Por Fotos: Daniel Casado y Mabel Maldonado Marzo 9, 2018

 

 

-El equipo científico liderado por el biólogo marino Gustavo Chiang (42) navegó más del mil millas náuticas entre Dalcahue, el golfo Corcovado y Melinka. Observó en jornadas de trabajo nocturnas a once ballenas azules—un número muy pequeño para la fecha— y les pegó marcadores digitales a seis de ellas. Con esos instrumentos midieron el perfil de buceo de las ballenas, sus movimientos y la temperatura de las aguas en que nadan.

-La idea es utilizar esos datos y los registros diurnos tomados en expediciones desde 2014 para pedir a las autoridades que se definan rutas de navegación en que los barcos no pasen por encima de sus zonas de alimentación.

-Una de las mayores amenazas para las entre 400 y 700 ballenas azules que llegan a la zona en verano es ser embestidas por los barcos mientras se alimentan. Cada año, el equipo de la fundación debe observar los tristes cuerpos de las gigantes azules arrolladas flotando sobre las aguas chilenas.

-Uno de los logros de la expedición fue instalar una boya acústica al oeste de Melinka, la primera isla al sur de Chiloé. Con ella grabarán los cantos de las ballenas jorobadas, para compararlos con los registrados en Perú y Colombia, donde muchas de ellas van cada año a aparearse. La idea es comprobar la interacción social entre ambos grupos.

-El equipo del barco Khronos incluyó a la bioquímica Paulina Bahamonde, a la experta en bioacústica Sonia Español, al oceanógrafo Carlos Cantergiani y a los científicos norteamericanos Alessandro Bocconcelli, Joe Warren y Lee Hickmott.

-En octubre, una nueva expedición instalará cuatro boyas acústicas para triangular la posición de las ballenas en el golfo.

-Entre las muestras recolectadas, el equipo recogió agua a diez y cien metros de profundidad, en distintos puntos del golfo. Con ella se harán estudios bacterianos que buscarán respuestas sobre los varamientos de animales marinos que afectan a la zona.

-Otra misión fue concientizar a los chilotes de la necesidad de cuidar a las ballenas.

-Abajo, una imagen de la charla en la Biblioteca de Castro, en donde los científicos explicaron el estrés que enfrenta el ecosistema marino. Uno de los casos más preocupantes es el de la ballena franca austral, de la que no quedarían más de cien ejemplares.

-Las ventosas de los localizadores suelen conservar restos de tejido de las ballenas al desprenderse de sus lomos. Con esas muestras, el equipo científico hace estudios moleculares y genéticos de las ballenas, para determinar su sexo y comparar su alimentación y salud con otras poblaciones.

-Una de las buenas noticias de la expedición fue la cantidad de kril presente en los mares, el diminuto crustáceo que las ballenas azules consumen por toneladas cada día.

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