Por Javier Rodríguez // Foto: AGENCIAUNO Noviembre 23, 2017

“Chile, por ahí, no fue mi logro más importante, pero deportivamente fue la concreción de un sueño”. Corría 2015 y Luis María Bonini, ex Ferrocarril Oeste, Atlas de Guadalajara, América y Morelia de México, Velez Sarsfield, Espanyol de Barcelona, la selección argentina, chilena y el Athletic Club de Bilbao, hacía esta declaración al diario Marca. ¿Por qué uno de los preparadores físicos más destacados del fútbol mundial encontró en Chile, un país ajeno a los grandes éxitos, la felicidad?

Formado en el Ferocarril Oeste del mítico Carlos Timoteo Griguol, Bonini fue convocado por Bielsa para trabajar juntos en el Atlas de Guadalajara, donde comenzó la historia de una dupla que duraría 21 años. Una sociedad que, como Sherlock Holmes y John Watson, no funciona sin uno de sus miembros y donde los roles estaban claros: Bielsa el estratega distante, frío, y Bonini el cercano al equipo, el motivador. Una mezcla virtuosa donde los ganadores eran los jugadores.

¿Qué ocurrió, entonces, que se generó esa complicidad tan grande entre la hinchada chilena y todo el equipo técnico de Bielsa?

Remontémonos unos años. El equipo técnico de Bielsa había dejado la selección argentina en 2004, intentando mantener un proceso que pintaba bien pero que no obtuvo resultados en el Mundial de Corea y Japón 2002.  Eso, sumado a la derrota ante Brasil en la Copa América de Perú 2004 por penales, fue suficiente motivo para renunciar por “temas personales”. Tres años después, vino el llamado de la dirigencia de Harold Mayne-Nicholls.

El binomio necesitaba tanto a Chile como Chile los necesitaba a ellos. Fue el momento justo. Y la arenga en el Centenario de Montevideo, en el segundo partido por eliminatorias a Humberto Suazo de “Chupete, la concha de tu hermana, ¡te quiero ver!”, fue tomado como un himno. Cada vez que un chileno debía motivar a un compañero ocupaba la mítica frase, que luego Bonini no dudaba en recordar con cierta vergüenza, dada su elección de conceptos aquella calurosa tarde en Uruguay. La frase fue símbolo de los tiempos que venían para la Roja: un equipo agresivo, sin miedo a competir, sin miedo a ganar. Que quería aprender en el camino, desde la humildad y el trabajo.

Y eso fue Bonini, un personaje con carácter que se enraizó en la cultura chilena y que si bien tuvo pasajes más oscuros, como las acusaciones que le hizo Fernando Solabarrieta al ser despedido de TVN o su paso por la lamentable U de Sebastián Becaccece, no son capaces de empañar el recuerdo que tendrán todos los chilenos del “Profe”, que con esa arenga nos invitó a soñar cosas que nunca nos habíamos atrevido si quiera a pensar.

Hoy sus ex dirigidos alrededor del mundo lo despiden con cariño. “Qué día de mierda”, twitteó Javier Mascherano, a quien hicieron debutar en la selección mayor antes que en su propio equipo, River Plate. “El fútbol está de luto. La amistad, capacidad y humanidad de Luis María Bonini siempre nos acompañarán. Gracias por tanto, Profesor. TQM, VIEJO”, publicó Claudio Bravo en su Instagram, al que en su momento el dúo le entregó la responsabilidad de ser el capitán de la selección luego del retiro de Marcelo Salas.

Tal como sus dirigidos, el Loco quiso despedirse de aquel amigo con el que construyó sus años más gloriosos en el fútbol y, cuya leyenda, se irá agigantando con los años. La leyenda de aquellos dos locos que cambiaron la forma de ver, no sólo el fútbol, sino también la vida, de una generación para siempre.

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