Por Javier Rodríguez. Octubre 6, 2017

Cuesta escribir cuando todo indica que lo realmente urgente son los cálculos. Hoy los números dicen más que las palabras. O, por lo menos, dan más alivio. Que si empatan Colombia y Perú, Chile pierde y Argentina gana. Que si Paraguay golea y nosotros empatamos. Que si a la FIFA se le ocurre entregarle otro cupo a Sudamérica por lo peleada de sus clasificatorias. ¿Hace cuánto que Chile no dependía de la calculadora? ¿Ha dependido este grupo de jugadores, alguna vez, del resto de los equipos para lograr sus objetivos?

La respuesta es clara: no.

¿Qué pasó para que la Roja llegara a esto? Varias cosas: Sergio Jadue,  la salida escandalosa de Sampaoli, un entrenador como Pizzi que nunca dejó claro a qué quería jugar y que hasta el momento no ha estado a la altura. Entremedio, claro, dos Copas Américas. Dos trofeos que nos convirtieron en el rival a vencer, al que todos querían bajar. Y nosotros, que aprendíamos recién a ganar, acostumbrados a una vida de derrotas y triunfos morales, nos creímos el cuento. Miramos por arriba del hombro a rivales que hoy tienen opciones más claras que las nuestras de llegar a Rusia 2018. Que juegan de local, y no contra Brasil de visita su último partido eliminatorio.

Los resultados están a la vista.

Ayer Chile comenzó bien en el Monumental. Con presión alta, Silva haciendo buenas coberturas, metiéndose entre los centrales como un improvisado Marcelo Díaz. Valdivia, como en sus mejores años, marcaba los tiempos, hacía jugar, incluso contagiaba al resto e iba al suelo, intentaba recuperar. Por momentos se pensaba que el espíritu colectivo del equipo volvía, que de a poco Chile intentaba recobrar la memoria, que forzaba una reacción pavloviana que impulsara el desenfreno de años anteriores. Las banderas regaladas por Leonardo Farkas ayudaban a recrear un ambiente como el de la final de la Copa América.

El primer gol llegó temprano, un imperativo en este tipo de partidos. Una pelota que recupera el Mago y se la deja servida a Eduardo Vargas, que rompe el arco ecuatoriano y celebra haciendo callar a solo él sabe quién. Veíamos cómo pasábamos a estar terceros en la tabla, mientras Argentina era incapaz de doblegar a Perú en La Bombonera con Gianni Infantino, el presidente de la FIFA, en las tribunas.

El segundo tiempo comenzó de forma similar. Otra asistencia maravillosa de Valdivia —qué manera de echarse el equipo al hombro, cuando todo indicaba que su época dorada ya había pasado— para Eugenio Mena, que decide bien pero ejecuta mal. A los cinco minutos, era el mismo enganche colocolino el que se perdía el 2-0 con una palomita.

Gol colombiano y la tranquilidad. La lógica se daba y Paraguay comenzaba a quedar eliminado. Ecuador, en tanto, sin nada que perder, comenzó a controlar el balón. Chile, como nunca en estos últimos años, se replegaba. Arturo Vidal se gana una tarjeta amarilla evitable y el gustito que se dio Pizzi dejando fuera de la nómina a Marcelo Díaz —¿era necesario dejarlo fuera del plantel? ¿Es la última fecha de las clasificatorias el escenario propicio para hacer experimentos o dar mensajes? — dolía más que nunca: la selección tendrá que ir a jugarse su opción a Sao Paulo sin el mejor jugador chileno de la historia.

Ecuador se venía y de la banca no había reacción. Y quizás hubiera sido mejor que la historia continuara así. Porque los ingresos de Martín Rodríguez y Felipe Gutiérrez, dos jugadores con una falta de categoría abismante en comparación a los once que comenzaron jugando, no fueron solución. A los 84’ Romario Ibarra puso el 1-1 para Ecuador, que cayó como balde de agua fría. Nadie entendía nada. “Fue una desilusión, me morí un poco”, comentó Pizzi sobre el gol en la conferencia de prensa posterior al partido. El estadio en silencio.

Un canchereo ecuatoriano salvó la vida de la selección chilena. Al minuto, Arturo Vidal recuperó una pelota que perdió el rival saliendo y centró para que Alexis pusiera el 2-1 que avivaba las esperanzas.

Chile ganó sin convencer. Se dieron los peores resultados: ganó Paraguay en la agonía y Argentina no aseguró contra Perú de local. ¿Hay que esperar un milagro? Otra vez no: si Chile logra sacarle un punto a un Brasil clasificado, asegura al menos el repechaje. Para eso, tiene que hacer un partido perfecto. La Roja depende demasiado del escenario para calibrar su rendimiento: mientras mejor es el rival y más duro el contexto, mejor parada sale.

Para clasificar necesita, sobre todo mantener su arco en 0, presionar, ser un equipo corto. Lo ha hecho en las dos finales contra Argentina, contra Alemania en la primera ronda de la Copa Confederaciones y contra Portugal en el mismo torneo.

El margen de error es mínimo. Es difícil, pero estamos vivos. Y dependemos de nosotros mismos.

Una de las pocas deudas que le queda a esta generación es sacarse la dolorosa derrota del mundial de Brasil contra el anfitrión. El palo de Pinilla, que aún se aparece, a veces, como una pequeña pesadilla. Quizás llegó el momento de seguir haciendo historia. Para eso, claro, tiene que volver a ese estilo de juego que la hizo grande.

Una tarea para nada sencilla.

Relacionados