Por Javier Rodríguez // Foto : AGENCIAUNO Diciembre 15, 2017

La frase es de Martín Lasarte. Terminaba diciembre y, luego de dejar Universidad Católica, equipo que venía dirigiendo, analizó a su plantel ante la prensa. Sobre Rodrigo Valenzuela, un talentoso puntero reconvertido en empeñoso lateral, en ese entonces de 38 años, dijo: “Es como los vinos. Yo le he dicho que los viejos roqueros no mueren, y él lo demostró”.

¿Será Jaime Valdés, de 36, el gran refuerzo del fútbol chileno de los últimos cinco años? En este tiempo han llegado buenos nombres: Mauricio Pinilla, Jorge Valdivia, Diego Buonanotte. Pero ninguno ha sido más determinante que Pajarito, quien, desde que llegó a Colo-Colo en 2014, no se ha cansado de levantar copas: cinco títulos avalan la compra de un jugador que cuando llegó fue criticado por su edad. Hoy es por lejos el jugador más importante del actual campeón. Si él está encendido, es muy probable que el Cacique gane. Con buen pie, dinámica y una inteligencia táctica que le permite ir descubriendo desde qué lugar del campo le puede hacer más daño al rival de turno ha levantado a los albos en momentos complicados. Pablo Guede le debe en gran parte el último título que agregó a su currículum.

Este año los viejos roqueros sonaron fuerte. El tema será cuando les toque presentarse en otros escenarios, donde los clubes chilenos hace rato están en deuda.

Si se revisan los equipos clasificados a las copas internacionales, todos cuentan entre sus filas con un jugador de los considerados “veteranos” como líder. La enumeración vale la pena: en Universidad de Chile, Johnny Herrera y Mauricio Pinilla; en Colo-Colo, Agustín Orión, Jaime Valdés, Jorge Valdivia y Esteban Paredes; en Wanderers, César Cortés; en Unión Española, Gustavo Canales y Diego Sánchez; en Everton, el cuestionado Eduardo Lobos; en Audax, Nicolás Peric; en Temuco, Miguel Aceval y Cristián Canío; y en Universidad de Concepción, Hugo Droguett y Fernando Manríquez.

El problema aparece cuando estos mismos jugadores, que en el ocaso de sus carreras animan el torneo nacional, deben enfrentar más de un partido por semana. El rendimiento de los equipos nombrados es una incógnita que invita más al pesimismo que a la esperanza. Desde 2012 que un equipo chileno no alcanza los octavos de final en la Copa Libertadores, y lo mostrado este año no da para grandes ilusiones.

La U, por ejemplo, terminó este 2017 con una seria crisis de ideas donde, en un plantel lleno de volantes defensivos, no hubo quién —ni el entrenador ni un jugador en particular— tomara la responsabilidad de la generación de fútbol. Si no estaba Mauricio Pinilla, que empujaba al equipo con fuerza y actitud, las posibilidades del equipo de Ángel Guillermo Hoyos ante el arco contrario eran mínimas. Eso, sumado a una defensa de rendimiento paupérrimo, no genera mucho optimismo. La Libertadores se acerca y, de no mejorar mucho respecto a lo mostrado este último campeonato, los laicos lo pueden pasar mal en su próxima salida internacional.

El caso de Colo-Colo es diferente. Fue el equipo que más puntos logró entre ambos campeonatos, y terminó coronándose campeón con un sprint final extraordinario, descontándole siete puntos a Unión Española y ganando ocho de sus últimos nueve partidos. El tema está en que su estructura está basada en jugadores de mucha edad que si no están —sobre todo Valdés y Paredes—, el equipo se resiente mucho. Eso, sumado a un inestable Pablo Guede, que ve conspiraciones en su contra en todos lados, hacen que el Cacique sea un equipo impredecible. Si logran reforzarse en sectores específicos de la cancha donde le faltan especialistas —un lateral izquierdo, un volante mixto, un puntero rápido—, puede balancear un plantel donde la promoción de jóvenes valores ha sido de lo más destacable de la era Guede. Mosa apunta alto y, de confirmarse la permanencia del argentino en Macul, será una buena oportunidad para que deje la chimuchina de lado y dé el salto de calidad.

El caso de Santiago Wanderers es el más preocupante. Flamante ganador del cupo Chile 3 luego de vencer en la última edición de la Copa Chile, la próxima semana podría descender en caso de perder el repechaje contra Unión Calera, el otrora equipo de Sergio Jadue, que pretende volver al fútbol mayor. Los dirigidos por Nicolás Córdova —que no ganaron un solo partido como locales este semestre— podrían convertirse en el sexto club en la historia en disputar la Copa Libertadores jugando en segunda división.

Aún queda definir si el último representante chileno en la Libertadores será Unión Española o Universidad de Concepción. Los de Santa Laura deben haber sacado lecciones de la humillante eliminación a manos de The Strongest en La Paz, donde se fueron con un 5-0 en contra a principios de año. Si bien el equipo tuvo un bajón este semestre, terminó mostrando un buen fútbol, con figuras interesantes como Pablo Aránguiz, Ramiro González y Galdames, además del eterno Gustavo Canales. Los penquistas, que tuvieron una gran primera rueda, deberán ahora asumir el protagonismo que obtuvieron luego de haber estado peleando el descenso.

De los que quedan, el mejor aspectado es Everton, el equipo que mostró el mejor fútbol del campeonato. Con el mexicano Iván Ochoa como estandarte, que dirige el medio campo con una sabiduría extraña para un joven de 21 años, la maquinita de Pablo “Vitamina” Sánchez, de reforzarse bien, podría tener una buena presentación en la Sudamericana. Temuco y Audax mostraron interesantes propuestas con disímiles libretos: mientras los itálicos exhibieron un fútbol rápido de mitad de cancha hacia adelante, con transiciones velocísimas en busca de Sergi Santos, y Temuco fue un equipo bravo, metedor, sobrio, de la mano de Dalcio Giovagnoli. La duda: ¿les alcanzará con esto para salir de Chile?

No todo es oscuro: la implementación de un campeonato largo les debería dar más regularidad a los equipos, permitiendo a los entrenadores plasmar de mejor manera sus ideas. Porque con varios —Audax, Unión, Colo-Colo, incluso la UC— quedó la sensación de que, cuando iban en alza, les cortaron el campeonato. Eso sumado a la aparición de jóvenes interesantes como Sergi Santos, Nicolás Guerra, Pablo Aránguiz, Brayan Cortés, Angelo Araos y Gabriel Suazo, entre otros que empiezan a asomar, puede anunciar un futuro distinto para el fútbol chileno.

Este año los viejos roqueros sonaron fuerte. El tema será cuando les toque presentarse en otros escenarios, en los que los clubes chilenos hace rato están en deuda.

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