Por Qué Pasa Octubre 13, 2017

Como bien mencionó Fidel, el legado que le encomendó Salvador Allende a Beatriz era la unidad de las fuerzas antidictatoriales. A días del homenaje de la Plaza de la Revolución, aterrizó en La Habana Jorge Arrate, con la idea clara de articular la resistencia a la dictadura militar entre las diferentes organizaciones políticas: “Tati me fue a buscar al aeropuerto y, bueno, quedamos que íbamos a hacer una reunión de los partidos de la izquierda, que era distinto a la Unidad Popular”

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Según lo conversado con Arrate, podemos establecer que la primera discusión del exilio entre las fuerzas políticas desterradas giraba en torno a revivir a la Unidad Popular o, en crear un frente amplio entre todas las estructuras de la izquierda, incluyendo al MIR, que en realidad era la histórica piedra de tope en las negociaciones (…).

Luego de planificar la estrategia de alianza de la izquierda en el exilio en conjunto con Beatriz, Jorge Arrate viajó a Moscú con la clara misión de convencer a Volodia Teitelboim. El jerarca comunista, a regañadientes y con muchos matices, aceptó la propuesta; llegándose a reunir en octubre todos los representantes de la izquierda en La Habana, constituyéndose lo que se llamaría la “Izquierda Chilena en el Exterior”.

Tati se alegró ante lo que podemos denominar como su primer logro en el complejo desafío de unificar el trabajo de las izquierdas en el destierro. El mandato de Salvador Allende se estaba cumpliendo. Desde la misma Cuba se debía irradiar la unidad de la izquierda chilena (…).

Desde un principio la presidencia del nuevo organismo fue un mero cargo testimonial, pues quien realmente personificaba el alma y la conducción del Comité era Beatriz, asumiendo el cargo formal de Secretaria General. Al igual que en la Secretaría Personal de Allende en La Moneda, Tati sumó al proyecto a sus amigas Patricia Espejo e Isabel Jaramillo, instalando su centro de operaciones en la otrora embajada de Chile en Cuba, en la calle 13, entre D y E, en el tranquilo barrio del Vedado. La era de la solidaridad requería del mismo ímpetu que la caracterizó en su trabajo junto a Allende en los días de la Unidad Popular (…).

Cuando el locutor anunció a Beatriz, en La Habana, los ecos de los aplausos se amplificaron en cada rincón de la plaza. Tati no quería errar. Su responsabilidad era ser la organizadora de la resistencia antidictatorial.

A pesar de recibir todos los días una mala noticia desde Chile, Tati permanece siempre estoica y reservada en su dolor. Patricia Espejo relata: “La Tati en Cuba no lloraba. Era fuerte. Un día me dijo: ‘Déjate de tanto llorar. Hay que ser fuerte’. Ella era muy exigente con eso. A ella no le gustaba que su secretaria se pusiera a llorar”. Es que para Beatriz lo principal era convertir la rabia y pena en organización. Organización que cumpliera con el objetivo de derrotar la tiranía. No se daba espacio, al menos públicamente, para las demostraciones de tristeza. Nunca lo hizo.

Además, en los días del exilio cargaba con la tarea de contener el dolor de otros, de los sobrevivientes que aterrizaban en La Habana y que inmediatamente tocaban la puerta del Comité de Solidaridad. Demostrarles que la lucha no estaba perdida del todo y contenerlos era una de sus tantas misiones militantes.

Publicado por Pehuén, Tati Allende. Una revolucionaria olvidada tendrá un valor de $ 10.000.

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