Por Carolina Sánchez Diciembre 15, 2017

Lo primero que se lee es una advertencia. Unas líneas que permiten al lector pensar dos veces antes de avanzar. José Levy (59) sabe que tiene la obligación de decir que lo que se leerá en las páginas que vienen no será fácil: habrá miedo, sangre e impotencia. Después de 20 años reporteando, el corresponsal jefe en el Medio Oriente de CNN acaba de publicar Terror Alerta ISIS: una amenaza para toda América (Planeta), un libro que relata cómo se recluta a niños muy pequeños convirtiéndose en la única escuela que conocen; cómo se esclaviza a mujeres y se venden en subastas, y bajo qué lógicas un hombre está dispuesto a ser un “lobo solitario”, a morir matando para alcanzar el paraíso. “Tampoco ha sido fácil de escribir. Muchas veces he tenido que parar y ver que hay otro mundo distinto al horror de estas páginas”, cuenta.

Imagen LIBROISISEs un jueves de diciembre y Levy, médico de profesión y periodista por oficio, está sentado en un hotel de Santiago al que llegó hace menos de media hora, justo después de aterrizar. Sus días casi siempre son así: ajetreados, muy fugaces. A Chile llegó sólo por unos días, invitado por CNN —su casa televisiva—, y volverá junto al Papa Francisco, de quien es muy cercano. Tiene poco tiempo pues le acaban de avisar que Donald Trump declaró a Jerusalén como la capital de Israel y debe decirlo por televisión.

Ser periodista fue más azar que otra cosa. Desde pequeño, dice, su ilusión era estudiar el cáncer, descubrir, quizás, su cura. Entonces, estudió Medicina. Sin embargo, cuando estaba haciendo su doctorado en Jerusalén, se le ocurrió una idea para juntar dinero que lo transformaría todo: escribir pequeños relatos sobre la violencia en el Medio Oriente y enviarlos a medios en España. Desde aquel día han pasado más de dos décadas; nunca volvió a ponerse el delantal ni visitó un laboratorio.

—Lleva 28 años reporteando Medio Oriente, ha cubierto la Primavera Árabe, los ataques en París, Bruselas, Barcelona… ¿usted cree que este es el momento más crítico que se ha vivido en las últimas décadas?

—Creo que ahora mismo la humanidad, y por eso el libro, se enfrenta a un desafío enorme. Un desafío que se puede llamar Al Qaeda, ISIS, Al-Shabbaab, Talibán, pero que es un fenómeno que amenaza hoy al mundo entero.

—Es un fenómeno que se ha tratado de destruir militarmente, pero parece ser que nunca se ha visto mermado en su ideología, ¿no?

—Existe el concepto, a mi juicio erróneo, de que destruir militarmente a ISIS es destruir la organización. En el pasado se demostró que eso no es así. Cuando EE.UU. terminó con la vida de Osama bin Laden, en ese entonces líder de Al Qaeda, el terrorista más buscado del mundo, el vacío de liderazgo que se creó hizo que las personas con esa ideología encontraran en Abu Bakr al-Baghdadi una alternativa incluso más extrema. Él decidió levantar el denominado Estado Islámico (EI) y se proclamó a sí mismo califa de todo el mundo musulmán. Y hoy tenemos una decena de países donde hay afiliados del E.I. Esto representa un desafío porque no se puede terminar militarmente con una ideología.

_O1_2230.jpg—¿Cómo se debería actuar? Entendiendo que el problema es más profundo que sólo derrocar a un líder.

—Hay que actuar en otros niveles. Es inconcebible que millones de niños en África, en Medio Oriente, sean presa fácil de estos grupos extremistas porque simplemente no tienen una educación formal, no tienen profesores normales, no pueden asistir a escuelas normales. Son presa fácil porque precisamente son los extremistas los que los educan. Niños entre seis, siete u ocho años que son “educados” para ser suicidas, para morir matando, y eso es una aberración.

—Estos niños, que usted menciona en el libro como los “cachorros del califato”, parecen ser la prueba de que siempre se llega tarde, ¿no? Ya fueron formados con esa ideología.

—Se les lava el cerebro y eso muchas veces es irreversible. Ese tipo de fenómenos, que involucran a niños, se transforman en un elemento realmente peligroso. El liderazgo de ISIS les promete a aquellos que se sacrifican por la causa un paraíso con 72 vírgenes; se les dice que cuando están en un coche bomba y están llegando a su objetivo, al lado suyo está sentada la más guapa de esas vírgenes, y ella lo está escuchando, y está acompañando al héroe que se va a sacrificar matando. Pero ella sólo se les aparecerá con una condición: tienen que apretar el botón.

—¿Cuál es el perfil al que apunta ISIS? Muchas veces sólo se reduce a que “están locos” y eso no permite comprender el fenómeno del todo.

—Eso es fundamental. En mi opinión, no estamos hablando necesariamente de las capas más humildes, no necesariamente menos preparadas académicamente, pero sí muy perdidas. Personas que no se integran del todo a sus sociedades, que son imbuidas en ese liderazgo fanático, absolutista, extremo, representado por los dirigentes de ISIS. Entonces, de alguna manera, les simplifican el mundo. Y también, quizás, por el tipo de vida extrema, con una supuesta base en la religión islámica. Pero no representa realmente a la religión musulmana. Son una serie de individuos que deforman a esa religión en beneficio de sus propios intereses.

"Existe el concepto, a mi juicio erróneo, de que destruir militarmente a ISIS es destruir la organización (...) No se puede terminar militarmente con una ideología"

—¿Hoy el fenómeno de ISIS ha dañado a las religiones en el mundo?

—Sí, seguro. ISIS, basándose supuestamente en la religión musulmana, ha llevado a fenómenos aberrantes. Ellos interpretan la yihad (guerra santa) como una guerra de sangre, cuando una gran parte de los religiosos musulmanes aseguran que se trata de una guerra espiritual. Yo creo que las religiones tienen que ejercer un papel central, donde los liderazgos de las distintas fes no sólo condenen o digan que están en contra del terrorismo, sino que actúen de manera entusiasta para destacar el denominador común que poseen las tres religiones (cristianos, judíos y musulmanes) y que son los diez mandamientos. Los tres comparten el “no matarás”, el “amarás a tu prójimo”.

—En el libro, usted dice que la mayor satisfacción del verdugo es que alguien vea lo que hace. Así, las redes sociales se han convertido en la plataforma para mostrar ejecuciones. ¿Cómo se aborda, por un lado, el control de lo que se viraliza y, por otro, el que existan espectadores dispuestos a ver eso?

—El siglo XXI llegó con nuevas tecnologías que, en general, nos ayudan, pero también representan un desafío a la hora de controlar esa información. Antes, un grupo como Al Qaeda en los 90 si quería transmitir sus ideología lo tenía muy difícil. Pero ISIS llegó con el uso masivo de las redes sociales, y hoy existen decenas de miles de cuentas que pertenecen a las ideologías yihadistas. Sabemos que Facebook, Twitter o YouTube intentan cortar la información que pueda pertenecer a ellos, pero no siempre es factible. Otras veces también choca con la libertad de expresión, lo que lo vuelve especialmente complejo. Hamza bin Laden, el hijo de Osama bin Laden, dijo que ellos iban a desarrollar en Al Qaeda un departamento de redes sociales porque ese es el futuro, y el presente. Es un problema muy difícil, pero es urgente enfrentarlo.

 

***

 

—¿Usted cree que hoy el mundo le toma el peso a ISIS?

—Yo creo que ISIS, en pleno siglo XXI, cuando creíamos estar en el futuro, con tecnología avanzada, con miles de avances en distintos ámbitos, de golpe y porrazo nos ha devuelto a la Edad Media: con decapitaciones, con esclavas sexuales, con conceptos que pensábamos que ya habían sido borrados del ser humano. Entonces, primero tenemos que comprender que es un fenómeno que amenaza a la humanidad. Estamos en una realidad que nos habría parecido imposible de creer hace algunos años y, sin embargo, ISIS la representa, y difunde sus ideas por las redes, por los medios.

"No estamos hablando necesariamente de las capas más humildes o menos preparadas académicamente, pero sí muy perdidas (...) ISIS de alguna manera les simplifica la vida."

—En América Latina, por ejemplo, no es un fenómeno del todo conocido.

—El gran problema es pensar que esto es un problema que sólo atañe al Medio Oriente, un problema que no afecta a los demás. En mi opinión, creo necesario adoptar medidas, saber que es una amenaza que también afecta este continente. Hace un tiempo, Luis Almagro, de la OEA, señaló que decenas de latinoamericanos llegaron a zonas del E.I., y puede ser que parte de ellos hayan regresado. Pueden ser esos “lobos solitarios” que actúen en determinado momento.

—En su libro, usted señala que existiría un 1% de personas relacionadas a ISIS en Latinoamérica. ¿Es este el momento de combatir este fenómeno?

—Claro. Aquí estamos hablando de que América Latina forma parte de ese mundo que quiere ser conquistado por ISIS, por esta ideología. La yihad, la que ellos califican de guerra santa, no para en el Medio Oriente, tampoco en Europa; ellos quieren conquistar el mundo. ISIS no actúa tanto donde quiere, sino donde puede, y el problema en Latinoamérica es que quizás, por los fenómenos de narcotráfico o corrupción, se podría facilitar el encontrar “lobos solitarios” que decidan actuar. Muchas veces no se necesitan armas. En Niza un vehículo casi produce un centenar de muertos. Es un problema que hay que combatir de manera efectiva para que las amenazas no se transformen en realidad.

"La yihad, la que ellos califican de guerra santa, no para en el Medio Oriente, tampoco en Europa; ellos quieren conquistar el mundo"

—Hoy se ha fallado en frenar el fenómeno de ISIS en el mundo, ¿en quiénes cree que residiría esa deuda pendiente?

—La humanidad entera debe tener como objetivo central que no haya niños sin escuela que serán presa fácil de los extremistas. Los líderes religiosos tienen una enorme responsabilidad porque es la religión, o la interpretación aberrante de algunos que deforman su religión, lo que está llevando a esta situación. Los grandes filántropos también deben ayudar, esa es una de las armas con las que cuenta el siglo XXI. Las celebridades también se tienen que hacer parte: un Messi o una Shakira tienen un poder atractivo en los jóvenes. Hay que utilizar todo eso de forma coordinada, inteligente, para poder frenar este fenómeno. Pero hay que hacerlo con el apoyo de los líderes religiosos. Tenemos que conseguir que la religión construya el mundo y no lo termine por destruir.

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