Por Juan Pablo Garnham Marzo 7, 2013

Era el naturalista cazado por la naturaleza. Atrapado por el barro, los manglares no lo dejaban escapar. “La marea subía rápidamente y nos estábamos quedando pegados en el fango, hasta la altura de la cintura. Con todo mi esfuerzo, apenas podía mover un pie”, recuerda M. Sanjayan, científico líder de The Nature Conservancy, una de las principales organizaciones de conservación medioambiental de Estados Unidos. Fue hace sólo unas semanas, cuando se encontraba en Bangladesh, haciendo un documental para National Geographic en el parque nacional de Sundarbans, el pantano manglar más grande del mundo. Estaba con un experto en el lugar, un guardaparque bengalí, pero eso no importó. En sus ojos pudo ver el miedo. “Es increíble lo que hace eso: no puedes moverte ni pensar, pero tuve que conscientemente bajar mi nivel de pánico, para saber cómo salir de ahí”, recuerda Sanjayan.

Y lo logró. Pudo salir del pantano a salvo y ahora se encuentra en Chile, a punto de salir a otra aventura. Es el jueves 28 de febrero, y al día siguiente Sanjayan subirá al volcán Tupungatito, como parte de su trabajo para un multimillonario proyecto: la serie Years of Living Dangerously, un documental para el canal Showtime, producido por James Cameron y con la participación de Arnold Schwarzenegger, Matt Damon y Alec Baldwin, entre otros. Ahí, Sanjayan será el científico del equipo, tratando de explicar el estado del calentamiento global hoy y, como acostumbra, lo hará sonriendo. Porque la experiencia en los pantanos de Bangladesh para él fue una lección.

“Cuando entras en pánico, como ahí, es difícil actuar”, dice el científico nacido en Sri Lanka, “la razón que tengo para ser optimista es que si permito que el pánico me consuma, lo que prometo que siento a ratos, creo que simplemente dejaría de tratar de generar un cambio, y si no generamos un cambio eso será devastador para las generaciones que vienen”.

Pese a esto, Sanjayan tiene claro que las buenas noticias no son algo común para los ecologistas. Le alegra ver una ciudad de dos millones y medio de personas alimentada por energía solar en un 99%, como lo hizo en su último viaje a China, pero también se encuentra cotidianamente con los datos científicos que dicen otra cosa. “Estoy esperando a que alguien diga ‘este glaciar no se está derritiendo tan rápidamente’, pero eso no sale por ningún lado aún. La acumulación de malas noticias todavía no cesa y no creo que estemos llegando a un punto en que esto se revierta”, explica.

La actitud del público es una de las cosas que más lo deprimen en este sentido. “A pesar de que la gente entiende el cambio climático intelectualmente, somos muy reacios a hacer cambios personales”, explica Sanjayan. Dice que no le cuesta pensar en los muchos casos en los que se ha encontrado conversando con personas sobre este tema y que aún hoy le es común toparse con no creyentes. Es más, en el avión a Chile se sentó con uno a su lado. Era un estadounidense y no se demoraron mucho en llegar al tema. “Los que niegan el cambio climático son pocos. En Estados Unidos tienden a resistirse a abrazar el tema en la práctica”, dice Sanjayan, “esta persona me hacía preguntas, con algo de escepticismo”.

El hombre dudaba de que el dióxido de carbono tuviera un gran impacto en el cambio de temperaturas del medioambiente. Sanjayan respondió haciendo algo a lo que ya está acostumbrado: le explicó lo que la ciencia claramente sabe y lo que aún está en duda. “Trato de entender qué es lo que le cuesta o no quiere creer”, explica. Le dijo que la cantidad de dióxido de carbono había crecido enormemente en los últimos cien años y que era bastante claro que había una relación entre éste y el aumento de temperaturas. Y que los hombres eran los más probables causantes de este aumento. “Lo que todavía me queda por entender es qué tan rápido el clima está cambiando en relación al aumento de dióxido de carbono”, dice el científico, “¿será lento y nos adaptaremos o será rápido, casi como esas películas de desastres?”.

En el documental que produce James Cameron, Sanjayan cumplirá justamente el rol de su compañero de viaje. “Yo soy científico, pero no un científico del clima. Por esto, trataré de hacer esas preguntas... Seré una especie de escéptico, preguntándoles a otros expertos”, comenta. Esto es lo que lo tiene en Chile. Porque una de las cosas que está buscando es “poder ver” el cambio climático y, conversando con uno de estos expertos, Paul Mayewski -de la Universidad de Maine-, hablaron de un glaciar ubicado a la altura de Santiago, en la cordillera de los Andes.

“Si ves el cambio climático, hay pocos lugares donde la señal es lo suficientemente fuerte para poder detectarla en medio de todo el ruido general del medioambiente y su turbulencia”, explica Sanjayan, “Chile es uno de estos lugares, por los vientos que recibe y porque tiene montañas, y de costa a costa es fácil ver cómo el clima impacta en los glaciares, en el agua y en el resto del ciclo”.

Pero el objetivo de la expedición sería más específico: el volcán Tupungatito. “Paul lo llama un sweet spot, un lugar donde convergen los vientos impactados por los gases efecto invernadero y la capa de ozono antártica, además de ser cercano a los centros de acción en los trópicos”, dice Sanjayan. Ahí, cien kilómetros al este de Santiago, se puede entender el efecto del calentamiento global. Pero los casi 6.000 metros de altura y varios días de dura caminata no lo harían fácil.

 

La evidencia chilena

Una semana después de su llegada a Santiago, Sanjayan está cansado, mucho más de lo que esperaba y mucho más de lo que ha estado en mucho tiempo. Acaba de llegar del volcán Tupungatito y sus dedos siguen hinchados por la altura. “Fue uno de los desafíos físicos más demandantes que he hecho en mi vida”, dice. De los doce que partieron en el equipo -que incluía a los científicos Paul Mayewski y el glaciólogo chileno Gino Casassa, varios estudiantes de posgrado, el team de filmación y cuatro arrieros-, cuatro volverían lesionados o enfermos.

Caminaron dos días hasta el campamento base, a 3.200 metros de altura. Ahí se aclimataron por dos días, para luego subir hasta la cumbre, casi doblando la altura. Partieron a las cuatro de la mañana, a oscuras, con caballos y mulas, las que, a medida que iban subiendo, se encabritaban y se resistían a seguir el empinado y pedregoso camino. Habían medido sus niveles de oxígeno en la ciudad y eran de casi un 100%. Luego, en el campamento base eran de entre 91 y 93%. Llegando a la cima, Sanjayan tenía un 78%. “Un cuarto de mis células en el cerebro no estaban recibiendo oxígeno”, explica. “Piensas lento e incluso ponerse un arnés es difícil. Imagínate cómo iba a ser hablar de manera coherente frente a la cámara”.

Pero el escenario era perfecto. En el cráter, un lago turquesa con el borde amarillo descansaba, inalcanzable para la mayoría de los mortales. Un helicóptero daba vueltas alrededor de ellos haciendo tomas que Sanjayan sabe que se verán impresionantes en alta definición. Lo más interesante, sin embargo, sucedía en el glaciar. “Lo que hacen ahí los científicos es increíble. Son detectives del tiempo”, comenta. Casassa y Mayewski hacen perforaciones que permiten obtener trozos de hielo a distintas profundidades y el análisis de éstos permite saber cómo ha sido el clima en distintas épocas. “En el Tupungatito se puede ir 500 o mil años hacia atrás. En Groenlandia, hasta 110.000 años, perforando tres o cuatro mil metros hacia el hielo”, comenta el científico. Así es posible conocer más de cien diferentes parámetros, incluyendo temperaturas, contaminación y hasta si ha habido incendios o tormentas.

“Lo que Gino y Paul nos dicen analizando éstos es que el cambio climático en el pasado se ha dado abruptamente, que no es gradual”, explica Sanjayan, “sabiendo esto deberíamos tener en cuenta que en el futuro las cosas no se van a ir empeorando lentamente, sino que pueden empeorar de forma súbita y eso para mí es algo extremadamente interesante”.

Pero el rastro del cambio climático no sólo estaba en esos trozos de hielo. “Una de las cosas que más me sorprendieron fue el nivel de conocimiento que los arrieros tenían, no sólo de sus caballos y de su tierra, sino de lo que pasaba en esos lugares”, dice Sanjayan. Sin explicarles mucho de lo que estaban haciendo, el científico empezó a hacerles preguntas a los cuatro hombres que los acompañaban. “Había unas formaciones puntiagudas de hielo, que antes llegaban a la altura de sus caballos. Ahora son pequeñas, llegaban a sus cinturas”, explica el científico. “La vegetación había cambiado, la nieve ya no duraba mucho en el suelo sin derretirse, el glaciar se había movido. Nos daban muchísimos detalles”.

Sin embargo, en esos trozos de hielo también había datos positivos. “Estos registros no sólo te muestran lo malo, sino que cuando se pone en práctica una política, como el Protocolo de Montreal para lidiar con el ozono o la ley de aire puro, que sacó el plomo de la gasolina, también tiene un impacto”, explica.

Al final de la expedición, Sanjayan estaba conforme. A pesar del duro viaje,había podido ver con sus ojos el efecto del cambio climático. Pero quería ver algo más: el camino del agua hasta Santiago. “Me volví en helicóptero y fue increíble”, dice. Despegó del Tupungatito y pudo ver algo que nunca antes había visto: cómo un glaciar se deshace en pequeños arroyos, para después transformarse en el río Colorado y luego en el Maipo y finalmente alimentar de agua a Santiago. “Todo en media hora de viaje. Nunca había visto en una ciudad del mundo un vínculo tan cercano y claro con su fuente de agua”, explica Sanjayan. Los chilenos que lo acompañaban también estaban impresionados. “No es como en otros lugares, donde el agua viene de muy lejos y de formas indirectas. Si Santiago quiere proteger sus recursos hídricos, será una tarea relativamente posible de manejar por esto. Pero si no lo hace… cielos, será un gran desperdicio”.

Relacionados