es un problema esencialmente de platas, entonces?

-Es una política de largo plazo, más que plata. Y política de Estado, no política del gobierno de turno.

-¿Pero qué asegura un Ministerio de Ciencia?

-En Argentina se creó el ministerio hace como 4 ó 5 años y hay un cambio tremendo. Y eso que Argentina no es un país para envidiarlo políticamente. Pero en materia de ciencia, tecnología e innovación se ve que funciona. En Brasil se ve que funciona.  Yo soy miembro del Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad, pero nos sentábamos a conversar. Fernando Flores sacó un libro muy bonito sobre innovación, y es interesante intelectualmente, pero realmente no tenía poder ejecutivo. El presidente nos invitó cuando comenzamos, y  pensábamos que, como había una  mentalidad más empresarial en este gobierno, seguramente esto de la innovación y ciencia iba a prender. Pero no ha prendido…

-En algún momento se sugirió la posibilidad de que Conicyt fuera traspasada de Educación a Economía, y los científicos pusieron el grito en el cielo.

-Yo no estoy convencido de que hubiera sido tan malo. Porque los problemas en educación en este país son tan grandes, que cualquier cosa que esté al lado de educación va a pasar a pérdida, porque el problema de Educación es muy grande y muy serio. Pero la gran razón para invertir en ciencia, tecnología e innovación es que no podemos seguir exportando materias primas. Eso yo creo que es esencial, obviamente que el tener más doctores le agrega valor a la cultura, y eso también tiene un valor en la sociedad, que haya mejor educación superior, gente inteligente, que piense. Seguimos exportando materias primas, y viene una helada, se congeló la uva… y claro, el pensamiento y la innovación no se congelan.

-¿Qué pasa si se nos acaban mañana esas materias primas como el cobre?

-Sería superbueno. Hay dos escuelas de pensamiento: una, que la gente piensa cuando no tiene qué comer. Y eso le pasó a Finlandia. Una de estas empresas de celulares era la que vendía celulosa. También existe el caso de la revolución industrial en Inglaterra, donde se desarrolló el pensamiento sin tener que pasar hambre. Si en Chile empieza a disminuir el precio del cobre creo que va a haber una mayor conciencia de que es más importante invertir en ciencia, tecnología e innovación. Primera vez que me lo planteo, pero yo creo que sería bueno. Por eso es que aparece el famoso royalty, pero que no se ha usado para lo que se dijo que se iba a usar. Es lo que hizo Holanda: cuando empieza a explotar el gas natural, un gas que se iba a acabar, puso un royalty, y eso se ha invertido en ciencia, tecnología y en innovación. Es lo que debería hacer Chile. Ya el país metió las patas con el salitre. Yo creo que Chile tiene la posibilidad de invertir en ciencia, tecnología e innovación, como para que nuestros hijos vivan en un país desarrollado.

-¿Cuál es el camino para reemplazar ese aporte que hoy hace el cobre con ciencia y tecnología?

-Hay que duplicar la inversión en ciencia y tecnología, pero también en ciencia básica, y también en ciencias sociales, para que no tengamos los problemas que tenemos con los mapuches, por ejemplo. Invertir el doble en ciencia básica, en ciencia aplicada: ingeniería, tecnología, y en innovación y emprendimiento. Están dadas las condiciones. Hay ejemplos exitosos de innovación que han resultado en negocios, basados en ciencia desarrollada en Chile, como los amortiguadores de la Torre Titanium, a la que no le pasó nada con el terremoto, y los hornos del Convertidor Teniente, que usa una cosa que se llama fluodinámica computacional, se hicieron modelos matemáticos y con los años se llegó a un rendimiento 100% superior al que se tenía antes. Y también lo que no se ha hecho, como las vacunas contra el virus del salmón. Porque los problemas que tenemos nosotros no los tienen otros países. Entonces ahí se ve muy bien, en ese contraste, por qué hay que desarrollar en Chile ciencia, tecnología e innovación.

-¿Hay que imponer algún foco o sesgo definido y decidido por parte del Estado?

-Un tercio, un tercio y un tercio. Un tercio ciencia básica, un tercio ciencia aplicada y tecnología, y un tercio innovación y emprendimiento. Ésa es la golden rule, como dicen los americanos. Los países asiáticos tienden a favorecer las ciencias duras: física, ingeniería, que están más cerca muchas veces de la cosa productiva. Chile no ha favorecido una disciplina. Tiene que haber un balance entre las distintas disciplinas y un foco hacia la aplicación práctica y hacia el negocio. La razón por la que Alemania o Estados Unidos invierten es porque saben que van a llegar a la Luna y van a poder habitar Marte. Son decisiones de Estado, pero empujan a la ciencia y tecnología en forma muy importante.

-¿Chile puede plantearse algún desafío desmesurado como esos?

-Cuando vino el presidente de la European Science Foundation, él nos contó que no había estado nunca en Chile, pero sí había trabajado con un posdoctorado que había ido a una erupción volcánica muy especial en el sur de Chile. Había trabajado en problemas de Chile sin haber estado nunca acá  porque su alumno había venido a hacer las medidas. Todo tiene Chile: la mayor cantidad de volcanes en el mundo, con todo lo que es la geofísica, la geología, sismología. Los principales terremotos se han producido acá. Además, están todos los ambientes extremos (en los hielos y en el desierto de Atacama). Hay algo que se llama la astrobiología, que es analizar en qué planetas de nuestro sistema y de otros sistemas podría haber vida, y que eventualmente podrían ser habitables. Chile tiene ventajas competitivas en esto también con sus laboratorios naturales. De hecho la fosa de Atacama tiene cinco mil metros de profundidad y casi nunca se ha explorado. Y ahora en marzo o abril viene un equipo de ingleses, que junto con científicos chilenos, van a tomar muestras para ver qué bacterias hay en la fosa, si pueden existir sustancias anticancerígenas o que permitan desarrollar nuevos antibióticos.

-En las presentaciones sobre los resultados preliminares de ALMA no había ningún proyecto de instituciones chilenas...

-Hace poco estuvo acá en Chile el astrónomo Brian Schmidt, que recibió el Premio Nobel por su trabajo sobre la expansión del universo: y gran parte del trabajo inicial se desarrolló acá en Chile por José Maza y Mario Hamuy. Pero no existe la maquinaria científica desde el punto de vista de financiamiento para tener el impacto que esos resultados o ideas iniciales que desarrollaron Maza y Hamuy puedan llegar a tener impacto internacional. El nivel de financiamiento y de maquinaria de investigación son distintos en orden de magnitud. Por eso invertir en Chile para que el señor Maza reciba más, para que María Teresa Ruiz reciba el doble… podríamos traer científicos extranjeros. Con lo que ha pasado en la ex Europa del Este anda mucho científico muy bueno dando vueltas, que nosotros podríamos traer.

- ¿Como vamos, nunca habrá un Premio Nobel chileno en el área de las ciencias?

-No... no. Hoy día la maquinaria que se necesita para llegar a ese nivel de impacto es demasiado grande.

-¿En qué se está topando para avanzar?

-En la voluntad política: son los votos los que mandan, y éstas son inversiones a 20 años, lamentablemente.

-¿El papel fundamental es del Estado?

-Absolutamente. En cualquier país como Chile. En Corea cuando se van los estadounidenses después de la guerra, les dicen: ¿Qué quieren qué hagamos por ustedes? “Universidades”, contestaron. Y Corea hoy día es líder en el mundo.

-¿Y a través de qué instituciones?, ¿universidades, centros privados, empresas?

-En Chile, gran cantidad de la investigación se hace en las universidades, no hay una gran cultura de institutos privados o públicos. Incluso los institutos públicos que hubo no dieron muy buenos resultados en mi opinión. Yo creo que más allá de quién la haga, el Estado tiene que poner los recursos. Pero tiene que haber cierta continuidad en el tiempo. Todos los fondos en Chile son competitivos, lo que es bueno,  pero a veces da poca estabilidad en el tiempo. Tienen que estar ambos lados, ciertos fondos institucionales con un objetivo claro, y ciertos fondos competitivos.

-¿Qué no hay que hacer?

-Dos cosas: una es priorizar demasiado. Hay que priorizar algo, pero también dejar abierto, porque en ciencia, como en la mayoría de las cosas, es imposible predecir el futuro. Hay un elemento humano o elemento de suerte que es muy grande. Y la otra es no priorizar nada. Se necesita criterio y balance.

-Usted apoyó a Bachelet....

-No es tan así. Como científico me invitaron a participar en el comité de programa para las primarias. De ahí yo no he sabido nada más. Obviamente que en el gobierno que salga yo tengo una responsabilidad de tratar de que este tema sea importante. Yo en mi juventud fui muy allendista, pero no he pertenecido jamás a un partido. Mi forma de pensar es demasiado liberal e independiente.

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