Por Cecilia Correa // Foto: José Miguel Méndez Julio 21, 2017

Cuando en 2003 la ingeniera y académica Salomé Martínez (44) supo que no existía en los formularios de calificación un espacio para declarar los pre y posnatales en la Universidad de Chile, decidió dar la pelea por mejorar las políticas de equidad de género. La Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (que imparte la carrera de Ingeniería) seguía siendo un mundo de hombres. La experta en ecuaciones diferenciales venía llegando de hacer su posdoctorado en Matemáticas en Estados Unidos, y esperaba su segundo hijo. Tener dónde dejar registro de su posnatal era decisivo para competir con sus colegas hombres en la universidad, ya que en esos períodos algunas investigadoras disminuían su producción científica, sin que quedara evidencia de la razón.

—Si no hay conciencia, no hay cambios —recalca desde una cafetería en Beauchef. Es expresiva, enérgica, directa.

Hoy es la primera profesora titular del Departamento de Ingeniería Matemática —que desarrolla investigación avanzada en el área— de la Universidad de Chile. Un hito, considerando que en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, apenas el 15% de los profesores titulares son mujeres. Mientras, en Chile, sólo un tercio de los académicos contratados (34,8%) son mujeres.

Salomé es beauchefiana de tomo y lomo. Tras egresar del Liceo 7, siguió pasos similares a los de su padre, Servet Martínez, Premio Nacional en Ciencias Exactas. Se graduó de ingeniera en la Universidad de Chile como la mejor de su promoción y partió con una beca, junto a su marido matemático, a estudiar un doctorado en matemáticas en la Universidad de Minnesota, EE.UU.

—Cuando era estudiante no tuve mucha conciencia de los temas de género. En EE.UU. las políticas de comportamiento estaban normadas, no había espacio para la arbitrariedad: para el “mijita” o reuniones fuera de horario.

Hace 15 años volvió a los mismos patios de Beauchef como docente. En 2012, recibió el premio de excelencia científica a investigadoras jóvenes menores de 40 años. Por años fue la única mujer entre 49 investigadores hombres en el Centro de Modelamiento Matemático de esa facultad, donde todavía trabaja. Hoy son sólo dos investigadoras.

En 2012 formó parte de la primera Comisión de Igualdad de Oportunidades de Género de la universidad, y al año siguiente, de una comisión similar en la misma facultad. Desde ahí impulsó, entre otras cosas, el Programa de Equidad de Género (PEG), para promover el ingreso de mujeres, por medio de cupos especiales para ellas.

—La cultura es muy masculina. Hay muchos códigos que sólo se entienden entre hombres y cuesta romper eso. Soy una persona emocional y sensible y eso descoloca a mis colegas, porque lo laboral tiene que ser neutro, sin expresar los sentimientos, y no soy así. Se pueden mejorar la políticas y los protocolos, pero falta un cambio cultural.

Hoy, junto a sus proyectos en el área de ecuaciones diferenciales, investiga cómo cambiar la forma en que se enseña matemáticas. Además de ser editora de 14 libros referenciales en varias facultades de pedagogía, investigó el sesgo de género en la formación docente, y descubrió que los profesores tenían menos expectativas sobre el desempeño de las niñas que de los niños.

La misión es a largo plazo.

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