Por Javier Rodríguez / AFP Enero 19, 2018

Antes de que fuera conocido en el mundo entero como King George. Antes de que, jugando por el A. C. Milan —donde llegó con la responsabilidad de reemplazar al mítico delantero holandés Marco van Basten— se convirtiera en el primer y, hasta ahora, único jugador africano en ganar el Balón de Oro. Antes de hacerse cargo de la selección de su país, pagando viajes, camisetas, siendo jugador y ayudante técnico a la vez, y casi lograr el milagro de clasificar a una Copa del Mundo en 2002.

Antes de todo eso, George Weah (51) fue un adolescente al que sus padres no dejaban jugar al fútbol.

Nació a fines de 1966, en un suburbio de clase obrera a las afueras de Monrovia, la capital de Liberia. Lo crio su abuela, junto a otros doce niños. Cuando tenía 14 años, un grupo de militares, liderados por Samuel Kanyon Doe, se tomó el país por las armas e instauró la dictadura que dio inicio también a la primera guerra civil liberiana.

Un poco de contexto: Liberia fue el primer estado africano en conseguir la independencia, en 1947, aunque su libertad fue relativa: fundada por esclavos liberados de Estados Unidos, con una Constitución y banderas casi calcadas a las de Estados Unidos, los “américo-liberianos” se transformaron en la élite del país. Eran los llamados “congos”, un grupo tan minoritario como poderoso.

El presidente Weah tendrá que luchar contra la corrupción instalada y contra índices de pobreza gigantescos. Sin embargo, Liberia cuenta con enormes recursos naturales, por lo que su idea es desarrollar empleos en esas áreas.

Era principios de los 80, y en el país se desató la violencia. Weah, el adolescente, quería ser futbolista, aunque siempre tuvo inclinaciones sociales y políticas. Pasados los años, dejó el colegio y comenzó a jugar en distintos equipos de su país, lo que combinaba con un trabajo de telefonista en la compañía nacional. Abandonó el país al ser traspasado a un equipo camerunés. Allí sucedió lo que cambiaría su vida para siempre: fue descubierto por un joven Arsène Wenger, que en ese tiempo dirigía al Mónaco.

El hoy cuestionado entrenador del Arsenal se lo llevó al principado y le dio un entrenamiento especial para que aprendiera a jugar en la elite. El resto de la historia es conocida: 268 goles en 528 partidos que lo llevaron a convertirse en uno de los mejores delanteros del Calcio, cuando la liga italiana, en plena década de los 90, era la mejor del mundo y los equipos del país de la bota se llevaban la Champions League a casa año por medio. Haber pasado por el mismo Mónaco, PSG, A. C. Milan, Chelsea y Manchester City lo convirtió en el ídolo de un país donde los niños se transformaban en soldados sin quererlo.

Weah siempre supo que debía hacer algo más. Mientras fue futbolista entró al mundo de la filantropía y se convirtió en embajador de buena voluntad de Unicef. En 2005, ya retirado del fútbol, se le presentó su oportunidad: luego de que terminara una nueva guerra civil, Liberia organizó sus primeras elecciones libres en décadas. El entonces reciente ex jugador declaró que se sentía capaz de liderar a su país y creó un partido político para generar bases, el Congreso para el Cambio Democrático. Y si bien tenía una base de voto duro importante, que contaba sobre todo con el apoyo de los grupos más pobres afectados por el conflicto armado, la prensa y sus rivales le sacaron en cara su falta de preparación: King George, que no había terminado el colegio, competía con la economista de Harvard y futura premio Nobel de la Paz, Ellen Johnson-Sirleaf. Ambos pasaron a segunda vuelta, pero la victoria de la economista en el balotaje fue arrolladora: un 58,4% contra un 40,6% de Weah, que no quiso reconocer la derrota. De hecho, sus partidarios salieron a las calles y se enfrentaron a la policía. El goleador sólo cedió cuando los observadores internacionales garantizaron la limpieza de los comicios.

Aunque había tenido una primera experiencia traumática, Weah estaba decidido a obtener la presidencia. Para acallar las críticas, y luego de que el gobierno estableciera la obligatoriedad de tener estudios superiores para postular a la presidencia, se trasladó a Miami, donde terminó el colegio y cursó una licenciatura en Administración de Empresas y Criminología en la DeVry University. En 2011, ya más preparado, apoyó al candidato de su partido, el diplomático Winston Tubman y participó en su campaña como posible vicepresidente. Otra vez perdieron, algo a lo que el ex delantero del PSG no estaba acostumbrado.

Pero no se rindió.

Tres años después, consiguió por fin su primera victoria sin toperoles: fue elegido senador por el condado de Montserrado con el 78% de los votos. ¿A quién derrotó? A Robert Sirleaf, hijo de la en ese entonces presidenta. Clave en su elección fue la lucha que lideró contra el ébola. Según la OMS, durante 2014 en Liberia se contagiaron cien personas por semana, con 7.800 contagiados, el segundo país más infectado después de su vecino, Sierra Leona. El goleador hizo donaciones, lideró campañas de conocimiento e, incluso, grabó una canción con el popular cantante ghanés Sidney. Su colaboración con el Ministerio de Salud fue muy bien vista por el electorado. Weah, que en un principio no había aceptado su derrota, ahora colaboraba con el gobierno por un bien mayor. El goleador aprendía a hacer política.

Y el esfuerzo dio frutos: el pasado 28 de diciembre fue electo presidente con un 61,5% de los votos en la segunda vuelta. Los desafíos no son fáciles: hace 73 años que el país no tiene un cambio de poder pacífico; de los tres presidentes anteriores, dos fueron asesinados (William Tolbert y Samuel Kanyon Doe) y el tercero, Charles Taylor, conocido como el Señor de la Guerra, está preso por crímenes contra los derechos humanos.

El panorama, de todas formas, es alentador: la presidenta Johnson-Sirleaf deja su mandato luego de un período de estabilidad sin precedentes en el país. Weah tendrá que luchar contra la corrupción instalada y contra índices de pobreza gigantescos. Liberia tiene enormes recursos naturales, plantaciones de caucho, mineral de hierro y petróleo. Su idea es desarrollar empleos en estas áreas, sobre todo para los jóvenes, que hoy componen la mayoría de la población. Para eso, necesitará asistencia extranjera, pero no va a ser un problema: Weah tiene muchísimos contactos en el mundo. Ahora llegó el momento de usarlos.

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