Por Ceina Iberti Diciembre 1, 2017

Los resultados de las pruebas Simce que rindieron los alumnos de más de 3.900 establecimientos entre 2011 y 2015 permitieron elaborar un Índice de Mejora Escolar, una estimación de los puntos Simce que un establecimiento mejora cada año en promedio. Este trabajo permitió identificar al colegio que más avanzó en cada región del país, es decir, aquellos que lograron una mejora en el aprendizaje de sus alumnos en una ventana de cinco años.

Además, se estableció una categoría especial: el colegio vulnerable que más avanzó. Se trata de profesores que trabajan con los niños más pobres del país, escuelas que muchas veces están insertas en poblaciones conflictivas, con altos grados de consumo de drogas, familias monoparentales o chicos criados por abuelas, tíos o vecinos.

De estos establecimientos, el Colegio Santa Filomena es el que registra las mayores alzas: alcanzó en 2015 los 240 puntos. Son poco más de 300 niños que no sólo aprenden a sumar o a comprender lo que leen; se les enseña que existe un futuro mejor.

El objetivo de su director, Enrique Blanco, es que sus estudiantes sean felices, que se sientan niños, que olviden por unas horas sus problemas y que jueguen. La mayoría de los chicos no tienen dónde sentarse ni a quién pedir ayuda para resolver las dudas. La escuela está inserta en la Población Santa Filomena, una de las zonas más pobres de Rancagua y conocida por la venta de drogas.

“El niño pasando de la puerta del colegio es absolutamente nuestro, no debe haber ningún impedimento para que aprenda, no hay disculpas, no podemos solucionar el tema del padre que está preso o que es alcohólico, pero sí podemos entregar lo mejor de nosotros”, enfatiza Blanco.

Sus alumnos reciben todo lo que necesitan, desde los cuadernos hasta los zapatos, porque el desafío es uno: sacarlos adelante, lograr que sigan estudiando y así romper el círculo de la pobreza.

Una experiencia similar se vive en la Escuela de Administración y Comercio, en Curicó. Ahí, 9 de cada 10 niños son vulnerables. Niños que están acostumbrados a que cada cierto tiempo haya grandes operativos en busca de drogas. Niños que necesitan contención y mejorar su autoestima, dejar de sentirse estigmatizados por el lugar donde nacieron.

Lo primero que hizo el equipo dirigido por Frans Spröhnle fue asegurar la asistencia: todos los días, 15 minutos después de que la campana anuncia el inicio de clases, se llama a la casa de cada uno de los ausentes. Gracias a esta medida, tienen un 92% de asistencia anual.

Esto lo conocen de cerca en el Liceo Bicentenario Diego Portales Palazuelos, en Calama. Atrás quedaron los años en que los profesores salían, durante las horas de consejo general, a recorrer las calles en busca de alumnos. Con la convicción de que “sí se puede”, los docentes explicaban el proyecto educativo de este liceo, que en 2010 se convirtió en uno Bicentenario, establecimientos llamados a ser de excelencia académica. Y lo lograron. Sólo un ejemplo: 350 niños postularon a una de las 70 vacantes que hay para 1º básico en 2018.

En la Escuela Nueva Aurora, en Recoleta, donde más del 70% de los alumnos son vulnerables, el refuerzo positivo es constante, porque están convencidos de que sus alumnos pueden, merecen y quieren superarse, y para ello desarrollan vínculos basados en el respeto mutuo, salas de clases normalizadas, niños que se sienten protegidos, con un ambiente familiar que privilegia el diálogo, donde todos sus miembros se sienten escuchados y acogidos por toda la comunidad educativa.

Que se sientan identificados, que quieran a su colegio es el pilar para comenzar a trabajar. Algo que en el Liceo Jovina Naranjo Fernández tienen asumido. Nada extraño en una comunidad escolar en la que conviven ariqueños, inmigrantes, aimaras y niños con necesidades educativas especiales. ¿Cómo integrar estas diferencias culturales en el aula? La tarea para su director, Juan Zenteno, es simple, llevan años trabajando la inclusión. Por eso, los nuevos alumnos tienen un proceso de inducción: los primeros 15 días de enero deben asistir durante la mañana al colegio. Esas horas son utilizadas para nivelarlos, pero lo más importante son las clases de orientación, pues desde ese día comienzan a trabajar en la construcción de su proyecto de vida.

Para todos los colegios que este año fueron destacados, el objetivo es que sus alumnos puedan acceder a la educación superior.

En la Escuela Básica Francisco Forgione están orgullosos. Es tercera vez que son el colegio que más avanza en la Región de Arica y Parinacota. Su director, Pedro Ibacache, cuenta que tan importante como las metodologías interactivas —el uso de notebook, proyector digital, pantalla gigante y equipos de amplificación en las salas—, son las participativas. Este trabajo colaborativo ha tenido frutos: a la radio escolar, que transmite todos los días en los recreos, se suman una serie de publicaciones. Se trata de creaciones literarias hechas íntegramente por los alumnos; el año pasado publicaron la segunda edición del diario Ecos del Salitre, y este año le tocó el turno a La Tercera Región.

Un juicio que comparte la directora de la Escuela San Pedro, en Copiapó, Liliana Valderrama, quien señala que los avances responden al trabajo colaborativo. “Si bien no se pueden determinar metodologías depuradas, aplicamos la metodología constructivista, guiando al estudiante a descubrir y respetando los ritmos de aprendizaje de cada uno”. Premisa que también tiene Andrea Wolleter, directora del Colegio Alemán de Punta Arenas. Su convicción es que el alumno es el protagonista de su propio aprendizaje y la clave está en saber cómo aprenden los niños, en qué minuto, y qué hace que se produzca ese “clic”, se trata de entender los procesos de metacognición.

Si de innovaciones se trata, en el Colegio Rakiduam, en Coquimbo, destacan el nuevo laboratorio de inglés, cuya inversión fue de cerca de $55 millones. La sala cuenta con 45 computadores para que los niños dispongan de ellos como primer paso para su proyecto de convertirse en un colegio bilingüe de excelencia. Otro colegio que hizo una fuerte inversión en infraestructura fue la Escuela República de Alemania, en Los Ángeles. En marzo inauguró renovadas instalaciones, cuyo costo fue de más de $227 millones. Su directora, Dalila Muñoz, destaca entre las principales estrategias pedagógicas las TICs aplicadas al aula y el reforzamiento pedagógico con apoyo, si es necesario, de educadoras diferenciales, fonoaudiólogos y psicólogos.

También ayudados con múltiples tecnologías implementadas en el aula, la Escuela Presidente Jorge Alessandri, en La Unión, ha logrado mantener un lugar de excelencia educativa, reflejado en una serie de reconocimientos, gracias a iniciativas como una Biblioteca CRA y la utilización de la red Enlaces, entre otras.

Clases más dinámicas, trabajos en grupo y control semanal por asignatura con tecleras interactivas, realizado por un docente diferente al que imparte el ramo, son algunas de las estrategias empleadas en Brega College, un establecimiento de Los Andes dirigido a padres de clase media que quieren entregar a sus hijos una educación mejor que la que ellos tuvieron.

Roberto Opazo, director del Liceo BrainStorm, en Temuco, agrega que para ellos dos talleres han sido clave para profundizar en el aprendizaje de los niños, los que se realizan dentro del horario de clases: Cálculo Mental y Lectura Dirigida. Mientras en el primero se busca desarrollar el pensamiento racional y que los niños descubran cómo piensan; en el segundo, se trabaja la comprensión lectora a través de la lectura intencionada. Desde que se implementaron estos talleres, en 2011, los resultados se evidencian en las pruebas Simce.

Cuando, en marzo del 2001, cuatro profesores abrieron el San Sebastián, su objetivo lo tenían claro: ser uno de los mejores colegios de Calbuco. Pero no sólo por formar alumnos de excelencia académica, sino que también niños con sólidas virtudes y habilidades sociales, las que les garantizarán su éxito como adultos. “Nuestra estrategia se centra en el sistema de ‘refuerzo positivo’, cuyos componentes son el refuerzo académico y formativo, condiciones de bienestar como refuerzo a la motivación y clima positivo, refuerzo de disciplina y valores para una buena convivencia”, señala su director, Carlos Enrique Paredes.

La Escuela Julio Valenzuela es el colegio que más avanzó en el país: presenta un índice de mejora de 13 puntos, lo que se traduce en que aumentó 13 puntos cada año, pasando de 228 puntos promedio en 2011 a 293 en 2015. “El 2009 teníamos una matrícula de 180 alumnos, con muy bajos resultados de aprendizaje educativo; hoy contamos con una matrícula de más de 500 alumnos y una mejora sustancial en el aprendizaje”, cuenta su directora, Nuccia Sánchez.

Esta es una institución católica que sustenta su orientación educativa bajo los principios del amor, prevención y dignidad del hombre; trabajan con sentido de familia, donde todos deben sentirse valorados y aceptados, lo que se consigue con un trato humano y firme para lograr tanto los niveles de exigencia curriculares como la formación de valores y actitudes.

En el Colegio Antoine de Saint-Exupéry, en Coyhaique, destacan que el compromiso y el trabajo en equipo son los protagonistas del avance de este establecimiento, cuyo sello es un currículo centrado en la persona (se busca hacer pensar a los estudiantes); una educación basada en los valores universales, sus patronos son San Alberto Hurtado y Antoine de Saint-Exupéry; el respeto por el medioambiente y una fuerte identidad regional y, por último, el francés como idioma extranjero (cuenta con un convenio con el Instituto Francés que les permite certificar el idioma francés de sus alumnos).

 

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